Al abrir la puerta, os encontrásteis con la gran sala donde habíais cenado antiguamente con le marqués; una imnensa y lujosa estancai con grandes ventanales, donde los continuos haces de luz de los relámpagos lo iluminan todo.
Hay una sorpresa encima de la mesa. Allí está Emil Zolt, solo, encarándose y empuñando dos espadas cortas. Os sonríe. Está preparado para enfrentarse a vosotros.
Al adentrarse en el salón, dijo con sorna:
Vaya, como siempre tan buen anfitrión. Y sonrió.
Miró lo que estaba empuñando y volvió a hablar.
Supongo que pensarás que la mejor defensa es un buen ataque. Volvió a sonreir. Te equivocas. La mejor defensa, ahora mismo, es que salgas corriendo, porque no me gustaría usar una de esas - decía señalando a ambas espadas - para ensartarte.
Se preparó su arco.
El combate fue extrañamente corto. Cáliban, Leon y Pyros se lanzaron a por Emil mientras éste saltaba de la mesa para enfrentarse a los aventureros. El más rápido de todos fuer Pyros que, con un increíble movimiento, se alzó por los aires para alcanzar a Emil. El hombre, que no parecía muy diestro en el combate, había cambiado. Algo había pasado en esa sala y todos lo notaron cuando vieron la frialdad sobrenatural en sus ojos. Con un rápido gesto, desvió la patada de Pyros y le lanzó una poderosa estocada que sólo la agilidad del orondo luchador pudo evitar. Leon le esperó en el suelo, pero al alzar el arma, éste salió disparado de sus manos. El embite de Emil podía haber sido mortal, pero Leon sacrificó unas gotas de sangre para desviar el filo del arma con la palma de su mano.
Emil se lanzó hacia atrás para atacar a Pyros, pero a éste ya no le pilló de sorpresa. Con un rápido puñetazo en la hoja desvió su movimiento y hasta el cuerpo de Zolt, que se encontró con la espada de Cáliban clavada en su pierna, inmovilizándole. Inari apareció con sus fugaces flechas para agilizar la muerte de ese guardia que tanta inquina le tenía. La saeta voló casi a la velocidad del sonido, impactándose en el pecho de Emil, que ya agonizaba. Fue un rápido movimiento de Ariadne, que apareció realizanzo una gran carrera, el que acabó con la vida de Zolt. Ya se había desangrado antes de caer al suelo muerto.
En esa sala, ya sólo había una mesa, sillas y un cadáver rodeado de mucha sangre.
Antes de entrar a esa sala, los aventureros vieron varias puertas en el pasillo en forma de U. Tenían que tomar decisiones para poder seguir avanzando.
Ariadne miró con asco el despojo que tenían delante. Si había alguna duda de la influencia maligna del marqués el cambio en el guardia la despejaba.
Al no encontrar a su objetivo allí, se giró hacia Catherine, mejor conocedora de los entresijos de la isla con la pregunta que venía ahora. - Si el marqués no está aquí... ¿Dónde crees que estará?
Uno menos - se dijo Inari. Y ahora caerá el marqués.
Se agachó para ver si contenía algo relevante en su búsqueda. Mientras, escuchó a Ariadne hablar a Catherine.
Habrá que seguir investigando el castillo, dijo crujiéndose los nudillos, ésto hasta ahora está siendo pan comido, me temo que el marqués no lo será tanto. Pero quizá pronto podremos salir de aquí... ¿Continuamos investigando? Dijo mirando a las chicas.
Catherine se había acercado hasta el cuerpo del guardia muerto, y le miró sin expresión alguna. Por su cabeza debían estar pasando un sin fin de momentos con él. Siempre había sido una persona tosca y desagradable, pero ¿cuándo se había vuelto así? ¿Desde cuando había decidido ayudar al Marqués?
Suspirando, se acercó a los dos grandes ventanas que estaban en esa sala, y miró a su exterior.
Había una gran parcela llena de flores (rosas blancas en su mayoría=, unos cuantos árboles dispersos y una gran estatua de una gárgola, similar a las que custodiaban la catedral. Al fondo, puede verse un gigantesco precipicio que asoma directamente al mar. En el centro del jardín hay una lujosa torre, parecida a unmirador, cuyo segundo piso tiene las luces encendidas. Todo el jardín está saturado de centenares de cuervos, que permanecen bjo la lluvia en tejados y árboles.
Mirad dijo la muchacha para que todos se acercaran Creo que tenemos que ir a esa torre.
Tendría que bajar al piso inferior nuevamente de querer salir al jardin. Desde allí vieron que no había ningún acceso desde el exterior, así que en alguna de las salas tendría que haber una puerta que les permitiera entrar.
Pyros se acercó a la ventana para tratar de abrirla. Yo podría bajar directamente al jardín, si es que consigo abrir la ventana. Dijo mirando los dos ventanales. Quizá desde abajo pueda ver por dónde debéis ir para poder alcanzar el jardín. O bien os puedo acompañar e investigar todo esto juntos. Lo que queráis. Dijo mientras seguía tratando de manipular el mecanismo. Pero que sepáis que esa gárgola del centro no me inspira confianza. Espero que no cobre vida cuando estemos cerca. Dijo tratando de analizarla a través del cristal y viendo si había restos de excrementos de cuervo, o algo que indicase que podría haberse movido en algún momento.
Motivo: Avistar
Tirada: 1d100
Resultado: 13
Mirando por la ventana que Catherine indicaba, Ariadne buscó alguna puerta o acceso desde el nivel del suelo. La propuesta de Pyros, aunque totalmente válida en un lugar normal no le hizo gracia en ese sitio. - No creo que debamos separarnos. Quien sabe si podremos volver a encontrarnos si lo hacemos. - dijo recordando la puerta de la mansión que se había abierto al acercarse el grupo o como no pudo entrar Pyros por una ventana al llegar a ella.
