CIMA DE NIND Y PUENTE DE KJÖR
Primer día de batalla
Últimas luces de la tarde

-Desde aquí se puede divisar el campamento enemigo y la ruta hayan escogido.- Esa idea se repetía una y otra vez en las mentes de los norteños que ascendían al atardecer por la cara sur del Nind sin prever lo que les aguardaba arriba. El hermitaño Kjör había muerto hacía ya muchos años, pero las ruinas de su pequeño refugio excavado en la roca permanecían como huella imborrable de su existencia.

Engel (el explorador) miraba la nieve con sus profundos ojos azules. Tenía su espesa mata de pelo recogida en una gruesa coleta, los laterales de la cabeza rapados y una espesa e incipiente barba. En contra de la norma en el norte, su complexión era delgada. Las pieles que le abrigaban era de un tono marrón pardo, debajo de las cuales asomaba un jubón azul oscuro. Se detuvo, se agachó y acarició la nieve con la mano desnuda. Úlfur llegó hasta él, también abrigado con pieles nórdicas el extranjero le sacaba una cabeza a Engel. La tercera en llegar fue Darla, Elegidas de Hilkra. Con el pequeño escudo en el antebrazo izquierdo luciendo las runas de su dios, y la lanza en la otra. El yelmo con cuernos de cabra retorcidos sólo dejaba ver sus profundos ojos. Diederik Vanerland (El mayor), junto con Finmir Serpiente de Hielo (El Trampero) se mantenían a distancia, con ojos atentos a cualquier movimiento cercano. Estbana llegando a la cima, desde allí se podía ver gran parte del norte y desde aquella perspectiva parecía que el imponente Yunke Blanco estuviera en el centro. Rørj el desterrado llegó junto a los exploradores pero mientras ellos observaban las huellas dejadas en la nieve, sus ojos miraban hacia arriba, a la cima. Una sombra se movió de un saliente a otro, semioculta por las rocas hasta que, finalmente, se alzó. -¡Eh!- llamó la atención el desterrado y los ojos del grupo se dirigieron hacia donde apuntaba su mirada. Una joven de aspecto lamentable, mal vestida para aquel frío y visiblemente exhausta se dejó ver.

Úlfur la reconoció al momento. Era Aya. Junto a ella se asomó también otra figura, Pandora. La sonrisa se dibujó el rostro de las jóvenes al reconocerlos. Habían escapado de las garras de sus captores -¿cuánto tiempo llevarían solas en aquel lugar de condiciones extremas?- En sus rostros podía verse que demasiado, pero estaban vivas y aún conservaban fuerzas para permanecer de pie y sonreir.

Los caballos estaban a las faldas de la montaña y en el trayecto el grupo de norteños se habían comido casi todas las provisiones que llevaban. Sólo les quedaba agua. Finmir tenía pan duro pero poco más.

-Son babosas- dijo Finmir entrecerrando los ojos -Quizá la avanzadilla del enemigo, hijas de la susurradora- comentó Darla y sus palabras hicieron que Diederik tensara el arco de punta reforzada. -¡No!- dijo Rørj con voz ronca pero su mirada no se apartó de ellas. Quería creer en sus palabras, quería creer que el veneno del alma del que habló Arne La Chamán la noche anterior no las había afectado... pero lo cierto era que no estaba seguro. Engel, que mejor puntería tenía del grupo, extrajo una flecha de su carcaj y la puso en el arco sosteniéndola con la diestra.

Aya empezó a toser. Se apartó del saliente y se sentó en la roca más cercana. Entrecerró los ojos cuando la tos pasó y miró al cielo. En el rostro de Pandora se reflejó la preocupación por su amiga.

La sonrisa de las jóvenes desapareció cuando una flecha pasó por encima del hombro de Pandora perdiéndose en la lejanía. El tiro iba dirigido a su nuca pero una ráfaga de viento la desvió lo justo para fallar. -Las han seguido- 

En acto reflejo, Pandora cogió a su compañera Aya y ambas se tiraron al suelo al otro lado del saliente. Tras medio metro de caída amortiguado por la nieve estaban fuera del alcance de sus perseguidores que aún debían de cruzar el puente de Kjör

Pandora se sentía bastante furiosa, a pesar de sonreír por varios motivos; el hecho de que le dispararán no le hacía ninguna gracia. Sentía aún como algo extraño aquella habilidad poco conocida y su activación era bastante semejante a sus propia mentalidad de defenderse más que de atacar, dormir; un escudo; una mano amiga y un ataque venenoso solo para quienes se acercarán demasiado.

Quizás su magia no era demasiado poderosa pero se le ocurrió una posibilidad de quitarse a alguno perseguidores de encima...

- me alegra verte entero Rorj, dadle el pan mojado a Aya, lo necesita más que yo... - el hambre podría empeorar la enfermedad de su amiga, por lo que intentaría soportar un poco más la propia... Se enfocó en el punto alto del lugar del que habían venido, imaginando una gran mano traslucida que poco se podría ver, arrastrándola por la nieve reuniendo una esfera a su paso, esperando que esta rodara colina abajo.

