Partida Rol por web

-No te preocupes, no lo estaremos. No creo que sea sólo la peste...

Ví venir a la camarera con el vino y le pregunté.

-¿Señorita?, soy un forastero como ve que sabe bastante de las artes curativas. Quisiera ver al médico local para auxiliarlo con lo que sucede en el pueblo. ¿Sabría decirme en dónde puedo ubicarlo?

Esperé la respuesta mientras dejaba que Rodrigo tomase tranquilo, yo también lo haría pero no demasiado. No quería perder el control y dejar ver lo que realmente era, pues mi vida, y no sólo eso, estaría en juego.

Admito que encontrar alguien tan jaro como el consejero es harto difícil, pero que el muchacho también lo sea... Blanco y en botella, me temo. Aquí alguien es algo más que consejero...

Dejando mis pensamientos de lado por un momento, hago una reverencia hacia al muchacho, mientras me acerco. Intentando romper el silencio incómo, digo al chico— Saludos, mi joven señor. Como os han dicho, mi nombre es Don Íñigo de Martiñez. Estoy aquí para supliros hasta que alcancéis la mayoría de edad. No obstante, decidme, joven, ¿en qué puedo serviros?. Porque, pese a todo, recordad que estoy a vuestro servicio.

Desde luego, esto no era lo que esperaba cuando partí en busca de aventuras lejos de la corte, pero no tener a nadie por encima mía, excepto al muchacho, y tal vez a su "consejero", podría estar bien. A ver como salía todo...

Entrais con la nube de preocupaciones rondandoos vuestras cabezas, en el único lugar que parece haber alguna risa o alegría en esta villa misera. Al abrir sus puertas, os encontrais con una amplia sala caldeada por una chimenea que por el poco humo que hay en el interior ha sido cuidado y tira bien, donde varios aldeanos y un soldado se caldean los huesos mientrás beben en sus jarras de madera que dejan en una mesa cercana. Otros tantos pueblerinos se sientan en las mesas, jugando a los dados,  comentando las penurias del dia o contando chascarrillos con los que de vez en cuando consiguen sacar una sonrisa o una franca carcajada en este frio lugar de la estepa castellana.

Un tabernero de amplias carnes que os mira con un ojo blancuzco y otro de color marrón, sonrie amigablemente, la primera sonrisa autenticamente acogedora del lugar y os saluda:- Viajeros, ¡Vive dios que por fín ha soltado la mano y sonrie a este lugar! Por supuesto, ahora mismo abro una buena barrica de vino para serviros dos vasos, ahora mismo...- Parece estar ansioso, la llegada de extraños en un pueblo como este golpeado por una enfermedad es un soplo de aire fresco sobretodo si teneis historias que contar que les distraigan. Trás la corta espera, una muchacha bonita de sonrojadas mejillas y talle generoso se os acerca, sale de la parte de atrás por donde había salido el hombre corpulento, con dos jarras de vino, sirvidooslas en la barra y os pregunta:-Aquí tienen sus vinos, vuesas mercedes- A la pregunta de Pietro, la muchacha  le contesta efusivamente:- Supongo que cualquier ayuda es buena, el camino a donde nuestro médico es sencillo, está a cuatro calles de aquí, en una casa muy grande, te fijaras en la fila de personas que entrán para no volver a salir... Me temo- La gente se pone meditabuanda ante las palabras de la chica, cuando el posadero sale y grita:- Deja de poner cuitas en la cabeza  de los clientes, Liandra, que ya bien pesaroso está afuera para cargarles con historias aquí dentro, extranejeros, me llamó Pedro, y como el apostol aquí cuido de que todos sean bien recibidos.- Sonrie con humor el regordete tabernero.

Al abrir la puerta y descubrir que lo que fuera que arañaba la madera se había esfumado en cuestión de segundos me deja en un estado de completo desconcierto, seguido por un pequeño nerviosismo. Tratando de no pensar en ello cierro de nuevo la puerta y vuelvo a recostarme en mi jergón, aunque nada tranquilo y sí algo malhumorado. 

PUM, PUM, PUM. En un instante, mi corazón pasa de la calma del reposo a latir con la misma volocidad e intensidad que los golpes en la puerta. Rapidamente me pongo en pie de nuevo, pero esta vez no voy hacia la puerta, sino que agarro mi hacha y aguardo. 

—Nadie va a abrir esa puerta, mujer —digo con tono imperativo, o al menos lo intentento, mientras veo como las bisagras se resienten con cada nuevo golpe—. ¡¿Quién anda ahí?!

