Partida Rol por web

–...pero esperando lo mejor, cierto–.respondió recordando uno de los dichos de su padre– También deberiamos pensar en que hacer cuando la encontremos...incluso en el caso de que acepte gustosa su cometido.

La guerrera volvió a deslizarse en el agua para volver a sentir el contraste del frío y el calor. Una vez en el agua, contó mentalmente hasta cien antes de volver a salir, esta vez. Le parecía terriblemente maleducado preguntar a la joven onmyoji si iba a contactar con los espíritus, aunque se moría de ganas por saberlo. Igual que se moría de ganas por preguntarle si podía averiguar algo de Kaede y Moriya. Por encima de todo, Yuki ansiaba saber si estaban bien... y sin embargo, era consciente de que era algo que no podía pedir.

–En fin, espero que la mañana traiga sabiduria. Yo me voy a retirar a la habitación ya. Si...necesitas algo o lo que sea no dudes en avisarme.

-Creo que esos asuntos deberán tratarse cuando llegue el momento. Creo que yo también me retiraré. No es bueno dormirse en los baños.

Sonríe. Seguidamente, se levanta y se envuelve en la toalla. El contraste es aun más evidente ahora que ha salido del agua caliente. Espera a que Yuki también salga del agua para caminar con ella hacia la zona de vestidor.

-Espero que podamos encontrar a Okina-sama mañana, si no... intentaré enviar a mis shikigamis para encontrarlo. Quizá tarden un poco, pero nos podremos asegurar de que está bien.

Se seca rápidamente y se viste. 

El baño había sido ciertamente reparador. Hasta que no se habían sumergido y relajado en el agua caliente, Akari y Yuki no habían sido conscientes de lo mucho que les había cansado aquella primera jornada de viaje. Aunque, después de todo, no era extraño después de tantas emociones y peligros añadidos a la tensión de saber que una gran responsabilidad descansaba sobre sus jóvenes hombros. Si todo el viaje hasta Edo era tan accidentado, aquello podía acabar siendo un periplo que se les hiciese muy largo...

Estaban a punto de retirarse a sus habitaciones cuando escucharon un ligero tumulto al otro lado de la puerta que separaba el exterior del interior de la posada. Parecía una discusión, e incluso se escuchó algún golpe sordo, como si algo pesado cayese al suelo.

Apenas había terminado de ponerse el nemaki cuando el ruido le hizo levantar la cabeza. La melena resbaló sobre la espalda, humedeciendo ligeramente la ropa por la zona del cuello y hombros. Yuki arrugó la frente, extrañada y se calzó con rapidez. No creía que fuese nada grave, pero la situación hacía que no descartase nada.

–¿Crees que tu hermano habrá hecho enfadar a alguien?– preguntó con una expresión que claramente indicaba que no creía que aquello fuese cierto. Aunque accidentalmente hubiese molestado a algún otro cliente, su tamaño hacía poco probable que dicho cliente iniciase una trifulca. Antes de que Akari pudiese responder, Yuki ya estaba calzada, dispuesta a entrar en ellocal.

Se escucha pelea fuera de la posada. No cree que sea Juzoh, pero esas cosas siempre pueden traer consecuencias. Se acaba de vestir rápidamente para acercarse al lugar de donde provienen los sonidos. ¿Es que no pueden tener una noche tranquila? Han peleado contra aquellas cosas esa mañana y luego han estado caminando todo el día. Lo mínimo que pueden pedir, es un poco de descanso.

-No creo que sea mi hermano. No sería tan tonto... además, hay comida para dar y regalar... centraría su atención en eso.

Nada más abrir la puerta de acceso a la posada, Yuki y Akari pudieron ver una escena curiosa y alarmante. Dos samuráis, ataviados con la tradicional panoplia de los guerreros japoneses, miraban altaneros a un hombre gordo y de cabello muy corto que estaba en el suelo, como si lo hubieran derribado. Junto a él, una dama se agachaba preocupada para atenderle, mientras Momoe y el dueño de la posada se deshacían en reverencias dirigidas a los dos samuráis.

Pero había algo en los rostros de aquellos guerreros que no gustó nada a las dos jóvenes. Y uno de ellos no le quitaba los ojos de encima a la joven que se preocupaba por el hombre rollizo.

- Sois un par de cobardes -decía el hombre gordo, sin amedrentarse lo más mínimo ante los guerreros.

Se levantó con esfuerzo, pues su corpachón era tan voluminoso que hacía crujir las tablas del suelo, y se encaró a los dos samuráis, mientras la joven que le ayudaba se cubría detrás de él.

- Por muy samuráis que seáis, no tenéis derecho a molestar a una mujer sin motivo -continuó-. Si vuestro señor os viera, se avergonzaría de vosotros.

Uno de los dos samuráis se rió estúpidamente ante las quejas del cliente rollizo, y se burló de su rabia.

- ¿Has oído cómo nos habla este pueblerino? -dijo a su compañero, que le miraba con expresión ceñuda-. En verdad piensa que no debe mostrar respeto ante unos samuráis. Deberíamos enseñarle modales...

