Partida Rol por web

Escuchaba la opinión de sus amigos y compañeros de viaje, unos le apoyaban y otros opinaban deiversas cosas a parte de la suya e incluso otro contrarias.

-Puede que tengais razon queridos amigos Arzal y Arval, y así lo haremos, no pues nos próhibe conjerutar ideas que pueden o no ser verdad.Sabio es el alquimista, pero humano también, y como tal puede errar en cualquier momento.No sé si el caso este será y con todo mi deseo espérolo no, no obstante, no sería la primera vez en encontrarme con brujas que hacerse pasar han por humildes y bondadosas mujeres de Dios o ocultar sus verdaderas intenciones.Cierto es pues el maese es sabio, pero esas criaturas del maligno también.Por ello, no es más que recomiendo andar con pies de plomo cuando estemos frente a estas, pues pueden en cualquier momento engañarnos con su maliciosa astucia- dejó claro Godesteo.No pretendía revelarse ante las órdenes y deseos del maese alquimista, pero no estaba de más siempre pensar mal, pues ya se sabía el dicho, piensa mal y acertarás, y más cuando se trataban de criaturas de Belcebú.

-Como dice nuestro buen amigo Fadrique, pues a mi parecer tanta razón posee en sus dichas palabras, coincidimos ambos en no descartar la opción, pues hayla.No obstante, mejor sería no mostrar una impetuosa actitud ni por lo tanto vulnerar la paz que nos presten, ante todo debemos como bien decís cumplir con nuestro cometido y llevar por el buen camino esta gesta, aunque tengamos que tragarnos el orgullo durante unos momentos- opinó dejando el debate en un termino medio, el cual creía como su amigo Fadrique que sería el más apropiado.

Siguió caminando sin cesar, aguantando el molesto peso de los escudos, no obstante, le resultaba agradable y complaciente el poder entrenar su cuerpo con peso durante su travesía.

El sol ya ha alcanzado su plenitud en el cielo cuando pasáis el pueblecito de Aldaba. Apenas os detenéis para comer, tratando así de aprovechar el tiempo de luz para seguir con la caminata. El camino parece tranquilo y quitando una familia de mercaderes nadie mas parece transitar el camino. No es época de festejos y el movimiento, ahora que se acerca el invierno, es mas bien poco. Pese a todo los aldeanos que labras sus tierras y recogen la siembra no os hacen caso y no prestan atención al grupo de guerreros que camina por sus tierras.

Cuando el sol comienza a ocultarse, vuestros pies están ya cansados. habéis echo una buena jornada, pero el peso de las armaduras y armas que lleváis os hace estar mas cansados que de costumbre, pues no es de buen caminante llevar mas peso encima que el debido. Para cuando decidís parar y preparar un improvisado campamento elegís un lugar cercano al río Larraun cerca de donde se une con el Arakil. No hay demasiadas elevaciones en el terreno y el viento sopla frío a medida que se eleva la luna en el cielo pero al menos tendréis agua para rellenar los pellejos y poder aplacar la sed del camino.

Nada más llegan a la zona acordada para acampar, deja sus escudos y armaduras a un lado, bebe agua del rio y observa ya el paisaje más oscuro.Habían estado todo el día andando excepto la hora de comer, y lo notaba en sus doloridos pies.Había sido un día agotador y por suerte no había habido ninguna batalla de por medio que les hubiera absorbido la energía restante.Abre su mochila y come algo de pan, queso y bebe de su botella de vino.Cuando ha recuperado fuerzas, reune suficiente madera seca como para formar una hoguera.

-¿Que os parece amigos mios, hacemos una hoguera, o quizás llame la atención de los posibles saqueadores o bestias que moren estas tierras?- en este caso preguntaba y tomaba en cuenta la opinión de sus compañeros, pues no dormiría solo y entendía si alguno decía que no por lo dicho.No obstante, siempre se agradecía el cálido y confortable calor del fuego de una hoguera, aunque sin duda alguna ninguna igualaba a la de una hoguera donde se quema una bruja.

