Partida Rol por web

- ¡Me cago en la puta! ¡No les recordaba así John! - Gruñó decepcionado Robert mientras contemplaba la escena como un anciano mirando una obra. 

Allí estaba el condenado sheriff. Douglas Morrigan se había reído de él demasiadas veces, en realidad ninguna, pero Rob pensaba que sí. Que como todo el mundo no le creía, y la prueba de ello estaba en esos momentos delante de sus ojos. Pese a la destrucción, las muertes de inocentes y el posible fin del mundo, el granjero estaba satisfecho. No satisfecho como cuando nace una camada de quince cerdos fuertes y sanos, pero satisfecho al fin y al cabo. El único pero a todo aquello, es que aquellos seres, que sin duda, procedían del espacio exterior, no viajaban en naves espaciales y no portaban tecnología de último modelo. Pero el cerebro de Rob ya había empezado a buscar una explicación. - Deben de haber plantado algún tipo de semillas espaciales para que salgan todas estas jodidas plantas. Si yo viajara por el espacio en busca de colonias en otros planetas también querría llevar a mis cerdos. Estos deben ser sus cerdos... digo yo.

- ¡Son sus cerdos! - gritó en alto Robert mientras todos parecían presa de un ataque de pánico. 

Tras dos, tres, cuatro patadas, la puerta trasera del coche cayó pesadamente al suelo. Desde allí salió arrastrándose Steph, el ambiente dentro del coche patrulla, con el techo a tocar del asiento, se había vuelto demasiado opresivo.
Nada más salir hizo un movimiento seco con su fino y estilizado cuello, su pelo dió un suave latigazo ondulándose y brillando bajo el sol, lanzando todos los trocitos de cristal que contenía dentro. Estos cayeron al suelo, de manera totalmente casual, dibujando las palabras "Champú HS: ahora con Camomila!!".

Steph, segundos despues hizo una muesca de asco al ver la masa rojiza que salía del asiento del conductor, luego una de alivio al ver por que poco se había salvado, por último una de enfado al descubrir que su portátil estaba completamente destrozado. Sacó el pendrive del mismo, se lo guardó dentro del vestido debajo de una teta y el pendrive debajo de la otra, luego lanzó una rápida ojeada a aquello que tenía alrededor.
Vió a aquellos hippys desbocados matando al guardián del chocolate (un trabajo muy peligroso, ese, la propia Steph estaba en esa etapa del régimen en la que mataría por comer chocolate, así que entendió porque debían de actuar así aquellos hippys)
El ir de maría hasta el culo no debe ayudar tampoco...
Pero bueno, no había de preocuparse, al fín y al cabo, por lo que podía ver, allí estaba el sheriff y otro policía. Si eran lo suficientemente listos de esquivar las piedras voladoras aplasta-agentes-de-la-ley, podrían retener a aquellos apestosos zumbakumbayás fumados y hipercoloreados.
Con todo bajo control, sabiéndose a salvo, el coranzoncito de Steph pudo permitirse pensar en los demás.
Se agachó delante del coche de patrulla aplastado y, dirigiéndose a aquella retorcida cueva metálica que era la parte trasera, preguntó:
Viejo, ¿estás bien?

Dando brincos en el asiento de la camioneta maldigo mi suerte y a mi madre. Ir sentada en esta petrolera con ruedas es humillante y da dolor de culo.

-Por otra parte... ¿Qué hace papi en la planta química?

Cuando llegamos bajo rápidamente esperando ver a mi padre, pero no parece encontrarse por allí. Por el contrario hay algún tipo de fiesta, está el sheriff , dos tipos trajeados, donuts, marihuana, unos melenudos cantando algo y por si fuera poco también han venido la chinita y el profeta Jeremías, el tarado del pueblo.

Para rematar la faena a los peludos les da un vete-tu-a- saber y se meriendan al segurata.   

-¡Puaj!  ¿Y a esos qué les ha dado ahora? –Mascullo acercándome con gráciles saltitos al poli cachas que dialogaba con los peludos antes de que les entrara hambre.

