Partida Rol por web

Yuki ya habla por el grupo cuando pide a Kuro que se tranquilice. Aunque es extraño que tanto Kaede como Zantetsu estén ahí. Todos tienen misiones diferentes y sus caminos no deberían cruzarse salvo por coincidencias del destino, pero parece que no ha sido casualidad que se hayan encontrado.

Pone una mano sobre el brazo de Kuro para calmarlo y se acerca a la reunión familiar.

-¿Qué ha sucedido, Kaede? Buenos días, Zantetsu-san.

La pareja de transportistas pareció tranquilizarse cuando vieron que sus nuevos compañeros de viaje conocían a los recién llegados. Reiko los observó expectante, aunque Kuro no se movió de donde estaba.

En ese momento, mientras se separaba de los brazos de su hermano adoptivo, Yuki la vio. Lejos, sobre la rama de un árbol, casi invisible... la lechuza gris volvía a fijar sus ojos oscuros en ellos, inmóvil como una estatua de piedra.

Tras la alegría inicial, Yuki se dio cuenta de que para los comerciantes, aquella escena debía de ser bastante peculiar, por lo que se dispuso a presentarlos. Sin embargo, antes de que pudiese hacer o decir algo su mirada se desvió a la lejanía... y la vio. Los ojos azules de la chica se posaron en los del animal. Sabía que tenía que fingir indiferencia, pero le era casi imposible. La chica quería preguntar a Kaede y Zanzetsu si algún animal los había seguido, pero no estaba dispuesta a hacerlo delante de Reiko y Kuro. Bastante habían visto ya.

–Los ha traído aquí. Nos vigila...y los ha traído hasta aquí.

La breve brizna de tranquilidad que había sentido al ver a su hermano se convirtió de nuevo en nerviosismo. Se sentía inquieta, pero sobre todo, observada. Escrutada. Un escalofrío que nada tenía que ver con la temperatura recorrió su espalda.

–Maldición, si tienes algo que decirnos, hazlo. Si eres la dama, haz una señal y si sirves a Kagami...¡Para ya! ¡Estás hablando con una lechuza! ¡Imaginando que hablas con una lechuza!

–¿Estáis bien?.. Te veo cansado. ¿Encontraste a...?–Yuki interrumpió la frase a a mitad. Por muchas ganas que tuviese de preguntar por Moriya y por Kagami debía ser precavida y no solo por los comerciantes. De modo que fingió acordarse de pronto de las buenas maneras.–Por cierto, estos son Reiko y Kuro. Ibamos a compartir unas horas de camino.

Juzoh había tardado un poco más en darse cuenta de la llegada de Kaede y Zantetsu, ya que justo estaba cargando el último fardo en el carro. Pero al verlos, se rostro reflejó primero sorpresa, luego satisfacción y después otra vez sorpresa.

Se acercó y miró alrededor.

- Es bueno veros a vosotros y no a algún peligro, pero... ¿y el maestro Shigen? ¿También os habéis separado?

Luego pareció darse cuenta de que quizá había dicho demasiado y se mordió la lengua, pero ya era tarde. Quedaba bastante claro que Juzoh no era tan reflexivo y prudente como Yuki y Akari en cuanto a su viaje.

Zantetsu apenas les saludó más allá de una ligera inclinación de su cabeza que se acentuaba con el gran sombrero que llevaba sobre su cabeza. 

- ¿El maestro Okina no está con vosotros? - el gesto del viejo parecía preocupado. 

Juzoh miró a Yuki y luego a Akari, pero no dijo nada. Ya había metido la pata suficiente y no quería dar más datos delante de extraños. Por muy agradables que parecieran aquellos transportistas, las chicas tenían razón al intentar ser lo más prudentes posible.

- Yo... bueno -dudó-. Voy a preguntarle al posadero si tiene algo de comer para el camino. Unas bolas de arroz o algo así... Vuelvo enseguida.

Y se alejó sin correr, pero a buen paso.

Observa como su hermano se va hacia la posada para conseguir algo de comida para el viaje, aunque parece, más bien, que está huyendo. 

-Se tuvo que separar de nosotros un poco después de comenzar, pero se reunirá con nosotros más adelante. No dijo un lugar concreto.

Zantetsu levantó una ceja, decepcionado. Entonces su viaje no había terminado. 