Hagámosla, opino -dije. A mi juicio, como tantas otras veces, podríamos dormir al calor de un pequeño fuego mientras uno de nosotros hace guardia sin apenas despistarse.

Miró a un lado y a otro del terreno mientras tomaba algo de sus raciones de viaje y aprovechaba para llenar de agua su odre, junto al río.

Si os place, lo haremos de uno en uno, durante las horas de la noche; yo me ofrezco el primero. ¿Y bien?

- La noche está fría –comentó al volver del río donde había rellenado su odre- un poco de calor no nos sentará mal.

El día había pasado sin ningún contratiempo, facilitando de esta forma un rápido avance. Siempre le había gustado aquel paisaje, sobre todo en esa época del año, y caminar entre esos hayedos y robledales le daban algo de paz a su alma, que para afrontar la misión encomendada era de agradecer.

Sacó estera y manta del saco extendiéndolas en el húmedo suelo. No se percató de lo cansado que estaba hasta que se sentó a observar  a Godesteo preparar el fuego mientras masticaba un trozo de cecina.

- Convenientes serán esas guardias, que aunque el día ha sido tranquilo la noche es paraíso de indeseables y… otros seres. Yo seré el siguiente, así que ten a bien llamarme cuando hayas terminado tu ronda.

Artal se desembarazaba de casco y lóriga mientras escuchaba a sus amigos y luego comprobó con una mueca de aprobación como el señor Godosteo había elegido bien la madera para la hoguera. Preparó estera, manta y armas junto al tocón donde decidió que descansaría y se acercó al río de donde Fadrique había rellenado su odre para hacer lo propio. A la vuelta se sentó junto a Alvar y sacó su propia cecina y un poco de queso para acompañarle en una frugal cena. Ofreció un poco de queso a su compañero mientras comentaba:

- Hare yo la incómoda tercera guardia, Alvar, así que despiértame cuando sea mi hora y yo me encargaré de despertar al señor Godosteo cuando finiquite mi guardia.

Mediante un pedernal prepara el cálido fuego que les calentería en aquella gélida noche.Se levanta con un suspiro victorioso, sacudiéndose las manos con un par de palmotazos.

-Está bien, yo haré la la última, así empalmaré con la mañana- se vuelve a sentar junto a sus compañeros y vuelve a comer algo más de queso y pan, bebiendo algo de vino de su bota y ofreciéndosela a sus compañeros por si querían darle un trago a ese jugo de los dioses.

-Creo que me acostaré ya, debo estar fresco y espabilado cuando llegue mi turno- tras desearle una buena noche a sus amigos de aventura, se acuesta junto al fuego para momentos más tarde coger el suelo, confiando en que sus amigos harían la guardia a la perfección.

Tras limpiarme algunas migas de mi barbilla y escuchando a mis compañeros, coloqué mi manta en el suelo para cuando acabara la guardia y tomé mi espada. Me senté junto a un árbol, cerca del lugar de acampada y comencé a pensar en alguno de los cuentos que solía contarle a mi hijo algunas noches, para no quedarme dormido.

Id a dormir en cuanto acabéis -les dije-, pues la ronda será dura, que ya no somos unos chiquillos y mañana habrá que continuar presto el viaje, sin dilación. Luego te despertaré Álvar.

El fuego tardó en hacerse, el viento empezaba a soplar fuerte. El fuego apenas lograba calentaros y os apretujasteis lo mas cerca posible. Podíais estar tranquilos pues muy ciego debiera ser el que pretendiese atacar a unos guerreros tan bien pertrechados. Sin embargo ni los lobos ni los bandidos eran la principal preocupación. El invierno estaba cerca y prometía ser duro, tanto era así que Fadrique y Artal se arrebujaron debajo de sus mantas, que precavidamente habían traído. Por otro lado descansar unas horas os vino bien después de la larga caminata con todo el peso que llevabais. Incluso a la mañana siguiente cuando despertasteis sin incidentes para desayunar todavía os crujían las articulaciones.
Apenas había despuntado la mañana y todavía teníais un largo camino por delante por suerte aquella tarde noche llegaríais a San Miguel de Aralar y podríais descansar en un camastro y no en el duro suelo.