Paso por el lado de Joseph ignorándolo por completo mientras muere en el coche aplastado por una piedra de corcho lanzada por el sauce-boxeador. –Que lo metan en gastos de producción.

-Agente- Le digo con voz de niña tímida en cuanto llego a la altura del poli. Me aferro a su cuello aplastando mis pechos contra él- ¿No dejará que nos hagan daño, verdad?

John se sintió aturdido, más incluso que aquella vez que se despertó con resaca tras toda una noche dándose un atracón de cucarachas ibéricas.

Sintió que la voz de la china hiper-bufas le llamaba desde fuera del coche. Con visión doble y temblándole la mandíbula -efectos especiales realizados con MsPaint XP- salió del coche y se arrastró por el suelo, mientras contemplaba a un montón de gente hablando y contoneándose como pollos sin cabeza, formado por su amigo Robert y el potencial grupo de seguidores de su secta. Le llamó especialmente la atención un grupito vestido como los payasos del Micolor haciendo cosas raras en una garita.

- ¡Son ellos! ¡Robert, son los jefes de la nave nodriza! ¡VIENEN A LLEVARNOS! ¡LO SABÍA! ¡Y VOSOTROS, NECIOS INCRÉDULOS, NUNCA ME HICISTÉIS CASO! -dijo, mientras pensaba que su cartel de cuerpo entero con el texto "Arrepentíos, el fin está cerca" se iba revalorizando con el tiempo-. ¡VENID A MÍ, INTENTAD LLEVARME A MÍ, JEFES ALIENÍGENAS DE INTELIGENCIA SUPREMA! ¡YO PODRÉ CON VOSOTROS!

John estaba convencido de que el grupo de hippies-marcianos (el cual cambiaba en número según les iba enfocando la cámara, cosas de no pagar a los extras, que a veces van al bar) no podría atacarles a todos ellos, eran demasiado importantes (y tenían contrato firmado por más minutos en la peli).

Dos coches llegaron a la par a la planta: una ranchera y otro coche patrulla. El sheriff se llevó una mano a la frente, en claro signo de desaprobación; no dejaba de venir gente, ¿qué era aquello, un jodido circo?

Charly, el secretario de la comisaría, habló atropelladamente sobre alunizajes, medusas aliens, y naves espaciales. Douglas no entendía nada, pero sonrió comprensivo: "Otra vez que ha visto demasiado Star Trek, pobre chiquillo. Un día debería disfrazarme de Obi Wan para ir a la oficina, seguro que no se espera que el sheriff sea fan de los reptilianos de la nave Serenity", pensó orgulloso, creyéndose muy experto friki al mezclar un montón de ciencia ficción que le sonaba de oídas. 

Sin embargo, antes de que pudiera responder, algo ocurrió y toda la acción se vio a cámara lenta. El estudio no tenía tanto presupuesto para esos efectos especiales tan modernos, así que se decidió que los actores se movieran muy despacio y hablasen como si les hubiesen ralentizado la voz. Esto hubiera quedado más o menos creíble si un perrito (posiblemente de la hija pequeña del director) no se hubiera colado en escena moviendo el rabo a velocidad normal.

En cualquier caso, moviéndose como si estuvieran pisando huevos, el sheriff puso una exagerada mueca de sorpresa mientras un pedrolo enorme aplastaba uno de los coches patrulla, con Joseph "Fue guapo en los 80, pero ya no" dentro.

- NOOOOOOooooooooo... -gesticuló con la boca Douglas Morrigan mientras desde producción le ponían una voz pregrabada y distorsionada encima de su grito.

Por otro lado, los hippies habían perdido el juicio y se estaban merendando al segurata que anteriormente no paraba de zampar donuts. Uno de esos dulces yacía ahora en el suelo, lleno de tierra y a medio mordisquear.

- NOOOOOOOOOOOOOOOOOooooo... -volvió a gritar el sheriff, mucho más exageradamente, al ver que ese donut ya no se podía aprovechar. A continuación, volviendo a su velocidad de actuación normal, dijo-: ¡Os lo dije! ¡Ese veganismo del que presumíais os volvería majaras! ¡El cuerpo humano necesita carne y ahora la está demandando! Pero dejad a ese pobre hombre, conozco una franquicia capitalista de comida basura que...

