Partida Rol por web

Arquitectos de Voluntad 6: Almas Primitivas (Preludio)

[PRELUDIO-ADELA Y ÚLFUR] Parte-2: Hambre

Cargando editor
02/01/2021, 21:11
[Narrador]

Era un edificio pequeño pero sólido. Hecho con gruesos troncos que aislaban el interior del frío. Los días pasados fueron especialmente fríos. Había bancos en cada pared salvo en la del fondo que se amontonaban sacos y toneles vacíos. En el centro el fuego era acogedor. El Jarl de Kjerem, Ulvang Pastor de Almas, llegó con toneles llenos de pescado recién sacado del lago Kjerulf. Sabía que no era suficiente pero su gesto le valió el aprecio del resto. Incluidos los presentes en aquella estancia impregnada del olor del pescado a la brasa. Hoy se llevarían algo al estómago.

Al fondo, el exsoldado Raedrik, estaba recostado en el banco con la espalda en la pared. Se había quitado la parte superior de la armadura para estar más cómodo lo que demostraba que no tenía miedo a un ataque (o a la muerte).

Frente a él, calentándose el trasero y la espalda, estaba Úlfur. El explorador de corpulencia considerable y piel grisácea.

Gunborg estaba con ellos cuando entraron Adela y Brendr. Úlfur identificó rápidamente a la hija de Lokbar a la que sólo había visto una vez, de lejos, tras la matanza de los bandidos muy al norte de donde se encontraban ahora. Su compañera que respondía al nombre de Brendr era una mujerona corpulenta y morena con cara de tener tantos modales como Úlfur.

-En el cónclave se decidirá si pedimos comida al sur- comenta Gunborg dando vueltas al pescado en el espetón y volviéndolo a clavar en la tierra bajo las brasas. Aquel comentario torció el gesto de Brendr quien apretó los labios de forma que su boca formó una línea tensa. -¿Tan mal estaban que debían pedir ayuda al sur? No podía ser-

 

Cargando editor
07/01/2021, 16:01
Úlfur

    Las prisas finalmente nos jugaron una mala pasada, nuestro viaje hacia el Sur se vio abruptamente interrumpido cuando los norteños lograron dar con nosotros pero el no terminar con la cabeza clavada en una pica en los siguientes días hizo pensar que tal vez aún tuviéramos alguna posibilidad de salir de allí y alertar de lo que se avecinaba. 

    Pero las esperanzas de que esa oportunidad apareciera se fueron esfumando conforme el tiempo pasaba. Nuestros captores no parecían tener muy claro que hacer con nosotros preocupados mayormente por la misma amenaza que no había llevado a acelerar el ritmo tan precipitadamente. Eso me hizo pensar que tal vez incluso mis peores suposiciones se hubieran quedado cortas, sin duda aún no se habían recuperado de la anterior guerra con Próspero pero que estuvieran tan indecisos me estaba llevando a creer que ya habrían cruzado espadas con el nuevo enemigo y que el resultado les estaba llevando a ser dominados por el miedo y la incertidumbre. 

    Y entonces apareció Gunborg y mis sospechas fueron confirmadas, no dejaba de resultarme cuanto menos complicado concebir como un ejército de tal magnitud había logrado desembarcar al norte de aquellas tierras baldías decididos a iniciar una campaña de una manera tan feroz a las puertas del invierno, sin duda estaban mejor preparados que los nativos para la guerra pero luego qué, en apenas semanas los pasos al sur se cerrarían y a partir de entonces no solo se enfrentarían a las hachas del norte, si no también al frío, la hambruna y un terreno por el que ni sus lobos podrían avanzar. Y eso era lo que más me tenía en vilo, que si ya se habían comenzado a mover pese a ello era porque sin duda tenían el convencimiento de poseer una mano ganadora ¿De qué demonios se trataría?

    Esperando a que el concilio diese comienzo, traté de alejar aquellos pensamientos alzando la mirada en el momento justo es en el que la hija de Lokbar entró, sin darme cuenta, me puse en pie de un salto en cuanto la detecte. Mi primer impulso fue el de dirigirme a ella a pedirla disculpas por haberme marchado de allí, no haber regresado a advertir a Lokbar de lo que habíamos visto tras las colinas y sobre todo por saber que había sido de él. Pero por suerte, logré refrenar esa segunda parte, no me arrepentía de haber hecho lo que hice en ese momento, incluso a sabiendas de como acabó el escape con Aya y Pandora. Así que en su lugar me limité a saludarla de manera respetuosa y esperar a ver su reacción cuando nuestras miradas se cruzasen.

Cargando editor
11/01/2021, 21:05
Adela

Adela entró en la sala empujando la puerta con fuerza. La gran puerta de roble con remaches de hierro saltó con un chirrido hacia dentro, y habría golpeado a cualquiera que hubiese estado cerca de la puerta con suficiente fuerza como para derribarle. Por supuesto, y precisamente por ese motivo, no había nadie ni nada en el recorrido de la gran hoja de madera y hierro. 

Las dos mujeres entraron acompañadas de una bocanada de aire helado lleno de copos de nieve del exterior, y se apresuraron a cerrar de nuevo antes de bajar la temperatura de la sala. Ambas se movían con la violencia de todos los nórdicos en invierno: pisaban fuerte, hablaban alto, casi a gritos, golpeaban las cosas al usarlas, bebían y comían con voracidad. Aquello parecería salvajismo para cualquier extranjero, una actitud violenta y propia de bárbaros, pero no lo era. Solo era una forma de actuar con un sentido práctico durante el invierno: los golpes soltaban la escarcha y los cristales de hielo de los objetos y las bisagras de las puertas, los pisotones sacudían la nieve de las botas, los gritos eran lo único que se oía por encima de las ventiscas. Lo que para un extranjero sería salvajismo o violencia gratuita, era en realidad una forma de actuar práctica, llevada de miles de generaciones conviviendo con los inviernos más duros. 

