Partida Rol por web

Cero miró mejor las cosas. Tener una imagen de todo el contexto, en este jodido mundo, podía significar la diferencia entre la vida y la muerte. Las cosas eran así:

El autobús estaba en medio de la intersección de cuatro calles. En una esquina había un locutorio. En la otra un edificio de departamentos. En la otra estaban ellos, escondidos tras un kiosko de revistas. La cuarta esquina era el peor lugar, allí había varios muertos agachados, comiendo algo seguramente.

Una de las calles era la más despejada, y la cara del autobús daba para ese lado, con girar solamente podrían salir por dicha dirección. El chico que tenía el arco también, el apático, se acercó a Cero y miró para ese lado (el libre)

-Si uno atrae a las cosas esas y los otros arrancan el autobús… ¿no? Total son muy lentos. No hay tantos, ¿no?

Claro que Cero había sopesado la posibilidad de que el bus no tenga gas, o no arranque. Pero si alejaban los muertos de ahí, quizás se pudiera igual. O podrían seguir caminando.

El panorama no era prometedor, pero tampoco muy desalentador que digamos.  Por lo que Cero veía había casi una docena de caminantes, tenían la ventaja de los arcos, pero no podían arriesgarse a que hubiese más en las inmediaciones y que algún alboroto los atrajera.  Pensó en la idea de Gabriel, si no hubiesen dejado las cosas en aquel apartamento, si no hubiesen decidido descansar allí aquello sería una posibilidad, si el micro funcionaba podrían abrirse paso y alejarse, continuar avanzando como siempre habían hecho, pero lo cierto era que debían regresar y entonces el ruido atraería a aquellas criaturas.

-No creo que superen la docena- susurró -Subamos al techo del kiosco y acabemos con ellos poco a poco.  Primero los tres del locutorio y el que está en la parte delantera del micro.  Una vez los hayamos acabado voy a bajar y tratar de atraer un par, ustedes cúbranme mientras lo hago.  Si logramos acabarlos a todos vos bajas conmigo- le dijo a Gabriel -recuperamos las flechas y revisamos el colectivo.  Si tiene nafta intentamos arrancarlo-  Entonces su rostro palideció y maldijo por lo bajo -Estas mierdas funcionan con diesel, no con nafta, nos va a costar un huevo encontrar combustible.  Quizás debamos buscar una camioneta- tenía dudas, no sabía muy bien que hacer.  -Está bien, no importa, ya se me están ocurriendo ideas, si el colectivo funciona podemos buscar estaciones de servicio y cargar tanto diesel como podamos en bidones.  No importa, no me quiero adelantar- agregó diciéndoselo más a él mismo que a sus compañeros -Subamos y tratemos de atacar sincronizadamente.-  dicho esto se dispuso a ayudar a sus compañeras a trepar, luego ayudaría a Gabriel y finalmente ellos lo ayudarían a él

                Nadie tuvo inconveniente con la idea del chico sobre qué hacer. Primero había que acceder al techo del kiosko. Eso no era difícil. El problema solamente era intentar ser silenciosos para que a ningún caminante se le ocurriera mirar para arriba. Fueron en este orden: primero Cero, que es el que organizó el plan, luego Gabriel. Iba a a ir Agostina pero había sitio sólo para uno más así que lo hizo la profesora.

                Estaban agazapados. Los caminantes no tenían interés en mirar (en el sentido de observar) sino que sus ojos se dirigían siempre al frente a menos que algún sonido o algo similar llamase su atención.

                Abajo, tras el kiosko, quedó la pelirroja, que se metió tras el estante de revistas (donde el kioskero cobraba y vendía cosas)Se agachó y quedó completamente oculta de la vista de los muertos.

                Ahora era el tiempo de disparar.

                De las cuatro flechas que tiró Cero, tres lograron impactar en su objetivo. La chica con la campera negra, de ojos claros, recibió un impacto en su frente y cayó primero sobre sus rodillas y luego sobre otro caminante. Esa fue la flecha que no pegó en el objetivo, debido a que el muerto se arrodilló a último momento, impulsado por el peso de la joven. Las otras dos pegaron en unos caminantes más: un hombre con corbata y un adolescente con una camiseta de Sony.

                Mariana fue certera en todas su flechas: lanzaba como si fuese algo tan simple como hacer un pastel, sin duda y con total tranquilidad. Ella acabó con tres muertos más y con el que se había agachado a último momento. Luego le tocó al joven, que lo hizo bien también: todos aciertos pero sin emoción alguna en su mirar, como si su sentir hubiera sido consumido por este mundo. Al cabo de un rato apenas, la calle quedó vacía.

