Partida Rol por web

Jimeno asintió a las palabras de Cándido, y luego fuísteis pues entre las casas, alejándoos un poco de la iglesia. No hubísteis de caminar mucho, tan sólo marchando por una vereda entre cabaña y cabaña, cuando os detuvísteis en una casa, en cuya puerta estaba Inés, y enseguida os miró. La tarde ya iba cayendo.

Entonces le explicásteis que queríais ver la misteriosa nota del negocio, inspeccionarla para saber si podríais sacar algo en claro; y tal que así que os dijo que aguardárais un momento, no sin recelo al veros allí a los tres. Entonces entró en la casa y tras escuchar cómo Inés le explicaba la situación a su hermana, la joven salió del hogar acompañada de otra mujer, bastante más mayor que ella (rondaría unos treinta y tantos), la cual tenía ojos azules y una rubia cabellera. No hubo presentaciones.

Aquí está... -la mujer extendió la mano, y en ella pudísteis ver, escrito sobre una especie de pellejo de carnero unas palabras. Ya le dije a mi hermana que no aceptara, y que no saliera... Yo me arrepentí, lo que está pasando en esta aldea no invita a juegos de este tipo... -añadió-. Parecía que sus palabras y actitud eran más sensatas que las de su hermana, quizás más impulsiva tal vez por su juventud.

Entonces el Padre Cándido tomó la nota, pues era él quien conocía las letras y cómo leerla, y así lo transmitió a sus dos compañeros.

Traed Doradilla al peñasco
de las ruinas y colocadla junto a la torre.
En unos días hallaréis oro en vuestro umbral.

Y así decía.

¿Saben quien puede haberlo escrito? -preguntó Jimena-.

PNJOTIZADO.

No Bras -respondió Moraima-; hallábame con nuestro benefactor don Jimeno, y con ese vecino, Ginés, recorriendo el arroyo  junto al que todos nos hemos topado con esa tal Inés. No ha habido rastro de ningún niño, ni con nadie nos hemos cruzado. Vayamos pues allí -confirmó la curandera-.

Y tal que así, pusísteis rumbo a lo alto de las ruinas. El trayecto se estimaba corto, puesto que a un lado quedaba el bosque del Amarrado, bien visible en su comienzo, y luego la cúspide del cerro, en el que se dibujaban las ruinas, estaba ya en vuestra vista. El sol de la tarde comenzaba a caer, pero aún había tiempo de hacer una visita a tal lugar. Tras unos quince minutos de caminar a paso normal, y tras haber descubierto una vereda que bordeaba el cerro en su falda, pudísteis subir hasta arriba.

Allí, en lo alto del sitio se ubicaban unas ruinas que consistían en una muralla circular de piedra, vestigios de tiempos más fructíferos (de la reciente época musulmana, o incluso más antigua, romana), y en su centro una torre que debió albergar un par de plantas, ahora derruidas sobre sí mismas. Tampoco había mucho que ver.

- ¿Doradilla? ¿A que se refiere? No me parece normal que se vaya por ahi prometiendo oro...

Tras comprobar que el mensaje existia y no era un invento de la muchacha poco podia decir el caballero- Doradillas al parecer llaman a una flores comunes que la chica dejo en la ruinas, tan comunes que el ofrecer oro es sospechoso- contesto a la sierva para despues  fijar la vista en la campesina que amablemente se lo habia mostrado- si harina bien en tener cuidado de estas cosas, las promesas de oro a cambio de algo tan banal no pueden traer nada bueno,¿alguna idea de porque en las ruinas y no otro sitio o de donde puede venir el mensaje?, quizas alguien que pueda estar interesado en hacer una ofrenda en las ruinas por acontecimientos pasados o algo por el estilo, cualquier dato nos ayudaria.

- ¿Y ahora? -susurró Moraima cerca de Bras.

La chica perdió su vista en las ruinas, no parecía haber nadie en derredor, pero la luz tampoco les favorecía para descubrir si alguien se ocultaba en las sombras. Esperaba que Bras supiera que estaba haciendo, pues ella no tenía ni idea, había ido por no dejarle solo y más cuando la noche estaba cayendo sobre el cerro.