Por supuesto, aquello era algo que todos sabían. Las dos mujeres entraron en la sala tras cerrar la puerta, con todo el aspecto de guerreras de la leidang. Adela llevaba un abrigo largo de pieles de yak, tras el cual asomaban los anillos de una pesada cota de mallas, con sus guanteletes de cuero reforzados en los nudillos con tachuelas de asta de alce. Una espada muy usada pendía de su cinto, así como un cuchillo de caza con mango de hueso de dracosaurio. A la espalda, un gran escudo redondo lleno de muescas casi tapaba un arco y un carcaj. Brendr también llevaba el tradicional escudo redondo, pero a su cinto tenía un hacha. 

Las dos mujeres se parecían bastante, aunque Brendr era más corpulenta. Otra diferencia era el pelo: Adela tenía largo pelo rubio claro y brillantes ojos azules, mientras que el pelo y ojos de Brendr eran negros como ala de cuervo. De sus abrigos y botas caía nieve con cada pisotón.

Adela vio a Gunborg y al pescado que cocinaba, y su estómago rugió ante el aroma. 

-Bendito sea el lago Kjerulf, dador de vida-dijo-Y bendito sea el Pastor de Almas, por traérnosla. 

Adela se dirigió directamente hacia Gunborg, aunque por el camino casi le sobresaltó la súbita figura del extranjero que había conocido hacía tanto tiempo, muy al norte, en una expedición de exterminio de bandidos. Sin embargo, se limitó a saludarla con respeto, y Adela le devolvió el saludo, sin detenerse. Si estaba allí, sería por una buena razón, aunque fuese extranjero. Era poco habitual que los hubiese, pero no era ella quien decidía quién podía estar allí y quién no. Habría una buena razón.

Continuó avanzando hasta sentarse cerca de Gunborg, observando el pescado haciéndose en los espetones. Su comentario la sacó de sus cavilaciones. Brendr torció el gesto, y no era para menos. Adela gruñó. 

-No es comida lo que necesitamos del sur-dijo con firmeza-Son refuerzos. Lo que necesitamos es atacar-dijo, reforzando la última palabra con un golpe al banco de madera-Esas bestias no son bandidos. Engil, Brendr y yo fuimos los primeros en verlos, y no eran bandidos normales. No vienen a saquear ni a robar y luego irse. Vienen a quedarse, a invadir. Sí, falta comida, pero suministros del sur no solucionarán el problema, solo lo postergarán. Solo cuando la enfermedad se ha extirpado se puede empezar a curar. Ahora no es tiempo de curar ni de replantar, es tiempo de atacar y exterminar. Seguirá habiendo hambre y escasez hasta que el último de sus cuerpos esté flotando boca abajo en la bahía de Slábatr. 

Cargando editor
12/01/2021, 23:25
Úlfur

    Era de esperar que la hija de Lokbar ignorase mi gesto, nunca antes habíamos interactuado directamente y actuar como un imbécil nervioso no era la mejor manera de iniciar una conversación con un norteño, al menos eso era la sensación que me había llevado de anteriores experiencias. Así que en cuanto alzó la voz para responder a lo dicho por Gunborg  no pude hacer más que atender a su exposición asintiendo. Sin embargo había algo que me seguía suponiendo un problema y que, aunque dudaba que el resto lo hubiera pasado por alto, no iba a resolverse si alguien no lo mencionaba.

    Carraspee varias veces, no debía meterme en medio de aquello, solo me habían traído para... ¿Para qué demonios me habían traído exactamente? Estar calladito, escuchar y hacer de guía al mensajero que se decidieran a enviar al sur, aquello no tenía mucho sentido, joder, el camino no era tan complicado desde aquel punto, solo había que ir al sur y seguro que cualquiera de los nativos sabía mejores rutas que yo mismo por el simple hecho de haber nacido en la zona. Pero no, lo que me hacía arder las orejas y me hormigueaba en las entrañas era otra cosa, conocía esa situación, la había vivido antes pero no era mi guerra 

    "No es tu tierra, quédate callado, imbécil, solo espera a que resuelvan tus asuntos y mañana ya podrás estar de camino a hacer lo propio con los tuyos, no intervengas, no interven..."

    -Mirad, no se que carajos esperáis de nosotros al habernos traído al concilio pero no me puedo quedar de brazos cruzados ante algo así, lo siento, soy demasiado idiota para ello.- "A la mierda, di que si, a ver si con un poco de suerte consigues ofenderlos lo suficiente como para que tu cabeza adorne una pica al amanecer" -Adela, la hija de Lokbar, tiene razón.- "¿Era ese su nombre? Al menos era el que tenía la sensación de haber oído antes de que entrásemos en la cabaña." -Ignoro cuales puedan ser las intenciones de ese ejército, pero una cosa si tengo clara, nadie cruzaría el desierto de hielo con una fuerza así y en estas fechas para saquear la región y pasar el invierno a la intemperie. Lo que quiero decir es que he visto con mis propios ojos lo rápido que enviaron avanzadillas a asegurar los pasos fronterizos y eso no es la única cosa que debería preocuparos porque dudo mucho que tal y como os encontráis ahora podáis hacerles frente a campo abierto, incluso si lograseis reunir a todos aquellos de los vuestros que puedan blandir un arma.