Elena se levanta de la cama con los musculos tensados para el combate, más de una vez le había tocado luchar nada más levantarse en alguna campiña junto con sus hermanos, aunque por primera vez tiene cierta incertidumbre en su mente, pues aunque sus hermanos y su padre le han comentado sobre cosas extrañas en la noche, nunca había tenido un enfrentamiento con nada fuera de lo común, y su imaginación le empieza a jugar malas pasadas, con su fuerte brazo recoge su hacha dispuesta a cualquier eventualidad.

En tanto, Martín que se ha vuelto hacía su camastro, se levanto al primer fuerte golpe, y coge su querida hacha, sin que apenas se le note como la garganta se le seca, pues él mismo ha podido ver que no había ningún lugar donde se pudiera ocultar un perro, hombre o lo que sea, es un maldito pasillo vacio, y mucho menos algo tan grande que es capaz de hacer que las bisagras crujan de esa manera. Su hosquedad hacía Elena, es parte de su nerviosismo que acentúa su mal pronto, aunque por la manera que coge el hacha la guerrera, lo mejor sería cuidar su lengua, la situación no hace que se ande por las ramas. La pregunta no tiene respuesta, a excepción de un silencio, que pronto es cubierto por otra retahila de golpes de zarpas, aunque parece que más distanciados en el tiempo, como si viera lo que sea que está afuera que no conseguiría nada con esa tactica. Oís como las zarpas se alejan , para después escuchar como se acercán en junto con un fuerte golpe, tan potente, que la clavija superior es arrancada de cuajo y cae al suelo a vuestro pies, mientrás que se oye el gruñido de una fiera sin duda, como si algo con mucha hambre, hubiese olido en vuestra habitación algo suculento.

Ante la similitud del pelo y los ojos, no puedes más que sospechar que el consejero, fue alguna cosa más que eso con la madre del conde, pero intentas ocultar en tu rostro cualquier actitud suspicaz o algo parecido, al fín al cabo. El chico ha sido reconocido, y ahora mismo quieras que no es el conde del lugar. Ante tu reverencia el chico sonrie con candidez, mirando un momento a su consejero, para cogiendo la mascara de madera ponersela en el rostro, y con voz dulce os dice:- Espero que nos incomode que os hable con la mascara puesta, pero como seguramente mi consejero os habra comentado, tengo una enfermedad en la piel que no me permite llevarla espuesta mucho tiempo. Bienvenido seais a mis tierras don Iñigo, por supuesto sera un honor aprender de alguien tan capaz como usted, y ver como actua un buen gobernante. Aunque su ayuda sera bienvenida, no se yo como podremos beneficiarnos de ella, ahora mismo tenemos el problema de como podríamos conseguir la vuelta del comercio por nuestras tierras, la plaga diez veces maldita, ha ahuyentado a los posibles viajeros-

El consejero habla trás aclararse la garganta:- Mi señor tiene razón, aunque ya de por sí es malo perder a nuestros habitantes, peor sera si llegamos a no disponer de níngun dinero en nuestras arcas, no podremos disponer de soldados, que en estos campos cubiertos de bandidos y con el peligro de algún ataque moro tendriamos que dejar nuestras tierras despobladas, por lo que como veis habeís llegado en malos momentos para la villa, aunque le sobra fuerza para volver a levantarse, sino solucionamos el asunto de la plaga, no habra nada sobre que hacerlo.-

Para que intentar disimular: es evidente que estoy aterrado. En mi mente, la bestia del otro lado de la puerta mide tres varas de altura, sus garras son como cuchillos y puede volverse invisible a ojos del ser humano. Esta imagen, producto del miedo y la confusión, es suficiente para hacerme ver que no tengo ningun interes en descubrir que hay al otro lado de la puerta. Podría ser hasta peor de lo que pienso, Dios no lo quiera. 

Hago acopio de todo el valor que me queda y de dos zancadas me planto frente a la puerta con la intención de evitar que eso entre. 

—¡Ayudame a aguantar la puerta! —grito mientras empujo con toda mi alma.

 Rodrigo sonríe, por fin esto empieza a parecerse a lo que él venía buscando.

-Abra luego esa barrica de vino, que estaré bien dispuesto a catarla, y bien catada-sonríe- . Por lo visto no tenéis muchos visitantes por aquí, y no me extraña, mas mucho misterio se cierne por estos lares. Estaré encantado de invitar a una jarra de ese vino a quien quiera intercambiar un rato de historias, las mías por las vuestras. Yo estoy ávido de saber que pasa aquí y vosotros seguro que gustáis de escuchar alguna batalla de servidor. Vengo de combatir al moro recientemente, de hecho, tengo conmigo un trofeo de guerra maravilloso- : dice señalando la cimitarra.

-Gracias señorita.

Digo sobre los datos que me ha pasado, también agradezco al tabernero con un gesto de cabeza. Oigo lo que dice Rodrigo, y si bien ya sé dónde encontrar al doctor, me quedaré otro rato con él. Sobre todo porque toda información extra será bien recibida, a veces las fuentes menos oficiales son las que tienen los datos más curiosos.

