Partida Rol por web

Nada más sentaros Raedrik y tú, Arti entra con paso rápido. Busca con la mirada hasta que os encuentra. Se acerca a la mesa -Tus padres, los he encontrado. Están en la parte de atrás, tras la porqueriza.- Anuncia con visible excitación. Podrán ver la piel quemada de mi mejilla derecha. Siento la tirantez y el dolor.

Siento cómo la temperatura baja rápidamente. Me aparto del foco pero no a tiempo. Siento una bofetada helada en el rostro que, por mi agilidad, no ha sido más grave. Miro arriba, veo a Pandora y a Lucilla. Entrecierro los ojos. Miro atrás, Ismene ya no está. Me apresuro y entro en la taberna.

-¡Qué te ha pasado en la cara!- pregunto poniéndome en alerta -Me han atacado- responde con rapidez. -Reconozco esa herida. Es una quemadura por frío. ¿Quién te ha atacado?- Le pregunto sosteniendo a Thomas para que no vaya con él. -Los raptores son Guardias de la Verdad y Mercenarios. No usan magia y aquí no hace tanto frío.-

-¡Estoy arto de tus insinuaciones!- Grito a Raedrik con la mano apretando la empuñadura de tu acero. -No hay tiempo para esto. ¡Thomas!- Llamo la atención del joven de cabello rubio.

-Pandora. ¿Qué ha sido eso?- Pregunto después de presenciar cómo a invocado el frío de... -¿de dónde?- Quizá de la parte superior de la atmósfera y de las entrañas de la tierra. -¿Qué está pasando?-

- Arti ha intentado matar a Saúco, está con una mujer capaz de invocar a una entidad demoníaca abrumadora, de la que escapamos en el Norte, no creo que mi ataque haya advertido a nadie, ese canalla ni siquiera se ha quejado... ¿Bajamos antes de que haga algo? Temo que intente acuchillar a alguien más o arme un revuelo que nos ponga en peligro.

Quizás debía esperar que Saúco fuera quien les advirtiera, pero ¿Y si lo hacía tarde?

Claro. Me disculpé con un cabeceo, avergonzado, consciente de que los nervios me habían jugado una mala pasada y esperando que la mujer no se lo tomara a mal, que no lo pareció. No llegué a pedir perdón en alto, pues unos y otros comenzaron a hablar, a desgranar el plan y modificarlo aquí y allá, hasta tener una idea sólida sobre como actuar. No dije nada, pues todo me parecía bien con tal de que sirviera para salvar a mis padres, y cuando dieron la orden, ya estaba listo e impaciente por ponerme en marcha.

Las cosas ocurrieron como tenían que ocurrir, al menos en apariencia. Todo iba bien y llegó mi turno; conté hasta diez desde que la puerta se cerró tras Pandora y Lucilla, y me adelanté junto a Raedrik para hacer nuestra parte, que en realidad no era otra cosa que, simplemente, esperar a que algo ocurriera. Así, entramos, buscamos una mesa apartada y ambos nos sentamos, de espaldas a una pared, mirando alrededor de manera casual, yo esperando que mi nerviosismo no se notara y delatara lo que buscábamos. A quién buscábamos. La inquietud se acrecentó. ¿Y por qué Lizzy había salido corriendo? ¿Quién era ese? Junto a aquella sensación, también me aguijoneó una nueva: celos. Todo eso, sin embargo, dio igual cuando Arti, de golpe entró en la taberna, desencadenando en seguida una discusión con el mercenario, echando por tierra cualquier esperanza de pasar desapercibidos. Lo que era peor, acaban de meterme en medio de todo eso.

—Yo... —Cerré los ojos. La tensión acumulada durante el camino había estallado en el peor momento. Tenía que pensar con claridad, pero no era capaz, todo me daba vueltas. Abrí de nuevo los ojos y busqué con la mirada alrededor. A Dhara. A Lizzy. Pero Lizzy no estaba. Apreté los puños. Mis padres estaban allí, atrás, tras la porqueriza. ¿Qué hacían allí? Se suponía que estaban encerrados arriba, y eso tenía más sentido, ¿no? Dudé y vacilé al dar un paso hacia delante, así que me quedé plantado en el sitio mirando al que se suponía que era mi guardián. ¿Por qué iba a mentirme? ¿Y qué le había pasado en la cara?

-¡Estoy arto de tus insinuaciones!- Grito a Raedrik con la mano apretando la empuñadura de tu acero. -No hay tiempo para esto. ¡Thomas!- ...

-¿No había tiempo?¿Por qué?- Cualquiera en su sano juicio habría resuelto la pregunta de Raedrik y alertado a sus aliados quién estaba atacando al grupo. -¡Miente!- Su comportamiento ha cambiado, sus ojos, su mirada. Todo en él ha cambiado y no en contra de mantener la mentira. El cabrón se mantiene en el papel excelentemente. Pero algo lo ha turbado, algo lo ha alterado. Como cuando el mejor diplomático, Davis Harwood, no sabía qué decir y sus acciones se volvían algo torpes cuando su mujer aparecía vestida de seda y arreglada para una ocasión especial.

De repente Thomas vio clara la situación. Arti no está por la labor de rescatar a nadie sino todo lo contrario. Es un manipulador que os ha estado conduciendo con medias verdades. Raedrik miró a Thomas y entendió el reflejo de sus ojos, el mercenario también tenía la mano aferrada a su empuñadura.

Al mismo tiempo, cuatro figuras se levantaban de una mesa al otro lado de la estancia. Tenían sus lanzas apoyadas sobre la pared, tres lanzas y una alabarda. Tres hombres y un capitán cuyas relucientes armaduras los delataban como La Guardia Real del Cruce del Pastor. Se quedaron ahí, mirando hacia vosotros preguntandoos en silencio si debían reaccionar.