    Si con esto he herido el orgullo de alguno de los presentes, os pido disculpas, pero eso no hará menos ciertas mis palabras. Seguramente quepa la posibilidad igualmente de contenerlos hasta que llegué el cambio de estación y arriesgarse a que esta los haga retroceder pero si tenéis esos problemas de víveres ahora como hará vuestro pueblo para sobrevivir.

    Así que a lo que voy, si queréis acabar con esta amenaza, vuestra mejor baza es la de pedir refuerzos al norte, pero si lo vais a hacer, necesitaréis un embajador a la altura de la ocasión y argumentos igualmente convincentes, se que soy extraño en tierras extranjeras y que con total seguridad ya habré hablado de más pero, si sirve de algo, me gustaría ofrecer mi ayuda como muestra de respeto a Lokbar, junto a quien combatí en el pasado, y poner a disposición del concilio los pergaminos que logré recuperar en los que se encuentran los mensajes que Rørj estuvo enviando a escondidas a quienes os atacan ahora, tal vez pudieran serviros de prueba para convencer del peligro que corren, ya que igualmente estoy convencido de que si llegasen a tomar el norte, la siguiente dirección a la que apuntarían sus hojas sería el sur.- Si no me abrían la cabeza tras aquello ya podría darme con un canto en los dientes, había sido demasiado impetuoso y por mucho que no fuera una babosa, a nadie le sentaba excesivamente bien que un extraño le dijera lo que tenía que hacer.

    En fin, lo hecho, hecho estaba, así que ahora no me podía acobardar, manteniendo la cabeza en alto y tratando se sacar los pergaminos para ponerlos a la vista de todos esperé a lo que tuviera que venir, un hachazo o una jarra de hidromiel.

Cargando editor
14/01/2021, 18:43
Adela

Ulfur, al terminar de hablar Adela, se puso a carraspear de pronto como si se hubiera atragantado con la cerveza. No sabía muy bien qué pasaba, pero cuando le miró parecía asentir. Y cuando por fin habló, sus palabras solo reafirmaron lo que Adela creía y había dicho. Adela asintió a lo que dijo, aunque de pronto se detuvo al escuchar sobre los pergaminos de Rørj. La mente de Adela voló hacia atrás, años atrás, a aquella misión contra los bandidos. Sí, aquel hombre había tenido pergaminos, los había tenido en la mano, pero estaban en idioma de babosa y no los había podido descifrar. Creía que todos habían ardido en el fuego. 

-Espera-le dijo a Ulfur, volviéndose hacia él. Su tono no era de enfado... para un norteño. Para un extranjero, podría parecerlo-¿Tienes los pergaminos? ¿Los papeles que había en la mesa de Rørj? Creí que todos se quemaron. ¿Sabes leerlos? Rørj estaba... ¿aliado con estas bestias?

Cargando editor
16/01/2021, 18:28
Raedrik

Desde que el primer norteño apareció me mantuve oculto en las sombras, callado y en lo más profundo de la estancia. Apartado del fuego intentaba controlarme para que no me castañearan los dientes pero prefería el sentir el frío que ofender a cualquiera de mis captores. Si algo sabía de estos bárbaros es que nuestro destino dejó de depender de Gunborg desde que atravesamos las puertas de este asentamiento. Además, había otro motivo por el que guardaba silencio. En mi juventud ya medí mis armas contra ellos antes de que reinara Próspero.

Pero no pude evitar acercarme a echar una ojeada por encima de los pergaminos que Úlfur desplegaba. Ambos vimos que estaban escritos en dos lenguas. En mayor medida eran inventarios y anotaciones. Entrecerré los ojos y me aventuré. Di varios pasos y puse una mano sobre el hombro de Úlfur para que supiera que era yo. Luego señalé en varios puntos del pergamino donde se evidenciaba la mano del tal Rørj por la caligrafía. Las anotaciones del tipo eran vagas y ambiguas. No estaba ayudando al ejército invasor sino confundiéndolo.

Sin embargo, hubo otra cosa que llamó poderosamente mi atención y me hizo palidecer. Señalé el símbolo y pronuncié el nombre -Édedro- miré a Úlfur para ver en su rostro si había oído hablar de él. -Claro que sí-

-Es el símbolo del dictador que gobierna el Imperio al Oeste- Al Oeste frontera con nuestro reino, claro. Suroeste desde donde nos encontramos. Pero aquello no tenía sentido para mí. A Édedro nunca le ha interesado la conquista. Envía grupos a explorar e investigar antigüedades de épocas pasadas. Su pasión es la arqueología a un nivel que raya el fanatismo. No la expansión del territorio. Alcé las manos en símbolo de respeto -En combate con los invasores- dije agachando la cabeza -¿Hubo algo raro? La... la serpiente...- sabía un poco cuál era la mitología de los bárbaros y quise saber algo más antes de hablar. Édedro padecía un mal de la mente, locura, se decía que oía voces y que las esculturas le susurraban secretos. -¿Y si no estaba loco?-

Cargando editor
19/01/2021, 18:27
Adela

Por toda respuesta ante sus preguntas, Úlfur sacó los pergaminos de entre sus ropas. Adela se sorprendió al verlos, y más aún cuando los abrió y vio que efectivamente parecían aquellos pergaminos. Había pasado mucho tiempo, pero aún recordaba algunos detalles, y parecían coincidir. ¿Con qué propósito los habría salvado de las llamas aquel hombre? 