Aceptó el queso que le tendía Artal pero rechazó el ofrecimiento del vino, acercándose más al fuego para conseguir calentarse. No era sensato seguir mucho tiempo de cháchara así que, una vez  hubieron terminado, enrollándose en las mantas se dispusieron a dormir.

Poco tiempo le pareció a Alvar que llevaba durmiendo cuando Fadrique le despertó para el cambio de guardia. Tiempo había que no se dedicaba a esos menesteres y sus huesos protestaron del primero al último cuando se levantó. El frío cada vez era más intenso y el viento que se había levantado movía las hojas de los árboles creando toda clase de sonidos a su alrededor. Alvar, envuelto en la manta, se sentó en un tronco a escuchar, el hacha bien cerca de él, intentando centrar sus pensamientos en la aventura que acababan de comenzar para no dormirse. De vez en cuando se levantaba y daba un pequeño paseo por el perímetro del campamento, intentando no hacer ruido para no despertar a sus compañeros. Llegada la hora, avisó con un simple toque a Artal, el cual no necesitó de más para ponerse en guardia, y acto seguido se volvió a echar al lado del fuego para quedarse dormido.

La noche había pasado sin contratiempos y ya incluso antes del amanecer los cuatro se encontraban desayunando y casi a punto de empezar de nuevo el camino. Con suerte aquella sería la segunda y última etapa y Alvar no pudo evitar sonreír para sus adentros mientras guardaba manta y estera en su saco pensando que aquella noche dormirían más a gusto y calientes, y espero que sea mucho más caliente.

- Largo camino nos espera y deberemos apurar el paso si queremos llegar a dormir a San Miguel. Será mejor que nos pongamos ya en marcha. –Comentó mientras le echaba agua a los restos de la hoguera y lanzando un gran bostezo.

Artal se empapó la cara y el cuello de agua fría en el riachuelo y bebió abundante agua. El queso y la cecina de la noche le habían dado bastante sed. Estiró sus músculos y notó el cansancio del día anterior y no pudo evitar una sonrisa amarga al recordar otras épocas de años mozos en las que no tenía achaques al levantarse por la mañana después de un día duro.

Masticó un poco más de cecina para llenar el buche mientras se equipaba con los pertrechos para reemprender el viaje. Miró el cielo con ojo crítico para comprobar qué tiempo les deparaba en ese día, pero como tantas veces el cielo del norte de la península no reveló sus intenciones.

Echó un ojo a sus compañeros y comprobó que también estaban terminando de equiparse y pronto estarían de nuevo en marcha. Esperaba ansioso llegar a San Miguel y enfrentarse por fin al trance de la entrevista con las brujas.

Se podría decir que pasó la peor noche de su vida.Su sueño fue algo incómodo, pues sentía como el gélido viento nocturno, impactaba contra él, haciendo que su bello se erizara como escarpias.Se despertó varias veces, acercándose más a la hoguera para intentar entrar en calor, pero el frío era insoportable, además de que se le había metido en los huesos.

Cuando nota al fin que su compañero Artal, se levanta lo más rápido que puede, tiritando de frio.Sus manos frotaban todo su cuerpo en busca de alguna fricción que le calentara en vano la mayoría de veces.Durante la mayor parte de su turno, se halla sentado junto a la hoguera, acurrucado, sentándose sobre el suelo y pegando sus piernas flexionadas a su pecho.Cuando finalmente el sol se digna por aparecer, sus compañeros despiertan poco a poco.Godesteo ya se hallaba bastante despierto, incluso se había molestado en recorrer el área momentos antes, corriendo para entrar en calor.Tosía de vez en cuando, sentía que esa noche, la impasible frialdad no le había dado tregua, y había acabado con parte de sus energías.