- si me pongo un casco como ese... - decía - ¿pasarían mis cuernos como parte del mismo?

Los niños los ocultaban bien, pero un casco, quizás le permitiría lucirlos modestamente.

    En un primer momento me quedé sorprendido al recibir la llamada de Engel, que entre toda una leidang a su disposición hubiese decidido reclutar a un extranjero en vez de a un nativo era algo extraño. En fin, no me quería hacer de menos, pero por muy bien que conociera aquellas tierras ellos habían nacido en ellas. Tal vez se trataba solo de una aplicación de un sentido práctico, los hombres y mujeres de armas no abundaban y era mejor no renunciar a uno solo de ellos o lo mismo el viejo lobo, allí presente, le había hablado de cómo casi habíamos logrado eludirlos durante semanas tratando de llegar a la frontera sur. Fuera cual fuese la respuesta, tanto mejor para mi, prefería mucho más aquella tarea que el quedarme atrás en el campamento.

    Tan rápido como me fue posible recogí mis armas, vestí las pieles que me habían sido prestadas y tras asegurarme de coger cualquier otra cosa que resultase útil pero no demasiado pesada me uní al grupo. Arqueé una ceja al ver allí a Rørj, el desterrado era quien mejor conocía al enemigo pero también se iban a fiar de él para la misión de exploración, no era mi intención empezar a cuestionar las decisiones del líder del grupo de exploradores en ese momento pero aunque la noche anterior hubiésemos compartido cena e historias demostrándome que en verdad era algo más de lo que la mayoría de sus congéneres pensaban, seguían habiendo muchas otras preguntas a la espera de recibir respuesta.

    Evitando perder más el tiempo con ello, colgué mi arco a la espalda y subí a la montura que nos habían preparado, no me hacía mucha gracia aquello ya que nunca había sido un jinete precisamente destacado y los caballos me daban... no me generaban excesiva seguridad, maldita sea. Tragué saliva, respiré hondo y tras cerrar los ojos por unos segundos para recordar por qué hacíamos aquello, me uní al grupo que había iniciado la marcha.

    Los siguientes días de marcha fueron algo duros, el frío se iba acentuando conforme avanzábamos y aunque la nieve todavía no supusiera un problema, un repentino cambio traicionero en las corrientes podría hacer que pagásemos caro el atrevimiento, para colmo las provisiones no se habían calculado demasiado bien, apenas nos quedaba ya algo de pan y agua, con la caza descartada, al menos por el momento, el hambre sería la próxima amenaza con la que tendríamos que lidiar. Ascendiendo por la ladera sur del Nind cuando dimos con un viejo refugio que mis compañeros parecieron reconocer al momento, aún así, ni rastro del enemigo...

    Rørj nos puso en alerta, todos volteamos la cabeza, algo se aproximaba, de inmediato descolgué el arco a la espera de confirmar de lo que se trataba, agudicé la vista y el resto de sentidos, si se trataba de exploradores tendríamos que eliminarlos de inmediato o delatarían nuestra posición. Y entonces "Por los siete, cómo diantres han llegado hasta aquí." Sonreí, relajando el brazo, aunque prácticamente había sido el único, así que corrí a bajar de la montura e interponerme ante el resto para evitar el disparo del mismo modo que había hecho el desterrado.

    -No disparéis, son aliadas.- "O eso espero, como la vieja tuviese razón estamos jodidos." -Podrían darnos información útil sobre el enemigo, dejad que hable con ellas.- Aparté la mirada por un momento de Engel y el resto para observar dónde se encontraban ellas por encima del hombro justo cuando el silbido de una flecha hizo que se me acelerase el pulso, por suerte el proyectil había fallado, pero lo que anunciaba no era nada bueno, al menos ambas habían cruzado el puente. "Mierda, si las siguen vamos a tenerlo jodido, no logró verlos ni olerlos, así no sabré de cuantas de esas sabandijas se tratan." 

   Me pareció escuchar a Pandora hablar tontería pero ahora no podíamos perder más tiempo, había que decidir si huíamos o plantábamos cara allí. Liberé el hacha de mano de su arnés y me dirigí hacia ellas de inmediato para tomar a Aya y ayudarla a ponerse en pie, lo mejor sería subirlas a un caballo y que alguien les ayudase a alejarse. -Engel, tenemos que cortar el puente y alejarnos para ponerlas a salvo.- No parecía que Aya se encontrase en muy buen estado, eso me preocupaba. -Podemos quedarnos atrás unos pocos para daros más tiempo al resto y usar el refugio para emboscarlos.- Ahora me dirigí a las chicas. -Visteis cuántos os seguían ¿Se trata de jinetes lobo?-