Mientras los miraba con el ceño fruncido, de pronto apareció otro hombre de entre las sombras del fondo de la sala. En cuanto le miró, Adela torció el gesto, observando su aspecto y su armadura. ¿Cuántos extranjeros hay en esta reunión? ¿Qué hace aquí? 

Además, tenía pinta de mercenario, como lo habían sido aquellas babosas a las que mataron en la expedición. Hombres sin honor, solo leales al dinero. No estaba acostumbrada a tener uno al lado y no tratar de matarle, de hecho, probablemente era la primera vez que hablaba con uno si no era con la espada. 

Estaba claro por su mirada que entendía aquel idioma de babosa, pero no hacía más que señalar sin hablar. Para él sería evidente, pero Adela comenzaba a impacientarse. ¿Iba a explicarles algo o es que era mudo? Adela ya iba a increparle cuando por fin habló: señaló un símbolo y dijo un nombre, un nombre que no le sonaba. Por lo que dijeron después, debía de ser alguien importante, un gobernante de uno de los reinos de su alrededor. Ya iba a preguntar que le explicaran de una maldita vez qué pasaba y qué tenía que ver ese gobernante con todo eso cuando el mercenario dijo algo que hizo que todos los nórdicos presentes volvieran la cabeza bruscamente hacia él, con cara de que hubiera mentado algo terrible. Cualquier nórdico reaccionaría así ante la mención de la Susurradora. Adela respondió con voz y rostro totalmente serios.

-Sí que lo hubo. Uno de los que derribamos no era una de esas bestias. Era una babosa, una mujer joven, rubia, que parecía de hecho fuera de lugar entre todos aquellos enormes guerreros con su cuerpo delgado y nada ejercitado. Llevaba las mismas ropas y armadura que las bestias invasoras. Y sí...-miró a los demás nórdicos con gravedad-era una servidora de la Serpiente del Abismo. Sus malas artes casi me arrebatan las fuerzas y la vida. Tenía una marca en la piel, como las del ganado. Puede que fuese una esclava, aunque con los acólitos de la Susurradora, nunca puede una estar segura. De hecho, también hubo algo de magia negra en todo aquel asunto de Rørj, creo recordar que secuestraron a una mujer y que decían que era una bruja. ¿Por qué preguntas?-preguntó Adela con brusquedad. Estaba claro que no estaba para más rodeos, no con aquel tema. 

Cargando editor
27/01/2021, 08:19
Raedrik

Alcé la vista. Sostuve la mirada de la mujer durante medio segundo antes de bajarla de nuevo al mapa y respondí -Si la "S"- comenté para no repetir el nombre que atrajo hacia mí todas las miradas -tuviera seguidores devotos, Édedro sería su Jarl. Lo ha sacrificado todo por ello- resumí. No necesitaban más detalles para entenderlo. Aquel dictador creía fervientemente en lo arcano como fuente de poder y no le importaba nada con tal de sumirse en los misterios más oscuros y prohibidos -Eso explicaría que haya podido comunicarse con un ejército de más allá de vuestras fronteras.- 

Sin embargo, si había algo que debían entender en cuanto a la motivación -A ese hombre no le interesa la conquista sino mantener el pacto que ha hecho con la "S". Los hombres de Édedro dan información de estas tierras porque querrá algo que los invasores tienen.- 

En mi mente empezaba a entender la intención enemiga. Un descenso Norte a Sur. -La pregunta es. ¿Vienen a por vosotros?- hice una pausa -¿A por nosotros y os ha pillado en medio?- otra pausa y alcé la vista -¿O a por todos?-

Entonces me dirigía Úlfur -La guerra entre nuestro anterior rey y esta gente terminó con la firma de una tregua de paz. Las condiciones ahí escritas determinará la ayuda o el interés de las verdaderas Babosas Cuando pienso en nuestros nobles comprendo lo acertado del mote que los norteños nos pusieron. El dolor que me produce que nos llamaran "babosas de la miel" surge de su veracidad para con nuestros dignatarios y no de su ánimo de ofendernos. Con todo, me desagradaba tener que hablar con estos salvajes, no imagino luchar codo con codo con ellos. No los imagino luchar junto a nosotros. El tiempo dirá.

Cargando editor
30/01/2021, 14:10
Adela

Adela fruncía cada vez más el ceño. Su cara era progresivamente de peor humor mientras el hombre hablaba. No le gustaba nada de lo que oía ni de lo que veía. No, no le gustaba que hubiera tantos servidores de la Serpiente, ni le gustaba que las babosas fueran tan estúpidas como para tener de rey a uno. Si un jarl del Norte empezara a dedicarse a la Susurradora, sus propios hombres lo matarían mientras duerme. ¿Cómo podían permanecer leales a un rey loco? Y ahora todo el Norte sufría por ello, todos estaban en peligro por aquel único hombre, poseído por la Serpiente. Adela negó con la cabeza. Tampoco le gustaba lo demás que oía, sus motivaciones, y su interés. Y, por Hrtugar que no le gustaba tampoco tener que estar allí, al lado de un mercenario del sur, de un reino que, sabiendo cómo era aquel rey, no había hecho nada para tratar de detenerle. 

Pero claro, un mercenario solo lucha por dinero. No se puede esperar otra cosa de ellos. 