Uno de los hippies miró con ojos enloquecidos al sheriff, mientras devoraba un trozo de muslito de pollo con saña. Sin duda alguna, alguien de producción había pensado que un muslo de ave quedaría que ni pintado para simular algún trozo de carne arrancada del guardia de seguridad.

- ¡Dejemos a ese guardia y no miremos atrás, ya está perdido! ¡Huyamos y olvidemos que esto ha pasado! Jack, Thomas, subid al coche, muchachos, no pienso perder ni a un solo agente más en esta trifulca. ¡Estos hippies están locos! -de repente, se dio cuenta que allí había más ciudadanos a los que salvar el pellejo. Los hippies no, claro- ¡A los demás, subid a los malditos vehículos! ¡Y si no cabéis, al cuerno la seguridad vial: unos encima de otros! ¡El que no sea rápido se queda en tierra! -dijo, mientras se dirigía lo más rápido que le permitían sus gordas piernazas al único coche patrulla que quedaba sano.

mientras se dirigía lo más rápido que le permitían sus gordas piernazas al único coche patrulla que quedaba sano

El sheriff abrió la puerta del coche. De repente eso es todo lo que quedaba del vehículo, la puerta. El resto había sido escachado por otro enorme pedrusco arrojado por el árbol boxeador, que ya tenía un nuevo (el mismo) pedrusco entre las ramas, listo para lanzar.  Antes de lanzarlo la mitad izquierda de sus raíces salieron de la tierra seca, pronto empezaría a caminar. 

Era evidente que tendrían que entrar en la planta química, se veía venir desde antes de los anuncios por la forma en la que el absurdo guion los había juntados en aquel lugar. Los espectadores al oír tanta explosión y gritos emergieron de la siesta y se recolocaron la manta. Ahora entraran todos en la planta química, la pasaran putas, pero descubrirán algo y tendrán que huir, pensaron. Y sabiendo lo que iba a pasar, cambiaron de postura y volvieron a seguir con su digestión de sobremesa en el sofá. Hasta que no encontraran al padre de Candace y se descubriera si estaba en el ajo (y la propia candase tendría que matarlo) o si iba a ser uno de esos de “me niego a seguir formando parte de esto, señor” que seria disparado justo cuando la hija lo encontrara, esta película no tenía nada que ofrecerles.

Y algo de razón tenían porque al grito de no hay mal que por bien no venga el productor judío aprovecho la oportunidad de meter 26 segundos de película por todo el morro.

Me aferro a su cuello aplastando mis pechos contra él- ¿No dejará que nos hagan daño, verdad?

-Apártese de esos antisistema de mierda, señorita- dijo el policía abrazándola y llevándola en volandas lejos de la amenaza para su seguridad. Por un momento olvidando a su ex al tener a esta “joven adolescente”  en sus manos. Sin soltar a Candace arreó una patada a un hippi que se dirigía hacia ambos con un muslito de pavo aun colgando de su boca.

Mientras llevaba a la chica al coche patrulla, como habia ordenado su sheriff, el perrito terminó el donuts y empezó a seguirles agitando la colita, divertido por ver tanto jaleo. Pero Jack lo interpreto como una señal de desacato a la autoridad y un peligro para su misión de llevar a la jefa de animadoras de vuelta al coche. Así que con otra patada lo mando derechito a la verja de la planta química, donde murió a medias por el impacto y por la electrificación.

El olor a barbacoa inundo la zona.

- ¿Pero qué demonios...? -dijo, soltando la solitaria puerta que tenía en la mano; el resto del coche, hasta hace un minuto intacto, se veía ahora bajo una roca enorme debido a un antinatural cambio de fotograma en el estudio.

El Sauce Boxeador (derechos del nombre reservados para Cataclismo Absurdo™, cualquier otro "Sauce Boxeador" aparecido en otra película de magos de tres al cuarto es una burda copia barata de éste) se preparaba ya para lanzar otro triple de piedra como si de un Shaquille O'neal maderero se tratase; en otro plano, los hippies seguían devorando carne de ave de segurata como locos. Uno de ellos, atraído por el olor a perrito achicharrado del animal que acababa de patear Jack Palizas, ya se acercaba a la carne recién cocinada. A Douglas le entró hambre y deseó que llegara el descanso del rodaje: tenía ganas de un cubo enorme de pollo frito.