El enemigo se acercaba al otro lado del acantilado. Sólo el puente separaba una orilla de la otra. Tras intercambiar unas palabras Pandora no dudó, se giró, retrocedió arrastrando manos y pies por la nieve de regreso a la cornisa. La mujer asomaba la cabeza, el viento movió sus cabellos y los cuernos quedaron a la vista. Ella recitó unas palabras en lo que parecía una lengua ininteligible y extendió su mano derecha sobre la nieve. En ese momento, la nieve bajo su mano quedó vinculada a la nieve sobre la cabeza de los enemigos. Agua y frío, agua y frío. Resultaría un vínculo sencillo aludiendo al principio de la simpatía, uno de los cuatro principios menores de la antigua magia. Aunque Pandora no sabía nada de esto, algo dentro de ella estaba despierto a este tipo de conocimiento. Entonces hundió la mano en la nieve vinculada y la arrastró hacia abajo. Al mismo tiempo la nieve sobre las cabezas de los hobgoblins que llegaban se desprendió. La nieve junto a Pandora se detuvo a pocos metros delante de Wulfgar pero la pendiente al otro lado del acantilado era mucho más pronunciada. Se precipitó y lo que en principio era un puñado, pronto se convirtió en una masa informe del diámetro de una rueda que giraba chocando y desprendiendo más nieve. El pedrusco golpeó contra la piedra y varios témpanos de nieve se soltaron.

-Engel, tenemos que cortar el puente y alejarnos para ponerlas a salvo.- Pero Engel no reaccionó en los primeros segundos. Estaba boquiabierto observando como caía la nieve sobre las cabezas hobgoblins. No había sido una avalancha ya que en la cima no había espacio para eso, pero sí produjo una distracción importante en el enemigo. Rørj fue el primero en salir disparado hacia el puente blandiendo su hacha. Seguido de cerca por Darla que intercambió una mirada de ceño fruncido con Úlfur. Fue entonces cuando el resto reaccionó. Engel y Diéderik corrieron arco en mano y empezaron a disparar al enemigo. Una flecha tras otra para mantenerlos a raya del puente. Finmir corrió al puente tras Darla y Rørj pero en lugar de ayudarles detuvo al desterrado que ya estaba a punto de cortar una de las cuerdas y empezó a señalar dónde debía romper, dónde aflojar y dónde dejar intacto el puente. Una trampa mortal que hará que el primer grupo que intentara cruzar se despeñe por el acantilado.

Las flechas volaron. Llegaban ya al otro lado del barranco. Cuatro cruzaron peligrosamente amenazando a vuestros compañeros pero solo dos dieron en el blanco. La primera pilló de refilón el costado de Pandora hundiéndose en la carne pero desviándose con la costilla. El resultado fue un ancho tajo bajo el brazo derecho a la altura del codo. La flecha cayó ensangrentada. Otro proyectil se hundió bajo la clavícula izquierda de Rørj mientras descargaba su hacha sobre el puente. La flecha se partió dejando la punta dentro y Rørj apretó los dientes. Todos regresaron al cobijo de la cornisa. La sangre empezó a empapar las pieles del desterrado con rapidez.

Darla escudriñó la herida del Desterrado con rapidez apartando las pieles, Engel mantenía un ojo por encima de la cornisa con cautela, Finmir se acercó jadeante. -Demos un rodeo bajo la cornisa y por allí- comentó. Las miradas recorrieron el camino fuera de las flechas enemigas. Aya, pese a su fiebre, analizó con preocupación en el rostro el costado de Pandora.

Los gritos y los golpes delataron que el puente había caído. -Úlfur, Rørj, Darla. Id al refugio con ellas- decía el explorador. Úlfur conocía a Aya, Rørj a Pandora y Darla aseguraría que se cumpliera la voluntad de los dioses. -Diéderik, Finmir, acabemos con ellos- Diéderik aún tenía el arco preparado por lo que Engel y él podrán dar muerte a dos enemigos con facilidad antes de que superaran la cornisa. Un hobgoblin asomó por la cornisa, Engel que estaba más cerca, disparó errando el tiro. La segunda flecha rebotó contra la armadura. El hobgoblin tenía su espada larga desenvainada y en una magnífica maniobra superó las defensas del explorador pero éste ya estaba preparado. Eludió la parte letal del golpe pero una fina línea roja se dibujó bajo su axila izquierda.

Todos se sorprendieron por la rapidez de los acontecimientos. Engel y el Hobgoblin se enzarzaron en una contienda. Aya aparta la mirada de la herida de su compañera. Sus ojos son ahora negros como el carbón. Profiere una sarta de improperios en una lengua extraña entremezclados con silbidos y ¿gruñidos? pero la voluntad del Hobgoblin es más fuerte. Aya no consigue distraerle del combate pero todos pueden ver (más o menos horrorizados) cómo los ojos de la joven son completamente negros y de su boca sale un icor negro que escupe sobre la nieve.

Diéderik dispara una flecha certera que se clava en el abdomen del Hobgoblin y cae de espaldas golpeándose la cabeza contra una roca, quedando inconsciente. Engel no duda y lo remata. Reina el silencio mientras Aya, poco a poco, vuelve a su estado natural.

