Partida Rol por web

Hans se puso algo tenso cuando se propuso que se separaran. No porque no le pareciera buena idea, aunque innecesaria, sino porque hasta aquel momento no se había planteado ir sin Anne Sophie junto a él. Intercambió la mirada varias veces entre la francesa y el resto del grupo, no sabiendo muy bien qué contestar, pero cuando ella misma aceptó el plan no le quedó más remedio que participar en él.

- Con mucho gusto, Señorita Archer. -contestó a la petición de la joven. Se giró entonces hacia Anne Sophie.- No hay de qué preocuparse. Nos vemos en la cafetería.

Dicho esto, hizo un gesto con la mano a David y Madeleina para que le acompañaran. Hizo un último cabeceo a modo de despedida a Anne y Rick y echó a caminar.

Caminando con calma, con el maletín a sus espalda cogido con ambas manos, Hans no desaprovechó la oportunidad para dar un repaso a la historia de la ciudad, desde su fundación por Julio Cesar hasta su implantación como capital durante apenas unos años, pasando por su esplendor en el Renacimiento y sus brotes de peste negra. Durante casi toda la explicación, parecía que hablaba para sí mismo más que para la pareja. Solo bajaba algo el tono o callaba cuando pasaban cerca de alguna pareja de carabinieri. Siendo Italia una aliada cercana de Alemania, Hans sentía su seguridad amenazada y prefería no llamar demasiado la atención frente a las autoridades.

Una vez llegados al Duomo, Hans cesó el relato para poder concentrar toda su atención en la magnificencia de lo que allí le rodeaba, y quizás para dejar meter algo de baza a David y Madeleine. Se hubiese podido pasar horas observando la catedral, pero consiguió resistirse a su embrujo, no sin cierta reticencia.

- Creo que hemos llegado. -comentó mientras echaba una última ojeada al mapa, tras lo que señaló la cafetería que hacía esquina.

Un puesto de prensa internacional llama vuestra atención y curioseáis mirando por encima las noticias del periódico, en la portada de The Times destaca una noticia en la que hablan sobre la extraña muerte del representante del Louvre mientras tomaba unos baños en un balneario siciliano.

*Si compráis el periódico para leer la noticia en profundidad no os aporta mucha más información. Al parecer el hombre estaba tomándose unas vacaciones y la policía italiana se encuentra investigando su muerte puesto que las circunstancias que la rodean resultan sospechosas. Nada más.

Se va acercando la hora y os reunís en la cafetería. Os sirven con diligencia unos estupendos cafés (o infusiones) acompañados de unos sabrosos, aunque pequeños, croissants.

Mientras conversáis disfrutando de la magnífica vista, la Catedral de Santa María del Fiore y la plaza, podéis ver a lo lejos una persona que se dirige directa hacia la terraza. Un hombre de mediana edad con un elegante traje avanza espantando a las palomas que deambulan por la plaza. Sir William os ve y os saluda con un ademán, como si os conociera de toda la vida, incluso os sonríe. Mientras se acerca oís el estridente chillido de unas ruedas derrapando, un coche se acerca velozmente hacia vuestro contacto que queda petrificado. El vehículo se detiene solo para que uno de sus ocupantes dispare una ráfaga de Thompson sobre el sorprendido Sir William. En cuanto su cuerpo comienza a caer el vehículo continúa su camino perdiéndose entre las callejuelas y obligando a los transeúntes a apartarse de su camino para evitar ser atropellados.

Al momento suenan los silbatos de una patrulla de carabineri que llega corriendo al lugar del suceso y comienza a acordonar la zona y dispersar a los curiosos.

Todo sucede tan rápido que David no puede hacer nada por evitar que su contacto sea abatido impunemente. Intenta leer la matrícula del coche y apuntarla, aunque no cree que le sirva de mucho. 

Sabía que en caso de involucrarse, se metería en problemas con la policía y tendría que responder preguntas incómodas, pero lo único que podía y se sentía obligado a hacer era intentar asistir a Sir William, con la esperanza de que no fuera demasiado tarde. De modo que se sacó la chaqueta y acercó corriendo hasta el lugar donde estaba tendido, cogiendo un mantel de la terraza de la cafetería. Le vendría bien para taponar heridas o lo que fuera, en tanto no llegaba una ambulancia. 