El único refugio posible parecía estar en el interior de la planta química, y el sheriff Morrigan, seguro que de a nadie más se le había ocurrido la idea de dirigirse allí, gritó dando órdenes:

- ¡Al interior de la planta! ¡Allí estaremos seguros de estos peligros tan peligrosos que nos asolan! ¡Os aseguro que es segura con el medio ambiente y con las personas, no como estos hippies que querían cerrarla y ahora han perdido la chaveta! -se dirigió rápidamente a John Alone, quien gritaba a los activistas caníbales, y le sacudió por los hombros con tanta furia que las gafas de sol del sheriff casi se le caen. Por suerte, una de maquillaje se encargó de fijarlas bien con SuperGlue antes de que la claqueta indicase que estaban rodando-. ¡Viejo loco! ¿Qué cree usted que está haciendo? ¡Esos veganos le comerán vivo! ¡La planta es nuestra única salida, rápido!

No hay nada que acojone más que ver a quien debería salvarte el culo tomar las de Villadiego. Stheph sabía crear el terror en los libros, el horror era una substancia tan conocida para ella como el arte de robar lo era para un político. Si algo conocía para saber insuflarlo en sus páginas era el mecanismo del horror activandose en la mente humana como una cerilla lanzada a un depósito de gasolina...y ese depósito de miedo estallando en sus calzoncillos era aquel maldito Sheriff. El hedor de sus cacotas a la par del de su mente estallando en pánico golpeó como una honda expansiva a Steph, que para cuando el Sheriff gritó el todosalcoche ella ya había iniciado su sprint hacia el mismo.
Y hubiera estado dentro del mismo a tiempo de ser horriblemente aplastada si la misma comida basura que la había llenado de escandalosas curvas no obstruyese sus venas de forma alarmante con uno de los más graves y precoces casos de colesterol juvenil. Así, tras apenasa cinco metros de carrera Steph se paró a coger aire, una sombra enorme la superó adelantándola y aplastando la huida que le proponía el Sheriff.
Calculó las opciones:
a)la ranchera: tenía una inmensidad de papeletas para recibir otra lluvia de piedras: el granizo siempre había sido especialmente cruel en Tranquility.
b)agentes de la ley: o los vehículos o los agentes de la ley atraían aquel extraño efecto metereológico, seguramente por las hondas de su radio, la frecuencia o el hecho de ser seguramente apestosos corruptos merecedores de uno de aquellos castigos divinos. Por si acaso se mantendría lejos.
c)el viejo loco: Steph tenía una teoría. Cuanto más ajeno a la realidad y, por tanto, a los peligros era una persona, más facil era que estos peligros pasaran de largo. Quizás pudiera ponerse a rebufo de este y sobrevivir a aquella locura.

Así que al ver aquel desastre se dirigió al viejo.
Lider un poco de peloteo y lo tendré en el bote Guíame a mi salvación, soy muy joven para morir!! Tras eso le dió un fuerte -y muy rápido- abrazo y lloriqueó un poco esperando su respuesta.
Con el apretón de tetas que le he pegado, incluso matará por mi.

Mataría por estas tetas, pensó John al notar esos jugosos melones junto a su cara.

- Vamos, pequeña, yo te protegeré. Sigamos a este Sheriff petardo al interior de la planta. Posiblement,e mi aura metacarpiana ancestral desprenda poderes que mantengan a una distancia prudencial a estos inteligentes extraterrestres sapiens al cubo vestidos de Arco Iris Sideral.

Dicho esto, se encaminó también camino de la planta química, arrastrando los pies y poniendo cara de Benji Prize haciendo una palomita, para hacerse el interesante.

 -Mmmmm - Babeo con la lengua por fuera al sentir el aroma a barbacoa. Entre unas cosas y otras llevo horas sin comer y ver a los peludos dándose un banquete me ha abierto el apetito. Estaba en una fiestuki en la playa, llevo horas de un lado a otro y no he probado bocado.

