Partida Rol por web

Hoy era un día glorioso. Hoy había venido de visita Raymond Lestraight, de los reinos del Este, con un mensaje que mostrar al Rey Tavern. Tras duras guerras hoy era el momento en el que se firmaría la paz con este conjunto de pequeños reinos unificados. La música sonaba, pronto saldría a bailar la bailarina de la corte, y la música sonaba aunque la sala estuviera todavía casi vacía. Las mesas estaban listas: Una para los pocos criados que tenían el privilegio de asistir a esta reunión y otra más grande y lujosa para la familia y amigos del Rey, encabezada por él mismo y su mujer.

El que estaba puntual era su mano derecha, que esperaba, sentado al lado del trono del rey a su monarca. Estaba recto y con una mirada fría, como de costumbre. No se fiaba de los actos de muchos de los de la corte, y sospechaba de algunos.

En la sala, apostados en las paredes había seis guardias que mantenían la estabilidad de la reunión como lujosas armaduras. En caso de disturbios serían ellos los encargados de ejecutar las órdenes del rey. Hoy era un día especial, así que había que celebrarlo.

La sala es muy lujosa, tiene numerosos cuadros y una alfombra roja que pasa por debajo de las dos mesas. El suelo es de un color amarillento y parece mármol, al igual que sus seis columnas. El espacio es muy amplio, y hay numerosos ventanales con motivos históricos que cuentan batallas con dragones y diferentes monstruos mitológicos. Es de día, así que la luz entra con fuerza y ciega a los que intentan ver demasiado esos grabados.

Al poco tiempo de comenzar la celebración se escucha un muy sonoro chasquear de dedos y la luz que cruza los ventanales se mueve danzarina por unos instantes... ¡y los dragones echan a volar! So hermosas figuras hechas de luz que sobrevuelan la estancia, pasando entre los comensales sin llegar a tocarles y lanzando agudos pero suaves gritos de caza. Por la puerta entra una figura que no es ajena a los habituales de la corte.

Es el hechicero del Rey, ni más ni menos, el muy conocido Galfen Maardan. Con una sonrisa se inclina ante los aplausos con una elegante reverencia. Los dragones vuelan a su alrededor mientras se acerca a la mesa donde se sientan los soberanos y cuando está frente a ella las figuras de luz se inclinan en una noble reverencia y su luz se disuelve en miles de pequeños destellos que se esparcen por la sala para el deleite de los presentes.

- Mi noble rey, mi bellísima reina, nada me honra más que estar ante vuestras augustas figuras en tan exhultante día. El día en que vuestra sabiduría nos guía una vez más hacia tiempos prósperos y mejores para este reino. Nunca en mis largos años de anadear la tierra vi nación mejor gobernada - y completa sus palabras alzando una copa de vino - Por el rey Tavern y la reina Szvesta, largo sea su reinado por muchos años.

 Entré en el salón de fiestas con mi hermosa y amada reina cogida del brazo, momento en el cual recibimos las reverencias de los presentes, mientras el heraldo anunciaba nuestra llegada. Acompañé a Szvesta hasta nuestro lugar en el banquete y nos sentamos.

 En ese momento el hechicero de la corte hizo una espectacular entrada, mostrando toda una serie de fuegos mágicos de artificio maravillosos, que no pueden más que dejarme encantado. Tras los cumplidos de Galfen Maardan vertidos hacia mi persona y mi reina, no puedo más que dedicarle un saludo con a cabeza, a modo de agradecimiento, mientras todo el mundo aplaudía lo que había dicho.

 Mientras todo volvía a la normalidad y cada persona charlaba con el que tenía al lado, yo me incliné hacia mi esposa y le susurré algo al oído...

 Preguntándole en voz baja, le pregunté a mi esposa:

 - ¿Que opinas del hechicero, mi amor?. Y no me refiero solo a si te a gustado el espectáculo que nos a montado ahora...

 Mi padre me había enseñado a desconfiar de las lenguas de plata hasta que demostrasen que su lealtad era sincera, así pudo gobernar hasta la vejez.

Cuando el Rey aparece me levanto rápidamente y hago una elegante aunque discreta reverencia.- Mi señor... mi señora... ¿qué tal se encuentran hoy?.- digo volviendo a mi asiento al lado del rey.

 Le dediqué a Karg una sonrisa amistosa y le respondí:

 - Bien, Karg, gracias por preguntar. ¿Y como estás tú?.

- Si le soy sincero no me siento muy cómodo en estos ambientes... estoy acostumbrado a la guerra.- dije sonriendo.- Aún recuerdo aquél día en el que éramos simples amigos en busca de aventura...- dice mirando al vacío, recordando vuestra juventud, en la que erais grandes amigos.