Aquel hombre seguía refiriéndose a la Serpiente como la "S", lo cual era bastante ridículo. No era aquel nombre lo que hacía que los nórdicos le miraran, sino el hecho de hablar de ella, de mencionarla, de hablar de sus secuaces. Serpiente no era más que una palabra, no era el verdadero nombre: Jorgaland, ese sí que solo debía decirse en susurros. Pero Adela no iba a molestarse en explicárselo. 

-Un reino entero regido por un secuaz de la Susurradora-dijo con incredulidad-Lo que nos faltaba. Eso nos pone en peligro a todos, incluso aunque no estuvieran las bestias. No puedo creer lo que oigo. 

Ve entonces, mira a ver qué pone en ese papel vuestro. En realidad no es cuestión de ayudarnos. Ayudáis al mundo y a vosotros mismos cortando la cabeza de ese loco. En todo caso, lo hagáis o no, esto no cambia lo que decía. Hay que atacar a las bestias. Si seguimos esperando, devastarán el norte. 

No sé cuál será el trato que tendrán con ese rey loco, pero busquen lo que busquen, han venido para quedarse. Pero estas tierras ya tienen dueño, y antes me desangraré hasta la última gota de sangre que dejar que la invadan. 

 

Cargando editor
31/01/2021, 20:20
Raedrik

Hice un ligero cabeceo y negué con la cabeza -No es un rey- comenté -El nuestro es un rey que heredó su corona. Nosotros somos los que estamos a vuestro sur. Él es un hombre que consiguió el poder por la fuerza. Sus dominios están a nuestro Oeste. Muy lejos de aquí.- Miré a Úlfur aunque no llegaba a discernir qué implicaban mis propias palabras, una cosa estaba clara -Entiendo muy bien su sentimiento, Adela y créame cuando le digo que defender ahora el norte es como defender nuestro reino. Hace muchos años que ese hombre debería...- haber muerto asesinado o algo peor. Pero no lo dije en voz alta -No tiene sentido. Es un arqueólogo, un buscador de artefactos y conocimiento antiguo. En sus casi 20 años de gobierno jamás había invadido otro reino de esa forma y...- guardé silencio poniendo en orden mis pensamientos -...apostaría mi diestra a que su interés no ha cambiado. Está buscando algo y se ha buscado un aliado poderoso y peligroso-

Dicho eso, hundí la cabeza en los pergaminos, leyendo e intentando sacar algo más en claro.

Cargando editor
31/01/2021, 20:29
[Narrador]

Uno de los hombres de Gunborg irrumpió mientras Úlfur y Raedrick leían concienzudamente. -El norte- jadeaba -Lucharemos en sus tierras- dijo señalando a Brendr y Adela. Parecía no estar muy agusto con aquella decisión, claro, aquel soldado estaba acostumbrado a las llanuras heladas de su lado y no a las escarpadas cumbres del territorio de Adela y su gente. Pero era una decisión inteligente detenerlos antes de que crucen las montañ...

-Prepararemos trampas y les dejaremos pasar, luego los aplastaremos contra las montañas cortando la retaguardia-

Cargando editor
31/01/2021, 20:35
Brendr

-¡Por toda la mierda de los Yak muertos! ¿Qué estás diciendo?- mis ojos se encendieron -¿Dejar pasar a su ejército a través de las montañas? Eso es una estupidez. Sería como si una babosa nos dejara entrar con la intención de aplastarnos contra sus muros desde dentro. No tiene ningún sentido- mi cuerpo parecía hervir. Un repentino calor ascendió desde mi estómago y el corazón bombeaba fuerte la sangre a mis sienes.

-No a todo el ejército, sólo a la vanguardia que...- explicaba el hombre. Gunborg se mantenía en silencio y la mirada del hombre buscaba apoyo en él, pero no lo consiguió. Gunborg, un estratega veterano veía los muchos errores que suponía dejar pasar al ejército a través de las montañas con la única intención de evitar su retirada. El orgulloso Jarl estaba subestimando a su enemigo.

Cargando editor
01/02/2021, 18:03
Adela

A Adela le daba igual si aquel Édredro era un rey que había heredado, un duque, un barón o cuatro nutrias en un abrigo unas encima de otras fingiendo ser una persona. Era un secuaz de la Susurradora y eso era todo lo que necesitaba saber, aunque ya sabía que a las babosas les importaban mucho aquellas distinciones. Sin embargo, reconoció que lo siguiente que dijo la intrigaba. 

-Y qué puede ser... ¿Qué puede ser tan valioso o tan difícil de encontrar como par hacer ese trato con las bestias? En todo caso...

Entonces la entrada de uno de los nórdicos en la sala interrumpió sus palabras. Venía sofocado, como si hubiese venido corriendo. Al principio Adela sonrió, por fin habían tomado la decisión correcta, luchar. Pero la sonrisa se le evaporó cuando oyó el resto del plan. Brendr saltó hecha una furia, y no era para menos. Adela se puso a su lado, con el rostro igualmente furioso, y golpeó con el puño uno de los bancos. 

-¡Pero por todos los demonios del Abismo! Esperábamos un plan, ¡Y esa mierda de dracosaurio es lo que se os ha ocurrido! Vosotros no habéis visto a las bestias como nosotras, vosotros no sabéis de lo que son capaces. ¡Subestimándolas así solo conseguiremos morir y perder el Norte entero! ¡No hay que dejarles pasar! ¡No hay que cortar su retirada, por todos los cuernos, lo que hay que hacer es obligarles a retirarse! Su huida sería nuestra victoria, no nuestra derrota. ¿Estáis ciegos, por la barba de Hrutgar?

