Partida Rol por web

El descanso no dura mucho y tampoco tarda demasiado en llegar la bifurcación en la que deben separarse de Okina. Sabe que Okina es perfectamente capaz de defenderse si algo llega a pasarle, pero sigue preocupada por todo eso. Se despide de él como si no pasara nada y continúa su camino. Aunque parece que el ave se decanta por ellos.

-Bueno, no podemos precipitarnos. Si es la Dama o uno de sus enviados, no debemos descubrirla.

No se atreve a levantar la voz para que sus enemigos, si los siguen, no los escuchen.

Yuki asintió, pero a la vez bajó ligeramente la mano por el asta de la naginata. Si era una señal de la Dama, sus enemigos podían estar cerca y era mejor estar atentos y preparados para lo que pudiese pasar. A pesar de caminar como una simple peregrina, la guerrera mantenía sus cinco sentidos alerta, preparada para lo que pudiese ocurrir. Pese a que sabía que no debía hacerlo, Yuki lanzaba de vez en cuando una mirada discreta hacía el animal. Finalmente, y como quería disimular, se puso a tararear una conocida melodía, intentando aparentar una total normalidad.

Juzoh rezongó al comprobar que aquella lechuza les seguía a ellos y no al maestro Okina. Se volvió hacia su hermana y Yuki, con gesto de fastidio.

- Está empezando a ponerse pesada -dijo-. Pero ya está claro que nos sigue a nosotros y no al anciano.

Echó una ojeada al camino, por el que seguían transitando los viajeros.

- ¿Qué hacemos? El maestro dijo que sabría cómo encontrarnos, pero quizá no deberíamos seguir por nuestra cuenta ahora que ya hemos comprobado lo que queríamos.

Estaba bastante claro que Juzoh no le haría ascos a otro descanso, pero también parecía preocupado por haberse visto obligados a separar el grupo.

–Será mejor que sigamos. Okina es rápido cuando lo desea, y no tardará en alcanzarnos.– respondió Yuki sin mirar al animal. La guerrera estaba empezando a cansarse de aquella situación que no hacía más que elevar la tensión que sentía dentro. Pero no todo era malo. Aquel ser no les había atacado aprovechando que el poderoso maestro se había alejado, tampoco lo había seguido y, además, Yuki empezaba a pensar que simplemente quería guiarlos hasta la Dama, que era algo así como su Heraldo–. Supongo que es señal de que vamos por buen camino...

Sabe lo que pretende su hermano y es que lo de caminar no lo lleva demasiado bien... y preferiría estar sentado a un lado del camino en lugar de continuar el viaje. Y perder tiempo no es algo que puedan asumir. 

-Juzoh, debemos seguir. Nuestro objetivo es claro y no podemos hacer paradas innecesarias. Nos detendremos antes del anochecer, en uno de los pueblos que encontramos por el camino.

También cree que lo mejor es dejar de prestar atención al ave que les sigue. Si es alguna forma de vigilarlos, sin duda, sabrán que se han dado cuenta de que el búho les sigue.

-Dejemos de prestarle atención y centrémonos en el camino. Con tanta gente viajando, cualquier cosa puede pasar. 

Las palabras de Akari fueron juiciosas, así que se pusieron en marcha una vez más. Se esforzaron por no mirar al ave que les seguía, aunque a Juzoh le costaba bastante y de vez en cuando echaba miradas furtivas por encima del hombro, hasta tal punto que Yuki y Akari tuvieron que avisarle de que no lo hiciera tan a menudo. Estaba claro que al grandullón no se le daba muy bien disimular...

Caminaron durante un par de horas, y aunque Juzoh se quejó un par de veces más, no redujeron el ritmo y avanzaron bastante. Afortunadamente, y dejando a un lado la pereza de Juzoh, los tres estaban en muy buena forma. Pero por más que caminaban, el maestro Okina no regresaba a la Tokaidô...

- Me pregunto dónde estará el viejo -dijo Juzoh, rascándose la cabeza-. Ya debería haberse reunido con nosotros. ¿Le habrá pasado algo?

Miró hacia atrás, pero aquella vez centrándose en la transitada ruta. Era demasiado tarde para volver sobre sus pasos a buscar a Okina, pero seguía sin vérsele por ninguna parte.

Antes de que Akari o Yuki pudieran decir nada, se oyó un tumulto un poco más hacia delante, como si varias personas discutieran. El ruido creció en intensidad en apenas unos segundos, y pronto casi todos en la Tokaidô estaban mirando en la dirección de la que provenía. Los tres jóvenes vieron que varios guardias de la ruta pasaban a su lado deprisa, avanzando hacia el lugar de la perturbación.

¿Un accidente entre dos carros, o tal vez una disputa o un asalto...?

Aunque también estaba preocupada por su maestro, la guerrera no idjo nada a Juzoh al respecto. AL igual que Kaed, el maestro de la tortuga escondía mucho más de lo que parecía y Yuki estaba convencida de que su experiencia y su poder eran suficientes para defenderse de cualquier evetualidad.

