Partida Rol por web

Ángela soltó una carcajada de sorpresa ante la ocurrencia del chaval. Casi podría decir que se sentía orgullosa de él. Inmediatamente, salió disparada detrás de Deivid cuando se dirigió hacia el club de matemáticas. Después de su ininteligible conversación con las cajeras del supermercado, miedo le daba que el chiquillo quisiera también entablar amistad con estos zombis. 

Observó cómo deslizaba el papel bajo la puerta y le revolvió el pelo tras su comentario. Después se dirigió a Fernanda para tranquilizarla

- No te preocupes, Fernanda, estarán entretenidos. Mientras no salgan de la habitación, por mí como si quieren despedazarse los unos a los otros y comerse entre ellos.

Richard María intentaba ordenar las piezas de los silófonos y metalófonos, pero siempre le faltaba un fa. Sin embargo tenía el oído puesto en todo lo que hacían y decían sus compañeros, y cuando escuchó al niño gritar "¡La Conjetura de Hodge!", el compositor se levantó de golpe con los brazos levantados.

-¡¡¡Hooodge!!! ¡¡¡Amigo mío!!! -el compositor se quedó un poco cortado al ver que el tal Hodge no hacía acto de aparición. Miró a un lado y a otro, sin comprender, y finalmente se sacudió la cabeza, apesadumbrado.

Una vez la situación se calmó, decidieron reemprender la marcha hacia el piso de Anal. pasaron junto al conserje sin hacer ruido tal y como habían hecho para entrar y salieron al exterior con cuidado de no encontrarse con ningún zombi. Una vez en el exterior Maic tuvo una gran idea.

- Jooooooder, podíamos coger unos bugas o algo, ¿no? Sus dueños ya no los van a utilizar jej jej jej.

Sorprendidos por el inteligente comentario de Maic echaron una ojeada alrededor por si encontraban algún coche para usar. La repentina desbandada de la población debido a la infección zombi había hecho que las calles estuvieran casi desiertas de vehículos. Tuvieron diferente suerte con la búsqueda de coches.

Grant encontró cerca del colegio un Puegeot 307 en buen estado.

Richard María era más de coches clásicos y tuvo algo de suerte al hacerse con un VolksWaggen algo antiguo.

Fernanda tuvo que dar la vuelta a la esquina del colegio para conseguir algo más moderno. Allí, esperándole, había un Opel Insignia totalmente nuevo.

Ángela parecía algo reacia a buscar un vehículo, pero asumió la tarea con responsabilidad. Con Devid de la mano giró una esquina y no pudo disimular una expresión de asombro al contemplar lo que había encontrado.

Por su parte Jessy y la Sra. Palmer no tuvieron tanta suerte. Así y todo encontraron dos cachos de metal con ruedas... o no...

Grant salio al exterior con el resto, inseguro de lo que deberia hacer ahora. En su libreta decia algo sobre la parte trasera de las personas, pero dudaba que eso tuviera que ver con su mision.

-¿Unos bugas?- no entendio esa expresion, pero como todos empezaron a buscar autos él hizo lo mismo. ¿Recordaba como manejar uno? No era tan complicado, habia aprendido a usar el mando de la play con solo dos dedos cuando se quebro las manos al intentar sostener a su suegra un dia en el que resbalo con una casacara de platano.

Dio un par de vueltas, volvio con una bolsa de basura. Eso no es lo que debes buscar, le dijeron. Volvio a internarse en las calles. Aparecio con una carrito de salchicas sin salchicas. Ni siquiera tiene salchiccas, le dijeron. Se fue otra vez, notando ya el cansancio. Entonces aparecio con un auto negro y bonito, que olia a pino.

-¿Las llevo?- les pregunto a Jessy y a la señora Palmer las cuales miraban unos trozos de metal con forma de auto.

La nueva idea de buscar un medio de transporte fue aceptada de buen agrado por todos. Desde que habían "despertado", se habían movido a pie todo el rato, pero no siempre podía ser así pues no todos tenían la misma resistencia. Fernanda asintió y comenzó su búsqueda exhaustiva. Tardo algo en encontrar lo que buscaba, pero cuando lo vio, no pudo resistirse a gritar.

- ¡Toma ya! esto si es un medio de transporte y no el carro con caballos que tenía cuando vivía en el circo. ¡Aquí cabemos por lo menos... - se quedó pensativa y comenzó a contar con los dedos, muy despacio y empezando de nuevo en al menos tres ocasiones - ... trece personas!, di-digo ¡diez personas!, no voy a pasarme que luego andamos muy apretujados. - finalizó feliz y contenta con su aporte.

