Partida Rol por web

Kouryu escuchó la pregunta de Yuki, pero su expresión continuó imperturbable.

—Okina y Shigen no vendrán —dijo—. No tienen nada que hacer ya en este mundo...

Cuando esquivó el ataque de Moriya y volvió a levantarse, negó levemente con la cabeza.

—Lento, Moriya... Tendrás que hacerlo mucho mejor si quieres llegar a alcanzarme.

Al ver el ataque de mi hermano me lancé contra Koryu, dando un pisotón en el suelo para impulsarme apareciendo al costado de aquel ser mientras este giraba en el aire para esquivar el corte de mi hermano, mi katana aún estaba envainada y apenas lo tuve a tiro lancé un corte diagonal ascendente contra Koryu, esperando haber podido agarrarlo en el aire.

La hoja de Kaede se acercó mucho más que la de Moriya a su objetivo, pero cuando el filo estaba a apenas dos dedos de la tela blanca que cubría el brazo derecho de Kouryu, este giró el torso y se apartó de la trayectoria del ataque en el último momento. Hasta entonces no les había atacado, pero todos tenían claro ya que no iba a ser nada sencillo hacerle daño si tenía tal dominio de las técnicas de defensa.

—No está mal, Kaede —dijo Kouryu con despreocupación—. Realmente has mejorado...

Hibiki tenía la mano en el mango de su sirasaya, y había adoptado aquella pose tan característica de su técnica, que consistía en flexionar las rodillas para enraizarse en la tierra y hacerse fuerte. Pero no se lanzó al ataque. En realidad, estaba temblando. Aquél ser, pese a su aparente indiferencia, resultaba aterrador.

Hibiki  hizo como Yuki y adoptó una posición defensiva, tratando de estudiar a su oponente con la esperanza de encontrar un modo de atacarle. Pero le costaba pensar siendo consciente de todo lo que se jugaban...

Mira a Kouryu. No parece que vaya a atacar ni nada. Hay algo que no le cuadra en todo eso, como desde el inicio. ¿Está realmente Kouryu ahí para acabar con ellos? ¿O habrá despertado debido a algo más? ¿Y si todo lo que daban por cierto no son más que invenciones?

-Kouryu-sama, ¿qué intención tiene? Podría haber acabado con nosotros en un abrir y cerrar de ojos, pero solo se está defendiendo. Eso me hace pensar que sus intenciones no son las que creíamos.

Mira al dragón en su forma de hombre. Se mantiene alerta, sin querer atacar. De todas formas, no tiene suficiente poder para poder enfrentarse a él.

Kagami había sacado ya su arma de la funda, lo que había provocado un arco de fuego que se había disipado en el aire con un brillo rojo. No esperó a que Kouryu respondiese a la pregunta de Akari y atacó a Kouryu con un rugido.

Pero tampoco lo alcanzó... Kouryu se deslizó hacia un lado y esquivó la acometido sin apenas esforzarse.

Amano apenas pudo tragar saliva. Lo de ese ser era realmente aterrador. Sabía muy bien que sus compañeros de viaje eran luchadores excelentes, pero ninguno de ellos se había acercado siquiera a la posibilidad de hacer daño a esa bestia.

—Esto no es nada bueno... —murmuró.

Agarró su sirasaya con fuerza y se deslizó por el suelo tratando de sorprender a su rival, atacando sus piernas con un tajo rápido. Kouryu saltó lo justo para evitar que la hoja le cercenase los pies, y volvió a caer al suelo con seguridad.

A pesar de que los cinco luchadores habían atacado casi simultáneamente, Kouryu había esquivado las cinco embestidas sin problemas y ahora estaba de pie entre todos ellos, sin la menor muestra de que le preocupase poder sufrir algún daño. La lluvia se reaunudó, y las gotas resbalaron por el tocado rojo que ocultaba el rostro de aquél ser que parecía humano, pero no podía serlo.

—Deberíais abandonar vuestros esfuerzos —dijo—. Es imposible que podáis derrotarme. No he venido en busca de todos vosotros, si no sólo de dos.

Alzó una mano y la abrió. Dos pequeñas y brillantes esferas, una de color negro y otra de color verde, flotaron y giraron en el aire. Una espada de aspecto extraño, larga y pesada, se materializó entre las esferas, que se adhirieron a su guarda. Kouryu la agarró con calma y la colocó frente a sí.

—Cualquiera que se interponga entre los Guardianes y yo, deberá estar preparado para las consecuencias. No habrá otra advertencia...