Cargando editor
01/02/2021, 21:05
Úlfur

     Oí hablar a los lejos a Raedrik y la hija de Lokbar e incluso alguna intervención más de los norteños pero apenas alcanzaba a entender lo que, mi mente se había alejado de allí, lo dicho por Adela sumado a las últimas palabras de Rørj me hizo comenzar a atar cabos, apreté la mandíbula y los nudillos hasta resaltar las venas de mis puños. Maldita sea, las había dejado con esas bestias y ahora podrían haber hecho lo mismo que con la mujer que habían matado aquellos norteños, sabía que en el momento apenas podría haber logrado otro desenlace de haberme enfrentado directamente a los jínetes de lobo pero tampoco lo hacía más sencillo de digerir.

    Por todos los infiernos, ni siquiera había tratado de seguirlos, en su lugar había vuelto para escabullirme con Raedrik con la esperanza de llegar al sur y aunar fuerzas pero qué sentido tendría eso si ya no había tiempo, había vuelto a fallar a mi palabra. Respiré hondo, dejarme arrastrar por la derrota no me ayudaría allí ni cambiaría nada, tenía que centrarme. Sacudí la cabeza y me aleje de la mesa dando varios pasos en torno a ella, lo mismo me daba si los norteños me miraban raro, estaba seguro de que ellos también tenían ahora otras cosas más importantes de las que estar pendiente que de un extranjero albino. Me pasé la mano por la frente y eché mi melena hacia atrás antes de regresar sobre mis pasos y concentrarme en lo que parecía estarse debatiendo sin perder atención a un detalle, Gunborg aún no había abierto la boca ¿A qué esperaba?

   -Las montañas os darán una ventaja estratégica si os aprovecháis de sus desfiladeros y acantilados para luchar pero si jugáis esa carta ahora y falla, daros por perdidos, mejor sería provocar aludes y avalanchas para bloquear los caminos, eso podría acabar con el mayor número y retrasarlos, aunque qué voy a saber yo si ni siquiera soy de estás tierras ni un estratega, por eso me gustaría saber la opinión al respecto de Gunborg.- Giré la mirada con suspicacia en dirección al viejo lobo, estaba claro que los miembros jóvenes de la manada tenían sangre caliente pero eso era una cosa y dirigir la jauría otra muy distinta a parte que se había dejado de lado el pedir ayuda a Prospero. "Édredro y la Serpiente, qué demonios pintan ellos en todo esto y tras que es lo que andan."

Cargando editor
07/02/2021, 12:19
[Narrador]

Desde que en aquella estancia impregnada de olor a sudor, a pescado y humo surgió el nombre de la susurradora, Gunborg se mantuvo sumido en sus pensamientos. Un poco más pálido de lo normal pero con lo poco que se veía de su rostro embutido entre el pelo, gruesas barbas y pobladas cejas aquello habría pasado desapercibido. Él se limitó a negar con la cabeza. -¿Has presenciado la reunión con tus ojos?- preguntó al fornido que ya recuperaba el aliento. Éste asintió -Parte de ella- afirmó con una mezcla de vergüenza y orgullo. -¿Has visto algo raro?- los ojos de ambos norteños se sostuvieron. Volvió a asentir aunque su ceño se frunció como si no supiera bien qué era lo que le provocaba esa extrañeza. Fue entonces cuando Gunborg se alzó -Nos vamos al norte- resolvió con contundencia y, sin embargo, la frase no fue más que un susurro. Se acercó a Brendr y Adela -Está aquí- dijo con cierto recelo y temor. Raedrick, que se encontraba cerca, frunció el entrecejo -¿Aquí quién?- iba a preguntar pero entonces comprendió el temor en los ojos de los norteños. Ese temor que es sólo alimentado por las supersticiones. -La Susurradora está aquí-

-Adela, reunid a vuestros paisanos. Todo aquel al que conozcáis y que sea de confianza. Nada da dudas. Confianza total.- Se giró hacia el muchacho -Nosotros igual. Reúne a nuestra Leidang pero deja a los hombres de refresco que llegaron hace tres lunas. Sólo a los veteranos. Formaremos la vanguardia al margen de lo que planeen.-

Tras ello se gira hacia los extranjeros -Vosotros haced lo que queráis. No os obligaremos a luchar por una tierra que no es la vuestra pero todas las armas que podamos reunir serán bienvenidas.- El último en llegar dio un paso -¿Son de confianza?- preguntó -No estuvieron en la reunión susurrando ideas estúpidas- sentenció y aquel debate quedó zanjado.

Cargando editor
07/02/2021, 12:28
Raedrik

Me levanté del banco con la intención de devolver los pergaminos a Úlfur pero me detuve -Deja que los lleve al sur- le pedí -llevémoslos juntos- pedí, con su ayuda aquello sería más fácil. Las palabras del cacique norteño me habían recordado lo que siempre pasaba con aquellas gentes. La mecha para que se pusieran a guerrear entre ellos siempre era demasiada corta y con muchos fuegos en derredor. No confiaba en que pudieran mantener el norte. Al menos, no todo.

Pase lo que pase, nuestros dignatarios tienen derecho a saber lo que está ocurriendo.

Cargando editor
08/02/2021, 19:18
Adela

Adela estaba a punto de golpear al hombre como no contestara pronto a la razón de aquel plan estúpido, pero el movimiento de Gunborg hizo que se detuviera. Con respeto, se apartó del paso del hombre, conteniendo su ira hasta oír lo que tenía que decir. Y efectivamente, lo que tenía que decir era tan importante como grave. 

