Partida Rol por web

La joven Clarish sujeta las manos del ladrón, demasiado cerca de su camisa, pero las agarra con delicadeza mientras su dedo índice las recorre suavemente, una mirada tierna y una media sonrisa que deja al descubiero una blancura angelical en sus dientes. Una promesa.

No se moleste, pensaba acudir a casa a por otra ropa, le he estado cambiando los vendajes a mi madre y he debido mancharme. Disfrute de la cena señor Zimmerman, y ruego que esté atento al concierto. ¿Hará eso por mí?

Las últimas palabras habían sido susrradas muy cerca del oído del ladrón. Clarish se aleja de la mesa, no sin despedirse cortésmente del clérigo de Ulric.

 No podía creer lo que veía... ¡Alcachofas! ¡Y no cualquier clase de alcachofa, no! ¡Alcachofas de Altdorf! ¡Increíble!. Lleno de emoción ante el manjar que teníamos ante nuestros ojos, no puedo evitar el chillar a mis compañeros- ¡Amigos, compañeros! ¡Por fin! ¡Disfrutad de este manjar sin precentes! ¡Son ricas y sabrosas alcachofas de, nada más y nada menos que de Altdorf! -Gritando esto, lleno mi plato hasta arriba con las mismas, para después, pasar el plato a cualquiera de mis compañeros, preferiblemente, el que tenga más cerca.

Mientras mastico contento, disfrutando de su sabor, su textura, extasiándome con la sinfonía de sabores que bailaban en mi paladar, escucho las palabras de la mujer. Me dan ganas de contestarla, de decirle que podría ser lo que ella decía si obviamos el hecho de que tuve que matar a alguna de ellas. No obstante, las ganas desaparecen rápidamente. Si hablo, no puedo comer alcachofas.

Así pues, me encojo de hombros, y continúo degustando la exquisitez culinaria que han puesto en nuestra mesa. ¡Parece ser que las alcachofas son la única cosa que hace que me calle!

Eldarendil no se encontraba del todo a gusto en un ambienta tan alborotado, aunque sabía que entre el alcohol, la comida y la fiesta de aquella noche no llamarían tanto la atención, o eso esperaba.

El elfo torció el gesto ante las primeras palabras de la mujer, después fue asintiendo las palabras de Wolfgang que corroboraban la existencia de las ratas.

Seguro que no existen, ¿Qué sabrá esta pobre mujer?... Bien pensado es extraño que ningún habitante del pueblo haya visto nada.

Se giró repentinamente cuando la mujer señaló el plato que contenía las famosas alcachofas. Rió con los gritos de wolfgang, pero lo cierto es que tenía bastante curiosidad por probar el manjar del que tanto hablaba el charlatán.

Tomó el plato de las manos de su compañero y tras servirse unas pocas alcachofas en su plato miró a la mujer.

-Con todos mis respetos señora, pero lo que dice mi compañero es cierto. Si usted, como dice, ha visto aberraciones, no debería resultarle extraña la existencia de esos seres- Tomó un sorbo de vino y siguió hablando- ¿No habían oído de la existencia de esas criaturas hasta nuestra aparición? La verdad es que resulta extraño…

Mientras esperaba la contestación por parte de la mujer, se decidió a probar las alcachofas de Altdorf.

-Oh, ¡Genial! Le respondió Hugo al anciano hombre. Al menos hasta que tuve que marcharme de allí. Si le digo la verdad, vivía como un rey. No conocí el trabajo hasta que no salí de allí, pero cierto asunto peliagudo complico bastante mi vida y no tuve más remedio que marcharme. La verdad es que se vive bien allí en comparación con lo que conozco del Imperio, verdes praderas, tranquilidad, paz... los halfling no conocemos la vida que se conoce aquí, la guerra apenas toca las fronteras de La Asamblea, pero tampoco estamos libres de la influencia del mal, si usted entiende, siempre hay algún problema que requiere de los servicios de los alguaciles. Somos gente pacífica, felices de igrnorar, y ser ignorados por el mundo exterior, y vaya que volvería allí si me dieran la oportunidad, sí señor, porque...

En ese momento los oidos del halfling captaron las palabras que la anciana mujer le decía a Wolfgang, girándose de inmediato para responderla, y aunque el elfo se le adelantó, no pudo reprimir el impulso de responderla.