 -Jo, qué bien huele ese perrito caliente. Ahora que caigo, un perro salchicha…                       ¿es salchicha o perro?

Semejante dilema ocupa todo mi poder de concentración manteniéndome distraída mientras Jack se encarga de mi seguridad. Tras devanarme los sesos llego a la conclusión de que hay cosas que es mejor no saber.  

-Mi padre debe de estar por allí, en la planta química.- Comunico al grupo, mientras sigo a mi seguro de vida. Mientras andamos recuerdo un pequeño detalle que quizás sea importante.

– Si encontramos a mi papi estaremos a salvo. Es un General de esos que van de verde, tiene un uniforme y soldados y medallas y armas y todo eso –Digo mientras escarbo en el bolsito buscando el móvil-Le llamaría pero tienen ingivi… inchipi…  indrividores de flatulencias, o algo así.

Tras sacar el móvil y comprobar que es inútil comunicarme con mi padre vuelvo a acercarme a Jack.

-¿Sabes que Josh me explotó al lado? El muy desconsiderado me salpicó de una gelatina viscosa super asquerosa. Mira aún estoy toda pringosa -Le digo mientras le enseño el canalillo donde fue a parar la sustancia-  ¿Tienes un pañuelo?

La acción que pasaba por la pantalla era trepidante y sin pausa, con planos tan malos que resultaban tan hipnotizantes que ningún espectador podía apartar la vista de la pantalla. Sin embargo, el actor que interpretaba a Neil O'higgins no apareció en ningun momento debido a que no pudo contenerse al llamado de la naturaleza y tuvo que abandonar el set de grabación con una emergencia. Obviamente la secuencia no podía parar, la memoria de la videocámara que el estudio había alquilado no permitía repetir ninguna toma, aparte, ninguno de los técnicos altamente cualificados contratados que estaban en la producción sabían como poner pausa a esa máquina tan avanzada con dos botones, pero principalmente, ya habían utilizado y destruido prácticamente la totalidad de las piedras falsas de un sólo uso que el sauce lanzaba.

Cuando había vuelto, trataba de deducir en qué momento exacto de la toma estaban, había llegado unos minutos atrasados, así que se coló y apareció sin razón alguna y desafíando cualquier lógica detrás del sheriff que se desplazaba hacia la planta química tan rápido como sus obesas piernas le permitían. ¡Qué actuación, el actor realmente parece cansado!

—¡TE LO HABÍA DICHO, CEREBRO DE HORMIGA! —soltó con furia la frase que debía haber dicho hace dos minutos— ¡AHORA TODOS LO LAMENTAREMOS POR TU CULPA! ¡SON LOS EXTRATERRESTRES QUE PROTEGEN A LOS JUDÍOS! ¡Y ESTÁN AQUÍ PARA ELIMINARME Y QUE EL MUNDO NUNCA SEPA LA VERDEDERA VERDAD!—gritaba impotente mientras se acercaba cada vez más a la planta química. La cámara se enfocó en su boca en un intento de potencializar el terror indescriptible que deberían sentir los espectadores al escuchar la frase que estaba a punto de decir.— Ojalá hubiese hecho caso a mi tío Jacobo...

Robert desvió su mirada y sus pensamientos hacia una voz familiar. No podía ser otro que Neil O'higgins. Ese tipo había hecho que todo el universo de Rob cobrara sentido con sus magnificas teorías a cerca de los extraterrestres y los malditos judíos. Su teoría no podía ser rebatida, era perfecta y hasta el más tonto tenía la obligación de entenderla. Si no le habían dado validez hasta ahora entre la comunidad científica era porque esa comunidad también estaba controlada por los judíos.

El granjero gruñón se subió sus pantalones tejanos y se metió por dentro su camisa a cuadros azules y morados. Se ajusto el sombrero de paja y corrió lo más rápido que sus cortas patas le permitieron hasta su vehículo para buscar algo en la guantera. En seguida salió corriendo de nuevo hacia Neil mientras agitaba los brazos y esquibava hippies-zombie-extraterrestres controlados por los judíos de la comunidad científica y gritaba.