-Vamos- comenta Darla con tono frío e inexpresivo -Nosotros prepararemos el terreno- se apresura a decir Finmir no teniendo ninguna gana de ir con aquellas dos extrañas mujeres.

Pese al susto, poco después estábamos en el refugio. Vi los ojos de Engel cuando su flecha rebotó en la armadura. Se encendieron al tener un enemigo digno contra el que batirse. Darla se afanaba ahora en mi herida, debía rajarme el pecho con su data para extraer la punta de la flecha. Aquello no iba a gustarme. Si la punta se desprende y se queda en mi pecho sólo habría dos alternativas. Un quiste o la muerte.

Preferí no pensar en ello y me dirigí a las jóvenes -¿Qué ha sido eso?- les pregunté tanto a Pandora como a Aya intercambiando una mirada con Úlfur.

Darla hizo su trabajo sin avisar y tuve que apretar los dientes mirando al techo. Cuanto bajé la mirada tenía la punta de la flecha en su mano y respiré aliviado.

Dolía, no sabía bien la muchacha como utilizaba su poder, solo lo sentía y lo llevaba a cabo, aunque poco esperaba que mientras ella utilizaba aquel extraño don una flecha le escogería como blanco. Apretando los dientes siguió a los demás sin saber si sujetarse el costado o intentar ignorarlo por tal se no perder el ritmo.

- cortar una pieza de carne de ese perro - dijo a quienes se quedaban a luchar. Después de todo decían no tener comida, y matar a aquel animal solo "por ser montado" por un enemigo le parecía un desperdicio, sobretodo cuando la comida escaseaba.

Una vez en zona "segura" pasó a mirar alrededor, esperando que alguna planta asomara entre la nieve, algo con lo que tratar la herida,... Aunque poco probable, lo único que podía hacer por el momento era limpiar con nieve la herida y apretarla con un jirón de tela - genial, menos ropa - pensó, solo esperaba que el grupo que quedaban atrás de verdad recordarán tomar carne para un par de días.

Rorj preguntó "que había sido eso"; y Pandora se encogió de hombros - nos obligaron a participar en un ritual extraño, a decenas de personas capturadas diría yo... Y en dicho acto nos vimos sujetas a un pacto con un ser "peculiar". Creo que cada trato es diferente, es mucho más obvio en Aya que en mí... ,- eso último lo dijo mostrando uno de sus ojos, de azul vibrante que resaltaba en exceso al lado de su otro ojo, marrón caramelo algo apagado.

    Aunque casi toda mi atención estaba ahora centrada en la amenaza de los grandes trasgos que nos atacaban no pase por alto lo que había sucedido con Aya ni Pandora. Sabía que ambas poseían dones especiales, pero cuando los ojos de la joven se tomaron aquel aspecto sobrenatural mi preocupación se acrecentó, algo que debió de hacerse notar cuando mi mirada y la de Rørj se cruzaron ya en el refugio haciéndome dudar de como se podrían tomar aquello los norteños una vez acabase el combate.

    -Nos obligaron a participar en un ritual extraño, a decenas de personas capturadas diría yo... Y en dicho acto nos vimos sujetas a un pacto con un ser "peculiar". Creo que cada trato es diferente, es mucho más obvio en Aya que en mí...- "Anagata" un escalofrío me recorrió la espalda al recordar el nombre de los no-nacidos, sus nombres y naturaleza formaban parte del conocimiento oculto a todos aquellos que no habían sido iniciados en el segundo de los secretos shatria pero las leyendas en torno a aquellas criaturas eran suficiente para provocar pesadillas entre los chiquillos de los shatria "¿En verdad les habrían forzado a comunicarse con uno de ellos?".

    Mis pensamientos debieron de evidenciarse más de lo que me hubiese gustado admitir pues la reacción en el rostro de Aya me dio una pista de ello, maldije en silencio para mis adentros por ello mientras me llamaba a la calma, teníamos cosas mucho más apremiantes entre manos, así que, dejando las armas en el suelo me apresuré a aproximarme a las muchachas mientras me quitaba el abrigo y se lo tendía, si se acurrucaban juntas sería suficiente para cubrirlas a las dos hasta que acabásemos con sus perseguidores.

    -Pandora, si has logrado parar el sangrado, juntaros y cubriros con esto, nosotros nos encargaremos del resto.- "Ahora solo falta que la necia astada me haga caso y se queden quietecitas." Sonreí mientras las tendía el abrigo dejando que aquel pensamiento fugaz me lograse alejar un poco de las preocupaciones que ahora no necesitaba corriendo a sumarme a los otros dos defensores y recuperar mis armas.

    Relajé los hombros y salté en el sitio, ahora era el frío el que me hizo estremecerme pero aquello no sería lo de menos si llegábamos a entablar combate, en un lugar angosto como aquella cueva teníamos la mano ganadora, aunque no me gustaba tener que aguardar allí mientras Engel y el resto siguieran combatiendo fuera, así que me aproximé de vuelta a la entrada con el arco preparado esperando a ver cómo discurría el combate.