-En un rato iré a ver a ese doctor... antes de que se haga demasiado oscuro.

Le comenté a mi compañero. Mientras miraba alrededor, excepto el tabernero que era la mar de agradable, las caras estaban tristes, caídas, pero no era de extrañar.

"Pobres gentes... cómo para sonreír en semejante situación."

Pienso y bebo otro sorbo de vino, cuidaré de solo tomar medio vaso y luego a partir.

Con aquella primera respuesta que me dio estuve a punto de levantar mi hacha contra él y luego, una vez tuviera una herida abrir la puerta, pues era ley de la naturaleza que primero siempre moría el que menos posibilidades tenía de sobrevivir, pero al escuchar aquellos golpes, decidí dejarlo para luego, aunque era sumamente recorosa y aquello, no se me olvidaría así de fácilmente.

Salí corriendo hasta la puerta y haciendo tope con una bota, intenté ejercer la mayor fuerza que podía hacer contra ella, lo que hizo que se notaran todas las venas de lo poco de mi cuerpo que quedaba sin cubrir.

- Para ser tan hombre no sé como no puedes con ella tú solo... - Ya había tardado en soltarla y tenía que responderla para luego apretar los dientes. - Si conseguimos que no nos coman - hablaba de forma lenta por el esfuerzo. - Podemos arreglar nuestras diferencias a golpes y descubrir quien los tiene mejor puestos... machito.

Cuanto más hablaba y más me enfadaba más fuerte agarraba aquella puerta.

Ahora que os habeis puesto codo con codo a proteger la puerta que a excepción de una ventana bastante pequeña que a lo sumo podriais caber a base de romper mampostería de alrededor, es la única entrada y salida del lugar, por lo que sea lo que sea que está intentando entrar os tiene bien cogidos de vuestros respectivos. Aunque habeis empezado con mal pie, nunca mejor dicho y vuestra pelea puede que acabe en sangre, ahora mismo con un enemigo común no os importa estar juntos protegiendo la misma puerta, mientrás castañean todos vuestros huesos ante otra avalancha, que por la fuerza que tiene parece la de un oso enfuerecido, está la aguantais bien, pero no parecce que la puerta aguante mucho más, y solo sirve como un ligero parapeto, mientrás que escuchais como vuelve a alejarse, para poco después volver a cargar contra la puerta...

La gente murmura entre ellas, como si no se decidiera quien va a hablar y uno de los aldeanos , que está situado a vuestro lado en una mesa, con barba desordenada.apenas pelo que cubrise la calva y al parecer que es más lanzado que el resto pregunta:- ¿Y que historias quereis que os contemos? Pues de aca hasta hace un año lo único que podemos hablaros es de como la maldita peste se ha cebado como un castigo divino y enterramos en los nuestros en nichos que el buen padre nos consagra sin darle dineros, que por eso estamos aquí gastando lo que nos sobra de los impuestos para intentar olvidar nuestras cuitas en esta aldea de la que tan siquiera podemos salir...- Uno de su mesa le da un pescozón, que es algo más joven que él, con una cicatriz en la cara que le desfigura, al parecer a conocido el latigo, o otro tipo de tortura y le dice:- Tente la lengua o quieres acabar como mi vecino pedro, en una celda al alcance de los cuervos... Viajero, lo siento, podemos hablar de lo que querais, pero os aseguro de que las historias que os podemos contar son cuantos menos desagradables y no invitan más que a la bebida hasta perder el sentido- Con una media sonrisa dice el aldeano señalando con la cabeza a Pedro el tabernero:- Que es lo único bueno que ha sacado de esto nuestro bienamado tabernero- El tabernero no dice nada, pero podeis notar de que algo le reconcome la conciencia, aunque no parece que el aldeano se lo haya dicho a malas.

El soldado después de secarse en la chimenea se aleja por la puerta sin tan siquiera despedirse, ante eso, el primer aldeano murmura:- Ya veremos sino tenemos problemas, esos buitres están a cualquier cosa para meter a la gente en la picota y quedarse con sus mujeres y los cuartos- Y el ambiente vuelve a silenciarse como si la gente no quisiera hablar más, o esperando que le deis pie a ello. La muchacha que os ha servido bufa y les conmina:-Dejad de hablar como cluecas, ¿No veis que tenemos aquí a un hombre de armas que ha luchado con el moro? Dinos que aventuras tuvistes, y usted buen señor, si es médico seguro que tambien tiene alguna historia que contar, alegremos un poco los corazones, que es lo único que nos queda ¿No?- La camarera es todo energia al parecer y el tabernero la secunda:- Así lo dice mi hija, y bien que sabe lo que dice, que no es tonta y ha salido a su madre, venga contad vuestras historias, que ya contaremos nosotros las nuestras-

 Rodrigo examina todo su entorno y se queda con la cara del soldado que acaba de salir. Quería acordarse de el.