Dio un paso al frente, mientras la joven trataba de ocultarse aún más tras el corpulento hombre, y tanto el posadero como Momoe rogaban con sus gestos a los dos guerreros que se calmasen.

Al ver aquella situación, Yuki no dudó. Avanzó interponiendose entre el hombre y el samurai. Había sido educada para defender a los débiles y aquella situación le hacía hervir la sangre. Dos guerreros, molestando a una chiquilla y a un hombre que claramente no podía hacerlo. Pese a no ser una persona que le gustase meterse en peleas, ardía en deseos por hacer morder el polvo a aquellos tipejos. Nada le enfadaba más que ver como abusaban de otros.

–Será mejor que se vayan y les dejen tranquilos– dijo con tono imperativo y clavando la mirada en los ojos de uno de los guerreros. Pese a todo, convenía no llamar demasiado la atención. La muchacha no había ido a recoger su naginata; ni la necesitaba con aquellos tipejos ni pretendía usarla dentro del local. –No creo que nadie quiera problemas, pero quien los busca acaba encontrándolos.

La frialdad y seguridad de su tono contrastaban con la apariencia casi infantil que le daba la prenda de dormir que llevaba y el cabello húmedo. Parecía una versión crecida de una niña a punto de irse a dormir con un peluche. Con una perturbadora naturalidad, dio un paso hacia el guerrero.

Se queda sorprendida al ver la escena. Dos samurais están usando su estatus superior y su fuerza para maltratar a un hombre y una chica. ¿Ese es el nivel de los samurais de esos días? No, esa gente no son nobles guerreros, son alimañas que no hacen más que ensuciar el buen nombre de los samurais.

-Gi, Yû, Jin, Rei, Makoto, Meiyo, Chuugi.

Va diciendo mientras avanza para ponerse frente al hombre y la chica para protegerles de esos dos.

-Creo que no estáis cumpliendo ninguna de las virtudes que un bushi debería tener. Así que pensad correctamente vuestro siguiente acto antes de avergonzar a vuestro señor. Aquellos que abusan de su poder, no deberían considerarse samurais así que tendré que trataros como rufianes si seguís con esa actitud.

Si Yuki parece una niña, ella ya ni contar. Aunque bueno, es capaz de manejar a su hermano y capaz de enfrentarse a demonios. Esos dos no serán menos. Les mira directamente a los ojos y se mantiene firme.

-Estáis causando problemas con vuestra actitud. Marchaos si es lo que estáis buscando.

Ante la intervención de Yuki y luego de Akari, todo quedó en silencio durante unos instantes. El samurái de la sonrisa bobalicona no parecía poder creer que dos jovencitas como ellas se hubieran podido atrever a interponerse entre ellos y el hombre que les desafiaba.

- Pero... ¿has oído eso? -le preguntó a su compañero riéndose-. ¡Estas dos chiquillas se creen que pueden darnos órdenes! ¡Y hasta nos hablan del bushido!

Tenía una voz desagradable y chillona, y una risa aún peor.

El posadero y Momoe parecían cada vez más nerviosos, y finalmente el dueño del establecimiento hizo un gesto rápido y nervioso a la joven para que se marchase de allí con discreción. Luego se volvió de nuevo hacia los samuráis, alzando las manos en actitud conciliadora.

- Por... por favor, nobles clientes -tartamudeó-. Estoy seguro de que todo esto es un lamentable error. Os ruego que... que no os enfrentéis. No tiene ningún sentido...

Pero el hombre gordo negó con la cabeza con vehemencia. No parecía muy dispuesto a acercarse a los dos guerreros, pero tampoco se apartaba de la joven a la que protegía. Eso sí, se había sorprendido bastante al ver intervenir en su favor a Yuki y Akari.

- Que unas jovencitas sepan más que vosotros de lo que es el honor, debería hacer que os arrastrárais por la vergüenza -masculló-. Habéis importunado a mi esposa, y no pienso consentirlo, ya seáis samuráis o dragones voladores.

Y se plantó aún más firmemente donde estaba.

El segundo samurái se adelantó un par de pasos. Y a Yuki y Akari no les gustó nada su expresión. Si su compañero era a todas luces un patán, este guerrero parecía bastante más frío y amenazador. Contempló a todos los presentes con una mirada sombría, y finalmente se volvió hacia el dueño de la posada.

- Cállate -ordenó con voz siniestra. El posadero enmudeció al momento.

Luego, el samurái fijó su mirada en Yuki y la escrutó de arriba a abajo. Algo en ella parecía atraer su atención. Después de unos instantes sonrió, aunque aquella mueca no gustó a las chicas.

- Creo que estas no son chiquillas corrientes -dijo-. Desde luego, para enfrentarse a dos samuráis deben ser muy valientes... o muy insensatas. ¿Cuál de las dos posibilidades será?

Y acarició el mango del wakizashi que llevaba al cinto. Por desgracia y a diferencia de Yuki y Akari, ellos sí seguían armados.

La visión de las armas no hace que se amedrente. Si buscan problemas, los tendrán y está determinada a defender a aquellos que necesitan su ayuda. Por eso es sacerdotisa y por eso ha emprendido un viaje hacia lo desconocido. Esos dos hombres, que abusan de su poder, no harán que de un paso atrás... salvo si es para coger carrerilla. 