- ¿Tampoco sabeis donde está? - suspiró. Si ya era duro cargar con un chico, por mucho que fuera tan hábil con la espada como Kaede, tener que ir con otros tres más no le hacía ninguna gracia. 

–Eso me temo, pero nos alcanzará antes de llegar– respondió antes de girarse acercándose a Reiko y Kuro. No sabía muy bien como iniciar aquella conversación, pero era necesaria. Era evidente que se conocían y también, para alguien ligeramente observador que iban a ir juntos. Y Reiko no parecía un poco observadora. Parecía muy observadora– Reiko sama...Kuro sama... No esperaba encontrarme con mi hermano en el camino, lo siento mucho.

Yuki se inclinó ante los comerciantes a modo de disculpa por aquel extraño momento. Aunque dudaba que nadie osase acercarse a ellos, viendo que estaban bajo su protección no le hacía gracia separarse de ellos. La joven miró de soslayo a su hermano y al anciano. Ellos iban a caballo, podían ir al mismo paso que el carro, pero la forma en la que estaban volviendo a juntarse todos le producía cierto desasosiego. Como si algo estuviese a punto de estallar... y no quería que afectase a inocentes no involucrados.

Los transportistas habían asistido al reencuentro con gesto de sorpresa. Kuro, un hombre rollizo y voluminoso de pelo casi rapado que tenía un tatuaje con el kanji para "arroz" en el hombro, y Reiko, una mujer joven y de expresión serena. Zantetsu y Kaede se habían fijado en ellos al llegar, lo justo para comprobar que no eran peligrosos.

Cuando Yuki se acercó para explicarles quiénes eran los recién llegados, una sombra de inquietud pasó por el rostro de la mujer, pero sonrió y asintió a la chica. Luego bajó del carro e hizo una leve reverencia a modo de saludo. Kuro, por su parte, se inclinó un poco menos.

El transportista se rascó la cabeza con una mano regordeta y observó a Zantetsu, que parecía llevar la voz cantante.

- ¿También vais hacia Edo? -preguntó-. Parecéis bastante cansados. Hay sitio en el carro si queréis que os llevemos. Pero deberíamos partir pronto, podréis hablar por el camino.

Era lo suficientemente inteligente para darse cuenta de que aquél grupo tenía un objetivo común, y también al igual que su esposa, para saber que no sería de buena educación entrometerse demasiado.

-Al parecer todos nos hemos tenido que separar por un motivo u otro, pero de todos modos dejamos nuestra todo en manos de Shingen-sama, estoy seguro de que más adelante nos volveremos a encontrar-

Luego de eso me acerqué a la pareja.

-Lamentamos haberlos asustado, agradezco su ofrecimiento para descansar en el carro, hemos viajado toda la noche- tras eso volví a ver a mi hermana -Quieres llevar el caballo por mi?-

–Por supuesto

Yuki tomó las riendas del caballo de las manos de su hermano. Tenía tantas cosas que preguntar a Kaede que sentía que su corazón iba a explotar, pero logró controlarse. Pero había algo más importante. Y era avisarlos de aquella extraña compañía. De modo que, cuando  las manos de los hermanos se cruzaron Yuki aprovechó para musitar algo al oído de modo que solo lo oyese a él. Ya se encargaría de contárselo a Zantetsu cuando fuera posible.

–Nos sigue– La joven se acercó entonces al caballo y acercó la cara a su frente intentando parecer relajada a ojos de sus nuevos compañeros de viaje. – Bueno, amiguito. Creo que ganas con el cambio. Sí, sí. No hace falta que me lo digas, he vivido con él mucho tiempo. ¿En serio? Eso es nuevo.

Y aunque la despreocupación era fingida, lo cierto es que la guerrera cuando estaba con sus hermanos, cuando sabía que estaban bien, parecía otra.

Entiende que la situación puede ser complicada de entender para los comerciantes y, por los gestos de ellos, entiende que saben que hay algo detrás de todo eso. Pero tampoco preguntan. Y, aunque preguntase, tampoco podrían explicar nada de lo que que está sucediendo. Nadie puede saber de su misión.

-En ese caso, lo mejor sería ponernos en marcha. El día se levanta y el camino ante nosotros es largo. 

Además, está esa sensación de que hay algo que va mal. Un mal presagio.