-¡Sí, muy extraño! Dijo en respuesta a Eldarendil. Por que los que ayer me sacaron de la cama, además de medir tres veces más que yo, tenían bigotes, una larga y lampiña cola de rata, incisivos como puñales y un sucio y hediondo pelaje por todo el cuerpo, y si eso no eran unas malditas monstruorrata de esas, debían de ser los bandidos más feos que he visto en mi vida.

Hugo echó mano de un trozo de cordero con una mano, mientras que con la otra hacía lo propio con el pan.

La estratagema de Johannes para agarrarle un pecho a la chica, así como quien no quiere la cosa, no dió resultado. El joven ladrón tampoco tenía esperanzas de que funcionara, más bien todo lo contrario —"Quién no arriesga, no gana" como decía su antiguo tutor—. Así que se sorprendió cuando en lugar de un bofetón recibió palabras que auguraban algo más.

De repente empezaba a tener calor.

—Sí, por supuesto. No me perderé ni un detalle. —contestó, a pesar de que eran las primeras noticias que tenía sobre el concierto y no le interesaba nada— Pero quizás debería acompañarla hasta su casa. Se está haciendo tarde y con esas ratas rondando tan cerca no debería andar sola... —lanzó su sonrisa más radiante— Cuando se haya cambiado podemos volver a la fiesta y disfrutar del concierto juntos.

Por el fondo escuchó las noticias de las alcachofas. Se puso tenso y a punto estuvo de dejar a la mujer ahí plantada. A un lado, el preciado manjar. Al otro, una bella mujer. Sin saber qué decidir, pensó que sería más sencillo dejarle la elección a la chica. Según contestara ya vería qué hacer.

Oh, no se moleste. Voy a hacer una visita rápida a mi madre y enseguida vuelvo. No creo que haya ratas por aquí. No suelen ser tan osadas. Lo de mi madre ha sido algo muy raro y excepcional. Quizá las haya enfurecido...

Clarish deja la jarra sobre la mesa y se ajusta las sandalias de los pies, para despedirse de ladrón, y sus amigos.

Volveré cuanto antes, y no se meta en problemas con Johannes, es un hombre muy impulsivo.

El ladrón se percata de que el jefe de la milicia está al otro lado de la plaza. Vestido como un auténtico héroe militar con las armas y la armadura impecabls, bebiendo cerveza y charlando con el alcalde, sin quitar un ojo de encima a los aventureros.

La anciana niega nuevamente. Mientras se sirve un plato de judías verdes y rellena su copa de agua.

Nunca las he visto. Pamplinas y cuentos para asustar a los niños, leyendas de gente ignorante. No existen, nunca han existido y recemos a Sigmar porque nunca existan. Lo de Hilda es muy raro, pero no les sorprenda que hayan sido rufianes y no ratas, esa familia no es trigo limpio, tienen mucho dinero. Gente importante se aloja en su posada unas pocas veces al mes, pero no tienen ningún trabajo y su hija...su hija es una desvergonzada. Va por aquí y allí gastando dinero y mancillando el nombre del pueblo. Rezo todos los días para que se case con algún imbécil de otro pueblo y no volvamos a verla.

Y entonces sucede algo curioso, una niña que está sentado unas pocas sillas más allá está dando de comer a un ratón que lleva en sus manos. Le promete al animal que le protegerá de las ratas malas.

-Hummmm... Hugo comenzaba a mirar con ojos recelosos a la anciana que hablaba, los recuerdos de la noche anterior todavía seguían muy presentes en su memoria, y las palabras de la señora no hacían más que empezar a irritarlo. Se planteó la posiblidad de pasar un buen rato a costa de la anciana y liberar de ese modo el enfado que esta le estaba empezando a provocar tan irritante señora.

-Señora, yo estoy muy seguro de lo que ví que anoche me sacó de la cama... Pero si insiste en que no son más que pamplinas por que no lo ha visto con sus propio ojos, no tendré más que fiarme de su buena palabra y darle la razón. El halfling puso cara de no darle más importancia al asunto y mordió otro trozo de carne. Al fín y al cafbo... ñam, munch...  yo tampfoco he fvifsto con mifs pfropiofs ojofs... ñam, ñam... Tragó ...mucho valor por su parte insultando a la hija de esa pobre mujer sin estar ella delante. Evidentemeeeente, aclaró exageradamente, como no lo he visto es una falsedad sin argumento alguno, así que debe tener usted razón.

