Partida Rol por web

Perfecto profesor, nos vemos mañana y descuide, mantendré el ojo abierto por si veo peces infelices. - respondo mientras recojo mis cosas y me alisto para partir.

Peces infelices ¿Cómo rayos se puede distinguir a un pez infeliz de uno feliz?  Este tipo está medio chalado, ni que fuera un condenado tritón para poder hablar con los peces y preguntarles sobre su estado de ánimo. - pienso mientras me dirijo a la escalera.

Camino a casa paso nuevamente por el lugar donde encontré la pluma y lo observo por algunos minutos a ver si finalmente encuentro a Iago o su captor.

Mientras caminas hacia casa preguntándote cómo los peces son infelices. Para ver si encontrabas a Iago caminaste por la zona donde encontraste la pluma.

Tenías una idea de donde era más o menos pero no sabías si lo encontrarías. La ventana de la que viste que la pluma caía el día anterior estaba cerrada y con persiana por lo que podía estar o durmiendo o fuera de casa.

Decido acercarme a la puerta de la derecha y tras llamar a la misma, me paro con mi mejor sonrisa esperando a ser atendido.

Para tu poca suerte nadie contestó donde llamaste. Dando el hecho de que las persianas estaban echadas posiblemente fuera el sitio correcto.

Mientras esperabas alguien tras de ti carraspeó. Parecía un muchacho de no mucha edad, unos 16 o 18 años, pelirrojo y vestido con ropas árabes cargado de cajas.

-Perdona. ¿Me dejas paso? Esto pesa y no estoy para pararme

Al ver al joven pelirrojo, me apresto a ayudarlo con su carga.

Por favor permíteme. - digo mientras cojo parte de su carga. - Buenas tardes. ¿Este es tu apartamento? - pregunto con amabilidad.

Por cierto chico, ¿No habrás visto a alguien en este edificio que tenga un loro rojo?

El muchacho te mira extrañado cuando coges sus cosas pero sonríe y te las da absolutamente todas mientras él abre la puerta.

-Muy caballeroso, amigo. -Dice mientras abre la puerta asumiendo que además le ayudarás a subir- Sí, claro. Vivo en el ático. En el cuarto piso. -Al preguntar por el loro el chico enarca una ceja- ¿Loro? No, para nada. No en este edificio por lo menos. ¿Has probado en la tienda de animales, viejo?

No puedo evitar sonreír ante el comentario de aquél joven pelirrojo.

Mi joven amigo, el ave que busco es demasiado lista para ser una simple mascota, en fin ni modo, quizá deba buscar en otro edificio, después de todo sé que estas son sus plumas. - digo mostrándole las plumas al joven.

En fin, debo irme, si logras ver al loro, te agradeceré mucho que me lo ccomuniques tan pronto puedas. 

Estoy trabajando en la droguería del profesor McKrill.

-En FableTown los animales no son muy listos. Todos los animales que en otra vida o dimensión mostraron comportamientos humanos fueron convertidos en personas -Te informó el muchacho ladeando la cabeza y luego miró las plumas- Esto... antes de que te vayas... Creo que te equivocas. Esas plumas son de mi pijama

¿De tu pijama dices? ¿Cuál es tu nombre chico? - pregunto con los ojos como platos.

No es posible, este muchacho no puede ser él. - pienso en evidente estado de negación.

-¿Mi nombre, viejo? -Preguntó el muchacho extrañado mientras subía al ascensor- Me llamo Iago

Así que realmente eres tu viejo amigo. Me alegro de ver que te encuentras bien. - digo con calma mientras las puertas del asensor se cierran lentamente.

Soy yo Jafar, aunque ahora me llamo Raziel, he vuelto, pero estoy en periodo de prueba, se supone que no debo portarme mal o me regresan al infierno. - confieso con la mirada en el suelo.

Sólo espero que sepas perdonarme por lo mal que te trate en mi vida pasada y comprenderé si no quieres volver a verme nunca más, pero al menos déjame ayudarte con esta tarea y luego me iré a mi casa. - agrego con arrepentimiento sincero en la voz.

El muchacho ante ti te mira extrañado con sus ojos color ambar y ladea la cabeza.

-¿Jafar? Yo no recuerdo a ningún Jafar. ¿Vienes del Infierno? No viene mucha gente de allí. ¿Osea que eres un reinsertado?

Tu viejo amigo no parecía saber nada de lo que ocurrió en un pasado pero parecía muy interesado en ti.

-¿De verdad me conoces de antes?

¿Conocerte dices? - pregunto un tanto más relajado, mientras en mi rostro aparece una sonrisa.

Eramos inseparables, aunque en aquella época yo era un patán arrogante. Y sí, soy un reinsertado, uno arrepentido de su pasado.

Puedo hablarte de tu pasado y lo haré con una condición. Que comprendas que ya no soy el hombre que alguna vez fui y me des la oportunidad de demostrarlo. ¿Aceptas muchacho? - pregunto esperanzado mientras lo ayudo a acomodar su carga.

Iago te miró con curiosidad, parecía ansioso de conocimientos.

-Por favor, entra y toma algo conmigo. Me gustaría saber más de ti. No tengo muchos recuerdos de mi pasado y cuando me separaron de mi antiguo jefe tampoco quiso hablarme mucho de ello. Es un reinsertado también. Se llamaba Hazim. -Explicó Iago mientras entraba en su pequeño apartamento decorado de modo muy arábico. La verdad es que olía a incienso y dulces de miel. Era como el olor de palacio-Entra, por favor -Insistió

La invitación de Iago me toma por sorpresa, pero la acepto con mucho gusto. 

