Partida Rol por web

Escena común ya en la actualidad. Os iré diciendo cuando os toca postear en esta escena.

Postead para el director hasta que diga lo contrario.

[...]

En la actualidad Ingrid despierta y lo primero que ve ante sus ojos es…el techo de su dormitorio.

Últimamente y por razones que desconoce estaba teniendo muchos sueños. Tal vez siempre los tuviera solo que ahora los recordaba al despertar. Tenía sueños normales, sueños plagados de recuerdos y sueños horribles.

Quedaban ya pocas horas para que fuera el momento de levantarse para ir al hospital, había varías operaciones programadas, sería un día largo.

Desde su posición en la cama Ingrid podía ver en la ventana la forma de un cuervo. Ultimamente, el ave se había aposentado en su ventana. El animal parecía dormir.

[...]

El viaje había sido perfecto, excepto por dos cosas. La primera era que, mientras dormitaba en el avión, le habían azotado extraños sueños, en ellos sujetaba un hacha de aspectos antiguo y luchaba contra unas personas que eran claramente sus enemigos. Luego no recordaba mucho detalles, salvo la sensación tan real del peso del hacha en su brazo.

La segunda era una extraña sensación puzante en la nuca, como si estubiera siendo observado.

Ese sueño fue cruel, soñe que operaba a un niño y moria por un error estupido. Al descubrir su cara veia a mi hermano con los ojos en blanco y la expresion de dolor que le habia acompañado hasta casi el final.

Solo sueños... solo son sueños...- me dije aun empapada en sudor.- Es el estres del quirofano, nada mas.

Mis ojos se fijaron el ave, a muchos les parecia un pajaro de la aguero pero a mi gustaba y pensaba que a el le gustaba yo, al menos mi ventana. Le mire dormir durante unos minutos antes de levantarme para concederme un ducha larga. La necesitaba para despejarme.

Despues me vesti y me prepare un zumo de frutas como desayuno. Aun con todo era pronto, era demasiado pronto para ir al trabajo.

Vivia cerca, en cinco minutos podia entrar. Mi casa no era muy grande pero si agradable, no obstante, algunas veces como aquella extrañaba tener a alguien haciendo ruido para poder dejar de oir el eco de mis pensamientos.

Aburrida mire mi reloj y tome mis cosas, encaminandome al trabajo temprano con la excusa de revisar los historiales antes de la operacion.

Extrañado por lo  ocurrido empiezo a relatar en tinta mis sueños, todo, mis enemigos, mis sueños, la sensación al despertar. MI escrito cobra una forma sinuosas y continuo en el. Ahora recuerdo como me desperté y lo anoto, reviso un par de veces mas el texto para pulir los detalles, y escribo aparte lo que a mi mente vuelva. Ahora recuerdo lo que hice antes del dormir. También lo anoto.

Cagado de papeles mi estomago rugue, no soy muy amigo del servicio a la habitación, pero la situación lo demanda. Una llamada y empiezo de nuevo a redactar el sueño-cuento.

Y en el momento que nos ocupa el día comenzaba para la cafetería, varios clientes esperaban ya en la puerta y saludaron al joven con efusividad. Dos de ellos eran quizá especialmente extraños.

El primero era un señor ya algo mayor, de aspecto inglés que siempre iba muy bien vestido y que abultaba lo que dos, que respondía al nombre de Gilbert. Este hombre tenía también una gran cantidad de historias que contar y cuando lo hacía, la gente callaba ante la solemnidad de sus palabras.

El segundo cliente era, una gitana. En ningún modo podía aplicársele ese término en modo peyorativo, era una persona excepcional, además de guapa, aunque estaba un poco loca. Era muy dicharachera y solía decir comentarios enigmáticos a todo aquel que pasaba. Fue ella la que habló a Daniel ese día.

Muy buenas Dani. Ponme lo de siempre. Y siéntate conmigo que tenemos que hablar.

La mujer habló en un tono amable, pero enigmático de tal forma que despertaría la curiosidad de cualquiera.

Señorita, tenga cuidado.