Subió la mirada hacia las torres, que parecían tocar el cielo. Nunca había sido una gran admiradora del arte. Le encantaba poseerlo, la adrenalina que conllevaba el negociar con él, el valor de cada una de las piezas antiquísimas que pasaban por sus manos para terminar en las del mejor postor. Pero, ¿arte por arte?. No. Ella disfrutaba del placer de comercializarlo. Lo demás lo dejaba reservado para esnobs refinados con ganas de agrandar su colección privada. Sin embargo, no pudo contener una pequeña exhalación de asombro. Seguía resultando increíble lo que el hombre era capaz de crear.

Llevaban apenas unos minutos sentados. Madeleine tenía la sensación de que aquel lugar encerraba algo mágico; el café estaba delicioso, las vistas eran extraordinarias, la conversación era fluida y agradable.  Pero todo cambió en un abrir y cerrar de ojos.

Se quedó petrificada, viendo como el coche se alejaba derrapando. La gente empezaba a correr, intentando alejarse de un peligro ya inexistente. Maddie intento agarrar el brazo de David para impedirle que fuera a intentar salvar a un cadáver, pero él fue más rápido. – ¡Por Dios! ¡Vuelve aquí! – exclamó lanzando al suelo la servilleta que había agarrado entre su puño –hay que salir de aquí, ¡ya! – dijo dando un repaso rápido a los compañeros que aún quedaban en la mesa. Sería mejor estar lejos antes de que empezaran las preguntas.

Eran unos momentos de tranquilidad, disfrutando del buen día y de un desayuno que incluso a Anne le pareció delicioso, pero como toda la tranquilidad a la que solía estar acostumbrada la mujer ésta también se rompió con suma facilidad. Su contacto parecía haberlos visto y se dirigía directo hacia ellos, por lo menos así le pareció a la siempre vigilante Anne.

Y ahí fue el momento donde la paz se quebró por completo ya que el hombre al que estaban esperando fue abatido por los disparos procedentes de un coche, que por supuesto se dio a la fuga, sin dejar ocasión de reaccionar a la mujer. Maldiciendo en voz baja, comprobó impotente como Sir William caía desplomado al suelo mientras se escuchaba ya el sonido de los silbatos de los carabinieri que, por una vez, llegaban bastante rápido.

Cuando consiguió salir de su estupor, Anne fue directa hacia el que debía ser su contacto, aunque David la adelantó en un vano afán por salvarle la vida. Quizás no estuviera muerto aún y quizás pudiera transmitirles alguna información, de todas formas Anne no las tenía todas consigo.

—Mientras lo intentas ayudar mira disimuladamente en sus bolsillos, tal vez tuviera algún mensaje para darnos, aunque dudo mucho que se arriesgara a llevar algo encima que lo comprometiera... —Susurré a David cuando llegué a su lado.

No podían disfrutar de un encuentro amistoso, degustando aquel sabroso café. No, tenía que aparecer una banda de “mafiosos” italianos acribillando a su contacto desde un coche que se daba a la fuga.

-¡Me cago en la ...joder! -soltó el guardaespaldas junto a una serie de exabruptos que se vieron enmascarados por el ruido de gritos a su alrededor y los silbatos de los carabinieri - ¡Maldita sea!...

Poniéndose de pie, aferrando con los dientes su cigarro humeante, observo como David y Anne Sophie se lanzaban a la ayuda de su contacto, ahora desplomado en el suelo. Confiando en que ambos fueran capaces de apañárselas, dudando que tras la cantidad de plomo que su cuerpo habia recibido fuera a recuperarse, decidió asegurarse que tanto Madeleine como Hans permanecieran a salvo y lejos de todo el asunto.

-No – comenzó mirando primero a Hans y luego a Madeleine – se muevan...dejemos hacer, no llamemos la atención más de lo necesario y esperemos que consigan sacar algo antes que...

Dejo la frase en el aire volviendo su atención a la pareja arrodillados junto al cuerpo que comenzaba a bañar de sangre la acerca de la plaza, no había necesidad de expresar con palabras lo que Rick tenía más que claro, aquel hombre no sobreviviría.

-¿como demonios sabían que nos encontraríamos con él? - mascullo entre dientes, de manera que solo sus acompañantes pudieran escucharlo.