Juzoh apretó su tetsubo. Por algún motivo, no se atrevía a volver al ataque. El tono de aquel ser terrible no dejaba lugar a dudas, hablaba en serio. Si le volvían a atacar, les partiría en dos como si fueran ramitas.

—Maldita sea... ¿qué demonios pretendes, seas lo que seas?

–No es posible

Yuki parpadeó. Había algo que no terminaba de procesar. Algo que, a pesar de haber estado presente desde el inicio del viaje, le estaba costando asimilar y era aquella sensación que tanto les había angustiado a Kaede y a ella. Probablemente Moriya también se hubiese visto más afectado de lo que había llegado a admitir, de ahí el estado en el que había aparecido. 

–Quítate la máscara– la guerrera miró a Kouryu como si lo viese por primera vez, fijándose en su nariz, en su barba, pero sobre todo en sus palabras y a quien se había dirigido... Aquello no tenía ningún sentido, especialmente después de su sueño en la cabaña, pero era la única explicación. Por un momento llegó a pensar que alguien había tomado aquella forma para atormentarlos, pero si era así, ¿por qué la ocultaba tras la máscara? – ¿Por qué? ¿Cómo es posible que quieras matar a tu hijo? Bueno, hijo no... ¡Hijos! No nos educastes para que nos abandonásemos... ¡Y has matado a tus amigos! ¿Cómo has podido corromperte así, padre? 

Yuki apretó el puño y tiró la naginata a un lado poniéndose junto a Kaede. Se sentía traicionada, vulnerable y dolida. No quería luchar y sabía que no podría luchar contra su padre. Pero había alguien que sí podía y si Gaisei no entraba en razón, sería la única de las dos que podría alzar un arma contra él.

Nuestro padre?!

Me quedé sorprendido y abandoné la postura de combate que había tenido desde el primer momento que había visto a ese ser, acaso podía ser posible? Nosotros lo habíamos visto morir, tendido en el suelo a los pies de Moriya, pensando en primer instancia que nuestro hermano había sido el responsable, cómo podía ser posible?

Sentí el tacto de Yuki en mi brazo y apreté con fuerza la empuñadura de la katana.

-No puede ser posible...o si?- dije a Koryu mirándolo con atención.

Moriya estaba inmóvil, con la punta de la espada dirigida al rostro de Kouryu. Las palabras de Yuki no causaron que su expresión cambiara, él también tenía en la cabeza desde hacía un buen rato el mismo pensamiento que su hermana. Miraba a aquél ser con una mezcla de alarma, remordimiento e incredulidad, pero no cabía duda de que se había dado cuenta de su identidad igual que Yuki.

No atacó. Al igual que Kaede, esperó para ver si llegaba alguna respuesta a las demandas de su hermana.

Hibiki no entendía nada. Si lo que estaban diciendo era verdad, aquello implicaba algo imposible. El padre y maestro de los tres hermanos... ¿vuelto desde el mundo de los muertos? Aunque después de todo lo que habían visto y vivido en ese viaje, aquello no era algo tan raro. Ella también esperó, con su arma preparada para defenderse si era necesario, a que llegase una respuesta que explicara todo. O al menos confirmara la identidad de su adversario.

La noticia de que Kouryu es en realidad el padre de los tres hermanos la pilla por sorpresa. Nunca habría sospechado algo así, pero tampoco conoció al hombre antes de conocer a los hermanos hace un año. En esa situación, se pregunta qué hacer. Va a ser difícil actuar si los demás no se deciden, pero tampoco parece que Kouryu vaya a cambiar de parecer en cuanto a matar a los guardianes.

Se mantiene alerta.

Kagami no se lo pensó dos veces y volvió a lanzarse sobre su adversario.

—¿Pero a qué esperáis? —rugió—. ¡Ataquémosle todos juntos, es nuestra única opción!

Sin embargo, el filo de su hoja no llegó ni a acercarse a Kouryu. En su afán por acabar con él, Kagami atacó a la desesperada y falló el golpe de forma estrepitosa. Kouryu apenas tuvo que moverse un poco para esquivarlo y hacer que trastabillara. Kagami resbaló y cayó al suelo húmedo, cubriéndose sus ricos ropajes blancos con el barro del sendero.

El ataque de Kagami estuvo a punto de hacer que Amano se lanzase también sobre él, pero se retuvo en el último momento. La información de que Kouryu pudiera ser el padre de los tres hermanastros también le había dejado de una pieza.

—No entiendo nada... —murmuró.

Pero lo cierto era que, padre o no padre, Kagami tenía razón. Eso no parecía que fuera a detener a Kouryu a la hora de lograr su propósito.

