Partida Rol por web

No han avanzado mucho se encuentran tanto con Zantetsu como con Juzoh.

-Es cierto. Parece que no tiene que ver con lo de la posada, pero aun me sigue pareciendo extraño que no nos los encontremos mientras intentan reparar su honor y el de su señor.

Mira alrededor.

-Debemos encontrar un camino secundario. No podemos retrasarnos más. Si los controles nos atrasan, será nefasto para la misión.

Juzoh se rascó la cabeza y dio un par de golpecitos en el suelo con el tetsubo.

— Bueno... Kuro-san nos ha dicho que hay caminos alternativos —dijo—. Parece ser que hay partes de la empalizada que no están tan vigiladas. ¿Qué hacemos? ¿Probamos a buscar una de ellas y pasar por allí?

- Soy viejo, y he vivido otras aventuras, pero ya habeis demostrado de sobra que sois gente capaz. - dijo contestando a la chica. - Además nosotros veniamos en busca de Okina, y al no haberle encontrado, vosotros sois poseedores de más información de la que tengo yo. 

Después miró al grandón. 

- Yo podría pasar sin problema, pero no sé que vamos a hacer con un hombre grande y llamativo como tú. 

–Pero nuestro camino no tiene que pasar por allí– intentó razonar Yuki– De hecho, no debe. Lo mejor será que nos alejemos de los caminos. Hay otros caminos para ir al bueno, a donde tenemos que ir. Nos tocará andar, quizás algunos puedan ir a caballo, pero podemos avanzar, campo a través. Es la única forma de llegar.

Puede que tuviesen que andar por la nieve, pero la joven no temía esa circunstancia. Estaba acostumbrada a la vida dura y, además, si las cosas se ponían mal podían turnarse para ir en los caballos.

-Si hay lugares por los que la empalizada no está controlada, podremos pasar todos sin problemas. Nos preocuparemos luego del problema de tamaño de mi hermano luego. Debemos irnos ya, entonces. Será difícil buscar un punto en el que cruzar si se hace de noche.

Se queda pensativa en si informar a los mercaderes sobre su partida o, simplemente, desaparecer. Pero les deben una despedida.

-Tendríamos que despedirnos de ellos y hacerles saber qué es lo que sucede. Con el camino, no con nuestra misión.

Mientras el grupo departía, se iban acercando al carro donde esperaban los transportistas y Kaede. Reiko les observaba venir, con cara de preocupación, y Kuro se había bajado del carro para hablar con otro de los conductores de la caravana formada ante la puerta. Cuando llegaron, les interrogó con la mirada, como queriendo decir "no van a abrir, ¿verdad?".

Y ellos ya sabían que la respuesta sería negativa. Si querían continuar, tendrían que buscar otra ruta. La empalizada se alzaba dividiendo las provincias, hacia el norte y el sur. Debían escoger por dónde tratar de sortearla sin ser vistos, e intentar trazar un plan para ello. Si les atrapaban tratando de cruzar sin permiso, podían meterse en un buen problema. Eran guerreros, pero desde luego lo pasarían mal si debían enfrentarse a toda una patrulla de guardias fronterizos. Y sufrir ese tipo de retrasos podía ser nefasto para su misión...

—No, me temo que esperaréis aquí un buen rato —dijo Juzoh al transportista, mientras se encogía de hombros—. Aunque el cierre del camino no es por lo que... vosotros ya sabéis. Así que creo que estaréis a salvo.

Añadió aquello último para tranquilizar a Reiko y Kuro, tratando a la vez de ser lo más discreto posible.

-Me temo que debemos partir en direcciones opuestas. Supongo que abrirán la puerta cuando coloquen algunos amuletos en los controles, pero tendrán que hacer venir unos cuantos sacerdotes para que sean efectivos y poderosos. 

Hace una pequeña inclinación hacia los comerciantes.