El coche que había encontrado tenía una buena capacidad de maletero donde podrían transportar los objetos que habían llevado consigo desde el centro comercial. Lo único que podía superar su coche a ojos de Fernanda, era un super autobús con relámpagos a los lados y un propulsor de esos que hacían correr mucho.

El famoso músico le echó el ojo a un Volkswaggen casi tan clásico como él.  Incluso su color oscuro pegaba con el de su esmóquin. Se acercó y descubrió con sorpresa que se habían dejado la ventanilla bajada, solo tuvo que introducir su ágil brazo y tocar el botón que le abriría la puerta. Click. Perfecto. Estaba deseando saber cómo sonaba el motor. Se quitó la guitarra y la dejó en el asiento del copiloto, y después entró en el coche cerrando la puerta con mucho estilo.

-Tú y yo y la señora guitarra vamos rockanrollear de lo lindo. -dijo con tono chulesco mientras ponía las manos en el volante. Sus dedos se deslizaron hasta el cláxon, que sonó con un estruendo que le hizo botar dentro del coche, asustado. -Maldición, va a enterarse todo el zombiecindario.

Comenzó a rebuscar como loco en la guantera, y, para su sorpresa encontró las llaves del coche. Las metió en el contacto, y el motor rugió como un viejo cantante de jazz, el coche vibró y Richard María puso las manos sobre el volante. Entonces recordó que no tenía carnet de conducir. Se encogió de hombros, bajó la ventanilla y gritó a sus compañeros:

-¿Alguien quiere venir conmigo? Tengo espacio de sobra.
 

A Ángela no le costaba obedecer las normas, aunque le gustaba más hacerlo cuando las imponía ella. Agarró a Deivid de la mano y salió del edificio con los demás en busca de un vehículo, sin mucha esperanza y con la única expectativa de encontrar chatarra. Por supuesto, no tenía ninguna intención de meterse en un cacharro oxidado, mugriento y que seguramente se movería solo de la cantidad de mierda y vida propia que habitaría en su interior. ¿Cuántas posibilidades había de encontrar un coche mínimamente decente en una ciudad derruida y bajo los efectos de una hecatombe zombi? Ninguna. 

Y su ninguna posibilidad la encontró allí, justo a la vuelta de la esquina.

- Y luego dicen que las matemáticas son una ciencia exacta! – exclamó asombrada. Instintivamente apretó con fuerza al chico, para evitar que saliera corriendo hacia tal descubrimiento.

- Sí, lo sé – dijo esta vez dirigiéndose al muchacho, con tono de decepción – es roza.

Vale, el color no era de sus preferidos, pero tenía que admitir que era un pedazo de coche. Ya no sólo porque fuera potente y rápido, sino porque parecía completamente nuevo, a estrenar, sin rastro de suciedad. Sentiría lástima si tenía que llevarse por delante a algún muerto viviente y ensuciar la perfecta carrocería. 

Se acercó lentamente hacia él para inspeccionarlo, con la ventaja de poder observar su interior sin necesidad de tocarlo. 

- Una de las primeras cosas que has de aprender, pequeño, es a no tocar nada que no haya sido revisado visualmente con anterioridad. 

Ángela sacó su paquete de toallitas íntimas del bolso mientras escrutaba el interior hasta dar su visto bueno. Se acercó a la puerta delantera e intentó abrirla, sin éxito. Absurdo, teniendo en cuenta que era descapotable. Tal y como había visto en las películas americanas, encontró las llaves en el parasol del conductor. Abrió las puertas y comenzó a limpiar los asientos con vehemencia. 

- Y la segunda lección de hoy, nunca te sientes en ningún sitio que no haya sido limpiado antes. 

Al terminar, se dirigió a la parte trasera y con una de las toallitas accionó la palanca del maletero. 

- Veamos que tenemos por aquí… no queremos pasear por la ciudad con un zombi en el maletero, ¿verdad? – comentó abriéndolo y comprobando que estaba todo en orden. - Todo correcto, podemos irnos – exclamó, indicando a Deivid que se metiera dentro del coche. 

Se puso el cinturón de seguridad, indicó al chico que hiciera lo mismo y arrancó el motor, dirigiéndose hacia sus compañeros. Escuchó el sonido del claxon de Richard María y, para evitar el mismo error dos veces, dio las luces largas para llamar la atención de los demás. Evidentemente no para que subieran, puesto que el coche sólo disponía de dos asientos, pero… qué demonios! por una vez quería fardar de su descubrimiento.

- ¿Cuándo nos vamos? – dijo con una amplia sonrisa.

