Partida Rol por web

Aditus se adelantó un poco al grupo para ir inspeccionando los túneles y galerías con más detenimiento. El suelo de éstos parecía haber llevado así mucho tiempo, como si nadie hubiera pasado por él nunca, a pesar de lo que dijo el mago.

Mientras el arquero buscaba pistas por el suelo y las paredes comenzó a escucharse el ruido de una losa deslizandose. A los pocos segundos, una nueva entrada se había abierto en el túnel de la izquierda, dando lugar a unas pequeñas escaleras que bajaban. La bajada era oscura, probablemente no veríais gran cosa si bajábais sin luz por aquellas escaleras, al menos, el principio de las mismas estaba suficientemente iluminado para bajar a echar un vistazo.

- ¡Ajá! Ya decía yo que esto debía estar por aquí... Bueno, ¿subimos?

Aditus se adelanta hasta la losa que acaba de separarse y pone el pie en el primer escalón de la escara, mirando hacia arriba intentando ver algo. Luego, se gira de nuevo a sus compañeros.

- Si subimos a gatas, creo que podremos llegar arriba. Me pido detrás de Sixta, por si acaso se caiera.

El enano se acerca con paso pesado hacia Aditus. Luego mira a Sporo y Sixta, e ignora el último comentario del arquero.

Creo que vosotros deberíais ir delante, y Aditus y yo apoyamos desde atrás con los proyectiles.
Aunque ahora que pienso, no creo que necesitemos demasiadas formaciones ni tácticas en esta cueva... Estoy seguro que está llena de sucios y estúpidos trasgos...

Por cierto... ¿Alguien tiene una antorcha? al parecer no se ve algo ahí abajo...

Sixta, que venía preparada con las cosas necesarias para explorar una cueva había olvidado su tiza, pero sabía que era cosa de hombres idiotas dejar las antorchas, así que sacó las dos que había traído y, echando mano de la brea y yesca, las encedió rápidamente para iluminar el oscuro pasaje que se acababa de abrir entre ellos

Yo quiero ir por aquí, pero si Aditus va detrás o adelante de mí ¡lo lamentará!

Esto último lo dice en voz alta, el eco resuena por toda la caverna haciendo que algunos murciélagos y comienza a escucharse como una advertencia cada vez más escalofriante. Enseguida se mete por la gruta sin preguntar otra cosa teniendo cuidado de no pisar alguna trampa o resbalarse con la caca de los murciélagos...

Bien, bien. ¡No te preocupes! iré yo atrás tuyo. Creo que ya he entendido las intenciones de Aditus. ¡Ahora en marcha!-el enano hizo un gesto con el brazo de "síganme los buenos", y comenzó a caminar hacia abajo lentamente, esperando a que Sixta y Sporo se le adelanten.

La bajada fué relativamente corta, los escalones estaban destrozados en gran parte, lo que dificultaba la bajada por ellos. Unos cuantos metros más abajo, las paredes del pasaje empezaron a volverse diferentes. Ladrillos de piedra tallada cubrían ahora ambos lados del estrecho pasaje, en vez de ser paredes de roca viva, como en el resto de la cueva.

Seguísteis bajando, el pasaje se fué ensanchando poco a poco, al final de los escalones había un pasillo, más ancho que la bajada, aquí al menos podrían caber dos personas a la vez. El pasillo se extendía más allá de la luz de las antorchas.

Al final del pasillo, al poco de andar por él, había una gran puerta de metal con una pequeña abertura en la parte superior, a la que vuestros ojos no alcanzaban. La puerta parecía no tener un pomo convencional, pero, una vez delante de ella, justo a su derecha, había una especie de palanca en un orificio excavado en la pared que, supuestamente, abriría la puerta.

Adelantándome al grupo, me acerco a la palanca.

- Supongo que tendremos que tirar de esto, ¿no? - comento, mirando la palanca seriamente e intentando descubrir algún mecanismo o alguna trampa oculta. - Pero sea lo que sea lo que hay detrás de esta puerta, si es que hay algo, debemos estar preparados para todo. Sporo, Sixta, vosotros dos poneos delante con las espadas. Ithin y yo estaremos a la retaguardia con los arcos preparados.

¿Y quien se supone que abrirá la puerta? ¡Buena pregunta!

- Sixta, a ser posible tira de la palanca y vuelve rápidamente a tu posición, ¿de acuerdo?

Ithin seguía a sus compañeros mientras tarareaba una extraña canción en otro idioma, que retumbaba en las paredes del pasillo.
Pero mira qué extraño. Resultó no ser una simple cueva o madriguera de animales.. Interesante...-miraba con interés su entorno, en especial los ladrillos-Probablemente fue antiguamente el refugio de un viejo hermitaño, de esos que están locos y estudian la magia...

Se calló cuando llegaron a la puerta con la palanca.
Aún más interesante...
Nunca confié en estos tipos de puertas. Normalmente no se limitan solo a cumplir la función de puerta. Quizá tenga alguna trampa o algo por el estilo. Quizá estoy exagerando, pero no confío en una puerta con palanca que está en una cueva escondida en medio del bosque... Déjenme abrirla a mi.-se adelantó y con las manos hizo un gesto para que se alejen. El enano sabía que se estaba arriesgando demasiado a hacer el ridículo, pero no le importó.
¿dardos escondidos? ¿una cuchilla-péndulo que abarca todo el pasillo? ¡ya veremos!
Movió la palanca hacia abajo y dió un salto dramático* para caer al piso.

Sixta, que se disponía a tirar de la palanca se aparta para que el enano lo haga pensando en lo beneficiosa que era la actitud de éste.

mejor él que yo...

Pronto desenvaina su espada y, luego de lanzar otra mirada asesina a Aditus, se aleja un poco de él y se prepara para esquivar o atacar según corresponda esta vez

Al tirar de la palanca, los engranajes empezaron a resonar en el pasillo, en pocos segundos la puerta estaba abierta.

La sala era grande, con un par de salidas al fondo y a la derecha de ésta. El suelo y las paredes eran de un color azulado oscuro. Una vez dentro, la sala se iluminó a pesar de la pobre luz que daba la antorcha. La sala parecía tranquila, pero al echar un segundo vistazo, del fondo de la sala, que todavía no estaba suficientemente iluminado salieron dos arañas gigantes.

Las dos criaturas de ocho patas pararon y se os quedaron mirando. Al instante, una de ellas, escupió una sustancia espesa de su boca, directamente hacia Sporo, que éste esquivó con un rápido movimiento de piernas, quedando un poco separado del grupo.

arqueritos no seas nenazas y no herreis en vuestros tiros, coseda a esos bichos a flechazos desde lejos y cuidado con sus escupitajos...

Sixta siente un escalofrío recorrer su cuerpo en el momento que ve las arañas, pero rápidamente se concentra y no deja ver ninguna clase de emoción que la vinculen con la supuesta debilidad de su género.

Con la espada en mano se lanza contra la araña más cercana intentando herir una de sus patas para hacerle perder el equilibrio.

ARRRGHHHH!!!

La guerrera puede sentir cómo su espada se clava en alguna parte de la araña, pero no está segura de dónde puesto que cerró los ojos en el último momento para que la sangre no le salpicara...