-Muchas gracias por dejarnos vuestro carro durante este corto trayecto. Espero que tengáis un futuro próspero y rezaré por ello.

Coge sus cosas y mira a los demás, dispuesta a partir.

-Debemos irnos cuanto antes.

Zantetsu también se despidió silenciosamente. No había ocmpartido mucho viaje con aquella pareja, pero habían sido muy amables permitiéndole descansar en el carro. Había recuperado fuerzas y ahora estaba listo para cualquier nuevo encuentro. 

Ante la explicación de los hermanos Ichijo sobre sacerdotes, Yuki les explicó un poco más, diciendo que había habido un problema en la Tokaido, pero que ya estaba resuelto y que simplemente habían decidido poner más seguridad para evitar que pasase algo similar. La guerrera evitó hablar de su participación en la resolución de aquel conflicto.
-Por favor, recuerden lo que les dije antes- dijo refiriéndose a la petición de que no arriesgasen sus vidas si alguien exigía que les revelase información-. No creo que nadie se interese, pero no sé enfrenten por nosotros...
Las palabras de Yuki parecían referirse a lo ocurrido con los samuráis y le gustaba que lo pareciese. Sin más, se volvió hacia el anciano compañero y le ofreció las riendas del caballo.
-Zantetsu-sama, ¿Prefiere ir a pie o montar?

Los transportistas se despidieron del grupo, no sin agradecer una vez más a Yuki y Akari su ayuda en la posada. Ahora que habían llegado a la frontera con Ise, estarían a salvo en cuanto cruzasen a la provincia vecina.

Ahora, los guerreros se enfrentaban a un nuevo obstáculo. Tenían que continuar su viaje hacia Edo lo antes posible, pero el decreto del daimyo de Ise no lo pondría fácil. Todos los puestos fronterizos estarían cerrados, quién podía saber durante cuánto tiempo. Y si les atrapaban intentando colarse, el retraso podía convertirse en el menor de sus problemas.

Tenían dos opciones, tratar de buscar un punto en la frontera que no estuviera demasiado protegido para cruzar inadvertidamente, o rodear la provincia. Al fin y al cabo, la Tokaido cruzaba sólo por la parte superior de Ise durante un breve trayecto antes de que la ruta se adentrase en la vecina provincia de Omi, el legendario bastión del clan Oda. Pero aún así, aquello podía llevarles un día más de viaje como poco... un día que quizá no tuvieran.

Juzoh iba pensando en las palabras que le había dirigido Zantetsu un rato antes. No creía que la intención del viejo ninja hubiera sido molestarle, y además tenía razón. El sigilo no era lo suyo. Pero no podían perder tiempo.

—Seguramente lo pasaré mal tratando de pasar inadvertido —resopló—. Pero no creo que tengamos otra opción, tendremos que buscar por dónde colarnos.

Miró al ninja.

—Usted es el que más sabe de eso. ¿Tiene alguna idea que nos pueda servir?

Mientras el resto hablaba, Yuki se había detenido a ocultar el cabello bajo su kasa, inclinándolo de forma que le hiciese sombra en el rostro. Tenían que ser discretos, y una mujer rubia llamaba demasiado la atención en aquella zona. La muchacha aprovechó ese momento para echar una ojeada alrededor, atenta a cualquier cosa que se saliese de lo común. Cuando terminó, Juzoh estaba preguntando al maestro ninja la mejor forma de pasar inadvertidos.

En aquel momento, Yuki se acordó de Alina, la niña que había conocido en el barco y con quien había hecho tan buenas migas. La guerrera se llevó la mano al magatama que le había regalado..."encontrar el camino"... Alina le había dicho que su padre era diplomático y que trabaja ¿dónde? ¿En Ise? Sería estupendo, seguro que podría arreglar algo para que pasaran, pero no. Le sonaba que era en otro sitio. De pronto cayó al recordar como lo había pronunciado...Era en Kyoto, a más de 100 kilómetros. Claro que Alina y su madre (y quizás su padre, si es que había ido a buscarlasa) tenían que ir hasta allí, y les dejarían pasar. Sin embargo, encontrarles, si es que estaban, sería una tarea casi imposible.