El halfling sonrió picaronamente, y se sintió muy bien diciéndole aquello a la anciana, luego reparó en la niña que daba de comer al ratoncito.

Hummm... qué raro... Aquello mosqueó a Hugo, despues de la experiencia con las monstruorratas, no le extrañaba que fuera un paranoico con cualquier cosa relacionada con roedores, pero seguía sin poder quitarse la mosca que tenía detrás de la oreja desde que llegaron al pueblo.

Rainer apenas hablaba. Odiaba las situaciones sociales como esta, llenas de conversaciones banales y pensamientos superfluos. Preferia ir a dormir... y descansar.

Un pueblo donde en mitad de la noche una joven es raptada por Skavens y que al dia siguiente nadie confie en su existencia no es "trigo limpio".

Ire a dormir.... lo siento estoy cansado.... dice mientras se levanta de la mesa.

Ñam... Grof... Ñam.... ¿De veddá te irad sin porbdad lad alcachofad? -Pregunta a Rainer con la boca llena... De alcachofas, por supuesto. Lo cierto es que le preguntaría alguna cosa, pero eso implicaría dejar de comer alcachofas, y la verdad, sólo Sigmar sabe cuándo volveré a probar semejante manjar, así que decido no enrollarme demasiado.

Cuando trago la comida, le digo a Rainer- Si te vas entonces, que descanses.

Dicho esto, vuelvo a pinchar otra alcachofa, para poder seguir deleitándome con su sabor. Lo cierto es que no están cocinadas con el toque que les dan en Altdorf, pero tampoco puedo quejarme.

La decisión está tomada —pensó Johannes mientras la Clarish se marchaba. Observó las caderas de la joven durante unos instantes y después se dedicó a tareas más importantes.

Como si fueran a quitárselas de las manos el ladrón se acercó brincando a la mesa donde se encontraba las alcachofas. Dejó atrás a Rainer con un simple "hasta luego" —si quería perder la oportunidad de probar las famosas alchachofas de Altdorf allá él— y se puso manos a la obra.

Un escueto "Hasta luego" de Johannes es toda la despedida que tiene Rainer. Se levanta de la mesa y tras comer una par de aceitunas se retira. Va esquivando a los distintos comensales, barriles de cereza, cajas, sillas, una par de fogones y otros obstáculos que le impiden el paso. Por fuerza mayor se ve obligado a detenese, están descargando un carro lleno de instrumentos musicales, maderos, vigas y unos soportes para antorchas; parece que están montando una especie de escenario. Poco después consigue franquear el último obstáculo. En ese momento puede apreciar mejor a la niña de la rata.

Tranquila Karl Franz, no temas pequeña. Yo te protegeré de las ratas grandes...

Al final, alguien de este pueblo sí que cree que las ratas gigantes existen. No todos son cabezas cerradas. Rainer consigue, al fin, abandonar la plaza. Duda sobre dónde está la posada y qué dirección tomar. Se encamina por una cualquiera, en una ciudad tan pequeña no es posible perderse.

¡Grosero! -el grito escueto de la mujer causa un silencio momentáneo en los alrededores, roto con la misma celeridad con la reanudación de las conversaciones.

La señora Vossel se levanta enojada de su asiento y con la cabeza muy alta y una dignidad exagerada se aleja de los aventureros. Hugo mira a Johannes, que sólo le responde encogiéndose de hombros, y a Wolfgang que permanece indiferente al asunto, centrado como está en la ingesta de alcachofas. La celebración continúa sin más contratiempos. Rainer se ve obligado a esquivar a los comensales y a unos obreros que preparan un escenario con vigas, al igual que Clarish que camina algunos metros por delante.

Como lo oyes...una rata enorme, en la bódega de la panadería, y dice Hellen que llevaba puesto un pendiente...

Dos mujeres acaban de pasar por detrás de los aventureros, pero la conversación queda interrumpida repentinamente.