Kouryu pareció comprobar que su advertencia había surtido efecto. A excepción de Kagami, ninguno de los otros le había atacado esta vez. Pero las palabras de Yuki apenas causaron que mudara el gesto cuando contestó.

—¿Padre...? —repitió, como si despertase de un sueño—. ¿Hijo? ¿Amigos?

Dudó un momento, mientras las gotas de lluvia caían sobre él. Sin embargo, su voz volvió a endurecerse.

—Esos términos no significan nada. En el vacío del que vengo, no hay lugar para los frágiles lazos humanos. Puede que una vez hubiera un hombre llamado Gaisei... pero ahora sólo existe Kouryu.

Se dio la vuelta, justo cuando Kagami acababa de levantarse, y se encaró a él.

—Acabemos con esto.

Apenas pudieron ver los movimientos de Kouryu, que fue aún más veloz en su asalto de lo que lo había sido en su defensa. Kagami trató de cubrirse del ataque frontal, pero Kouryu pareció desaparecer de la vista de todos, y en un momento, estaba a la espalda del Guardián. Su espada hizo un tajo descendente que alcanzó a Kagami en el hombro derecho y lo derribó de nuevo. Había sido un golpe espeluznante, que habría bastado para partir en dos a cualquier humano normal como si hubiera sido una ramita de bambú.

Juzoh vio caer a Kagami, y se dio cuenta de que las rodillas le temblaban. ¿Qué demonios había sido eso? ¡No había podido ni ver por dónde atacaba Kouryu! Apretó los dientes y notó cómo un sudor frío corría por su frente. ¿O eran las gotas de lluvia?

En cualquier caso, un fuego interior le impulsó a dejar de estar quieto. Si no hacían algo, todas sus esperanzas se esfumarían. Tenían que acabar con esa bestia fuera como fuese.

—¡Rrrraaaaaargh!

Se lanzó hacia delante y dio un salto para atacar desde el aire con más fuerza. Con toda la potencia de sus músculos, descargó el tetsubo directamente sobre la cabeza de Kouryu... pero sólo logró hacer un profundo hoyo en el suelo. Kouryu se había apartado de la trayectoria del golpe casi sin esfuerzo.

Las lágrimas comenzaron a correr por sus mejillas. ¿Iban a verse obligados a matar a alguien con la forma de su padre? Con razón Gaisei les había instado a que huyesen. Por un momento pensó en su misión, en el motivo para el que había sido creada ¿podría estar relacionado con aquello? Daba igual. Ahora mismo, Kouryu tenía en su interior dos bestias sagradas. Si se hacía con una más poco importaría su papel. Estarían acabados. 

Sin embargo, había dos realidades que Yuki no podía negar: Por un momento, Kouryu había dudado; lo habían visto todos. Y Yuki no era capaz ni física ni emocionalmente de contra él.

–¿Quieres absorber a mi hermano?– dijo recogiendo la naginata y dando un paso adelante– Intentalo antes con ella.

Pero antes, concentró todo su ser en pedir un favor a la Dama.

Un fogonazo, tan silencioso e intenso como el rayo de Kouryu estalló en medio de la tormenta. La nieve comenzó a arremolinarse a su alrededor tapando momentaneamente a la hija de Gaisei. Cuando se disipó ya no estaba ella. La Dama había regresado.

Aquel ser que volvía a plantarse ante ellos y que había vencido a Setsuna sin demasiado esfuerzo miró con desprecio a Kagami. No tenía nada en contra de la debilidad, cuando iba de la mano de la inocencia y el honor. Pero que un ser como aquel fuese un inútil le repugnaba. La mujer dio dos pasos adelante.

–Yuki me ha llamado. Se niega a enfrentarse con el que una vez fue su padre, aunque tendrá que hacerlo. Pero me ha suplicado que no acabe contigo. Cree que Gaisei aún está dentro.

La mujer dio un paso más y entonces sucedió: Se abalanzó contra aquel demonio de costado, dirigiendo la lanza justo hacia su corazón para, segundos antes de alcanzarlo hacer una finta y cambiando la dirección de la hoja. El pelo blanco ondeaba al viento y aquella fría voz volvió a retumbar.

–Nada he prometido, pues somos una y no puedo hacer promesas que ella no pueda cumplir. Pero si no demuestras tu juicio, yo, su parte menos clemente, seguiré aquí. Te amputaré brazos y piernas. Serás un gusano que no pueda moverse. Quizás así, quieras dialogar.