Moraima no había dejado de darle vueltas al tema de las Doradillas, intentaba buscar entre sus conocimientos algo sobre aquellas hierbas, pero su instinto le avisaba de que podían ser útiles para menesteres que nada tuvieran que ver con un hecho natural. En un gesto banal y algo espontáneo, ya que realmente aquel era el terreno de Bras y no se le ocurría mucho que hacer; miró a su alrededor para ver si divisaba aquella planta cerca.

"...crece entre arbustos si una sabe dónde buscar..."

Recordó las palabras de la muchacha. No se movió, ya que Bras le dijo que andara con tiento y no por delante de él por no borrar posibles rastros. Pero se inclinó sobre los arbustos cercanos y buscó alguna planta que se pareciera a aquella que la chica les había enseñado.

No sabía muy bien por qué las buscaba, pero si creía tenía algo claro, si eran muy comunes, fáciles de encontrar y colectar; a esas chicas les habían tendido una trampa o sabían mentir muy bien.

- ¿La crees? -le dijo de nuevo en susurros-, a la tal Inés -aclaró.

—Sí... Sólo tiene culpa de andar mal de dineros. Como todo cristiano que se precie de serlo...  —contestó Bras sin caer en la cuenta de que no fablaba con una cristiana. Todo ello lo decía mientras echaba un vistazo por las zonas más lógicas de pasear—. Dudo que sea la de los nenos, sin embargo, me da que pronto nos marcharemos sin facer nada, al menos si no encontramos nada. 

Cándido leyó la nota para todos, y sí coincidía con Chenaro en el hecho de que parecía un encargo muy escueto y banal como para ofrecer unas monedas de oro. - ¿Será por las propiedades de la planta, o porque alguien quería a estas dos chicas fuera del pueblo un rato? - pensaba mientras echó un ojo a Jimena.

Cándido recordó el fardo que recogieron esa mañana en el río estaba hecho con pieles, igual que esta nota. Quiso fijarse para ver si coincidían o tenían algo en común. La carta parecía estar bien escrita, por lo que daba a entender que era alguien formado también en las letras, o eso parecía.

- ¿Sabe usted quienes pueden saber leer y escribir en esta aldea? tengo entendido que no todos, y es una aldea pequeña. - dirigiéndose a Jimena  - Podríamos empezar por ahí - comentó a sus compañeros.

No era difícil comprobar que en aquel lugar no crecía la planta tan concreta como la que llevaba Inés. En aquel cerro sólo había ruinas, pedruscos ya mal apilados por el paso de los años y arbustos bajos que sobrevivían bajo el calor de aquella yerma tierra lo mejor que podían. Mientras intercambiábais palabras sobre Inés, Moraima se dio cuenta de que la Doradilla debió recogerla en otro lugar.

No lo sé, señor... -respondió Jimena ante la pregunta del caballero-. No es harto normal -comentando también las palabras de Elvira-, pero tal que así que nos lo hizo alguien llegar, y bien que nos ha venido. Sin embargo... yo quiero darle los dineros a don Pero, para que vea, cuando regrese por aquí y se entere de los hechos, que este dinero le pertenece por derecho -la mujer no quería tener problemas con tal pago, puesto que cualesquiera le podría acusar de haberlo robado en algún lugar o a alguna persona, y apelaba a que ese dinero no causaría problemas en manos del señor de Vencemoza-.

Mientras el padre Cándido estaba mirando la hoja (de la cual le pareció únicamente* que no es que tuviera una caligrafía excelente, pero sí que había aprendido a hacerla valer y a componer palabras sin dificultad), Jimena siguió hablando.

El Padre Simeón -dijo la mujer-. Creo que él sabe leer y sabe escribir. Inés la miró y asintió.

- Ah... el Pater Simeón mismo es quien nos ha mandado hurgar por acuestos lares... *dice Elvira como si la pobre campesina hubiera dicho algo estupido* ¿Y de cuantos dineros hablamos? *dice con un hilo de codicia* ¡Mas yo creo! ¡Podria haber un truhán en el bosque! ¿No han visto extraños ultimamente?