Hugo no pudo disimular la sonrisa que afloró en su rostro cuando, la anciana se marchó de allí indignada por las palabras que el halfling le había dicho.

-Qué gente más sensible hay por aquí... jejeje. Le dijo a Johannes, el más cercano. Al parecer aguantan mal las críticas que ellos mismo hacen. La gente grande deberíais aprender a tener más sentido del humor, jejeje. La visa de Hugo hizo un barrido por los comensales y se detuvo en Wolfgang. Eeemh... bueno, en realidad, ya he comprobado que algunos ya lo teneis.

Al halfling le entraron ganas de echar mano a las alcachofas y se estiró todo lo que pudo para alcanzarlas en el mismo instante en el que las dos mujeres hablaron por detrás de los aventureros, y cuya conversación pudieron escuchar.

-¿Eh? ¿Habeis oido eso? Les dijo a los que eran sus compañeros desde la pasada noche.

El elfo bajó un poco la mirada para disimular la sonrisa que se había dibujado en su rostro, a causa de la reacción de la mujer. Una vez se hubo marchado escuchó las palabras del pequeño y se dirigió a él.

-Aunque no me agrada tratar así a nadie, menos aún si es una anciana, tienes toda la razón.- Le dijo a Hugo, ahora sí, con una amplia sonrisa. – Por muy mayor que sea, le vendrá bien probar un poco de sus propias formas, algo maleducadas dicho sea de paso.

Al escuchar el tema de conversación de las mujeres, Eldarendil miró de reojo sin girarse. Después asintió ante la pregunta de Montespino.

-De ser cierto, deberíamos estar alerta y armados. Si damos una vuelta por los alrededores tampoco estaría de más, teniendo en cuenta que vamos a pasar aquí la noche… - Eldarendil susurró mientras miraba a sus compañeros.- Quizás sea excesivo preocuparse sin haber escuchado la conversación completa, pueden ser sólo rumores…

Trago el contenido de mi boca al escuchar el comentario de las mujeres que pasan detrás nuestra. Después, veo que el resto del grupo está comentándolo, por lo que, mientras balanceo el tenedor con un trozo de alcachofa pinchado en él, digo- Bueno, pero esto no debería de sorprendernos tanto. En parte ya lo sabíamos... ¿O no?. Además, se han negado a que los ayudemos. No es nuestro problema. Con hacer turnos esta noche y pemanecer despiertos, nos valdrá para estar preparados si hay algún problema...

Y, después, por la mañana -Cuando digo esto, me meto el tenedor en la boca- Thodo habráh pashadho...

Dicho esto, sigo deleitándome con las alchofas. Lo cierto es que es lo único que he comido en toda la noche, pero cualquiera sabe cuándo volveré a ver tantas alcachofas juntas... Y que me las pueda comer.

—Estoy con Wolfgang —comentó Johannes mientras se unía a la comilona con Wolfgang. Las alcachofas estaban realmente deliciosas—. ¡Por Sigmar que esto está de muerte! —volvió a prestar atención a sus compañeros— Dejaron muy claro que no necesitaban nuestra ayuda y no pienso volver a jugarme el pescuezo a cambio de malos modales e ingratitud.

Ni a cambio de gratitud tampoco. A menos de que sea de color del oro.

—Lo mejor es hacer lo que él dice: no bajar la guardia esta noche y hacer turnos. Probablemente no sea nada, pero mejor aseguranos. Ya veremos mañana, a la luz del día, qué hacemos. Si quedarnos unos días aquí o retomar el camino.

Rainer se acerca con la cabeza bien alta a la joven niña y con una sonrisa le pregunta.

Niña, ¿podrias decirme donde podria hospedarme esta noche? Una buena posada seria suficiente... dice mientras espera que la afabilidad del pueblo no se trunque.

-¡Por mí perfecto! Exclamó Hugo. La verdad es que lo único que quiero es largarme de este maldito pueblo de una vez y continuar mi viaje a Kemperbad. Ya he tenido bastante con el susto de la noche de ayer y no me apetece ver más mostrorratas.

El halfling continuo comiendo con total normalidad junto a los demás.

-Yfo me marchfaré mañana mifsmo, cualquier pfroblfema que tengan con laf rataf... que sfe lo arrgflen ellosf. Sentenció con la boca llena de pan y chorizo frito.