Le vendría bien su bastón, pero no lo necesita para luchar contra ellos. Con la cantidad de hierro que llevan encima, puede chamuscarles un poquito sin despeinarse. Por suerte, sabe que no todos los samurais actúan de la misma forma... quizá aun haya esperanza para la sociedad nipona.

-Es en los actos de valor en los que se mide la valía de una persona. Y son los dioses los que deciden la suerte de los valientes y de los justos.

La chica mantuvo la mirada al samurai. Era una mirada fría igual que la suya en aquellos momentos, pero a diferencia de ella, la mirada del guerrero tenía cierto tono burlón. Mentalmente calculó los segundos que tendría que tardar en tumbarlo desde que hicise el primer movimiento de desenvainar el arma. El otro tipo, parecía un inútil pero tampoco era cuestión de olvidarse de él. Un desgraciado como aquel sería capaz de atacar por la espalda.

–Se dice que los samurais se distinguen por ser mejores en el trato a los demás que en combate, y que por ello ganan más respeto con lo primero.– Yuki hizo una pausa antes de continuar– Supongo que eso explica porque no somos unas insensatas; solo observadoras.

Yuki los observó con calma. No estaba muy segura de que el patán hubiese captado el significado no demasiado velado de sus palabras, pero el otro sin duda alguna lo entendería. Despacio, la guerrera movió los ojos hacia la puerta.

–Tampoco tienen la costumbre de destrozar locales con peleas. Eso es más propio de borrachos y patanes. De modo que le sugiero que salga, no resulte que alguien le confunda con un ser de clase menos noble.

Como Yuki había esperado, el samurái de expresión bobalicona hizo una mueca de confusión al escuchar sus palabras, pero el otro sólo ensanchó su sonrisa.

- Vaya, parece que esta encantadora joven nos está desafiando...

Se irguió, orgulloso y altanero, y asintió con la cabeza. Había un brillo peligroso en sus ojos.

- De acuerdo, si es lo que quieres, combatiremos - dijo-. Y si prefieres que sea fuera, por nosotros no hay ningún problema. ¿Salimos ya?

Y sin esperar respuesta, se dirigió con paso tranquilo a la puerta del baño. Sin quitar un momento la vista de Yuki.

El samurái menos corpulento abrió mucho los ojos. No podía creerse lo que estaba viendo.

- ¿De verdad vas a pelear con ella? ¡No es más que una chiquilla! Aunque muy guapa, eso sí...

Recorrió con ojos lascivos el cuerpo de Yuki, cubierto por el nemaki. Se rió de aquella forma absurda e irritante.

- Siempre te quedas con lo mejor, qué bien te lo vas a pasar.

Aquella queja dejó claro que no había sabido captar la fuerza interior de Yuki, pero no parecía darle importancia. Se fijó en Akari y se encogió de hombros, como si ni siquiera la considerase digna de atención. Y después volvió a centrarse en la esposa del hombre gordo.

- Bueno, si quieres continuaremos donde lo habíamos dejado, preciosa... -se burló-. No me costará nada hacer que esa bola de sebo que tienes por marido vuelva a besar el suelo.

Y dio un paso hacia la atemorizada mujer, que se cubrió tras la ancha espalda de su esposo.

El vello del cuello se le erizó como si se tratase del pelaje de un gato mas su rostro permaneció impasible y frío, como el hielo en invierno. Sospechaba que aquel no sería un rival tan fácil como aparentaba, pero ella (ellos) se habían enfrentado a enemigos mucho más terribles. Por muy poderoso y malvado que fuese el samurai, había cosas con las que no se podía comparar. Y tanto Yuki como los hermanos Ichijou lo sabían muy bien.

–Hecho. Pero más vale que, hasta que terminemos, controles a tu amigo. Por la misma razón por la que salimos fuera. Y porque esta buena gente no tiene que pagar por sus pocas luces– La guerrera inclinó la cabeza ante los involuntarios espectadores que allí estaban reunidos. Esperaba vencer, no por orgullo sino porque la derrota tenía implicaciones negativas para el hombre rollizo, la dama y posiblemente para los responsables de la taberna.

Yuki se acercó hasta el samurai, pero en lugar de salir a los baños fue al pasillo, solo para aparecer momentos después con su naginata en la mano. Sin añadir nada más, pasó junto a su rival, con el pelo ondeando tras ella, al ritmo de su lento caminar e dirección al exterior.

Será rápido

Parece que Yuki va a luchar contra ese samurai que parece un poco más centrado, pero igual de abusón que el tonto de su amigo. Y es que su amigo no para de amenazar a la pareja y parece ignorarla. En otra situación, le habría dado igual, pero ella también está ahí para proteger esas personas y darle una tunda de campeonato si se atreve a propasarse.

Y tampoco tiene su bastón para darle su merecido. Busca algo que pueda serle de utilidad para defender a la pareja. Ese hombre no les tocará.

-Si intenta algo, yo lo detendré - le dice a Yuki.