- Pues veréis, hace cosa de un año, estaba yo por tierras del sur, partí con una compañía de almogávares catalanes, buena gente, a pesar de lo que podáis haber oído de ellos. Cuidan mucho de los sullos, y da fé Dios que son de los mejores guerreros que existen[...] y así fue como volví, tras luchar a la orden de unos cuantos señor, y habiéndome ganado el trofeo que llevo a la espalda, y unos cuantos dineros. 

Pero ahora, contadme vosotros, ya sé que os afecta la plaga, y me he cruzado con vuestro amigo, el de la picota, que ahora descansa en paz. Pero lo qué yo quisiera saber, aprovechando que no hay ningún soldado, es por qué no se os permite salir del pueblo. Y ante Dios doy mi palabra de que no haré nada que os perjudique con lo que podáis decirme.

Las gentes tenían temor de hablar, se le notaba en los rostros, en las miradas. Todo eso se sumaba a de por sí mi curiosidad innata. Contaba relatar alguna historia, así que, luego que Rodrigo hiciera lo propio, fue mi turno.

-Bueno...

Dije y tomé otro sorbo de vino.

-Mi maestro, un doctor muy sabedor de muchas cosas. Se llama Ramiro. Y un día me explicó que en un bosque existe una especie de hongo que hace que cuando uno lo beba, vea cosas que no hay ahí. 

Tomé un sorbo más pero luego dejé el medio vaso puesto que no quería tener nada de alcohol para el punto siguiente de mi misión, que en realidad debería ser el conseguir hierbas pero ya había decidido que sería el curar a este pueblo, tan alocada estaba yo. Quería hacerlo, aunque no tenía ni maldita idea de que pasaba por aquí.

-Cuestión que un día su caballo tuvo la buena fortuna de comerse por error ese hongo.

Miré a los lugareños y continué, el relato había pasado así a mí pero nunca pude saber si era cierto.

-El caballo comenzó a mugir... dijo Ramiro que hubiera sido bueno poder examinar el hongo pero el caballo se lo comió. Y ya ven, se creía vaca...

— Visto de ese modo, creo que entonces todo se resume a la resolución de plaga— Comento ante la evidencia, haciéndome un poco el tonto. Puede que haya intereses ocultos en el consejero en este tema de la plaga, y no me conviene tener un enemigo tan cerca. Aunque, de ser así, no tendría sentido que yo estuviese aquí. No obstante, no puedo descartar ninguna posibilidad.

Miro al consejero, ya que sería demasiado aparatoso para el joven muchacho el tener que quitarse la máscara si quiere hablar, para decir— Decidme entonces, Nuño, —Qué nombre más poco apropiado para alguien que se supone viene de tierras lejanas. Será alguna clase de sobrenombre— ¿Cómo comenzó todo esto de la plaga? ¿Cuándo empezaron los problemas?. Me gustaría saber a qué nos vamos a enfrentar para recuperar esta villa...

El golpe contra la puerta es brutal, las astillas arrancadas son arrojadas a vuestro alrededor como si fuera la lluvia de abril, un trozo de la puerta el que lleva el pomo es lanzando hacía la habitación junto con Elena, que se cae sin remedio hacía las afiladas astillas rodando sobre si misma, para preparase para la acción, a pesar de su adusto rostro en el fondose duele de varias astillas de gran tamaño clavadas en su brazo izquierdo descubierto que a modo de protección instintiva a puesto enfrente para no sufrir males mayores, para su desgracia no lleva la armadura puesta, lo que habría resultado en unos simples moratones, se había convertido en una dolorosa herida de la que se si sobrevive tendra que dar cuenta, aprieta los dientes y mira hacía la puerta, para distinguir al enemigo pudiendo ver con una mueca de horror que una gran zarpa lobuna se asoma en la oscuridad y unos ojos de color verde intenso que se iluminan en el interior del pasillo la miran con hambre.

Martín que ha no sabe ni como ha podido conseguir aguantar el embite, se encuentra en la parte de las bisagras, pero de poco sirve a excepción de como escudo provisional contra lo que está en el pasillo, que por la cara de Elena, debe ser algo demencial, pues la cara de la guerrera es un poema, y desgraciadamente tienes tus cosas de combate guardadas en el arcón, pues al fin al cabo ¿Quien atacaría en medio de esta casa rompiendo una puerta de madera maciza...? Desgraciadamente para vosotros dos, la respuesta es que si hay alguien, o más bien algo, que ha quedado en silencio, aunque se oye su respiración al otro lado