–Quizás haya encontrado alguna pista de la dama– se dijo mientras entrecerraba los ojos para intentar discernir que ocurria a lo lejos. Por desgracia, el tumulto ocultaba lo que ocurría de modo que no quedaba más remedio que acercarse si querían saber lo que ocurría.

–Puede que haya encontrado "algo" interesante.–dijo intentando dar a entender sus pensamientos justo cuando los dos guardias pasaron a su lado. La muchacha dio un respingo y los siguió con la mirada.–Será mejor que veamos lo que pasa. Puede que necesiten ayuda si ha habido un accidente.

Y haremos algo de tiempo hasta que llegue Okina

Ella también está preocupada por Okina. Sabe que puede cuidarse solo,pero si algo pasa y no van en su ayuda, sería como haberlo abandonado. Por eso, sin que nadie se de cuenta, envia a uno de sus shikigamis a buscar al anciano.

Tarda un poco en darse cuenta de lo que pasa un poco más alla. Parece algo importante porque los guardias también se acercan.

-Vamos.

Corre ligera abriéndose paso entre la gente.

Los tres jóvenes se adelantaron para ver qué pasaba. Yuki y Akari hicieron caso omiso de los regañadientes de Juzoh, que no quería meterse en follones ni desviarse de su camino, y se esforzaron por abrirse paso entre la gente que empezaba a apiñarse. Entonces empezaron los gritos de verdad...

El tumulto creció en intensidad cuando varios hombres y mujeres gritaron horrorizados, mientras algunos caballos relinchaban y se desbocaban. Los guardias se apresuraron a avanzar, pero se detuvieron en seco cuando vieron la causa del alboroto. La gente empezó a darse la vuelta y a huir aterrorizada. Cuando Yuki, Akari y Juzoh pudieron ver a qué se debía todo aquello, se les heló la sangre en las venas.

El carruaje occidental que les había adelantado hacía un rato estaba en el suelo, destrozado y ardiendo. Los caballos que habían tirado de él estaban en el suelo, muertos y sangrando por varias heridas terribles. Pero lo peor eran sus ocupantes... Vestidos aún a la manera occidental, estaban de pie junto a lo que quedaba del carruaje, tambaleándose. Cuando les miraron a los ojos, los tres jóvenes distinguieron un fulgor extraño y fantasmal. Estaba claro que no eran dueños de sus actos, pues se lanzaron sobre los guardias que les amenazaban con sus naginatas y yaris, sin pensar un momento en su propia seguridad.

- Pero... pero... ¿qué demonios ocurre? -farfulló Juzoh, horrorizado.

No se atrevía a dar un paso más hacia aquellos seres, que no estaba muy claro si seguían siendo humanos. Se volvió hacia su hermana, que como onmyoji debía ser la más preparada para enfrentarse a algo como eso.

- ¡Akari! ¿Crees que están poseídos o algo así? -exclamó nervioso-. ¡¿Qué hacemos?!

Se aferró a su tetsubo, listo para defenderse de aquellos desdichados, mientras a su alrededor la gente huía despavorida. Pronto estuvieron solos con los tres occidentales y los únicos dos guardias de la Tokaidô que no habían escapado del lugar presas del pánico, dejando sus armas en el suelo.

Abre mucho los ojos, sorprendida por ver la escena. Pero luego su mirada se llena de determinación. Algo terrible las ha pasado a esas personas y no pueden dejar que se queden en esa situación. Eso solo es una señal de que la Puerta del Infierno se está abriendo. El sello que impuso el año pasado parece estar debilitándose cada vez más deprisa.

-¡No les hagáis daño! Evitad que hagan daño a los demás transeúntes.

Empuña su bastón de onmyoji. Tienen que conseguir que lo que quiera que les haya poseído abandone el cuerpo antes de que sea demasiado tarde. Saca sus encantamientos, unas tiras de papel con palabras de poder escritas en perfecta caligrafía. Solo los dioses pueden ayudar.

Comienza a entonar sus rezos y lanza los encantamientos a los viajeros occidentales. Quizá eso los detenga lo suficiente para expulsar a los malos espíritus de su cuerpo.

–¡Vigila que nadie le interrumpa!

Yuki se interpuso en el camino de los gaijin, con la naginata entre las manos realizando suaves movimientos circulares que iban acelerándose poco a poco. La muchacha se movía con seguridad y ligereza y, aunque sus movimientos no parecían agresivos, era evidente que iban encaminados a impedir que avanzasen. 

–Las armas no les asustan–pensó– tendré que derribarlos sin dañarlos. Un buen golpe y caerán al suelo sin heridas.

Con aparente calma, la guerrera dio un paso atrás, preparada para golpear con el asta o la parte plana de la hoja a las extemidades de cualquiera de los atacantes. Sin dejar de moverse, Yuki tuvo un presentimiento y, con el rabillo del ojo, trató de localizar de un vistazo rápido a la condenada lechuza que no hacía más que seguirlos.