Fuera sólo había un alma enemiga que cae bajo las armas de los bárbaros del norte. No hay hobgoblins cerca y la caída del puente detiene el grueso de las tropas. Diéderik, Finmir y Engel se quedan tras diferentes coberturas listos para usar sus arcos contra aquellos que se acerquen al borde para intentar hacer una pasarela.

Úlfur, Rørj, Darla y las recién rescatadas Pandora y Aya, corren dando un rodeo hacia el refugio.

El interior está en penumbra y conserva el frío de la noche. Hay una escala al fondo, demasiado estrecha para ascender de dos en dos. -Úlfur- Darla atrae tu atención -Ahora eres nuestro explorador. Sube ahí arriba. Podrás ver la dirección del ejército enemigo que es lo que hemos venido a hacer aquí.- El desterrado se coloca junto a Úlfur -Voy con él. Conozco la zona.- Sentencia. -Sí- dice Darla -Yo cuidaré de ellas. No tardéis. Subir, ver, bajar. Avisamos a Engel, Finmir y Diéderik y regresamos.-

Tras ello, Darla se gira hacia Aya y Pandora. -Voy a bajar tu fiebre y curar tu herida.- Las miro alternativamente y resuelvo que la más grave es Aya por lo que empiezo a explorar su cuerpo para hacerme una idea de su estado y el avance de su enfermedad.

Rörj y tú subís uno tras el otro hasta la zona superior. Allí la brisa es mayor. Os llega el olor de la sangre y el murmullo de los hobgoblins más abajo. Al asomaros por aquella ladera veis tres cuerpos inertes junto al acantilado. Engel y los suyos matan a todo el que se acerque. Es el momento de observar en la lejanía.

Nos quedamos a solas. La desconocida toca mi frente, abre mis párpados y mi boca -¿Qué haces?- le pregunto asqueada. -Ten, mastica estas raíces- me dice la mujer. Obedezco aguantando el mal sabor. Siento como mi ser se llena de odio. -No necesito ayuda- quiero gritar, quiero que se aparte de mí, pero aguanto y obedezco.

Después de mí, va a la herida de Pandora y es entonces cuando siento los efectos de las raíces. La presión de las sienes va disminuyendo y, aunque aún tengo fiebre, puedo moverme mejor que antes, algo más despejada. Incluso podría cabalgar. -Gracias- le digo.

    Dejé atrás a Pandora y Aya pese a la intranquilidad que me producía el ver el estado en el que se encontraban, ahora debería confiar en las capacidades de Darla y cumplir con mi cometido, así que sin intención de retrasarme más de lo necesario ascendí para conseguir una visión mejor del campo de batalla y de lo que pudiera esperarnos más allá seguido por el desterrado.

    Mi visión nunca había sido la mejor, mucho confiar en la sangre del elegido pero luego nadie te habla de lo molesto que resultaba la luz del sol a según que horas del día. De todas formas no me iba a poner a refunfuñar por algo que venía de nacimiento, en lugar de ello comencé a otear en distintas direcciones, lo primero que sentí fue como mi olfato se saturaba con el olor de la sangre fresca, con una mueca de desagrado inhalé profundamente de nuevo tratando de captar posibles aromas más lejanos, almizcles propios de las bestias de monta que usaban los invasores, posibles rastros en la lejanía, las voces de sus mandos dando órdenes o los colores chillones de los pendones de los que me había alertado Engel, cualquier posible pista debía de ser evaluada, no solo para descubrir donde se encontraban si no tanto si podrían habernos descubierto o, mejor aún, hacia dónde se dirigían.

Subes a la zona más alta, sobre un risco. Oteas el horizonte, primero los accidentes geográficos. Montes, sierras y acantilados se te antojan como viejos amigos. Reconoces el terreno y no tardas en identificar la depresión en la que murieron los bandidos tiempo atrás. Tampoco la montaña por la que aparecisteis.

Deslizas tus ojos siguiendo la sucesión lógica de la formación de aquellas montañas deduciendo los valles y pasos más seguros y descartando los senderos estrechos que retrasarían demasiado al ejército. Contuviste la presión en el pecho cuando detectaste cuatro formaciones. Tres de ellas podías verlas desde tu posición; de la cuarta (que se dirige al Este) sólo queda el rastro oscuro en la nieve.

El Norte se despliega ante ti.

La avanzada sur desciende en línea recta. Para cuando vosotros lleguéis al grueso de la Leidang habrán llegado al valle de Yaks Muertos. Ir y volver para sorprenderlos en la arboleda es casi inviable por lo justos que andáis de tiempo. Pero no para sorprenderles en el camino sur de la ruta de Yaks. La arboleda es más favorable y un grupo de arqueros podría reducir su número en un primer acercamiento. Por el grueso, ese grupo son 350 almas.

Un grupo de 100 soldados se ha separado de la avanzada sur y se dirigen hacia el suroeste, hacia el descenso de Jorunn.