Está bien, te lo contaré todo, pero no olvides que ya no soy el que fui en aquella época mi buen Iago. - digo mientras ingreso a su casa con una ligera sonrisa en los labios - ¿Dijiste que tu antiguo jefe se llama Hazim? Mmm, pues la verdad no me suena de nada.

Luego de tomar asiento, empiezo a narrar mi historia....

Tú y yo solíamos vivir en un reino entre dunas llamado Agrabah y tú eras mi mascota, espía y asistente, en aquella época eras un papagayo de color rojo, aunque la punta de las plumas de tu cola eran de color azul, al igual que estas. - digo mostrándole nuevamente las plumas de su pijama.

Cuando te adopté yo no era más que un aprendiz de mago quien luego se convirtió en el gran visir de Agrabah. Sí que lo teníamos todo en aquel momento, pero pese a ello, yo quería más.

Lentamente fui conspirando para derrocar al sultán, en aquella época estaba más que decidido a hacerme con la corona de un modo u otro.

Con tu ayuda fui destruyendo a mis enemigos políticos y ¿cómo te pagué tu abnegado servicio? - digo haciendo una pausa y bajando la cabeza evidentemente avergonzado por lo que iba a revelar. - Con insultos y maltratos, eran raras las veces en que reconocía tus logros, pero pese a ello tu seguías allí.

Al principio trataste de convencerme de que abandonara mi obsesión por el sultanato pero al final fui yo quien terminó  corrompiéndote y te convertiste en un instrumento más de mi obra. En verdad lo lamento.

Luego encontramosla lámpara mágica y biscamos a un tonto útil para que la robara de la cueva de las maravillas, ese tonto útil resultó ser Alladin, quién ayudado por el genio, no sólo terminó derrotándome, sino que incluso me encerró en la lampará.

​Algunos años después tu me liberaste, pero volví a cometer los mismos errores de antaño, sólo que esta vez terminé muerto y en el infierno.

​Tras ello tu pasaste algunos años con Alladin y la princesa Jazmin para luego dedicarte a velar mi tumba en el desierto muriendo en la más absoluta soledad.

De veras lo siento merecías un amo mejor que yo. - digo con la voz quebrada.

Si tienes alguna pregunta puedes hacerla, aunque si quieres echarme de aquí, entonces lo entenderé.

Mientras te sentabas y empezabas a narrar viste como Iago traía un par de vasos y una jarra de agua y se sentaba frente a ti, realmente atento a lo que fueras a decir. Su aspecto era el de un muchacho que no parecía llegar a la mayoría de edad lo cual era algo extraño dando el hecho de que en tu mundo era un loro en edad bastante adulta.

Durante todo tu relato Iago tuvo varias reacciones: Se asombró, frunció el ceño, puso muecas y tuvo escalofríos. Al final de tu relato Iago agachó la cabeza, respiró hondo y tomó un vaso de agua.

-Es una historia muy curiosa señor... ¿Jafar? Muy curiosa... -Dijo mirándote luego a los ojos-Hazim era el nombre de reinsertado de mi antiguo amo, en su otra vida se llamaba Cassim. Era un ladrón y robé junto a él durante un tiempo hasta que nos reinsertamos. La vieja bruja Roz me llevó a trabajar a una fábrica de alfombras rejentada por... Aladdin. ¿Será el mismo Aladdin que el de su historia? -Se preguntó a sí mismo en voz alta antes de volver a mirarte- Siento no recordarte, no recuerdo nada anterior a mi vida con el amo Cassim... Pero si tan mal me trataste y tan villano eras... ¿Por qué ibas a cambiar?

Buena pregunta y tengo una buena respuesta, aunque no sé si te satisfaga. - digo haciendo una pausa.

Y si soy yo, Jaffar, aunque ahora prefiero llamarme Raziel. En fin a lo que iba. Cambié porque tuve mucho tiempo para reflexionar y decidí que me gustaría ver qué es lo que soy capaz de lograr si no sigo el sueño de otros, qué puedo hacer si no me concentro en un objetivo tan banal como la riqueza material. - respondo con sinceridad.

Sí, sé que suena tonto, pero tú me lo dijiste alguna vez, si en aquel entonces te hubiera escuchado, mi viejo nombre quizá no sería sinónimo de ignominia. En fin recuerdo esa conversación. 

Aquella noche dijiste, Jaffar deja de seguir los sueños de otros y vive los propios, claro que no lo comprendí entonces, pero ahora. Bueno, sólo digamos que el infierno me cambio un poco. - digo dejando escapar un suspiro.

Claro está que eres libre de creerme o no y aunque escojas no hacerlo, hay algo que tengo que decirte antes de que me eches de tu casa a palos. Y eso es: Lo siento mucho Iago, merecías a un amo mejor. - agrego agachando la cabeza.

Iago no entendía muchas de las palabras que decías pero el concepto general lo estaba entendiendo y en sus ojos había un brillo de esperanza en ti.

-Yo... No te recuerdo y no te conozco pero sí que te perdono. No tengo por qué guardarte ningún rencor -Dijo tu joven y antiguo esbirro

Muchas gracias Iago. - digo con una sonrisa sincera. - Bueno debo irme, si en algún momento gustas hablar con alguien está es mi dirección. 

Aún no tengo uno de esos aparatos para comunicarse a distancia, pero cuando compre uno te aviso.

Estoy trabajando en la droguería del profesor MacKril, es un hombre algo chiflado, pero parece buen tipo. - digo despidiéndome mientras ddejo el vaso sobre ña mesa.

Iago te siguió a la puerta y cogió el papel donde le apuntaras tu dirección, mirándolo.

-Vives en el barrio de los re-insertados -Te comentó y luego sonrió de lado cuando dijiste dónde trabajabas- Oh sí, ese chiflado que ama en demasía a los peces... Supongo que te han mandado allí para ayudarle. Nadie le ha comprado nada nunca.