No le gustaba entrar a trabajar tan pronto, lo que en nada la diferenciaba del resto del mundo. Pero es que en aquella tienda no entraba nadie salvo en época de vacaciones. Y la tarde anterior se le había olvidado pasar por el quiosco; estaba sin revistas. Era más fácil pasar el día así. Si se enteraba de la vida de todo el famoseo no tenía que pensar en la suya, y podía leer recetas de cocina que nunca iba a preparar.

Iba pensando en ordenar las camisetas con el nombre de la ciudad y los collares de abalorios cuando reparó en la mirada del vagabundo. Le veía casi todos los días, y a lo mejor alguien le había dicho cómo se llamaba, pero no se acordaba. Con la cara que traía pensó en darle una limosna, aunque fuera para que dejase de mirarla, pero el hombre le habló. Frenó y detuvo en seco el gesto de sacar dinero del bolsillo, pero no hizo mucho caso. No era la primera vez que un sin techo le decía algún disparate. Suponía que era cosa de vivir en la calle y abusar el vino de tetra brik.

-Eh, pues gracias -respondió con tono neutro, y siguió andando sin acordarse de darle limosna.

Llegó al hospital con tiempo, a esas horas aún no había mucha gente en las calles y fue un viaje tranquilo. Tuvo tiempo de sobra para revisar los historiales. Los médicos y enfermeras la saludaban con efusividad, algunos lo hacían con sinceridad, otros, la mayoría, solo lo hacían porque Ingrid gozaba de cierta importancia en el hospital aunque no ocupara directamente un puesto de dirección.

Poco a poco se fue acercando la hora de la operación, en principio no era complicada, no era una cirugía demasiado invasiva y debería terminar rápido. Aún así cualquier operación quirúrgica tenía su riesgo.

Luis se encontraba en una zona de la ciudad que conocía tan solo por las fotos que había visto en folletos turísticos. El área se componía de una pequeña plaza con diversos arboles y bancos y, justo en su centro, una pequeña fuente que soltaba agua alegremente. Parecía que aún era una hora temprana de la mañana pero ya empiezaba a haber una gran afluencia de gente.

Pero era un sueño, y Luis lo sabía ya que a veces se tiene esa certeza. En ocasiones los contornos de los objetos se desdibujaban y parecía como si las cosas ocurrieran a cámara lenta. Pero había otra sensación que iba más allá que lo que puedes notar en un simple sueño. Sintió otras presencias, no se puede describir de otra manera.

Su vista se fijó entonces en una familia que cruzaba la calle justo en frente de una curiosa cafetería. Y su vista no pudo evitar fijarse porque también vió como una furgoneta blanca se dirigía hacia ellos.

Y no frenaba.

Vió como el que parece el padre se lanza hacia el hijo que andaba un poco por delante y que está justo en la trayectoria de la furgoneta. Empuja al niño que cae algunos metros hacia delante. La madre da un par de pasos hacia atrás.

El vehículo pasa. Se oye el golpe. La mujer chilla.

Y tú despiertas. Aún sobre las hojas que escribiste esa noche.

 Sorprendido por la extraña sensación del umbral sueño-realidad me levanto de un golpe hasta que todo mi ser regresa a mi. La realidad desdibujada empieza a centrarse, parpadeo y me levanto.

-Necesito café

En circunstancias normales, Daniel hubiera ignorado una orden así, pero aquella voz envolvente invitaba a obedecer... Preparó con rapidez un café mediano, muy cremoso y corto de café, acompañado de un diminuto sobre de sacarina y una pequeña pastilla de chocolate negro. Tras ofrecerlo a su interlocutora, tomó asiento, lo suficientemente alejado como para escapar del embrujo de aquella mirada, pero lo suficientemente cercano como para adivinar la intención en sus ojos:

- Estoy bastante liado, morena - respondió el muchacho, con cierto nerviosismo - pero por ser tú haré una parada de cinco minutos. ¿Qué me cuentas?

Tras clavar la mirada en ella, por un momento se olvidó del entorno... Hasta el mismísimo Gilbert le parecía irrelevante en aquel instante.

A pesar del supuesto comentario profético del vagabundo, poco pasó durante aquel día que fuera reseñable. En la tienda hubo menos clientes que el día anterior pero más que el siguiente, pocos.