Si eso fallaba tendrían que ir tanteando habitación a habitación buscando ese acceso...
Motivo: Buscar
Tirada: 1d100
Resultado: 67
Ariadne creyó dislumbrar una puerta en la parte inferior, y tras sus palabras, todos decidieron bajar juntos. La idea de Pyros no era mala, pero parecía imposible abrir esas ventanas. Quizá era magia, o quizá sólo ejercían de ventanal sin posibilidad de abrirse.
Bajaron por las escaleras y buscaron la habitación homóloga al salón de arriba. Se trataba de una inmensa sala central, cuya finalidad parecía celebrar grandes fiestas en algún futuro. La estancia entera está llena de estatuas lujosas, grandes espejos y una inmensa lámpara de araña que cuelga del techo. En la parte trasera de la estancia hay unas inmensas puertas dobles que conducen al jardín. Son excepcionalmente gruesas, y la cerradura rece de increíble calidad.
Catherin se volvió varias veces, nerviosa. Notaba el ambiente extraño. La habitación parecía más oscura y tenebrosa.
¿Lo habéis visto? preguntó, agarrándose los brazos como si tuviera frío.
Sí, lo habías notado. Percibes sombras extrañas moviéndose por los espejos, y tinees la sensación de que las estatuas os están mirando. Quizá no es muy buena idea permanecer allí durante mucho tiempo.
Ver qué. Dijo Pyros a la chica. No sabía qué es lo que había visto ella que se le escapaba a él. Pero la presencia de tantas estatuas en la sala hacían que el orondo muchacho estuviera mucho más nervioso que de costumbre, Quizá había leído demasiados libros, o quizá tenía demasiada imaginación, pero no confiaba en la presencia de ningún objeto con forma humanoide. Estaba muy nervioso, así que se preparó para lo que pudiera pasar y avanzó hacia la cerradura para ver si podría hacer algo con ella.
No tengo nada para abrir cerraduras, así que si procede y nadie tiene otra opción, le doy una patada a ver si la rompo.
No he visto nada - le dijo a la muchacha.
Hasta el momento no habían dado con nada, era el momento de pasar a la acción, al menos un poco.
Hizo señas a Pyros para darle su aprobación de tirar la puerta abajo. Mientras su compañero hacía su labor, él estaría atento a la suya, la de protegerles a su modo.
Tirada oculta
Motivo: Advertir peligro
Tirada: 1d100
Resultado: 35(+100)=135
Ariadne miró nerviosa a las estatuas y los espejos, antes de contestar tímidamente a Catherine con un dubitativo - No lo se... pero vamonos de aquí
La idea de permanecer más tiempo del necesario en esa sala no le gustaba nada, así que tras lanzar una mirada suplicante a Catherine por si tenía un as en la manga se dirigió a la puerta con Pyros a intentar abrirla como fuera.
Yo había pensado abrirlas a la fuerza antes que a golpes, pero también me vale.
Ariadne y Pyros intentaron abrir la puerta, pero estaba cerrada. Ambos empezaron a golpearla con fuerza, pero parecía imposible. Era como si la magia también rodeara esa salida, y no pudiesen continuar por allí.
Por suerte para ellos, fue Pyros el que se percató de algo en el jardín. A la izquierda había una especie de bosquecito, pero se podía ver cláramente como si de un pasillo se tratara, como si fuera una entrada o salida al jardín donde les aguardaba la torre.
Todos allí empezaron a escuchar susurros amenazantes, como si de espíritus se tratara. El frío empezó a instalarse en sus huesos y, todos juntos, decidieorn huir de esa sala.
Ya en el pasillo, esperaron unos instantes a que su corazón volviera a la normalidad. Estaba claro que el Marqués les estaba marcando los pasos y les esperaría con los brazos abiertos.
Así, caminaron por el pasillo buscando la puerta que podía conducir al jardín. Miraron en el interior de alguna habitación más, pero parecía claro que era la última a la que tenían que ir. Al entrar, se encontraron en un pequeño almacén donde se guardaban los trastos de la jardinería. Allí había una puerta, abierta, sin nada que superar. Daba acceso al jardín.
Bien, llegados a este punto, ¿qué se os ocurre?
El marqués sabe a qué juega, nos está haciendo creer que no hay posibilidades de encontrarle.
Se percató, un poco más tarde, del frío que tenía. Se llevó las manos a los costados para frotarse, queriéndose dar algo de calor con la fricción. Era inútil.
Empezó a rastrear por el lugar, separándose algo de ellos dos, pero no demasiado. Tenía que haber pistas o algún indicio para poder seguir por el camino correcto.
Tirada oculta
Motivo: Rastrear
Tirada: 1d100
Resultado: 29(+87)=116
Ariadne se sintió aliviada de salir de aquella sala que le erizaba el pelo de la nuca. El paseo posterior hasta el jardín, si bien mantuvo el opresivo ambiente de la isla y de la mansión en especial, le sirvió para tranquilizarse un poco.
Alcanzar el jardín, bajo la mirada de la infinidad de cuervos que lo poblaban era un paso más que, con suerte, les aproximaría a su encuentro con el marqués. Ni la multitud de pájaros ni la gárgola hacía gracia a la joven, pero no podía echarse atrás.
- ¿Ahora? Salir al jardín y cruzar los dedos para que esa estatua sea sólo una estatua. - dijo en voz baja. - Tampoco es que tengamos muchas alternativas. - añadió. Dicho esto, salió al jardín lentamente, atenta a cualquier movimiento de la estatua, de los cuervos o de cualquier sombra acechante...