Sir William os mira mientras os acercáis, está abrazado a un pequeño maletín que llevaba y separa los brazos con intención de entregároslo. Entonces susurra una palabra, "Arlequín", nada más pronunciarla su cabeza cae hacia un lado y su mirada queda fija mientras expulsa el último hálito de vida que le quedaba. Vuestros intentos por reanimarle son en vano, los múltiples impactos de bala han dañado órganos vitales da y además ha perdido mucha sangre.

Los policías italianos os miran y uno de ellos os habla. Al principio lo hace en italiano pero pronto cae en la cuenta de que sois extranjeros por lo que se esfuerza en hablar en vuestro idioma.

-¿Conocían a este hombre? Ese maletín puede ser una prueba-  Los otros carabineri se encuentran acordonando la zona y controlando a la gente, pronto vendrán otras patrullas.

-¡Arlequín!.-

Esa palabra comienza a resonar como un mantra en tu cabeza. Estáis en italia, y tu has óido hablar alguna vez de alguien llamado Arlequín. En seguida caes en la cuenta recordando tus tiempos de traficante de arte. Recuerdas que durante el carnaval de Venecia se celebra una subasta a la que solo algunos elegidos pueden ir, una subasta de piezas artísticas de valor incalculable, por supuesto son piezas robadas. Dicha subasta es organizada por un misterioso personaje a quien todos en el mundillo conocen como "Arlequín" y, gracias a él, se nutren de obras algunas de las más respetables y renombradas galerías de arte del mundo.

Nunca habías tenido la oportunidad de ir a tal subasta, ni sabes en qué lugar se celebra, solo que es en Venecia durante el carnaval el cual está a punto de comenzar.

-¡Arlequín!-

Esa palabra acabáis de verla en algún sitio hace un rato, si, salía en el periódico, una noticia sobre un robo al que no prestásteis demasiada atención:

Por lo visto, un peligroso ladrón de obras de arte conocido como “El Arlequín”, ha vuelto a dar un golpe. Aunque según las autoridades vaticanas, el asalto fue frustrado y los ladrones no consiguieron llevarse nada, un grupo de enmascarados abordaron el tren donde viajaban varios representantes de la Santa Sede, procedentes de Portugal. El suceso tuvo lugar la noche anterior mientras, el tren en cuestión repostaba en Turín.

David actuó con rapidez. Cortó un trozo de tela para hacer un torniquete, que ajustó rápida y eficazmente su brazo evitando que se desangrase por una de sus arterias, pero había muchas otras heridas que no podía atender. El resultado fue que a pesar de sus esfuerzos, aquel hombre expiró dejando esa palabra en el aire. "Arlequín". 

Claro que recordaba su nombre. A David le gustaban esas historias de ladrones de guante blanco. Y el Arlequín era una auténtico maestro. Hace poco había estado leyendo acerca de sus últimas fechorías. Pero no imaginaba qué podía pintar en todo aquello.

Pero ahora tenía problemas más urgentes. La policía quería saber qué había sucedido. Otra vez como siempre, estorbando en lugar de perseguir a los delincuentes. Después de lo sucedido en Oxford, prefirió quedarse callado y esperar que otro de sus compañeros intentase contestarles algo que pudiese quitarlos de en medio. Y luego ya se ocuparían de sus problemas reales.

Hans había salido corriendo tras David dispuesto a ayudar pero pronto entendió que poco podían hacer por aquel pobre hombre.

Se quedó en pie tras David abrumado al ver tanta sangre. Cuando oyó la palabra Arlequín recordó al momento aquella noticia que había leído de soslayo.

-¿Arlequín?- Se preguntó a si mismo en voz alta.

Quiso intervenir para que David pudiera quedarse con el maletín, estaba claro que en su interior tenía que llevar algo importante que estaría perdido si acababa en manos de los carabineri

Madeleine seguía contemplando la escena desde una distancia prudencial.  El nombre de Arlequín resonó en su cabeza haciendo que su corazón se acelerara rápidamente. Tenían un maletín y un nombre sobre el que podían seguir el hilo, comparado con otras ocasiones, incluso podría decirse que en la dinámica de contratiempos en la que continuamente combatían, esta vez, habían tenido algo de suerte.