                -Vamos a recoger las flechas –dijo la profesora, y se acercó a un cadáver para arrancar de un tirón el virote de su cabeza. La pelirroja salió desde detrás del kiosko y se acercó a ellos. Miraba al bus esperando la señal para subir y también ayudaba en el recogido de las municiones.

Maldijo en lo bajo cuando su flecha falló, pero cuando vio a los caminantes caer bajo el fuego de sus compañeros se sintió orgulloso y lo manifestó con una sonrisa y un -Bien hecho- cuando hubieron terminado.  Mientras ellos bajaban en busca de flechas él se mantuvo allí, vigilante, quizás en exceso preocupado, temiendo por la posibilidad de que una marea de muertos apareciese de la nada y los barriera de la faz de la tierra.  No sucedió, pero simplemente le costaba relajarse, le costaba dejar de estar alerta.  Cuando sus compañeros terminaron de recolectar las flechas utilizadas habló.

-Mariana, Gabriel.  Vigilen.  Agos vamos a revisar el micro a ver si encontramos las llaves- Subió primero y recorrió el vehículo por si algún caminante se encontraba allí.  Luego se dedicaría a buscar la llave, daría contacto y dejaría que la aguja indicadora de combustible le dijera cuando tenía.  No lo arrancaría, no todavía.

           Los otros recogieron sus flechas y Mariana también las de Cero. Lo hicieron rápidamente. No era cuestión de correr el riesgo de que una maroma de caminantes apareciera y los rodeara por sorpresa. Cero pidió a dos de los miembros de su grupo que vigilaran y él subió al autobús con Agostina. Dentro había destrozos pero no los del tipo de los muertos, sino simplemente bolsos tirados, una botella de gaseosa que dejó en el suelo una mancha marrón, y un zapato perdido. Eran señales de una huida precipitada. 

           Agos levantó el arco y comenzó a caminar por el pasillo. Una sombra le llamó la atención. El chico, la detuvo. No era una buena idea arriesgarse así que fue ella la que miró el estado del tanque y él el que avanzaba hacia la sombra del fondo. De pronto algo saltó y se posó en Cero con tanta rapidez que lo único que pido hacer él es arrojarlo a un asiento.

         Era un gato negro solamente. Estaba muy asustado y bufaba. Agos dijo, entre risas, que el tanque estaba a tres cuartos de su capacidad. Se había reído por la cara de su compañero con el gato. De golpe, su visión se volvió sombría. Señaló a la calle. Cero miró y vio como unos veinte muertos empezaban a salir de distintos puntos. Era hora de apurarse.

Un gato, un gato que casi se convierte en un gato muerto pero que por fortuna, para el animal, no fue así.  Tres cuartos de tanque, sería suficiente para alejarse un buen trecho, pero sería mejor buscar más provisiones y combustibles, en aquel transporte habría espacio más que suficiente para cargar con varias cosas.

De repente los planes de Cero se vieron truncados por los quejidos y el monótono andar de alrededor de una veintena de zombies.  Podrían acabar con ellos fácilmente desde el techo del ómnibus, pero ser arriesgarían a que aparezcan más y a quedar atrapados.  Era necesario retroceder.

-sacá la llave y cerrá las puertas,  tenemos que salir de acá ahora y buscar otro refugio más cerca del colectivo- le dijo a Agos mientras con señas les indicaba a sus compañeros la nueva compañía.  Ya los habían visto, así que les indicó que comenzaran a moverse.

             Cero pensó que era mejor salir del autobús pero cerrando las puertas para volver cuando fuese necesario. La colorada abrió las mismas para salir y en ese instante el gato salió corriendo del vehículo. Debía haber quedado encerrado quizás bastante tiempo y podría tener hambre o sed, sea como fuese, para el bicho fue una fortuna el que alguien lo rescatase aunque esa no fuese su intención. 

             Salieron y se unieron al resto del grupo que ya se había dado cuenta de la venida de la horda. Gabriel se acercó a Cero y le preguntó a dónde iban a ir ahora. La profesora, por su parte, apuntó con el arco a la distancia, sin disparar, sola,ente preparándose para una posibilidad de ataque. 

              El muchacho miró alrededor: excepto la calle por la que venían los caminantes, las otras calles del cruce parecían despejadas de zombies, podrían aventurarse por cualquiera de ellas.

