Partida Rol por web

Zantetsu, con prudencia y sigilo, buscó una ventana más cercana a los desconocidos que conversaban. Se quedó bajo el vano, para no ser visto, pero aguzó el oído y comprobó que desde ese punto sí podía escuchar lo que decían, aunque en un volumen muy bajo.

—Si vienen a por él —decía el hombre—, no esperes que me ponga delante de ti...

Hubo un momento de silencio, y la mujer respondió a su vez.

—Nadie vendrá —dijo—. Lo abandonaron en el camino, no pueden saber que lo hemos traído aquí. Y el médico estará a punto de regresar, cuando llegue y terminemos de tratarlo, lo esconderemos.

—¡Escúchame bien un mom...!

Él fue a replicar, pero no llegó a terminar la frase. Todo se quedó en silencio durante un par de segundos, y Zantetsu oyó la voz del hombre, atemorizada, a la vez que podía escuchar cómo se desenvainaba una hoja.

—¿Quién está fuera? Maldición, te lo dije... ¡Ya están aquí!

- ¡Tranquilos! - dijo Zantetsu asomándose y levantando las manos en el aire - No vengo a haceros daño. Soy sólo un anciano. Ese hombre necesita ayuda y vine a echar una mano. ¿Quién es? ¿Qué ha pasado? 

Hubo un instante de tensión total, después de que Zantetsu revelara su presencia. La mujer, una chica joven, se agazapó junto a la pared, mientras el hombre se colocaba entre ella y el ninja con expresión amenazadora. A su lado, en el lecho, Shigen hizo un ruido.

Durante un momento, nadie dijo nada, pero entonces el enorme y musculoso guerrero habló con voz débil.

—Zan... tetsu...

Shigen había despertado. La mujer se volvió hacia él, sorprendida. El hombre no quitó los ojos del viejo ninja, pero preguntó.

—¿Quién demonios sois? ¿Qué está pasando?

Zantetsu pensó que lo mejor era no mentir, pero la verdad también era dura de tragar. 

- Sólo somos viajeros. Nos hemos visto envueltos en más problemas de los que quisieramos, y nos tuvimos que separar. Los caminos son peligrosos estos días. Pero al fin he encontrado a mi amigo, a quién llevo tiempo buscando. - dijo señalando a Shigen. 

No era el mejor sanador, pero al menos seguro que podía inspeccionar sus heridas para tratar de averiguar si era capaz de ayudarle de algún modo. 

Zantetsu comprobó que las heridas de Shigen eran graves. Tal vez no para poner en peligro su vida, pero sí para incapacitarlo de forma efectiva. Y teniendo en cuenta el poder y la resistencia del portador de Byakko, quien le hubiera hecho eso tenía que ser realmente un adversario formidable.

La mujer que lo había atendido habló con voz temblorosa.

—Es... está grave —dijo—. No podrá moverse en unos días. El médico está de camino, pero... tiene que reposar...

Shigen hizo esfuerzos claros por levantarse, pero no lo consiguió. Finalmente, se dejó caer sobre el lecho y entreabrió los ojos para clavar su mirada en Zantetsu.

—No hay tiempo, Zantetsu... —murmuró—. ¡Están en peligro! El... dragón amarillo ha descendido a la tierra, y va tras los guardianes. Nos ha derrotado a Okina y a mi, y ahora... irá detrás de Kagami y Kaede. Si les derrota también... nadie podrá detenerle...

El gigantón respiraba con dificultad, pero se esforzaba en hablar. Zantetsu se dio cuenta de que, para estar haciendo ese esfuerzo, lo que decía tenía que ser más importante para él que su propia vida.

- Shigen tienes que descansar - dijo. 

Shigen no habia visto de lo que aquellos eran capaces. Zantetsu debía correr, pero no podia darse prisa. Los jóvenes eran testarudos e impacientes. Esperaría a que viniera el médico y se aseguraría de que no había problemas. Después partiría rápidamente. Al fin y al cabo, como ninja era mucho más rápido de lo que podían pensar de él. 

Asintió a la mujer.

- Muchas gracias por haber cuidado de él. No sabeis el favor que le estais haciendo al mundo. - dijo sin querer entrar más en aquello. Ante la cara de incredulidad de la mujer negó con la cabeza y sonrió. - Muchas gracias, de verdad.

Miró a su alrededor. - ¿Sabes donde hay un rio o una zona más húmeda? Seguramente haya alguna planta que pueda ayudar a sanar las heridas, como un aloe vera o algo similar. ¿Podrías conseguir un poco? Sé que es mucho pedir, pero asi haremos que sufra menos. 

Después de la conversación entre Shigen y Zantetsu, la mujer que había cuidado del gigantón pareció relajarse un poco. Estaba claro que el paciente conocía al viejo ninja, y que no tenían que temer ningún daño de él. Ante la pregunta de Zantetsu, asintió y le indicó que cerca de allí había un riachuelo donde ella misma habia ido a buscar unas hierbas que ahora estaban en un pequeño armario al lado de la cama.

—Le he tratado con ellas y han parecido aliviarle un poco —dijo—. Pero todavía esperamos a que el médico...

En ese momento, la puerta se abrió y Zantetsu pudo ver en el umbral al anciano con el que se había topado un rato antes en el cruce de caminos. El viejo pareció alarmado al verle allí, pero en ese momento la mujer se levantó y Zantetsu pudo ver el alivio en su rostro.

—¡Al fin habéis llegado!