- Oh, no … - masculló al ver a la policía dirigirse hacia sus compañeros. La gente poco a poco empezaba a retroceder detrás del cordón policial que restringe la zona. Madeleine se mueve con las masas, alejándose ligeramente de sus amigos. No ayudaría en nada aumentar el grupo de sospechosos.

- Rick – llamó nerviosa, viéndose de repente envuelta por gente desconocida. Levantó la vista, y en seguida encontró su mirada. Agarró su mano para no perderse de nuevo, y avanzó quedándose justo detrás del cordón policial, donde sus compañeros hablaban con el carabineri. – ¿Tienes alguna idea de cómo salir de aquí sin levantar sospechas, y con el maletín en la mano? – preguntó mordiéndose el labio. La situación no parecía prometedora.

¿Arlequín? Si mal no recordaba Anne de haberlo leído en algún diario, ese era el nombre de un tipo que se dedicaba a robar obras de arte. Que fuera la última y única palabra que el muerto había pronunciado daba a entender que el ladrón jugaba un papel importante en aquella obra, ahora saber cuál sería lo que tendrían que descubrir. Y para ello seria fundamental poder coger el maletín de Sir William aunque, con la policía presente, pocas oportunidades tendrían de salir de allí con él sin tener que dar demasiadas explicaciones.

Anne se cruzó de brazos mirando a los policías y esperando que cualquiera de sus compañeros dijera algo para convencer a los agentes de que ellos no tenían nada que ver. Sabía que ella era la menos indicada para hablar ya que, con lo sincera y directa que era, seguramente acabarían todos entre rejas. Miró a su protegido para animarlo pues a esas alturas ya se había dado cuenta que Hans era todo un experto con las palabras.

En la prudencial distancia en la que se encontraban podían observar todo lo que sucedía, cuando el hombre expiro su último aliento con aquel nombre no hubo tiempo de reaccionar, los carabinieri intervinieron antes de lo que le había gustado. Sus compañeros deberían haber salido corriendo con el maletín ahora habría que soportar un interrogatorio innecesario, maldijo por lo bajo mientras el cordón policial iba haciendo que la gente curiosa se arremolinara junto a ellos. La voz de Madeleine atrajo su ceñuda mirada, relajando levemente el gesto al notar como su mano buscaba la suya enlazando sus rudos dedos con los delicados de ella.

-Tranquila...- dijo con tono tranquilizador y su endiablada sonrisa de medio lado en los labios – seguro que logran salir de apuro por su cuenta ¿que iba a hacer yo a parte de liarme a tortas? - volvió de nuevo la vista hacía el grupo – aunque si pudiéramos hacerles algún tipo de seña para que nos pasaran el maletín sin que los carabinieri lo vieran podríamos salir de aquí con él mientras se libran de las sospechas

Si jugaban bien sus cartas simplemente les tomarían por turistas que habían acudido en auxilio del hombre, el problema era lograr que se lo creyeran y llevarse el maletín. Podrían dar el cambiazo con el de Hans pero dudaba que el erudito estuviera dispuesto a renunciar a sus notas. Comenzó a moverse entre la multitud, con Madeleine bien cogida de la mano, buscando un angulo algo más cercano que les permitiera seguir pasando desapercibidos pero en el que pudieran hacer contacto visual con sus compañeros y quizá con suerte echarles una mano.

David se lavantó con tranquilidad, cogió el maletín como si nada y se dirigió a los agentes. Ya que nadie era capaz de contener a la policía, se dispuso a encarar a los agentes. Al fin y al cabo, era el único que estaba implicado en aquello ante la policía. Casi que era mejor así.

-El maletín es mío, señores. Lo tuve que dejar para intentar asistir al caballero. Fui médico militar en mi país de origen, así que tengo experiencia tratanto este tipo de heridas, por eso me decidí a intervenir. Lamentablemente, no había nada que hacer. Una de las balas perforó la vena femoral. Otra, la aorta. Se desengró entre mis brazos, literalmente. Lo lamento de veras. 

Era un farol importante, pero no se le ocurría otra forma de abordar la situación y conseguir el maletín. Así que mantuvo la calma tirando de su flema inglesa y que sea lo que Dios quiera.
 

El carabineri miró a David contrariado, en su gesto se reflejaba la duda que cruzaba su mente pero la seriedad con la que David le había hablado era convincente.