- ¡NEIL, NEIL, SOY ROBERT MCFLANAGAN! ¡CONOZCO TUS TEORÍAS! ¡HOY ES UN GRAN DÍA! - El granjero no hacía mucho caso a todo lo que sucedía a su alrededor. Ni el sauce-boxeador, ni los come-seguratas-comedonuts le preocupaban. Había olvidado los tentáculos y las piedras de cartón que volavaban sobre su cabeza le traían sin cuidado.

Robert no entendía que la gente actual fuera fanática de estúpidas super estrellas de televisión y que coleccionaran prendas suyas, fotos firmadas o incluso un botellín de agua del que presuntamente bebieron alguna vez. Había comprado el libro de Neil O'higgins y tuvo la oportunidad de que se lo firmara una vez que coincidió con él en un bar. Pero, no llevaba consigo su libro. Entonces juró que siempre lo llevaría cerca para no perder una segunda oportunidad.

- ¡TENGO TU LIBRO! ¡QUIERO UNA FIRMA, POR FAVOR! - Gritaba el granjero como lo haría una loca adolescente frente a su vocalista favorito.

El director llego moqueando al rodaje, le dolía la jodida cabeza y no paraba de toser, pero el escombro debía continuar. Ya se había jugado bastante el tipo faltando ayer, era el más prescindible de todo el equipo. En una película seria quizá el director fuera alguien, pero aquí lo sustituirían por un loro que supiese decir acción y corten en cuanto se descuidara. Miró la escena: el granjero gritando como una quinceañera, la animadora subida encima del poli empalmado, todo el exterior lleno de coches aplastados…

¿De qué iba esta peli? ¿De tiburones? ¿De cataclismos sobrenaturales? Joder que empanada. Se hizo una ralla, solo que en vez de enrollar un billete, enrollo el ticket del autobús y en vez de droja empleo un antigripal de la marca “Placebo, por este precio nadie le dará más”

Recordó las palabras de su profesor de [“Serie Z, los directores necesitan dinero mientras llega su oportunidad”, anual, 90 créditos]:

Si una escena escapa a tu control, cambia de escena. Que no te preocupe estar a mitad de dialogo.

Era hora de cambiar de escena… Esta ya olía, literalmente. La puta planta química no había cerrado por el rodaje.

El árbol boxeador empezó a caminar con sus raíces hacia toda esa gente que, por turbulencias en el racor, estaban más o menos juntas en donde los coches. Aunque lo preocupante es que se oía una tos proveniente de algún lugar.

Evidentemente el sauce iba a matarlos con sus ramas mortales, solo había que ver los dos puntitos rojos que brillaban en el interior de sus cuencas, que además parpadeaban a ritmo de villancico, como si los led del chino fueran robados de algún árbol de navidad.

Tenían que correr, correr por su vida. Todos menos la animadora, claro. Jack el palizas no se quejaba, le gustaba el tacto y aroma de candase y además si se tropezaba tendría una oportunidad más de librar, mientras que los otros pnj no tenían derecho a ser salvados, morirían inmediatamente si fallaban la tirada.

Si… fa… lla… ban la ti… ti… ti… ¡tirada!  Leyó del post anterior.

¿¡Cómo!? Que mierda de prejuicio era ese. Rápidamente empezó a correr aunque no podía evitar quejarse en su interior: Soy guapo y el público me adora, debería ser protagonista. ¿¡Por que!? ¡¿Por que me pasa esto?!

Charly corrió con todas sus fuerzas, A su espalda una piedra giante cayo al suelo y comenzó a rodar como la bola de indiana jones o de humor amarillo. Por suerte fue más rápido y logro entrar a tiempo.

Cardio! Cardio! Cardio! grito durante su breve e intensa carrera.

Cuando llegó a su meta la de maqullaje se acercó con un botellin de agua y se lo tiro en la camiseta y la cara. Para que pareciera que habia sudado a litros

El policía había trabajado en los peores lugares del mundo: El Bronx, el Shojo, Nueva Delhi, la triada y lo mas chungo: vigilante en el retiro, Madrid. Había sido, informador, infiltrado, agente, hombre anuncio y camello. Sabia lo que era correr. Correr era la clave numero uno de la supervivencia.