Shigen respiró hondo y habló con voz un poco más calmada.

—Estaré bien, Zantetsu... —dijo—. Tú márchate y avísales. Si les encuentra separados y les sorprende, no tendrán nada que hacer contra esa bestia. Tienen que... luchar juntos... como si les fuera la vida en ello...

Y con una mueca de dolor, cerró los ojos y no dijo nada más.

- Los niños no tienen prejuicios, deberiamos aprender de ellos - dijo al ver al otro anciano. - Le dije que buscaba a un amigo. - añadió sonriente. 

Después hizo una inclinación de cabeza a Shigen y salió corriendo en dirección a donde creía que encontraría a Kaede. 

Zantetsu acababa de salir por la puerta y ya enfilaba el camino del sur, cuando escuchó la voz de la joven que había atendido a Shigen a su espalda.

—¡Espere, señor! —había gritado para detener al viejo ninja. Cuando Zantetsu se detuvo, lo alcanzó a la carrera y entre jadeos le entregó un papelito—. Ha vuelto a desmayarse. Pero antes ha escrito esto y ha señalado hacia la puerta. No sé qué significa, pero creo que quería que usted lo leyese.

Zantetsu miró el papel. Allí, escrito con letra irregular y trazo débil, había una sola palabra: "Esferas".

Zantetsu no entendía lo que quería decirle Shigen en aquél papel. Pero si había hecho el esfuerzo de escribirlo, debía ser importante. Quizá no fuese un mensaje para él, si no para alguno de sus compañeros. En cualquier caso, debía darse prisa.

Reanudó el camino, corriendo tanto como pudo. Los músculos de sus piernas, viejos, pero sometidos a un entrenamiento sobrehumano, podrían soportar aquél viaje y lo que hiciera falta. Aunque si todo acababa saliendo bien, iba a necesitar un buen descanso reparador después de aquello...

Dejó atrás campiñas y bosques, ríos y puentes, y en poco tiempo llegó de nuevo a la Tokaido que viajaba hacia el este. Pero allí, se dio cuenta de dos cosas alarmantes. La primera, que no sabía exactamente dónde se encontraban sus compañeros. La segunda, y más preocupante, alguien le estaba siguiendo.

Zantetsu tenía una idea, aceleró el paso. Seguramente quién le seguía lo haría también. Pero después se camuflaría con el entorno con sus habilidades ninja y esperaría a que el que le perseguía llegara hasta su posición. Así podría saber quién era. 

Zantetsu siguió durante un rato como si no se hubiera dado cuenta de la presencia de su perseguidor. Apretó el paso, y este hizo lo mismo. Frenó, y este hizo lo mismo. No cabía duda, iba detrás de él.

Entonces, al llegar a una arboleda cercana, dio un par de saltos como para esquivar unas rocas y se camufló entre las ramas con rapidez. Esperó, y tras unos segundos pudo ver a su perseguidor, que llegaba a la carrera con paso desgarbado. Era un hombre delgado y fuerte, de piel oscura, que andaba encorvado y llevaba la cabeza extrañamente vendada. Se movía de manera antinatural, como si fuera un títere movido por un artista torpe, y en su mano derecha llevaba un arma de doble hoja, curva y gruesa.

Al verlo, no tuvo ninguna duda. Era Shikyoh, el asesino al que el shinsengumi buscaba. Y ahora iba tras él.

Shikyoh se detuvo en el lugar donde Zantetsu se había escondido, y olfateó el aire como un perro. Giraba la cabeza, buscando en el aire mientras aspiraba con fuerza.

—Tehehehe...

Rió entre dientes, como un demente, y se volvió hacia el árbol desde el que Zantetsu le observaba oculto. ¿Le había detectado, o era sólo casualidad?

No podía ser casualidad, no con aquellos tipos. Y este, desde luego, no tenía cara de buenos amigos. Zantetsu se preparó para defenderse, si el hombre le atacaba contrarrestaría su ataque en la medida de lo posible, devolviéndoselo después de esquivar. La única posibilidad que tenía era usar las sombras en su favor. 

Sin disimular lo más mínimo, aquél ser se contorsionó de una forma casi imposible para una columna vertebral humana y se lanzó hacia Zantetsu. El ninja estaba todavía en el árbol donde se había camuflado, pero aún así, su atacante echó uno de sus brazos hacia atrás y gritó con voz estridente y aguda.

—¡Akiwashiii!

Lo siguiente que Zantetsu vio fue un remolino púrpura que se acercaba más rápido de lo que hubiera podido prever. Ni siquiera sus reflejos de ninja, entrenados durante décadas, le sirvieron para esquivar completamente el ataque de aquél arma. La cuchilla curva le alcanzó en un brazo y el anciano pudo sentir su mordedura. Después, el arma describió un arco en el aire y volvió como por arte de magia a la mano de su dueño.

Zantetsu se palpó un momento la herida y supo al instante que no era un simple rasguño. Aquél no era un combate en el que pudiera permitirse especular...

Aun estando preparado el ataque del enemigo fue brutal, y lo primero que se le pasó a Zantetsu por la cabeza fue la cara de su nieto. No, no podía huir. Tenía que enfrentarse a su perseguidor, y tenía que derrotarle como fuera. No sabía por qué razón se enfrentaba a él, pero estaba claro que intentaría a toda costa detener su avance. 

Así pues, trató de contraatacar y después camuflarse de nuevo. Era complicado, desde luego, pero al menos intentaría sacar provecho de sus habilidades.