Arti entendió la situación. Lo primero era bajar los humos para no inmiscuir a los soldados. Alzó las manos y se alejó de vuestra mesa. Raedrik lo seguía con la mirada y el ceño fruncido. Arti sonrió. -Ya están aquí- comentó con un deje de voz maligna, giró en redondo y se dirigió a la salida principal.

-No os mováis. Aún no.- Susurró Raedrik a Thomas -¡Eso es! Vete. No queremos problemas. ¡No aquí!- Dijo el mercenario en voz alta mientras Arti salía por la puerta principal. Aquello sirvió para relajar, en parte, a la guardia real del cruce. Sin embargo, dos de los soldados se os quedaron mirando.

-Alguien le ha atacado. Alguien que usa magia. ¡¿La rubia?!- Raedrik se refería a Lucinda. No estaba seguro pero no se le ocurría nadie más que pudiera hacer magia. Lucinda navegaba junto a Verginia en un barco en cuya bodega había signos que permitieron hacer aparecer a Pandora.

-Tenemos que salir, saber qué ha ocurrido fuera pero por alguna razón, ese desgraciado de Arti quería que tú salieras por la puerta de atrás. Por la misma por la que ha salido corriendo Lizzy con ese desconocido. Además, Arti afirmaba estar bajo tus servicios y los de Dhara Cuervonegro.- Raedrik estaba mirando a Dhara que, a la distancia que estaba, pudo escuchar toda la conversación y ser testigo de los gestos de todos los presentes antes siquiera de que hubiera hablado con el encargado según el plan.

Dhara y Thomas. Vuestras miradas se encontraron.

Tras las extrañas palabras del horrible ser manchado de barro cuyos ojos no dejaron de miraros, éste se volvió traslúcido, se desvaneció. Desapareció. -¡Magia!-. Sin embargo, su esencia, su presencia, su hedor, seguían tan presentes como segundos antes.

Fue entonces cuando viste que, del barro, surgían dos formas más justo antes de que la presencia de Faela abandonara tu interior...

-Esa niña tiene una sombra- digo con los ojos fijos en ella y sonrío con visible aprobación. -Caos negro.- Comento antes de saltar al plano etéreo. A sus ojos habré dado un paso desvaneciéndome en pequeños puntitos.

-Heeee Hehehe- 

La última de ellas era, si cabe, más horrible que las anteriores. Con ojos completamente negros, piel pálida azul y una boca grande llena de dientes ensangrentados con restos de carne... -¿Está masticando un dedo humano?- 

Alza su bastón, un trozo de madera gris con correas negras de cuero terminadas en pequeñas campanitas de plata ennegrecida, y golpea el suelo. Inmediatamente sentís cómo la temperatura comienza a descender rápidamente.

Agarro la mano de Lizzy y tiro de ella para saltar la valla que nos separa de las ovejas y corremos hacia el sur. -¡Vamos!- le digo. Tras el redil de los animales, pasando la otra valla, podéis distinguir a lo lejos el camino que va al priorato. -Sí conozco el monasterio- pero te detienes dando un tirón de su mano. Él te mira y comprende. -Tus amigos- dice volviendo la vista a la posada sólo para ver a la única criatura visible sobre el tejado.

Lucinda atendía tus palabras con visible preocupación -Tenemos que bajar, volver con...- unos sonidos extraños venían del tejado, sobre vosotros. Ambas alzáis la cabeza al tiempo que escucháis a algo masticar entre macabras risas. La temperatura comienza a descender extrañamente rápido y entonces se asoma desde arriba para miraros.

-Ooooh- exclamo exhalando frío de mi aliento y sonrío mostrando mis dientes ensangrentados con restos de carne humana. -Pandora- su nombre suena a blasfemia en mi voz. Cambio de mano el bastón y las apunto con él. -Mía- Digo y abro tanto la boca como puedo, ansiosa por probar su blanda carne y que la sangre de sus muslos corra por mis mejillas y mis marchitos pechos.

-Estas demasiado cerca. Avisa al resto y prepárate para darlo todo- empujo a Pandora hacia las escaleras y recurro al salto que me proyecta hacia arriba, por encima del patio, llego a las ramas de la higuera y me vuelvo a empujar hacia la criatura, extiendo las manos hacia ella, una ráfaga brillante surge de ellas -Arde-

Crece con un ruido sordo hasta convertirse en una explosión ardiente que engulle a la criatura.

Aliyah y tú veis a Lucinda saltar por encima de la posada, del patio, de la higuera. Usa las ramas altas de ésta para empujarse hacia la criatura para vuestra sorpresa. Extiende las manos hacia la criatura, una ráfaga brillante surge de ellas -Arde-

La ráfaga crece con un ruido sordo hasta convertirse en una explosión ardiente que engulle a la saga proyectándola hacia atrás y lanzándola de nuevo al suelo envuelta en llamas.

Aliyah queda boquiabierto. Os miráis con la misma expresión de sorpresa. Lucilla cae sobre el tejado con la agilidad de una bailarina.

De pronto, escucháis un estruendo ensordecedor por encima de vuestras cabezas. Todo en la posada se detiene y por las ventanas veis el inequívoco resplandor del fuego iluminando la noche. -El tejado de la posada arde-

-¡Fuego!¡Fuego!- Se escuchan voces al tiempo que una mujer entra por la puerta de atrás y su mirada queda fija en Dhara frunciendo el ceño.

Entro en la posada buscando pero mi mirada queda fija en una muchacha junto a la barra. Mis ojos la miran, observan más allá de su carne, casi pareciera que puedo ver su alma. La veo. La identifico. -Hija- digo sin fingir mi sorpresa.