Partida Rol por web

Yuki se lanzó hacia delante sin pensárselo dos veces, abalanzándose para herir a su enemigo. Recordó lo que su padre les había enseñado a ella y a sus hermanos, un golpe puede ser suficiente si es rápido y certero. La naginata de Yuki buscó las piernas de Setsuna, que no pudo bloquear el golpe y tuvo que saltar para evitar que la afilada hoja las seccionase. No obstante, el filo llegó a alcanzar a su rival y la sangre oscura manchó la capa de nieve que se había depositado sobre el campo.

Setsuna aterrizó unos pasos más atrás después de haber saltado para evitar que el ataque de Yuki le seccionase las piernas, pero aún así había recibido una herida. Contrariado, preparó su propio ataque sin que entre ambos luchadores mediara más palabra.

Con una finta y un giro rápido de la hoja, Setsuna se colocó a un flanco de Yuki y lanzó un tajo al estómago de la joven. Yuki se apartó justo a tiempo, pero el filo de la katana negra de Genzo Takane alcanzó su muslo izquierdo y sintió un dolor agudo, mientras su sangre le manchaba la ropa blanca. Un escalofrío le indicó al instante que aquél no era un oponente al que tomar a la ligera.

Zantetsu desapareció delante de todos. 

Zantetsu era consciente de que la nieve podía delatar su posición, así que sin esperar comenzó a correr en círculos mientras miraba atentamente donde estaba su enemigo. Ya que su lider estaba entretenido con Yuki la idea era sencilla, acabar cuanto antes con los esbirros para poder ayudar a la chica. 

Ninguno de los combatientes vio nada. Zantetsu se había evaporado entre los copos de nieve, y mientras Yuki y Setsuna intercambiaban estocadas, lo único que se percibió fue una especie de corriente de aire. Después, una de las sombras que les rodeaban chilló de dolor y cayó al suelo tras tambalearse un momento. La nieve se volvió oscura a su alrededor, el corte debía haber sido horrendo. Aunque todavía no estaba muerta, y trató de levantarse enseguida mientras intentaba ver qué la había atacado.

Al ver que el grito de uno de los esbirros de Setsuna llamó la atención de los demás, aproveché ese momento para lanzarme corriendo sobre el mismo y buscar rematarlo con un corte horizontal justo a la cadera.

Sin Zantetsu-sama podía permanecer oculto, con una táctica de atacar y correr y yo los iba rematando entonces solo nos teníamos que preocupar de los posibles contraataques, pero en breve nos habríamos encargado de ellos y podría ir a ayudar a Yuki.

Sin perder un segundo, Kaede se lanzó hacia delante como un rayo, con la katana preparada a un lado. Al llegar a la altura de la sombra, lanzó un tajo horizontal con todas sus fuerzas... y el enemigo cayó al suelo partido en dos. Esta vez, no volvió a moverse.

El joven guerrero pudo sentir un escalofrío en su brazo cuando cortó por la mitad a aquél oponente. Una descarga extraña le había recorrido al asestar el golpe. Pero no pudo sorprenderse por mucho tiempo, pues dos de las sombras restantes se lanzaron hacia él dando terribles alaridos. Sus ojos brillaban con un fulgor verdoso y no parecían humanos. Atacaron sin pensárselo dos veces, con armas afiladas que parecían ser tantos de ninja. Una acometida descendente y una estocada profunda... pero Kaede bloqueó ambas amenazas y se movió para ponerse fuera del alcance de aquellas cosas, fueran lo que fueran.

Las dos sombras restantes escrutaron la ventisca, tratando de localizar a Zantetsu. Olfatearon el aire y finalmente uno de ellos lanzó un grito gutural y abrió mucho aquellos ojos verdes. Se abalanzó sobre un punto donde, efectivamente, estaba el viejo ninja. Sin perder tiempo, lanzó un ataque al bulto del que Zantetsu logró cubrirse con su daga curva. Pero el último de los enemigos había seguido a su compañero no bien se hubo lanzado al ataque, y golpeó a Zantetsu con saña, alcanzándole con su hoja en la espalda mientras el anciano ninja se apartaba. No era una herida grave, y Zantetsu ignoró el dolor mientras ponía tierra de por medio y se preparaba para continuar luchando. Aquellas cosas eran rápidas. Rápidas y letales.

Yuki apenas miró la herida que tenía en el muslo. La pierna le ardía y notaba la sangre arder, pero la sensación que Setsuna le producía hacía que aquello fuese algo secundario. Como quien se da un golpe mientras huye de un incendio, que es incapaz de sentir el dolor debido al peligro cercano. Setsuna era aquel incendio, y había que extinguirlo antes de que acabase con todo.

Además, su enemigo no era humano. Y la quería a ella... No sabía porque pero no iba a permitir que aquel monstruo venciese. No se merecía portar aquella katana. Con un rápido movimiento, la guerrera volvió atacar a su rival. No cruzó palabra alguna con él. Tan solo dejó que su naginata hablase.

Sin mediar palabra, Yuki volvió al ataque. Su naginata cortó el aire y arremolinó los copos de nieve que encontró en su camino. Su ataque fue tan rápido, que pareció que surgían más copos de la afilada hoja. Pero Setsuna fue rápido y la desvió con un giro de la katana negra. Rodó sobre sí mismo y atacó a Yuki sin vacilar.

La guerrera notó un frío electrizante en el costado izquierdo, y su visión se nubló. Tuvo que ahogar un gemido. Aquél golpe había sido serio, lo sabía sin necesidad de mirar la herida. Notó su propia sangre caliente deslizándose por la piel bajo la ropa. Pudo alejarse de Setsuna, pero una punzada de miedo se coló en su mente. Aquél oponente era letal, y ella estaba en peligro.