Los demás se repartieron entre los coches que habían encontrado. No tardaron en ponerse en marcha con Maic en cabeza dirigiendo aquella curiosa caravana. Tardaron poco más de diez minutos en llegar al lugar indicado ya que se encontraron varios semáforos en rojo que por algún motivo ilógico, respetaron.

Cuando ya se encontraban todos ante el edificio que debían visitar, escucharon un ruido lejano. Era, una vez más, un autobús. Se escondieron como pudieron detrás de unos contenedores y vieron cómo se detenía delante de una marquesina. De ella salieron cinco zombis en dirección al autobús pero en éste parecía no caber nadie más. El segundo de los zombis no era capaz de entrar dado que estaba abarrotado con tan mala suerte que las puertas del vehículo se cerraron atrapándole un brazo dentro. El zombi luchó por sacar de allí el brazo, pero no era capaz. Cuando las puertas del autobús se abrieron de nuevo, lo que antes era un brazo ahora era poco más que un muñón. El zombi miró con reproche a los otros zombis que estaban dentro que con disimulo miraban hacia arriba con la sangre aún chorreando de sus bocas. El bus cerró las puertas y se alejó una vez más perdiéndose de vista.

Maic se acercó a la puerta del edificio y de un codazo rompió el cristal del portal. A continuación descubrió que la puerta estaba abierta.

Entraron en el edificio, parecía totalmente vacío. Ante ellos una dura tesitura ¿Escaleras o ascensor?

Mientras sus compañeros acordaban a que coche subirse, Fernanda caminó sola hasta el Opel que ella había encontrado. Tras llegar, abrió una de las puertas traseras y se sentó cómodamente a la espera de que sus compañeros decidieran por fin, el coche en el que debían subirse.

Los ojos de la joven comenzaron a cerrarse. Llevaba mucho tiempo sin sentarse en un lugar tan cómodo como aquel, y ni que decir del tiempo que llevaría sin echar una cabezada como mandaba la tradición: boca arriba, con la boca abierta y roncando, vamos, como lo hacía una señorita de verdad.

Fernanda se despertó cuando uno de sus compañeros cerró la puerta al bajarse. El grupo había llegado a su destino y la circense ni se había dado cuenta de cuando habían subido al coche. Debido a su siesta, no se percató de quien había conducido, pero seguro que sabía hacerlo muy bien porque no se había sobresaltado ni un momento de su plácido sueño.

Tras bajarse del coche estirando su cuerpo y dando un sonoro bostezo, echó a correr junto a sus compañeros para esconderse de los zombies que se encontraban en la parada del autobus y en el mismo bus. La joven se rascó los ojos y volvió a bostezar, necesitaba dormir un poco más... sobre todo si era en una cama bien mullida.

Cuando hubo que decidir si subir por las escaleras o el ascensor, Fernanda lo tuvo claro desde el principio.

- Tenemos que subir por las escaleras - dijo segura de si misma - ¡Será divertido!, veréis, puedo ir cantando la canción esa de: "nino ninoninoni nonino, nino ninoninoni nonino, ni ninonino, ni ninonino, ninoninoninonino ninonino.." - añadió tarareando la famosa canción de circo - ¿Sabéis cual es a que si?, pues esa. Yo soy muy muy muy rápida subiendo escaleras, pero si canto me cansaré antes así que podemos jugar a ver quien puede pillarme... como un pilla pilla por las escaleras. ¡¿A que es guachi el juego?!

Grant condujo detras de toda la caravana, no era aconsejable que la persona que olvidaba lo que hacia cada minuto fuera la que guiara al grupo. Aun asi, la decision de dejar a Maic el liderazgo demostraba la poca apreciacion que tenian de sus vidas. Pero, contra todo pronostico, llegaron sanos y salvos al edificio del señor... En fin, del tipo ese.

Luego de un juego de escondidas con los zombis, entraron en el edificio. Grant se preguntaba si los zombis bajaban en algun lugar o simplemente se limitaban a subir al bus hasta que no cabiera nadie mas. Era una buena pregunta que murio en su mente como todo lo demas.

Asi que, sin saber muy bien porque, Grant se metio en el ascensor y espero a ver quien le acompañaba... Esperaba que alguien le acompañe, pues sino estaria subiendo y bajando sin saber en donde bajarse.

Richard María derrapó de lo lindo, mientras intentaba hacerse con el control del coche. Activó varias veces el limpiaparabrisas, confundió la radio con el mechero, y puso los intermitentes siempre hacia el lado contrario del que iba. Pero estaba disfrutando de lo lindo, mientras escuchaba The best things in life are free, en la radio.