 Le dediqué a mi viejo amigo una sonrisa nostálgica:

 - Si que eran viejos tiempos, sin tanto protocolo ni obligaciones... La verdad es que hecho de menos un poco esa época.

La reina se unió a los presentes acompañada de su marido. Un sencillo traje de color verde, de corte discreto, una piel de color blanco moteado de negro sobre los hombros que dejaba caer una capa de color rojo a sus espaldas, el largo cabello triguero  adornado con elegantes y complejas espigas del color de la cebada, cuentas y diseños extraños. Los ojos muy marcados en negro khol, contrastando fuertemente con su piel pálida. Realmente parece una dama del norte.

-He aquí un hombre que gusta mucho de si mismo.- Comento sonriendo de lado al ver el espectáculo del mago. No era la primera vez que el hechicero les visitaba y siempre había resultado una charla amena. Ofrecía un punto de vista diferente y refrescante copmparado con los aburridos cuchicheos de la corte.- Brindemos pues por la paz, que sea larga y fructífera para todos... ¡Que comiencen los festejos!

La reina alzó la copa, rebosante de vino especiado y brindó por los presentes y por los caidos, al tiempo que tras terminar, respondió a su señor esposo de igual manera.

La pregunta la sorprendió, pues no recordaba que la memoria del rey fuera mala.

-¿A que os referís esposo? No es la primera vez que el hechicero viene a nuestras tierras. Sus palabras siempre han tratado de adular y endulzar nuestro parecer, pero dispone de cierta sabiduría...- La reina bebió del cáliz, esbozando una sonrisa de broma, oculta por la copa.- A menos que os interese en... Otros aspectos, sobre los cuales me temo no tengo respuesta para vos.

 Me reí de buena gana de algo que mi esposa me dijo al oído y luego le volví a responder en voz baja, sin que nadie pudiera escuchar de que se tratara...

 En voz baja le respondí, sonriente:

 - Puedes estar segura que mi interés se limita a las mujeres... Me refiero a si crees que el hechicero es digno de confianza o si crees que tiene motivos ocultos.

La bailarina se estaba preparando para el acto principal.

Por supuesto, su categoría dentro de las artes de la danza no tenían parangón en todo le reino, y así se lo había hecho saber al chambelán de la corte del rey Tavern. O era el plato fuerte de la velada, o se volvía por donde había venido, y precisamente trabajo era lo que no le faltaba.

Estaba vestida con un ligerísimo vestido rojo oscuro, que constaba de una pieza para los pechos y larga falda, amplia y con aberturas en los laterales, para dejarle un buen movimiento de piernas. El resto del cuerpo iba al aire, a excepción de sus pies, o casi, ya que llevaba unas sandalias que apenas ocultaban dichas extremidades.

Sus manos, hombros y de rodilla hacia los pies, estaban cubiertos de un extravagante aunque muy logrado dibujo, el cual lo llamaban en los reinos del sur, Henna, muchas veces le había dicho que eran la marca del diablo, o símbolo de brujería.

¡Oh, cuan estúpida era la gente corriente!.

Mientras hacía algunos movimientos, para que la actuación no la cogiese en seco, su pelo trenzado se movía acompasado, junto con una rosa roja colocada a la altura de la sien. Rojo pasión, tenía un fuerte simbolísmo entre las zíngaras de las cuales había aprendido todas sus artes.

Las múltiples pulseras que portaba hacían un tintineo acorde a sus movimientos, y su rostro cambiaba de expresión al mismo tiempo.

Antes de salir comprobó que el maquillaje de sus labios, del color del vestido, y el negro profundo de sus ojos, no tenía ninguna imperfección.

Ella era una profesional, no podía esperar menos de sí misma.

Mientras la fiesta discurría, Ailara esperaba su momento.

Galfen bebe a la salud de los soberanos con gusto, y cuando vacía su copa la deja ante la monarca, sonríendo por sus palabras.

- ¿Quien no gustaría de si mismo pudiendose contar entre las amistades de tan excelsa realeza, mi señora? Algo debo de haber hecho bien para contar con el favor de un rey cuya bravura y buen criterio es conocido en miles de leguas a la redonda, cifra solo superada por la distancia a la que se extienden los rumores de la belleza y la astucia de su reina. - Y mientras habla, acompaña sus palabras de un gesto de su mano y deposita una rosa de fuego en la copa vacía que acababa de dejar en la mesa.