Juzoh escuchó la orden de Yuki, y le pareció una idea estupenda. Sabía perfectamente que un conjuro rápido no bastaría para salir de esa situación, Akari necesitaría concentrarse y mientras tanto sería vulnerable. Así que agarró con fuerza su Kongo Rakan, y se enraizó al lado de su hermanastra.

- ¡Que alguno se acerque si se atreve!

Pero los guardias de la Tokaidô que se habían atrevido a quedarse no habían conservado la mente tan fría como Akari y Yuki. Horrorizados por lo que estaban viendo, se defendían sin tregua de los ataques de los occidentales... que se habían lanzado sobre ellos con una velocidad alarmante. Uno de ellos había saltado como un tigre sobre uno de los guardias, y trataba de estrangularlo sin piedad mientras lo miraba con aquellos ojos brillantes y vacíos. Para defender a su compañero, otro guardia le propinó un tajo en la pierna al desgraciado poseído, pero de la herida que le causó no manó sangre... si no una voluta de aquella sustancia que parecía un gas fosforescente. Aunque al occidental no pareció importarle lo más mínimo y continuó apretando la garganta de su víctima, hasta que el guardia dejó de forcejear.

Los otros dos poseídos, un hombre y una mujer jóvenes, luchaban contra el resto de guardias, que a duras penas lograban defenderse de sus acometidas suicidas. Estaba más que claro que aquellos seres eran más peligrosos de lo que habían parecido en un principio.

Akari se esforzó por concentrar el poder sagrado que sus ancestros le prestaban. Sus ataques espirituales serían más útiles que las hojas afiladas. Pasaron un par de segundos hasta que sintió cómo el poder fluía a través de ella hasta los papelitos que había preparado como armas arrojadizas y supo que estaba lista para luchar.
 

Yuki no se había olvidado de la lechuza que les había estado siguiendo, pero no pudo concentrarse demasiado en buscarla, enfrentados como estaban a aquellos seres terribles. Sin embargo, echó un rápido vistazo para localizarla... y comprobó que efectivamente, seguía allí cerca, posada en la rama alta de un árbol.

Aliada o enemiga podías manifestarte, maldita sea,

Yuki no lo pensó más y se lanzó contra uno de aquellos occidentales para derribarlo. Rogando a los dioses para que el guardia estrangulado estuviese simplemente inconsciente, la guerrera dirigió sus fuerzas contra el hombre occidental.

Abre los ojos al notar que los dioses le han concedido su poder y ahora puede emplearlo para acabar con lo que quiera que haya poseído a esas personas. Es entonces cuando ve ese gas amarillo que sale del corte... parece sustituir a la sangre o algo parecido.

-¡No inhaléis esa neblina amarillenta! Podría ser veneno... lo que les ha convertido en eso.

Mira de reojo a Yuki.

-Yuki, deja al pájaro ahora. Hay cosas más importantes que decidir si es amigo o enemigo. Tenemos que proteger y salvar a todas estas personas. Para eso hemos emprendido este viaje, recuérdalo.

Si bien es cierto que deben buscar a la Dama, el objetivo verdadero de todo eso, de todo lo que están haciendo, es salvar a Japón y al mundo entero de los horrores del Infierno. La Puerta no puede abrirse. El sello no puede romperse. El primer paso hacia la victoria comienza en los pequeños pasos.

-¡Raijin-sama*, concédeme tu poder!

Quizá consiga paralizarlos con la electricidad... quizá consiga ralentizarlos, y que no se muevan tan rápido. Lanza los amuletos de papel con los encantamientos cargados de poder hacia los objetivos.

Mientras Akari hacía acopio de fuerzas espirituales para enfrentarse a aquella aberración, los "poseídos" se fijaron en los tres jóvenes guerreros. Dos de ellos se lanzaron al ataque a toda velocidad, y antes de que pudieran darse cuenta, estaban sobre ellos. La doncella atacó a Yuki, mientras uno de los caballeros se echaba sobre Juzoh.

Yuki, a pesar de su gran habilidad, estuvo a punto de verse sorprendida por la violencia de aquella gaijin poseída. Bloqueó a duras penas con su naginata el zarpazo que esta le había lanzado, y se apresuró a dar dos pasos hacia atrás para poner distancia entre ella y su terrible rival.

Juzoh también tuvo problemas con su enemigo. El occidental hizo una finta que parecía imposible, y atacó al grandullón por un costado con una rapidez inusitada. El joven apenas tuvo tiempo de interponer su tetsubo entre él y la garra del atacante, y cayó al suelo de culo. Pero se esforzó en rodar para situarse delante de su hermana y que aquél ser no tuviera ocasión de ir a por ella. Gruñó y se levantó tan rápido como pudo, dispuesto a contraatacar.

Mientras, Akari había lanzado sellos cargados con aquél poder que dominaba tan bien. Uno de ellos alcanzó al otro caballero occidental, que seguía peleando contra uno de los guardias de la Tokaidô. El ser se retorció de dolor y sorpresa. Estaba claro que aquella energía le hacía mella.