El grueso del ejército va al Oeste. Son más de 1700 en una masa ingente y oscura que se desparrama en la lejanía. Parece claro que son los que se dirigen al Asentamiento Helvang (hogar de Adela). Pero antes deberán pasar por el antiguo túmulo funerario bárbaro llamado Blanco Cegador y, posteriormente, por el Valle del Viento Gélido.

Del cuarto grupo sólo ves la estela. Aún están más allá de las montañas y parece claro que se dirigen al Oeste. De seguir esa trayectoria llegarán en día o día y medio al lugar donde los bandidos tenían el campamento.

Está anocheciendo. Debéis regresar si no queréis quedaros sin luz en el descenso. A tu espalda puedes ver los caballos aguardando muy por debajo de vuestra posición.

-¡Eh!- Rörj llama tu atención -¿Qué es eso?- pese a que te ha acompañado deduces que su fuerte no es la exploración. Se nota que los detalles del entorno mezclados con los datos y posibilidades del rumbo del enemigo se atoran en su cerebro de bárbaro más experimentado en el combate que en la estrategia. No aporta nada de valor pero ni falta que te hace. Sin embargo, mientras mirabas hacia el sur, sus ojos seguían fijos en el grupo más cercano. Había movimiento. Los soldados descubrían unos carromatos enormes que, en un primer momento podría parecer que transportaban algún tipo de máquinas de asedio desmontadas, pero no. Empiezan a desplegar lonas negras, cada una podría cubrir un caballo. -¿Para qué?- acercan fuegos y ves que no son lonas sino alas. Lo que ocultan en los carros son -Murciélagos enormes-. Tres por carro, diez carros. Rörj y tú os miráis. -Hay que correr- sentencia y casi puedes sentir su corazón tamborileando con fuerza en su pecho.

    Decidido a no perder más tiempo, me limité a asentir al comentario de Rørj y volver a paso acelerado hasta donde habíamos dejado a las mujeres espoleado por la urgencia de semejante amenaza y el frío que comenzaba a calar tras haber cedido el abrigo a Pandora y Aya.

    Apenas me detuve a recuperar el aliento cuando logré localizar a Darla -Si no has podido terminar de tratarlas tendrás que hacerlo por el camino, hay que irse ya y advertir a la Leidang, han dividido sus fuerzas y eso ni tan si quiera es lo peor.- 

    Murciélagos, conocía vagamente aquellas bestias, malos voladores, al menos en comparación con las aves pero eran expertas en moverse con falta de luz y si su velocidad podía igualar o incluso superar a la de un caballo, estábamos jodidos, no solo porque pudieran interceptarnos si no porque podrían dar con la leidang fácilmente y mandar a la mierda cualquier posible estrategia. Además, me tenía preocupado la cuarta fuerza, dudaba que anduviese cerca de la cantidad de efectivos del grueso principal pero no saber su número exacto ni objetivo me escamaba. Joder, y luego lo de Aya y Pandora, como Adela reconociese a la segunda lo mismo terminaría en una pira o con la cabeza clavada en una pica. Tendría que confiárselas a Rørj antes de llegar al campamento y confiar en que Darla no hablase más de la cuenta hasta que diera con un modo de gestionar todo aquello.

    Respiré hondo, la avalancha de pensamientos me había alcanzado una vez más repentinamente anulándome por unos segundos pero no estaba dispuesto a que me privase de más, debíamos de unirnos con Engel, recuperar los caballos y tras explicarle lo visto salir lo más rápido posible de regreso a informar a Adela.

Aliviándole ver a Aya en mejores condiciones, Pandora fue la tratada, nomtu o inconveniente en mostrar la herida e hizo una anotación mental de las raíces que ofrecía a su compañera - esas raíces... Antes buscaba alguna planta en esta nieve para tratarla y no he visto nada.

No sabía si eran raíces traidas de otro lugar o si se podían localizar.

Aprovechaba el ser tratada para volver a hacer sus moños, no sabía a dónde iban, pero ocultarlos un poco podía facilitar la travesía. Y no pudiendo perder el tiempo revisó la oscuridad del lugar, quizás se vieran algunos insectos que aunque poco apetecibles siempre eran una fuerte fuente nutritiva, cuando el mundo te persigue; te acostumbras al fin y al cabo a estar dispuesta a comer cosas peores...

Aya masticaba las raíces que Darla le entregó -Son de las tierras de Ulvang- le responde a Pandora. Y aunque la tiflin vio algunos agujeros en la tierra húmeda -lombrices- poco tiempo tuvo de probar su sabor ya que Úlfur y Rørj bajaron rápidamente.

-¡Ah!¿Ya?- comentó Darla apresurada al ver que se dirigían a la salida.

Úlfur, Rørj, Darla, Pandora y Aya, en el exterior, tras tomar las mismas precauciones que a la ida y no tardaron en reunirse con Engel que mudó la expresión cuando Rørj le susurró lo que habían visto en la cima. Dio rápidas órdenes y todos dejaron de hostigar en la distancia a los invasores que se acercaban al acantilado, descendiendo rápidamente de vuelta a los caballos (lo que les llevó media hora larga).