No obstante, sus ánimos seguían avivados por proseguir la marcha, y sin dudarlo más, agarra todas sus pertenencias y en cuanto sus compañeros estuvieran preparados partirían de nuevo sin pausa hasta llegar a su destino.

-¡Por el amor de Dios, ese frío era digno del mismísmo Satanás!- exclamaba aún exasperado por la terrible noche vivida.

Fadrique fue el último en levantarse, debido quizá a que había pasado mejor noche que sus compañeros, que empezaron a quejarse  (y con razón) de las intempestuosas temperaturas y el gélido viento azotador. Me levanté y fui meter la cabeza casi hasta los ojos en la frente para despertarme. Acto seguido rellené el odre y me colgué las armaduras.

Tras tomar el escudo y la espada, asentí a mis compañeros ante la propuesta de marcha.

Vámonos pues -les dije. Está claro que otra vez intentaremos buscar una posada o algún viejo chozo para andar con estos achaques... ¡Maldito libro éste! -decía Fadrique mirando el zurrón donde Artal lo guardaba.

El día era frío y gris. La sierra de Aralar se divisaba en el horizonte por lo que apretasteis el paso para poder llegar allí antes del que anocheciera. No iba a ser taréa fácil y mas de una ampolla les costaría a vuestros pies pero era mejor que pasar otra noche al raso con el tiempo que hacía. 

Bueno qué... guerreros... -dije para romper un poco el hielo tras la mala noche- ¿Aguardáis preparados para lo que pueda salirnos en el camino? Lo cierto es que preferiría que nos embistiese un jabalí de dos brazadas más alto que yo a uno de esos seres de poca explicación que hemos logrado ver y pocas veces acabar con tales... Al menos el jabalí nos dará de comer...

Luego se apretó el escudo a la espalda y divisó la lejana y a la vez cercana sierra de Aralar.

Alvar caminaba con el ceño fruncido sumido en unos pensamientos nada halagüeños. Le preocupaba el hecho de estar tan cansado y dolorido después de tan sólo una noche a la intemperie. Sin lugar a dudas los años no perdonaban, pero la inactividad a la que se había visto abocado los últimos meses tampoco ayudaba demasiado, y en ese sentido se sentía culpable por haberse abandonado un tanto, preocupándose más por frecuentar tabernas y prostíbulos que por mantener el ritmo de sus entrenamientos y prácticas. Castigo divino sin lugar a dudas. Sólo faltaba que, en esta misión, tuviera a dios en su contra.

El silencio fue roto por la voz de Fadrique, haciéndole salir de sus cavilaciones. Por unos segundos quedó con la vista perdida en lontananza.

- Llevas razón sin duda. Mal se nos tendría que dar, entre los cuatro, el acabar con un ser real, pero bestias del infierno… poco pueden las espadas contra ellas.

Seguimos avanzando a buen paso, todavía quedaba mucho trecho por andar si queríamos dormir esa noche a cubierto.

Aquel camino, al ser bastante transitado por soldados que lo protegían no solía ser problemático, como en la mayoría de caminos grandes, excepto que no se le quisiera pagar un tributo a esos guardias que estaban allí en nombre del señor que gobernaba esas tierras y por ende si pedían tributo había que dárselo. Todo ello para salvaguardar la seguridad en los caminos.

Por suerte para vosotros ni soldados ni bandidos parecían estar hoy en el camino...

Señores -dije mirando al horizonte y estirando mi brazo para que parasen- ¿No veís allí algo? ¿No lo veís o son los mis ojos que empiezan a fundirse con la "vejez"? Seamos precavidos...

El aragonés observó a Fadrique y siguió la dirección de su mirada para ver qué llamaba su atención...

Entrecerró los ojos para mirar mejor donde Fadrique señalaba.

- Ciertamente parece que algo hay...