Aparcó como pudo, cargándose una boca de riego y creando un surtidor de agua que surgía con fuerza. Cuando salió del coche, puso la palma de mano hacia arriba y dijo:

-Vaya, cómo llueve.

Siguió al grupo hasta el edificio. La circense estaba intentando que hicieran ejercicio, pero Richard Maria era más de ascensor y mayordomo. De hecho, su mayordomo siempre conducía por él, tanto el coche como el ascensor. El compositor no tenía ni idea de cómo funcionaba un ascensor pero sabía a ciencia cierta, que era mucho más cómodo que subir las escaleras corriendo.

Se metió con Grant en el cubículo, y esperó a que el oriental activara el mecanismo que les llevaría hasta la planta donde se encontraba el piso del señor Anal. Qué gran apellido para un señor, no podía evitar sonreírse cada vez que lo recordaba.

Ángela hubiera disfrutado de las vistas del paseo y del hecho de poder conducir un coche como aquel si no fuera porque no podía quitarle ojo a Richard María por el retrovisor. Los diez minutos que duró el trayecto, no paró de lanzar improperios que, por supuesto, el músico no podía escuchar. Cuando llegaron a su destino, aparcó lejos del Volskwaggen, activando la capota para que aquel majestuoso coche permaneciera en perfectas condiciones.

Lanzó una mirada intensa de reproche a Richard, acercándose a él con rapidez para preguntarle a quién había sobornado para conseguir el carnet de conducir, cuando el autobús hizo su aparición. Se escondió junto con los demás con un gesto de repulsión en su rostro. No fue siquiera capaz de recapacitar sobre su teoría de la ruta del autobús. Lo único que le rondaba por la cabeza era lo infinitamente asqueroso que resultaba permanecer en su sitio tan pequeño frotándose con tanta gente. Un escalofrío recorrió su cuerpo sólo de imaginarse en una situación similar y, en cuanto el bus desapareció, se dirigió con prisa hacia el interior del edificio.

Ángela se encaminó directamente a las escaleras, como siempre que se encontraba en lugares públicos. Ir en ascensor significaba compartir un espacio muy reducido con otras personas y haber visto la escena del autobús no ayudaba en nada a su imaginación.

- ¿Qué piso ez? – preguntó mirando a la doctora.

- Sexto piso -respondió la doctora.

De repente, todos los personajes agitaron sus caras. Se habían quedado traspuestos unos instantes pero parecían haber pasado muchos días, incluyendo unas navidades y un cambio de año.

Se recuperaron de aquel momentaneo shock y siguieron lo que hacían. Ángela, Fernanda y Jessy se encaminaron hacia las escaleras mientras que Grant, Richard y la Señora Palmer se adentraron en el ascensor. Se verían arriba, en el sexto piso.

El ascensor chirrió cuando se metieron dentro, pero parecía mantenerse en buen estado. Lo que no sabían es si habría luz. Enseguida salieron de la ignorancia cuando la señora Palmer apretó el botón del sexto piso y el ascensor se puso en movimiento con un fuerte tirón y un chirriante ruido de maquinaria demasiado tiempo parada.

El botón del sexto piso se desprendió del panel y comenzó a echar solitarias chispas. El ascensor se zarandeaba y preocupantes ruidos llegaban de todas partes. De pronto, el ascensor dio un vuelco y se inclinó hacia un lado. No dejó de ascender, pero uno de los laterales superiores del ascensor se estaba rascando contra una pared lateral. El cubículo siguió su ascenso hasta que el panel digital mostró el número "6". Llegado ese momento, las puertas se abrieron. El ascensor seguía girado, lo cual hacía un curioso efecto con respecto al suelo del sexto piso, pues formaba un escalón que no era paralelo. Por suerte, la abertura era suficiente para que pasaran por ella sin mucha dificultad. Habían llegado al sexto piso y seguían vivos. Era toda una hazaña viendo el estado del ascensor.

Fernanda, Ángela y la Jessy comenzaron a subir las escaleras. Ascendían hacia un sexto piso de modo que se armaron de paciencia para subir bastantes escalones. Cuando apenas habían comenzado a subir, escucharon ruidos extraños procedentes de donde se encontraría el ascensor. En principio se asustaron temiendo por la suerte de los demás, pero pronto se relajaron al escuchar cómo aquellos ruidos continuaban hacia arriba con lo cual el ascensor parecía seguir funcionando.

Continuaron su ascenso, y al llegar al rellano del cuarto piso, se encontraron una sorpresa...