Ya en el camino, cabalgando con brío, los silbidos y chillidos agudos a la espalda delataban que los murciélagos sí que eran más rápido que los caballos. Aunque no lo suficiente como para llegar en segundos, ganaban terreno poco a poco.

Engel llevaba a Aya mientras que Darla iba con Pandora. Fue necesario que los más delgados y menudos compartieran monturas. Eso dejaba libres al resto para ralentizar su paso y preparar los arcos. -¡Al a arboleda!- Grito Engel. -Los árboles nos cubrirán. Úlfur en un caballo, Pandora y Aya en otro, aguardáis. Nosotros saldremos por el lado Este con los arcos preparados, cuando nos sigan, continuad hacia el suroeste y volved a la Leidang- hizo una pausa -Nosotros ya os alcanzaremos- 

Engel confiaba en que Úlfur encontrara el camino más corto de regreso con Adela. Era explorador y, junto con Rørj, había visto hacia dónde se dirigía el ejército enemigo. Además, la información de las rescatadas tenía un valor incalculable pese a... la corrupción de la susurradora.

No había tiempo de discusiones. Una vez en la arboleda, Engel salta del caballo al tiempo que Darla baja a Pandora para que suba con Aya. Ahora Darla y Engel van juntos. Ella coge las riendas, él tensa el arco antes de cruzar una mirada con Úlfur y asentir.

Los tres os quedáis solos viendo cómo el grupo de guerreros del norte vira hacia el Este. -Funciona-

Rápidamente, los murciélagos giran con ellos y vosotros os lanzáis al galope hacia el suroeste. Sin embargo, uno de los murciélagos que quedaba rezagado os ve y se lanza siguiendo vuestras monturas. El sol ya se ha ocultado y queda muy poca luz. Cuando caiga la noche, estaréis en desventaja si no ponéis solución pronto.

A trote con Aya, y Pandora solo podía pensar que era frustrante haber tenido que huir sin tomar una o dos lombrices antes de huir, de hecho; si tenía que comer algún insecto seguramente sería su preferencia, sabían a tierra y aunque no fuera demasiado agradable de masticar, aves y peces daban fé de que eran un buen alimento.

La tieflin veía como eran segundos quienes se ponían en riesgo por ofrecerles cierta salvaguarda, y no le parecería demasiado correcto que cualquier desconocido se jugara así el pellejo, pero puesto que entre ellos estaba Rorj quien le había hecho una promesa, sacarla de allí sana y salva... No iba a tirar su resolución en un rincón de manera estúpida, por lo que siguió el plan sin dudar un instante.

Aún y así, seguramente nada sale a la perfección sin màs, uno de los jinetes murciélago les había visto y les seguía la pista, miró a Ulfur quien era el guía de aquella huida y dubitativa por si el tipo planeara algo concreto le preguntó abiertamente, ofreciendo algunas de las posibilidades que ella podía ofrecer.

- ¿Dejamos que nos alcance? Puedo intentar dormir a jinete y bestia - aunque si caían desde esa altura sufrirían daño suficiente como para despertarse, solo ganarían algo de tiempo y un dolor que su rival no agradecería - o puedo intentar hechizarlos - está opción quizás haría que se retirara.

No podía negar que preferiría eliminar el problema y de paso cortar algo de carne, pero tristemente el tiempo nomles debía sobrar... Si por otro lado Ulfur planeaba atacar antes de que les alcanzara, solo sentía en su haber una daga para lanzar, el estoque robado no era opción a distancia, y la magia ofensiva de la que disponía no era de mucho alcance.

     Volví la mirada hacia el cielo tras nosotros maldiciendo entre dientes. Aquellas bestias eran mucho más rápidas de lo que había imaginado y de no haber sido por la estratagema de Engel ahora estaríamos condenados. 

    No me detuve en exceso a evaluar la situación, las cosas estaban claras, mantener el galope agotaría a nuestras monturas y tampoco era desdeñable el riesgo de sufrir un accidente para terminar siendo alcanzados igualmente. También carecíamos de una zona a la que recurrir como resguardo. La única opción viable estaba clara, tendríamos que enfrentarnos al jinete y acabar con él antes de que fuera demasiado tarde. 

    -¡Hagamos lo que hagamos nos dará alcance, así que cuando me detenga seguid cabalgando hasta adelantarme y preparad para lanzarle lo que sea que tengas pensado, trataré de darte todo el tiempo que pueda!- Trate de alzar la voz cuanto pude para que mensaje llegase a Pandora conforme me aferraba con mano firme a las riendas del caballo para detenerlo lo más rápido posible.

    Al instante, arco y flecha se dispusieron en mis manos para realizar el primer disparo de inmediato, era complicado pero tenía que correr el riesgo, tan solo tensar y dispar...