–¿No os habréis enterado por casualidad si había algún gaijin haciendo cola?

Zantetsu miró al grandullón.

- Si, yo soy sigiloso. Pero no puedo hacer nada por vosotros a no ser que los dioses nos ayuden y vea algo útil al otro lado. Pero si buscamos una alternativa igual es más sencillo. 

Juzoh agachó la cabeza, preocupado. No le hacía ninguna gracia la perspectiva de ser el que lo estropease todo cuando se estuvieran colando por algún punto débil de la frontera, y que su misión fracasara por su culpa.

—Pues la única alternativa es rodear la provincia, y eso nos retrasaría mucho...

Suspiró, resignado.

—Tendré que hacer lo que pueda...

Mientras hablaban, iban caminando alejándose de la Tokaido y del bullicio de la puerta. Fue entonces cuando lo vieron.

Un destello, al norte, entre las montañas lejanas. Algo parecido a un relámpago amarillo, sin ninguna sacudida ni ruido. No supieron qué era, pero al verlo se les erizó hasta el último vello del cuerpo. Se sintieron de pronto alarmados, como si hubieran sido súbitamente conscientes de que algo iba mal, muy mal. Pero no podían saber qué era. Sólo era una sensación, oprimiéndoles el pecho...

Sólo Akari pudo notar algo más concreto que aquella simple sensación de ansiedad. No fue dolor, ni miedo... fue como si alguien hubiera rasgado una tela finísima y aquello le hubiera producido un escalofrío que la recorriese de pies a cabeza. Había notado sensaciones parecidas siempre que un espíritu furioso se manifestaba en el mundo de los vivos. Cuando el velo que separaba ambos mundos se rompía.

Pero nunca, ni de lejos, había notado esa sensación con una intensidad como aquella. Y eso que, por la distancia a la que habían visto la señal, lo que fuera que había ocurrido tenía que haber pasado a mucha distancia de donde se encontraban.

Kaede había sonreído divertido al oír las preocupaciones del grandullón, y los recelos de Zantetsu. No podía negar que estaba de acuerdo con el viejo ninja, a Juzoh le costaría ser tan sigiloso como ellos.

Estaba a punto de responder a su hermana que no había visto a ningún occidental en la cola de la puerta mientras las esperaba, pero entonces vio aquello y las palabras se le helaron en la garganta.

—¿Qué... qué ha sido eso? —preguntó, preocupado.

Trastabilló y estuvo a punto de caer al suelo. Parecía haberse quedado de pronto sin fuerzas.

Yuki se sentía mal. No sabía por qué, pero de pronto estaba inmersa en una nube asfixiante de tristeza. Había algo que oprimía su corazón. Una sensación de nostalgia y pesar. Y algo que conocía, algo familiar... y triste. Pero no podía identificar qué.

Las lágrimas anegaron de pronto sus ojos y las piernas dejaron de sostenerla. Cayó al suelo de rodillas.

Alejarse de la gente de la cola y adentrarse en caminos secundarios poco transitados les da la posibilidad de hablar abiertamente de lo que está pasando y de cuál debería ser su próximo paso. Juzoh lo tenía bastante crudo con eso de pasar desapercibido, pero algo podrían hacer. Seguro. 

Están en eso cuando se ve algo en el cielo. Lejano en las montañas. Es como un relámpago. Pero no hay indicios de tormenta, todavía no. Se lleva una mano al pecho, como notando una opresión y luego un escalofrío.

-¡Debemos darnos prisa! Algo ha entrado en nuestro mundo, tan poderoso como para que todos los sacerdotes de Japón lo haya notado. ¡Quizá ya estén intentando abrir la Puerta!