El ninja vió la rapidez de reflejos de Kaede y sonrió al ver que el jóven samurai habia entendido su estrategia. Rápidamente dió un paso a un lado y la capa voló en el aire. La nieve blanca comenzó a difuminar la sombra que, rápidamente, se convirtió en un hilito de luz haciendo que el ninja se desvaneciera como por arte de magia. 

Después, oculto bajo la sombra, atacó al siguiente enemigo. Esperando que no fuese tan atento como la vez que atacó a su compañero. 

Zantetsu había vuelto a desvanecerse. Era increíble como aquél viejo ninja podía fundirse con el entorno de aquella manera, en un abrir y cerrar de ojos. Sin duda, el viejo Okina había sabido bien a quién llamar para reforzar al grupo.

Las sombras que rodeaban a Yuki y Kaede en su lucha volvieron a mirar alrededor, desconcertadas. Entonces, una de ellas chilló y clavó una rodilla en tierra. Zantetsu la había golpeado sin que se diera siquiera cuenta, y la sangre oscura de lo que fuera aquello manchaba la nieve.

El chillido de una de aquellas sombras fue la señal para que volviera a atacar, tras esquivar los ataques de los esbirros me había quedado con la katana cruzada en diagonal hacía abajo y apenas vi que una se ponía de rodillas me lancé contra esta con un corte diagonal ascendente, buscando partirla a la mitad como había hecho con su compañero, tras eso me quedé en guardia esperando la reacción de los otros.

Kaede no perdió el tiempo. Se giró con rapidez hacia donde había oído el chillido, hacia el lugar donde uno de sus enemigos estaba debilitado. La katana rasgó el aire y apenas se frenó un poco mientras atravesaba el cuerpo como si fuera un futón. La sangre oscura manó de la sombra, mientras esta caía dividida en dos pedazos. Otro rival menos. Aparte del propio Setsuna, sólo quedaban tres.

Uno de ellos, furioso, siseó mientras olfateaba el aire para descubrir a Zantetsu. Laznó un alarido cuando lo logró. El ninja era hábil escondiéndose, pero hasta entonces, aquellas cosas le habían encontrado sin problemas. La sombra se lanzó a por él con sus ojos brillando, y atacó con la daga oscura. El ninja bloqueó el ataque en el último momento y trató de apartarse, pero entonces otra de las tres sombras lanzó un tajo a su vez y le alcanzó en un brazo. Zantetsu sintió la mordedura de la hoja, pero supo al instante que el corte no había sido profundo.

Mientras tanto, la tercera de las sombras había aprovechado para lanzarse contra Kaede mientras el joven guerrero remataba a su compinche. Le alcanzó por los pelos porque Kaede estaba ya apartándose... pero fue suficiente para hacerle un corte en un gemelo, que le causó un dolor lacerante. Habían acabado con dos de ellos, pero todavía estaban lejos de poder reclamar la victoria.

Aquel enemigo era peligroso; con otra katana hubiese sido un duro rival, pero con aquella arma... Con aquella arma era un maldito monstruo. Mentalmente, Yuki se maldijo. Aquel hombre era muy superior a ella, y lo único que podía hacer era resistir hasta que llegasen su hermano y el ninja. Como si fuese una pobre y desvalida damisela de cuento. Era irritante. La joven volteó la naginata con intención de protegerse de los golpes. Seguía sin entender del todo por qué tanto interés en ella, pero estaba claro que era el objetivo, aunque no entendía el motivo. Los pies se hundieron en la nieve, empapándose, pero Yuki no sentía frío. ¿Por qué ese malnacido estaba allí no debería estar persiguiendo a...?

No...Habría sido consciente de ello. No. 

–¿Qué buscas?– atinó a preguntar,  sin estar muy segura de querer oír la respuesta. Yuki se mantenía alejada de él y con la naginata protegiendo su cuerpo.

Setsuna observó la sangre de Yuki, deslizándose por el filo de su katana negra. Sonrió de forma cruel, la pregunta de la joven parecía divertirle.

—Ya he encontrado lo que buscaba —dijo.

Miró a Yuki, y quedó claro a qué se refería. Su voz era grave y no la había alzado, estaba completamente tranquilo y se notaba que dominaba la situación. Yuki se sintió insegura, como cuando luchaba contra Gaisei. Su maestro siempre le decía que se librase del miedo y de las dudas, pero ella no podía evitar sentir que no podía ganar cada vez que se enfrentaba a él. Con Setsuna le pasaba lo mismo.

El hombre vestido de oscuro se levantó y volvió a la carga, interrumpiendo sus pensamientos. Yuki se centró en defenderse, tratando de hacer tiempo para que Zantetsu y Kaede pudieran ayudarla. Setsuna era demencialmente rápido y hacía fintas que Yuki nunca había visto. La chica pudo desviar dos, tres, cuatro golpes... pero el quinto halló una fisura en su defensa y la alcanzó en el hombro derecho, el brazo en que sujetaba la naginata. A Yuki se le escapó un grito de dolor y sorpresa, pero pudo aferrar el arma antes de que cayese al suelo. Sintió que el suelo se movía bajo sus pies y clavó una rodilla en la nieve, mientras su sangre manchaba el manto blanco. Las fuerzas empezaban a fallarle, aquello no iba nada bien...

Zantetsu se giró con un rápido movimiento mientras flexionaba las piernas. La capa silbó levemente en el aire mientras la rodilla completaba el ángulo de 10 grados. La daga, en un movimiento ascendente buscó la yugular del hombre que le había visto. La rapidez era imprescindible en el camino ninja.