-Oh, disculpe entonces señor. Siento que no haya podido hacer nada.- El otro policía avisó a su compañero, debía despejar la zona de curiosos.- Bueno, puede irse. Venga, circulen, aquí no se les ha perdido nada.- Siguió diciendo, ya en italiano, al resto de curiosos que se acercaban a la triste escena. 

Sir William yacía en el suelo sin vida mientras un charco escarlata aumentaba lentamente a su alrededor, los carabineri estaban ocupados controlando a la gente y no dieron mayor importancia a vuestra presencia. Y, gracias a la habilidad dialéctica de David os habéis quedado con el maletín que llevaba.

Hans se quedó pensativo, dandole vueltas en la cabeza a las últimas palabras de la victima y el que iba a ser su contacto, mientras David actuaba para que pudieran llevarse el maletín y poder salir de ahí sin tener demasiados problemas. Estaba claro que "Arlequín" iba a ser un jugador clave en este partido, y necesitaban encontrar más información de todo aquello cuanto antes ¿Habría alguna explicación sobre todo esto en el maletín?

Le dio tiempo a David a actuar mientras esperaba con los demás, intercalando la mirada entre David y el maletín. Como de costumbre, todo había pasado increiblemente rápido. Aquél charco de sangre y el rápido tiroteo le recordó a Hans en donde estaban metidos, y que fragil podía ser una vida. También recordó aquél momento delante del mortero, lo cerca que había estado de estar donde ahora estaba su contacto. Negó un par de veces con la cabeza, con su ya conocido semblante inexpresivo, intentando sacarse todos aquellos malos pensamientos que le rondaban por la cabeza.  Una vez se hubieron alejado se dirigió directamente a David.

Cuando David finalmente consiguió traer consigo el maletín, Hans no pudo evitar soltar un pequeño suspiro a modo de satisfacción, estaba claro que era una pista importante, no había que ser ningún profesor de nada para saberlo, y haberlo perdido habría supuesto una perdida de tiempo y de información notable.

-Buen trabajo Señor Harris, ha actuado rápida y friamente- se giró hacia los demás y se mesó al barbilla durante un momento-. Ahora tenemos el maletín y una palabra clave del fallecido. Creo que no me equivoco al decir que deberíamos echar un vistazo a lo que pueda haber dentro, quizás en un lugar algo más privado.

Esperó pacientemente a que los demás dieran su opinión mientras le daba vueltas al tema del Arlequín. Quizás deberían buscar algo más de información e incluso echarle un ojo a algún periodico que hablara de la noticia. Había muchas cosas que hacer, y todo se había vuelto caotico muy pronto.

-vaya parece que el pico de oro de tu prometido finalmente a servido de algo a parte de meterse en líos – mascullo con un gruñido de alivio al ver como el grupo se alejaba de la policía

Sin que su cigarro abandonara en ningún momento sus labios, estos se curvaron en una sonrisa de medio lado, mientras sosteniendo aún firmemente la mano de Madeline la guió hacía una callejuela procurando que el grupo los vieran y siguieran.

Tras unos instantes David apareció seguido de Hans y Anne Sophie. Antes que pudiera pronunciar palabra el joven erudito le ahorro tener que alabar la astucia de David delante de todos, tan solo asintiendo ante la declaración del hombre y su sugerencia de abrir el maletín.

-quizá debiéramos buscar un lugar más privado ¿no les parece? - dijo oteando la entrada a la calle que daba al lugar donde se encontraban para luego recorrer con la mirada los edificios que los rodeaban, las ventanas y finalmente el otro lado de la misma antes de volver a mirar a sus compañeros – no queremos que ojos indiscretos se metan en nuestros asunto ¿no?...sugeriría buscar un hotel por aquí cerca donde podemos instalarnos, estando seguros que nadie nos sigue o vigila, luego podremos dar un vistazo al contenido del maletín que le ha costado la vida a nuestro contacto

Espero las reacciones o propuestas en perfecta calma, pero sin dejar de vigilar por lo que pudiera ocurrir, una manos sosteniendo aún la de Madeleine y la otra acariciando distraído su revolver, como si aquel gesto pudiera disuadir a cualquiera que los observara de atacarlos sin que hubiera consecuencias.