Preguntó sobre si había algo raro en la reunión, y por desgracia lo había. Un presentimiento desagradable se instaló en la garganta de Adela antes de que Gunborg declarara, poniendo confirmación a sus temores: 

-Está aquí-

La cara de Adela y Brendr se demudó, convertida en una máscara de gravedad, seria como los muertos. Como acto reflejo, se llevó la mano a la espada, que pendía de su costado, y cerró el puño en torno al pomo machacado y lleno de marcas y arañazos. Los refuerzos de sus guantes de cuero crujieron al apretar los puños. Escuchó a Gunborg con seriedad y asintió con decisión total. No era hora de andarse con medias tintas ni con esperas. Inmediatamente después de las órdenes de Gunborg, Adela echó a andar hacia la puerta a paso muy rápido, casi corriendo, mientras revisaba sus armas y se aseguraba que estuvieran listas. Mientras andaba, le decía a Brendr, con voz dura y cortante, la voz de órdenes que había aprendido de su padre: 

-Ayúdame a reunir a los leales, todos con armadura puesta y armas listas, no quiero a nadie no preparado para el combate. Nos llevamos a Engil, a Horeg el Oso y a Finmir. -Engil era el mejor explorador, y Adela había visto a Horeg partir en dos el cráneo de un secuaz de la Susurradora durante una escaramuza en Cien Nevadas hacía dos años: mientras que todos languidecían por sus conjuros debilitadores, Horeg había avanzado como si no los notara, blandiendo su enorme hacha de dos manos con tal fuerza que, una vez terminó la batalla, tardaron dos horas en arrancarla del cráneo. Todos sabían lo que odiaba la magia negra y a los que la practicaban. Finmir podía no ser tan impresionante físicamente, pero era astuto estratega y el mejor con las trampas, tanto para animales como para personas, y tenía una colección de pieles de serpientes del hielo.  -También nos llevamos a todos los Dúndarson, a Gavaras y a las gemelas Gavarasdóttir, a esas búscalas donde haya cerveza. Si están borrachas, échales un cubo de agua helada por encima, no tenemos tiempo de esperar a que se levanten. 

Los seis hermanos Dúndarson eran tan feroces como una manada de lobos del hielo, coordinados mejor que ningún otro grupo de hombres, lo hacían todo juntos: beber, festejar, combatir. Sus escudos se cerraban como uno solo, y sus espadas atacaban como una sola, desde todos los frentes, y les había visto derribar a un dracosaurio gigante verde de una sola carga. Tenían más motivos que nadie para ser leales: un secuaz de la Susurradora mató al séptimo Dúndarson cuando eran unos niños. Las gemelas hijas de Garados eran dos huracanes de acero con sus hachas largas de asta de arcalce, y mataban babosas casi con tanto entusiasmo como bebían sin parar. Su padre era un hombre del tamaño de un buey, siempre envuelto en las pieles de la cría de lobo fenrisiano que mató hacía años: su martillo de dos manos era una leyenda entre la Leidang, hecho de algún material extraño del que nunca soltaba prenda: sólo él podía blandirlo con tanta fuerza, capaz de derribar una puerta de hierro de una sola acometida. 

-Buscaré a Darla y a Vinla en el altar de Hilkra, ve a por los Vanerland al campamento. Si me he dejado alguien, búscalo, pero recuerda, solo máxima confianza. Separémonos para reunirles más deprisa. ¡Vamos!

Con esas palabras, Adela echó casi a correr fuera de la habitación, abriendo la puerta de un tirón. Darla y Vinla eran las dos hermanas más devotas de Hilkra que conocía, era casi seguro que estarían en su altar, rezando a la diosa. Nadie estaba más enfadado que ellas por la matanza de los yaks por parte de las bestias, y en combate sus lanzas se movían más certeras y rápidas que un halcón a la caza, sus capas solo un borrón a su espalda, atacando más rápido de lo que Adela podía seguir con la vista. Prefería ir ella a por las hermanas, Brendr podía ser demasiado brusca y Darla y Vinla estaban susceptibles en ese momento. Era mejor que ella se ocupara de los Vanerland, con esos no se podía ser demasiado brusco. La familia de cazadores (los dos padres, el tío y los dos hijos) era salvaje como los lobos de la montaña, y sin duda estarían montando alboroto o metidos en algún lío. Sin embargo, a la hora del combate, nadie era más sigiloso, certero y mortal que ellos, cinco arcos recurvos de cuerno de dracosaurio cargados con flechas largas como jabalinas. Nada sobrevivía allí donde apuntaran. 

Notas de juego

Me he tomado la libertad de inventarme mis compañeros de confianza, cambia lo que quieras xD

Se entiende que estos que menciono son los líderes, que cada uno tiene a su mando a sus propias unidades de guerreros. No me voy a poner a listar cientos de nombres, se supone que si estos vienen, vienen sus subordinados xD

Cargando editor
08/02/2021, 21:16
Úlfur

     Sentí como el bello tras la nuca se me erizaba ante la expresión de gravedad del viejo lobo, desconocía los detalles acerca de la Susurradora, que tanto parecía significar para los norteños, pero si su sola presencia era capaz de estremeces a los hombres y mujeres de esa región, no auguraba nada bueno. Seguía en tensión, qué deber seguir ahora, la razón me impelía a llevar de vuelta a Raedrik, llevar nuestro mensaje al Sur y tratar de convencer a cualquier costo a sus señores de la gravedad de la situación.