Fue un día aburrido. Aunque a decir verdad sí que hubo algo distinto, un extraño tipo estuvo rondando por delante de la tienda con un aspecto claramente nervioso, y no había que ser muy observador para notarlo. Se frotaba las manos, andaba rápido y parecía dialogar consigo mismo de vez en cuando. Era un tipo raro.

Estuvo leyendo revistas atrasadas y abriendo y cerrando la caja registradora toda la mañana. Frente a los clientes no mostraba mucho más interés en el trabajo, aunque a nadie parecía extrañarle. Cuando aquel hombre empezó a dar vueltas delante de la tienda redobló sus esfuerzos por distraerse mientras le observaba disimuladamente y trataba de ignorarle alternativamente.

Después de un largo rato, cuando se hizo evidente que ni se iba a marchar ni nadie estaba interesado en comprar camisetas tuvo que plantearse qué iba a hacer. Lo más fácil, lo más cómodo, era ignorarlo. Era lo que haría normalmente, demasiado perdida en su propio pesar para pensar en los demás. Pero es que aquel tipo la estaba poniendo de los nervios. Lo que, si lo pensaba, era buena señal. Buena señal de algo. O no.

Al final, después de remolonear un rato, acercándose y alejándose de la puerta, se asomó a la calle y le miró. Los perturbados casi siempre eran inofensivos, ¿no? ¿No?

-Perdona. ¿Te pasa algo? -preguntó con cautela.

El sol se filtraba ya entre las persianas de la habitación.

La mirada de Luis se dirigió hacia el reloj, por la hora que era aun podía tomar un desayuno en el comedor del hotel. Y todavía disponía de unas dos horas antes de tener que presentarse en el evento al que había sido invitado.

Tenía pues la posibilidad de bajar a la cafetería o pedir que le trajeran el desayuno mediante el servicio de habitaciones.

 Tras un momento de dudas decidí bajar a desayunar al restaurante del hotel. Por alguna razón me pareció lo mejor.

La mujer le miró y suspiró apesadumbrada. Parecía estar en una situación que ya había vivido antes pero que ni en ese momento ni nunca había sabido cómo resolver.

Intentaré ser breve, cariño. Digamos que han ocurrido ciertos sucesos y es posible que las cosas cambien, no sé de qué manera pero de lo que si estoy casi segura es que tú te veras afectado. Solo te digo que si pase cualquier cosa “extraña” tengas cuidado, y puedes recurrir a mí si es necesario. Tienes mi número, ¿Verdad?

El discurso de Lola tenía poco sentido y parecía algo nerviosa lo cual era preocupante ya que solía ser una persona totalmente segura de sí misma que aparentaba ir a comerse el mundo. Además mientras hablaba miraba de vez en cuando hacia donde estaba Gilbert…

El hombre miró a Verónica con el pánico de al que habían pillado haciendo algo malo y había reculado un par de pasos cuando le dirigieron la palabra. Se frotaba las manos con nerviosismo mientras miraba a todas partes.

El tipo era extraño. Bastante rellenito, vestía de forma elegante pero anticuada y tenía unos dientes prominentes que le daban un aspecto ratonil el cual acentuaban sus gestos.

Cuando miró a su interlocutora dándose cuenta de que no le quedaba otra que responder, el hombre habló con voz trémula y tartamudeando.

Nn…n…No, seño…rita. No me pasa nada. Gra…gracias por preguntar. Solo vigil…espero a alguien. Si.

Luego miró a Verónica inseguro y dijo.

¿Qu…qué tal va la tienda?

Un chalado. Un chalado escapado de un circo. Ahora sí se estaba nerviosa de verdad, aunque no se había dado cuenta del desliz en la respuesta de aquel tipo. Verónica tenía la mano apoyada en la jamba de la puerta de la tienda. Las situaciones extrañas le causaban mucha inquietud, y aquel hombre era muy extraño. Hora de huir y esconderse.

-Bien, gracias -respondió secamente, mirándole con el ceño fruncido. No tanto a él, que no le miraba a los ojos, como a sus pintas.

Y se metió en la tienda otra vez. Ya no fue capaz de concentrarse en ninguna otra actividad que no fuera mirar qué hacía aquel hombre, con menos disimulo a cada minuto que pasaba, a ver si se iba de una vez.