Si nadie de la aldea sabe el arte de la escritura, podriamos  pensar que como dice ines  algun Truhán acecha en el bosque-dijo el caballero mientras pensaba en diferentes posibilidades, , todo podia ser una mentira de las muchachas confabuladas con alguien mas pero bueno, muy buenas mentirosas debian de ser para no vacilar en ello  aun asi de momento abria que sospechar de todos y intentar sacar la mayor información posible  - otra pregunta , nos dijo el gallego que nos acompaña que habia una cabaña quemada en el bosque, ¿ quien habita esa zona ? .

A Cándido solo le venía a la cabeza el Padre Simeón, tal como dijo Jimena. Aunque ellas supieron leer la nota cuando les llegó, si una mujer o joven como ellas saben por lo menos leer este tipo de nota, no descartaba que otra persona pudiera también leer y escribir en la aldea además del Padre Simeón. - Igualmente, te estás desviando del tema... siendo una aldea tan pequeña ¿quién iba a querer hacer daño a sus lugareños? no tiene sentido que sea de aquí quien comete tales atrocidades, Elvira puede tener razón - quería quitarse de la cabeza al Padre Simeón... pero Cándido había oído historias sobre sacerdotes y párrocos, hombres de fe que se desviaron de su camino de rectitud para... - puede que sí... huesos, plantas, pieles, habilidades de lectura y escritura...

- No creo que debamos descartar al Padre Simeón de esta locura - susurró a sus compañeros con la cabeza gacha, intentando no llamar mucho la atención de las damas que estaban entrevistando.

Y eso qué importa... -dijo Inés, interviniendo ante la pregunta de Elvira acerca de la cuantía económica-. No hemos visto nada, nadie a ha visto nada -sentenció ante la sospecha de la mujer y también de Chenaro-. Cuando el caballero, entonces, habló de la cabaña, Jimena se encogió de hombros, pero Inés sabía a quién se refería. Sí, hay una cabaña, pero está hecha polvo. Por lo visto, según se cuenta, don Pero prendió sus muros de maderas con un bandido ahí dentro, pero es sólo lo que se cuenta. Está arruinada y un día se caerá del todo.

Hemos de entrar -dijo Jimena-. Espero que haya sido de ayuda esta charla. Tomad -la mujer os extendió el trozo de piel con los grabados de las letras-. Quedáoslos, tal vez os sirva. A más ver.

Al menos la hermana mayor tenía más empatía que la joven Inés, tal vez por su corta edad con respecto a la otra. Ambas se metieron definitivamente en su hogar. La tarde ya caía, y en breves el crepúsculo comenzaría, en cuanto el sol se pusiera.

Ninguna pista había allá en lo alto, pues como ya veíais, la cima era yerma, al igual que la falda del monte y los alrededores, y los arbustos escasos. Sin embargo,  cuando miraste a lo lejos, por el otro lado donde descendía el cerro donde estábais, un tipo situado a unas doscientas varas estaba como agachado, como observándoos. Cuando le divisaste, la figura echó a correr por una vereda campestre, alejándose del monte (y del pueblo de Vencemoza a su vez). Portaba una capa parda u oscura (no lo divisabas bien), y corría bastante rápido. Moraima aún no lo había visto.

la insolencia de la muchacha no paraba de sorprender a Chenaro, que se retubo de constestarle por no crear problemas en aquel pueblo , ni con el señor al que aquella gente pertenecia

Esa muchacha, merece que alguien le enseñe modales espero que su señor o alguien con autoridad acabe mostrandoselos- comento cuando las muchachas  ya se habian ido- Quizas es hora de volver y que no nos pille la noche fuera, no hemos sacado mucho de esto que podamos unir con la desaparición de los chiquillos.

¿Creeis que dicen la verdad sobre la cabaña?, quizas el ladron no haya sucumbido y lo este pagando con los muchachos del pueblo, hariamos bien en informarnos sobre ese detalle- añadio por ultimo ante los datos obtenidos de la cabaña, lugar que de todos modos intentaria visitar al dia siguiente.

- ¿Y si se trata de una aparición... ? del fantasma de ese ladrón que no perdona a los vivos... ¡Quizás un escapado del infierno! ¡Esas cosas pasan! *dice la mujer gritandole acusadoramente a Chenaro, y de un brinco, cogiendose a los faldones de Pater Cándido* ¡Padrecito, Dios nos proteja de las venganzas de los malvados...! ¡Vámonos de aqui raudos...!