Comunidad Umbría :: Usuarios, mensajes, demás... :: Me voy para volver
Ya me costó unas semanas presentarme. Entré en Umbría con espíritu de espectro; tímido, rezagado, podía irme en cualquier momento. Me presenté y me arrepentí. Tuve la suerte —o la desdicha, según el pie con el que te calces— de toparme, de salida, con legendarias Umbrianas y Umbrianos. Dejaba de ser un espectro para convertirme en un usuario. Ya no podía irme. Jamás me iría. Jamás me iré. Este debe ser, como dirían los Talking Heads, el lugar.
Acortando. Por razones económicas —el sistema de vida en Barcelona es asfixiante— y la falta de oportunidades laborales —para resumir a qué me dedico, voy a decir que soy poeta—, me mudo a Tarragona, casi al último pueblo de Catalunya, a pocos kilómetros de Aragón, a una casa que lleva veinte años deshabitada; a limpiarla, reformarla y habitarla, a convertirla en mi guarida. Dejo atrás a mi familia y a una persona a la que amo y me ama. Me voy solo, allí me esperan otras personas igual de estimadas. No me voy solo.
Jamás pensé que tendría que escribir este mensaje, que tendría que pausar las partidas que dirijo y ausentarme de las que estoy inscrito. Jamás imaginé que este lugar me daría tanto, que las personas que hay detrás de los avatares y pseudónimos me darían —sin esperar nada a cambio— tantas ilusiones.
Acabando. Hace un mes que tendría que haberme ido. He tratado de resistirme. Voy y vengo, pero sigo aquí. Pese a que el proyecto en el que me embarcaré me conmueve —construir un espacio para acoger a poetas, artistas y espectros vinculados a la cultura—, no quiero dejar de entrar en Comunidad Umbría. Aquí me he reencontrado con el poeta que había enterrado en el asfalto de Barcelona; de ahí me han desenterrado personas increíbles. Empero... Esta será mi última semana en activo.
Creo firmemente en las despedidas siempre que impliquen un posible regreso; por escasas que sean las probabilidades. No es el caso. Deseo creer que en febrero, a lo sumo, volveré aquí —voy a dejarme llevar por la emoción, disculpadme—, a este cuarto de los juegos salido de la imaginación de un Ray Bradbury descalabrado.
Sin más. Nos vemos pronto. Como decía que dirían los Talking Heads...
Los caminos de la Luna:
Réprobos de tiempo sin sonido
Alimentan cuerdas tensas de hilo
Comiendo tejidos de denso nido.
Reverbera el agua azul en ondas
Salpicada y agitada por violencia
Sulfura maligna perversa ciencia
Robando ecos, eterna conciencia.
Telares sedas rasgadas sin llanto
Ardiendo sin viento y sin lamento
Quemando así páginas de destino
Quebranto del pobre y del errante.
Siembra pavor el grito sin sonido
Son explosivos de carne sin motivo
Rueda que sin sentido gira tiovivo
Acarreando sacos sal sin esfuerzo.
Corona que rueda al caer a tierra
Veneno que de la semilla esparce
Comiendo su alma la siente tierna
Cual vida que escapa de su alcance.
Brujas de turbada indeterminación
Recorrieran por el obscuro bosque
Buscando su sanguinario propósito
En luna de voces sin sentimientos.
El que calla otorga, te diría. Qué desfachatez.
Me quedé pensando, luego imaginando. ¿Lo habrá escrito él? ¿Se lo robó al tiempo?
Anduve hasta una de las cúspides. Debes saber que hay tantas como promesas nos hacemos.
Nadie había, nada hallé.
Descendí y caminé hasta la siguiente. Nada, nadie.
Bajé y subí dos más, tres, hasta cuatro.
Nadie.
Nada.
Las estrellas negras a las que pretendía drenar para responderte habían caído, pero ¿dónde?
¿Dónde?
¿Dónde estaban?
¿De dónde iba a sacar las palabras entonces?
Fui entonces hasta la quinta cúspide, donde había plantado la roca del adiós, donde había germinado la roca de los héroes.
"Qué estruendo" —me sugirió mi alma—. "Este lugar ya no es lo que fue".
"¿Acaso lo era?" —le respondí.
Nos reímos como esbirros. Qué casualidad que lo menciones. Qué acertado que así nos señales.
Fuimos entonces a la sexta cúspide. Allí no había nada que mereciera ser mencionado.
Bajamos y bajamos y bajamos hasta darle la vuelta al cielo; hasta alcanzar la séptima cúspide, la octava y la novena.
Si te contara...
Pero nada, allí no había palabras. Sí, estrellas; huecas, insulsas, de las que penden de cables sobre el asfalto estas fechas. Ya sabes. Parafernalia.
Así que nos escondimos en la décima cúspide.
"Dejemos que pasen los días".
"Dejemos que pasen las noches".
"Contemos las horas que falten".
"A partir de las doce, nadie tendrá derecho a reprocharnos que no le dijéramos nada".