    "No, Gautamev , baje el arco, relaje hombros y cuello. Pero sobe todo, mi príncipe, no olvide respirar, contener la respiración con la cuerda tensa solo logrará aumentar la presión y hacerte errar el tiro" En ese momento recordé las palabras de mi mentor con total claridad, era cierto, aquel disparo era de vital importancia por ello no podía precipitarme, baje el arma y respire hondo buscando relajarme manteniendo la concentración.

    "Así es, controle su respiración primero y concéntrese en visualizar la trayectoria que quiere que tome la flecha hasta su objetivo" Sacudí la cabeza y relajé mi postura, aún estaba lejos, fuera de mi alcance, debía de tener clara la intensidad de viento, de donde venía la luz, si esos elementos me estorbarían, el tiempo comenzó a detenerse.

    "Perfecto, nunca deje de controlar el paso de aire y no se precipite, eso también es importante, así que solo cuando esté listo, solo cuando se sienta seguro, deberá de tomar la flecha, deberá de levantar el arco, sincronizar su respiración cuando comience a tirar de la cuerda y liberar el aire a la ve que deja volar la flecha." Que tales recuerdos me viniesen ahora a la cabeza casi hizo que me olvidase de dónde me encontraba ahora mismo.

   Pero casi está lejos de lo que estaba dispuesto a permitir, me centré en el bastardo y su montura, tenía que predecir su movimiento, dónde iba a estar y cuando estaría en rango, debía de esperar, esperar -Vamos, maldito bastardo, muéstrame tu vientre.- El jinete era un objetivo demasiado pequeño, eso era un hecho, lo que lo hacía más complicado de acertar pero su montura, por el contrario, aquella bestia era una diana gigante con alas y a diferencia que con un caballo, la caída sería desde una altura mucho mayor, tomé aire, tensé el arco y dejé que el juicio de Kheal decidiera el resto.

Úlfur detuvo su montura haciéndola girar. Pandora y Aya giraron sus cabezas para mirar al explorador tensar el arco. El pelo de las muchachas se sacudía por el galope subiendo y bajando.

-Da la vuelta- susurró Aya a Pandora.

Úlfur no podía oírlas y, por un momento, dejó de prestar atención a todo cuanto le rodeaba. Sólo estaban sus recuerdos, el punto negro que se acercaba en el firmamento cada vez más oscuro, la punta de su flecha, la tensión de la cuerda del arco y la atmósfera que los separaba.

Aguardó pacientemente mientras el jinete y su montura se acercaban. Cuanto más esperara, más se acercaban, mejor para su puntería. Finalmente, la flecha salió disparada. Desde la perspectiva del jinete no era más que un punto negro sobre el cielo negro. Incapaz de percibirla continuó hacia delante, directo a Úlfur. Sin embargo, los murciélagos no basan su sentido de la orientación en la vista sino en el oído y el proyectil sí que emitía un ligero silbido. En el último momento la criatura giró, pero no lo suficiente. La flecha atravesó la membrana del ala derecha provocando una violenta sacudida en el animal que lo desvió y distrajo al jinete.

En ese momento el caballo de Aya y Pandora llegó a la altura de Úlfur. El explorador giró la cabeza hacia ellas para decir algo pero vio a Aya concentrada, mirando hacia invasor y su montura. Los ojos de la joven, antes hermosos, ahora estaban rodeados de venas negras y eran completamente negros. Sus labios estaban manchados de una sustancia oscura. Su piel palidecía a cada segundo. -ShvlivvsilvmishidiyYYAAAAASHIVLIVISHAAAAA!!!!- 

Sus palabras comenzaron como una suerte de silbidos y susurros que aumentó hasta convertirse en un fuerte grito cuyo eco pareció llegar hasta las montañas más lejanas. Ni a jinete ni al murciélago pareció afectarles. Seguía acercándose. Cada vez más cerca. Ya estaba a ras de suelo y, en el momento en que Pandora recurría a su memoria para rescatar la salmodia para dormir y Úlfur tensaba de nuevo el arco, el animal enorme gira sobre sí mismo para sorpresa de su jinete, que queda cabeza abajo. Sabe que no puede controlar al murciélago, desabrocha su montura y cae aparatosamente en la nieve cuyo espesor y la armadura amortiguan el golpe.

El murciélago vuela alejándose. El hobgoblin se levanta cubierto de nieve desenvainando el filo reluciente (y verdoso) de su espada larga.

Pandora desenvainó su estoque por si llegara a ser necesario, parecía bastante más preparada que cuando Ulfur la vio por primera vez, después de todo el trato en el campamento en el que pretendían utilizarlas les enseñó a blandir las armas, y aunque para Pandora luchar seguía sin ser algo agradable, sin dudarlo atacaría a quien amenazara a su amiga.

- buen trabajo Aya - dijo suponiendo que aquella caída podía haberla provocado ella, esperaría a su enemigo, y este podría huir o saborear su estoque. Que fuera una arma sencilla le permitiría manejarla mejor, aunque le asustaba bastante entrar en batalla.

Si el enemigo no se retiraba le daría un blanco limpio a Ulfur, y si llegaba el momento, intentaría estar preparada.