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En su país era el típico estudiante japones, reprimido, constreñido por las reglas y agobiado por todo y por todos. O al menos era la impresión que tenia siempre. Cuando le ofrecieron la posibilidad de irse un año de intercambio de estudiantes fue como si se abriera el cielo para el.LA posibilidad de un poco de libertad, dejar a un lado los muchos deberes, tanto estudiantiles como de otro tipo eran demasiado buenos como para dejarlos pasar.

Le costo un poco pero convenció a sus padres para poder ir, sobre todo con el cuento del perfeccionamiento del idioma.Pasar en un par de exámenes de ingles de un sobresaliente a un suficiente raspado fue la gota que colmo el vaso. Casi le obligan a irse para reforzarse en la materia. Un insuficiente habría sido demasiado y no habría querido terminar interno.