    Pero una vez tras otra, solo veía un final posible para ese trayecto, llegar, presentar los documentos y, tras tal vez lograr atraer la atención de algún funcionario o cargo medio, la fría indiferencia, los hombres del sur eran necios, soberbios y egoístas, al menos los que tenían a bien dejar sus nobles posaderas entre cojines mullidos y eso pasando por alto que los mensajeros éramos un par de don nadies ¿Un mercenario y un adefesio albino tratando de convencer al sur de sangrar por el norte tras todas las guerras y con el invierno a punto de llegar? La verdad es que casi me costó no soltar una carcajada figurándome la escena, aunque reculé a tiempo de llamar la atención de los presentes. Nuestro relato apenas pasaría de un cuento de borrachos.

    Resoplé y me crucé de brazos ante Raedrik antes de darle una respuesta mientras me seguía preguntando si todo aquello solo lo quería ver así para dejarme arrastrar por lo que me pedían la entrañas a la espera de alcanzar alguna clase de retorcida redención. Aquellos no eran lo habitantes del valle de Noctumbría y, por mucho que su situación fuera similar a la de los últimos días de la ciudad de los shatria, ayudarlos a salvarse no cambiaría el pasado. Se me agrió el rostro, Raedrik, qué diría él o el resto de los presentes de conocer la verdad de mi linaje, y ahora me pedía que lo ayudase a regresar, lo cierto es que tampoco podía culparlo del todo, yo mismo me había ofrecido a hacerle de guía.

   En cualquier caso, demasiado tiempo gastado en  reflexiones vacuas, era tiempo de hacer lo propio y moverse, cada uno de los presentes había dejado claro como pensaba proceder y no iba a quedarme ahí plantado hasta comenzar a echar raíces.

    -No, Raedrik, te acompañaré hasta la frontera y me aseguraré de que llegues sano y salvo al sur, pero tras eso regresaré y dejaré a tu cargo entregar el mensaje ya que en cualquier caso dudo que mi presencia ayudar a transmitirlo mejor.- Volví la vista hacia Gunborg y Adela, siendo testigo de como se preparaban para la lucha. -Puede que esta no sea mi tierra pero, después de lo que he visto y oído, tengo muy claro que es mi guerra... y la del sur también, así que convéncelos de ello y envía tantas espadas como te sean posibles de regreso. Dame un momento, quiero hacer algo antes de partir.- Recorté la escasa distancia que nos separaba hasta situarme frente a Adela.

    -Se que un hacha no cambiará el curso de una guerra, menos una tan ridícula en comparación con vuestros hachones a dos manos...- Dije sonriendo, aún a sabiendas de la dureza de la situación no llevaba demasiado bien el mantener por mucho tiempo el culo apretado sin soltar alguna estupidez. -...pero en cuanto llevé al sureño me gustaría regresar y luchar a vuestro lado como en el pasado hice con vuestro padre.- La tendí mi mano dispuesto a tomarla por el antebrazo, si aceptaba mi oferta, aunque lo mismo daría. Tanto con su aprobación como sin ella regresaría, la única diferencia sería si antes iría tras ellos o no, aún con todo, no aparté la mirada en ningún momento.

Cargando editor
09/02/2021, 19:29
Adela

Úlfur tuvo que correr para alcanzar a Adela, que ya estaba en el umbral de la estancia, dispuesta a ir a reunir a sus hombres. Cuando le cortó el paso, Adela frunció el ceño y su puño se cerró sobre la espada. Normalmente Adela disfrutaba de las bromas y las tonterías como la que más de entre los nórdicos, pero aquel momento no era el apropiado y su rostro solo reflejó seriedad e impaciencia cuando el extranjero hizo la broma sobre las hachas. Estuvo a punto de apartarle de un empujón, pero entonces ofreció su ayuda. La situación en aquel momento era tan desesperada que cualquier ayuda, fuera la que fuese, era bien recibida, así que apartó la mano de la espada y correspondió a su gesto apretándole el antebrazo también. 

-Toda ayuda es poca. Si tenías la confianza de Lokbar, tienes la mía. Esperaremos tu hacha. 

Y sin más, ya que tenía prisa, continuó su camino a paso ligero, casi corriendo. 

Cargando editor
11/02/2021, 19:14
Úlfur

    Esbocé una sonrisa al ver desaparecer a Adela convencido de que nuestros caminos se cruzarían de nuevo y prefiriendo pasar por alto lo que pasaría si se diese la casualidad de que, llegado el momento, nos encontrásemos en el bando contrario a Aya o Pandora, no, ya había pensado demasiado en el pasado e hipotéticos futuros por hoy, ahora era el momento de poner los pies en la tierra y centrarme en lo que me quedaba por hacer.

    -Está bien, Raedrik, toma los pergaminos y cualquier otra cosa que consideres que te pueda hacer falta, cumpliré con lo prometido y te llevaré hasta el Sur.- Mi intención era partir cuanto antes y por la ruta más corta, poner tierra de por medio era la mejor manera de asegurar que Raedrik pudiera entregar su mensaje sin tener que volverme a encontrar con esos jinetes de lobo, o al menos eso prefería creer, aunque no podía descartar que parte de las fuerzas enemigas hubieran atravesado ya las líneas de defensa de los norteños si que ellos se dieran cuenta en busca de posibles puntos débiles y caminos para tomar una vez avanzase el grueso de su ejército.