- Así que ruego perdonéis el orgullo de un hombre vanidoso, pues no es en balde el motivo de tal pecado en este caso. - aparta al fin los ojos de la hermosa reina para depositarlos en el rey y su acompañante - Mi rey, estaría encantado de oir de vuestro buen en hacer en política de la mano de tan experimentadísimo consejero, mi buen Karg - sonríe a la mano derecha del rey con respeto.

 Las puertas se abren dejando entrar a una persona que el propio rey conocía, mas bien el reino conocía debido a su sed por la pelea y siempre tenía la espada filosa. En estos momentos se encontraba a su derecha donde podía apoyar el brazo tranquilamente, traía una capa con una piel de zorro que el mismo cazo hace ya varios años cuando tan solo podía diferenciar una espada de su propia mano.

 Primo Tavern y gran rey de reyes, a tu lado se encuentra su fulgurante reina. Me inclino apoyando mi espada en el suelo suavemente y luego la vuelvo a guardar. Hace tanto tiempo que no te veía, creo que desde que era un muchacho que solía correr a las chicas pero ya no mas. No había venido solo sino que junto a mi estaba mi hermana como siempre muy hermosa intentando buscar un esposo.

 Espero que recuerdes a mi hermana Alina, como siempre es un gusto verte y nos gustaría traerte algo como regalo por nuestra invitación a una buena fiesta. No era un rey aunque si no fuera porque mi padre murio en combate y no había nacido la historia sería otra.

 Unos mayordomos traen un cofre y adentro hay oro, armas y armaduras. Un regalo de familia mi rey, espero que no le moleste. Vuelvo a la misma pose con mi hermana dejando que me tomara el brazo, debía cuidar de ella desde que nuestra madre murió. Que viva el rey. Tomando una copa de vino y bebiendo un poco. Querida hermana creo que va hacer una gran fiesta.

La reina se yergue sobre su diván en pose regia, con la copa en la mano mientras mira al encantador hacer su truco, una rosa de fuego, que hace que la reina abra los ojos con sorpresa mientras la admira sorprendida. Un truco hermoso, desde luego, que habla de las proezas de las que el mago debería ser capaz de realizar.

- Un hombre afortunado, sin duda.- Comentó la reina, acercándose a ver la rosa más de cerca para luego dirigir la mirada, curiosa, penetrante al hechicero, mientras con un dedo acaricia la superficie acristalada que guarda al presente encantado.-  Suerte que acompaña a una lengua de terciopelo envuelta en un pico de oro. Me pregunto, ¿que terribles encantamientos habrá pronunciado una voz que ahora adorna con mieles un oido ajeno?- Finalmente la reina se recosta sobre su divan, regalando una sonrisa al prestidigitador.

Cuando el primo del rey hace acto de presencia, la reina centra su atención en el hombre, por un segundo y al ver la espada desenvainada, a su mente vuelven recuerdos tristes y oscuros, pero sus actos la calman por un instante. Vuelve a beber una moderada cantidad y hace un gesto a una de las doncellas que la atienden para que le rellenen el vaso. Cuando la doncella se acerca la reina le susurra algo al oido para luego volverse al pariente de su esposo.

-Es un placer veros James, al igual que a vuestra hermosa hermana, su majestad os ha extrañado, y no ha parado de contarme maravillas de ambos. Ardía en deseos de conoceros.- La reina se levanta para dar la bienvenida a tan ilustres personajes en la corte con un gesto amable.

La reina le dice a una de las doncellas que avise a la bailarina para que comience su danza cuando tenga a bien.

 Encantada por el espectáculo ofrecido por el agasajador hechicero, una de las criadas aplaudió con júbilo su gala, pero sin desviar su atención en ningún momento de la mesa presidida por sus majestades y sus invitados.

 Habían reparado en cada detalle para la preparación del salón y su próxima celebración, y no se permitiría distraerse de su trabajo durante tan importante gala. Todos estarían bien servidos, y sus peticiones serían atendidas con inmediatez y eficacia. 

 Así lo sería también la de la reina, llenando en seguida su vaso, sonriente, mientras se cuidaba de vista de que el resto de comensales encontraran cubiertas sus necesidades. Asintió a las palabras de la reina, que confirmaría en voz baja antes de retirarse con una reverencia y encaminarse presta hacia la bailarina, a la que dirigiría unas pocas palabras en voz baja.

- Enseguida, su majestad. - Contesta firme y escueta.

- Disculpad, dama Ailara. Su majestad la reina desea que deis comienzo a vuestra danza próximamente - Murmuró a la bailarina, a quien se quedó mirando unos segundos, esperando colaboración inmediata.