Había que moverse y había que hacerlo ya, sin embargo le resultaba difícil decidir hacia donde ir, todas, excepto la calle por la que llegaban los caminantes parecían buenas opciones.  No había tiempo para meditar así que decidió seguir su instinto, y su instinto le indicaba que siguiera al gato que habían salvado sin querer.  Miró a sus compañeros y con un gesto indicó la dirección en que el animal se había marchado dispuesto a seguir sus pasos.

No era un gran obstáculo, al menos así lo creía Cero, sin embargo antes de intentar cruzar para el otro lado se agachó y observó a través de la abertura por la que había pasado el gato.  Si no había sorpresas del otro lado ayudaría a sus compañeros a pasar.  Primero irían Mariana y Agostina, las seguiría Gabriel y finalmente iría él.

                Cero se fija primero por la abertura por la cual pasó el felino antes de aventurarse hacia el otro lado. Lo que ve es el mismo callejón que sigue hasta un portón verde. Es como si en vez de salir el callejón por el otro lado a una calle abierta, siga hasta la entrada a un edificio. El gato no está. No parece que pueda trepar los muros. Cero comprende que: o bien la puerta está algo abierta, no se ve desde aquí o ha saltado por otra abertura. Tampoco se ve desde este punto así que deberían pasar para saberlo.

                -¿Vamos? –pregunta la pelirroja que se ha acercado mientras Gabriel y la profesora siguen apuntando hacia atrás, por si aparece alguno de los caminantes.

No le gustaba aquello, pero no había nada mejor, al menos no de momento. -Confía en el gato- pensó sin saber si el pensamiento era o no propio.  ¿Estaría perdiendo la razón?  Podría ser.

-Gabriel- dijo llamándolo con un susurro -quedate mirando por acá- agregó mientras señalaba el agujero - y avisanos si se acercan caminantes.  Nosotros vamos a ver por donde se fue el gato-

Se acercó luego a las dos mujeres y les hizo señas para que le siguieran, atentas y listas a disparar sus armas si aparecía algún caminante.  -Presten atención, el gato tuvo que haber salido por algún lado, con suerte vamos a poder salir por el mismo lugar.-

                Cero pasó del otro lado del portón, seguido por sus compañeras. Le dijo a Gabriel que se quedara del otro lado, vigilando. Así que ellos tres avanzaron por el callejón. Llegaron a la puerta por donde el gato había desparecido. Estaba semi abierta. Cero miró por la hendija que había quedado formada, sin abrir la misma más o algo que lo pudiera poner en peligro. Lo que vio era la continuación del callejón pero que daba a la salida de un restorán chino y a otro negocio de comida.  Al lado de cada puerta había unos contenedores. Al final del callejón había una salida a la calle y lo que parecía ser una camioneta estacionada.

Cero avisó a Gabriel que se uniera e ellos y comenzó a avanzar hacia la salida del callejón.  

-Estén atentos- susurró mientras observaba atentamente sus alrededores buscando algo que le permitiese trepar para obtener una posición más ventajosa.  -¿Quieren arriesgarse con el restorán o la casa de comida?  No creo que haya quedado nada útil, pero nunca se sabe- interrogó a sus compañeros

                Me parece una buena idea ver si encontramos algo de comida –dijo Agos –mirando para el lado del restaurante chino. Se acercó a la puerta trasera pero la mano firme de Mariana la detuvo. –No tiene sentido, no creo que hayan dejado nada. Aparte conviene conseguir cosas enlatadas, si era un restauran deberían tener la mayoría de las cosas frescas.

                -Pero probemos, entramos y salimos.

                Gabriel se acercó para otear mejor el callejón. No emitió opinión al respecto. Seguía sumido en sus pensamientos. Sin embargo prestaba atención a los alrededores.

                -Cero, ¿vemos? Entramos y salimos, necesitamos comida… no para ahora pero después.

En espacios cerrados sus arcos perdían la ventaja y debían ser mucho más cuidadosos y precavidos, no eran un equipo swat ni mucho menos, pero debían comportarse lo más parecido a uno para aumentar sus chances de sobrevivir.  Suspiró venciendo su miedo, su temor.

-Esta bien.  Alertas y con cuidado, en silencio, buscamos enlatados o conservas en la alacena y salimos cagando.  Yo voy delante y cubro el frente, Agos la izquierda y Mariana la derecha, detrás Gabriel cuidando que nada nos sorprenda por detrás.  ¿Les parece bien?-