Kuro asintió ante las palabras de Akari. Seguí sin saber de qué hablaba el grupo de viajeros, pero todos parecían fuertes e iban a compartir el camino. Con eso le bastaba. Se subió a la parte delantera del carro y tomó las riendas.

- Vamos -dijo.

No hizo falta más para que sus caballos se pusieran en marcha. Echaron a andar a buen paso, más o menos a la misma velocidad que un hombre andando, y enfilaron el camino de la Tokaido como si lo conocieran de memoria.

Juzoh se apresuró a subir a la parte trasera del carro y se acomodó entre unos fardos. Suspiró y sonrió.

- Ah, esto es genial -dijo-. Tendríamos que haber viajado así desde el principio...

Aunque de vez en cuando echaba miradas de soslayo a Kaede y Zantetsu, preguntándose cómo era posible que sus caminos hubieran vuelto a cruzarse tan pronto. Además... ¿dónde estarían el maestro Shigen y Moriya? ¿No habían partido precisamente para buscarle?

Parecía que su grupo no era el único que había sufrido imprevistos...

Hacía meses que Yuki no montaba a caballo y, aunque le gustaba, seguía sintiéndose incómoda con su perseguidor. Okina les había dicho que la ignorasen, pero cada vez le era más difícil. Lo único que evitaba que fuese a confrontarla era el hecho de que si había problemas, Reiko y Kuro pagarían las consecuencias. Tenía que controlarse. Y tenían que llegar cuanto antes a un punto de separación. 

La dama ¿sabría su destino? Si lo sabía y no se había sacrificado era que no querría...y si no lo sabía ¿cómo decírselo? ¿Y si no estaba dispuesta? Ellos no tenían ningún derecho a imponer nada. Okina ¿dónde estaría?¿Por qué no había vuelto? ¿Significaba que había más de un perseguidor?, Moriya, ¿por qué Kaede no le había dicho nada sobre él? los comerciantes, ¿lograrían mantenerlos alejados de problemas? No podía permitir que les ocurriese nada, los gaijin poseídos y luego liberados, ¿los habrían ejecutado o los guardias habrían cumplido su palabra?

Demasiadas preguntas. Ninguna respuesta.  Yuki lanzó un resoplido mas fuerte que el de su caballo. De hecho, el animal movió las orejas y giró la cabeza al oír a la joven. Si no fuese por su preocupación por Reiko y Kuro...

En buena hora aceptamos...

Zantetsu agradeció de buena gana que le ofrecieran el carro. Se acomodó como pudo, echó hacia abajo su sombrero y se dispuso a dormir un rato. No habían descansado nada... y tampoco es que hubiera servido de demasiado. Pero lo que sí que estaba claro es que les esperaban peligros más adelante, y tenía que estar descansado para poder hacerles frente. 

- En cuanto hayamos descansado nos iremos. - le dijo a Kaede por lo bajo. - No podemos poner en peligro a esta buena gente. 

Casi se pregunta cómo va el carro a poder tirar con toda la mercancía y el grandullón de su hermano, Kaede y Zantetsu encima, pero con seguramente esos caballos de tiro han movido más peso que todos ellos juntos.

-Bueno, supongo que yo montaré el caballo de Zantetsu-san. No podemos dejarlo aquí.

No es que se le de de maravilla montar, pero puede apañárselas por un rato. Aunque está muy lejos de la maestría de un jinete entrenado o de alguien que monta regularmente.

-Espero no caerme del caballo. Si lo hago, no me abandonéis a mi suerte - sonríe mientras arregla las cinchas para adaptarlas a su altura.

Tras eso, monta.

Juzoh se dio cuenta enseguida de que tanto peso en el carro no sería una buena idea. Los caballos no podían quejarse... pero eso no significaba que lo estuvieran pasando bien. Y a Juzoh le gustaban los animales lo suficiente como para hacer un sacrificio por ellos.

- Bueno, yo iré a pie -dijo resignado-. Creo que vosotros habéis tenido una noche más dura que la nuestra, al menos nosotros hemos podido comer y dormir...

Y se bajó de un salto para caminar junto al caballo de su hermana Akari. A la que por cierto, no perdió ocasión de sonreir de oreja a oreja con una expresión que a todas luces decía "mira, y ni siquiera has tenido que regañarme esta vez".