Todas las mañanas corría dos horas, orgulloso de ser un gran atleta. Colegeaba en la oficina con jack sobre eso, compartiendo opiniones sobre que isotónica tenia mas tónica o que marca de calcetines daba más empuje. Y aquel niñato guapito de la recepción le adelanto por la derecha ¡por la derecha! Pero si el muy cretino solo hacia 20 minutos de cinta en el gimnasio. Pero se trago su orgullo. Tragarse el orgullo era la clave número dos de la supervivencia.

Solo espera a estar solo en casa bajo la ducha antes de llorar- se dijo.

Una vez más tenía una mujer a la que cuidar y proteger. Alguien a quien ladrar a todo lo que se le acercara o le mirara (que era lo que él consideraba el amor) Pero todas las mujeres le abandonan y Candace no es una excepción. En este caso no tiene nada que ver con sus celos o con la agresividad. Es una cuestión de inercia. ¿Si un agente de policía corre con una animadora de masa X a velocidad Y, que movimiento angular genera la animadora cuando sale despedida?  

Si al menos tuviera airbag y cinturón de seguridad -se culpa a sí mismo cuando ve a la chica caer tras si inoportuno trotiezo.

Candace cae justo al otro lado del raíl de la puerta, por dentro, y esta empieza a cerrarse. Jack le grita: -déjame atrás- aunque estira su mano para que ella la agarre y tire de él hacia dentro de la planta química.

Steph era una chica de bastantes buenas notas. Solo tenía un pequeño trasquilón de aquiles: la gimnasia. El esfuerzo físico más allá de teclear o darle al play le hacía venir mareos y una malahostia que, con aquellos maliciosamente entrecerrados ojos asiáticos suyos, acojonaban cantidubi. Por mucho que le gustase ver sus bienes y sus notables en sus notas, no eran motivo suficiente para que Steph moviese el culo.
Pero aquel arbol gigante, con sus tétricas ramas enormes y con aquellos maliciosamente entrecerrados ojos asiáticos que lanzaban destellos rojos sinónimo de la malignidad más austera, sí era motivo suficiente para enviar recursos tales como sangre e impulsos nerviosos a sus piernas y hacer pistonear sus contorneados muslos al ritmo de jevi metal para salir cagando leches de allí. Si Steph llegaba a ponerse a salvo quizás se preguntase como un arbol enorme y reseco podía estar persiguiéndoles a la par que tener ojos para usarlos como intermitentes en una maniobra peligrosa -sobretodo para ellos. Mientras eso sucediese, la mente de Steph estaba ocupada en cosas muchísimo más importantes.
Uff! pero que culo tiene ese poli, no lo adelantes Steph, no lo adelantes

Robert agarró su libro y dando media vuelta corrió como si le estuviera persiguiendo un árbol-boxeador con ojos de led rojos intermitentes, hacia la planta química. A medida que avanzaba vio como la jovenzuela de pechos turgentes con la que se había encontrado en la comisaría volaba por los aires mientras el agente guapetón que la llevaba en brazos tropezaba torpemente y caía al suelo.

El agente alargó la mano en el momento en que Robert pasaba por su lado, y casi sin quererlo, se la aplastó de un pisotón. Si era el fin del mundo y salían vivos, probablemente tendrían que repoblarlo. Él se ofrecería voluntario pero con tipos como aquel policía no tendría mucho éxito. Además, ya le estaban dando demasiada coba a aquellos personajes secundarios. Él era el verdadero protagonista de la película. ¿Por qué un hombre cincuentón no podía ser el que salvase al mundo? Era una película de bajo presupuesto, pero quería llegar hasta el final y cobraban por semanas. Si su personaje moría pronto su nómina no le llegaría para acabar el mes. Cuantos más compañeros murieran antes que él mejor.

Finalmente llegó hasta la planta química y agarró a Candance por los hombros.

- ¡Déjalo atrás! ¡No podemos hacer nada por él! - dijo el granjero gruñón.