Partida Rol por web

Mucho más tranquilo al haber salido del pasadizo al aire libre me dispuse a proseguir el camino con mis compañeros, aunque luz del sol no es que hubiese mucha por los altos árboles, pero mejor que estar encerrado entre rocas

– Vamos chicos – Dije un poco más animado asegurándome la mochila a la espalda

El túnel por el que hemos accedido, va quedando atrás. Y aunque me alivia no haber tenido ningún encuentro desagradable, no noto yo mucha mejora que digamos al salir al exterior.
Bastante ocupado he estado tratando de no comerme el suelo del túnel y ahora, me dedico a no acabar enredado ya sea con alguna raíz, o con alguna maldita rama.
Asiento decididamente al escuchar a Emeldur y añado.
Totalmente de acuerdo. No me gustaría que nos pillaran justo ahora. Sobre todo por que no tengo muy claro a quien le dedicaría mis primeros hachazos. Si a nuestros posibles oponentes, o a estos malhadados arboles.
Y al decir esto, echo una miradita al árbol mas próximo de no muy buen humor.

Borgil se detiene unos segundos, escucha atentamente, pero luego sacude la cabeza. No percibo nada, dice.

El pequeño marchaba entre los guerreros, canturreando una cancioncilla para su interior. Una canción donde el pequeño y bravo hobbit se esforzaba por colocar un extraño y misterioso objeto de los Magos para ayudar a convertir al lugar en uno mejor. De hecho, iba ya varias semanas por adelante imaginando comilonas y banquetes y refrigerios y...

Sus grandes ojos captaron algo en la penumbra...

Un extraño brillo en uno de los márgenes del camino llama tu atención. Parece una espada desenvainada.

Enfocas la mirada en esa zona y ves unos cuantos bultos de aspecto sospechoso, todos ellos empuñando armas.

¡Emboscada!

El hobbit toma el brazo del guerrero más cercano, mientras intenta desenvainar su corta espada con soltura. Con la otra mano señala frenético a unos bultos entre las sombras. Alerta! Enemigos, emboscada!

Caminábamos a buen paso por el bosque cuando el mediano dio la voz de alarma, con rapidez saqué una flecha y la puse en el arco tratando de captar todo a mi alrededor, sobretodo por donde se podía producir ese ataque.

Andaba yo soltando mis ya rutinarias maldiciones a causa de mis típicos tropiezos, cuando de pronto, resuena la vocecilla de nuestro compañero mediano.
Y la palabra que resuena, hace que olvide de inmediato a mis queridisimos arboles al mismo tiempo que alzo mi hacha agarrada con ambas manos y miro con verdadera ferocidad a mi alrededor.
Y a la voz de alarma de nuestro compañero Mediano, se une la mía añadiendo, únicamente, dos palabras.
¿Por donde?

El pequeño señaló rápidamente el lugar donde había visto a las sombras. Rápidamente desenvainó su espada, colocándose al lado de un sorprendido Menelcar.

Ya se escuchan surgiendo de la espesura del bosque, reniegos gruñidos y algún que otro quejido. Mis ojos no paran de girar a derecha e izquierda tratando de localizar algun objetivo para mi hacha. Pero he aquí que lo que descubro, es a nuestro compañero mediano, empuñando con brava mirada su hoja, colocandose a mi lado.
Y a pesar de la inminencia del ataque, de mis ansias por reventar cráneos de orcos de lo desfavorable de la situación, aun me resta tiempo para decir.
Digno hijo del pueblo del Toro Bramador, dejemos que ahora, hablen nuestros aceros por nosotros.

Anar sujetaba el hacha con firmeza e instintivamente colocó su cuerpo delante del mediano.

—¿Qué has visto, maese mediano? ¿Dónde? —dijo mientras miraba a los lados

Anar y el hobbit os señalan a un lado y en seguida podéis ver a un grupo de figuras en movimiento. Borgil sisea como un gato y escupe más que dice: ¡Yrch! (orcos) a la vez que saca el arco.

Anar señala a una protuberancia próxima del terreno, apenas un repecho en ladera del bosque, pero que os proporcionará una excelente posición, primero para lanzar proyectiles, y luego para defender desde un punto más elevado.

Corréis hasta allí y os preparáis, mientras de la espesura sale una docena larga de orcos, seguidos por unos cuantos arqueros trasgos, todos ellos al mando de un gran orco, que se mantiene en retaguardia ladrando ordenes en su lengua gutural.

Hubo un momento inicial de desconcierto pero pronto los vimos, orcos, rasgos y… algo más grande.

- Malditos seres inmundos - Me aposté en Posición defensita para usar mi arco con tranquilidad y apunté a los trasgos, combatir el ataque a distancia con ataque a distancia era lo que me parecía más apropiado, me concentré y disparé.

Al trote, manteniéndonos unidos y conmigo en retaguardia, llegamos hasta una leve protuberancia en el terreno, en una de las laderas y allí, con los arboles a nuestra espalda, nos detenemos y damos media vuelta.
Detrás de nosotros, pueden oírse los sonidos de ramas quebradas y el roce de las hojas. Como si los arboles del bosque maldicieran la súbita presencia de los engendros creados por Melkor. Y mientras Emeldur maldice, yo aprovecho para decir.
¿Escucháis esa ronca voz gutural?. Cuidado con ese. Sera fuerte y feroz. Y no. No sera como sus hermanos menores. Ese, es de los que no conocen el miedo.
Clavo mi hacha en el suelo ante mi y agarro la jabalina que porto a la espalda.
Con semblante concentrado, espero apoyandome mi jabalina sobre el hombro derecho. Los gruñidos se aproximan de forman ominosa, ya podemos distinguir la silueta de nuestros enemigos entre los arboles y, por fin, ante nosotros surgen unos veinte engendros todos mal nacidos. Y yo, ni dudo ni me tiembla el pulso.
Me inclino hacia atrás manteniendo el equilibrio con el brazo izquierdo extendido y en cuanto localizo un arquero enemigo, arrojo mi jabalina.
Y con un vuelo recto y firme, su punta de acero se clava en el pecho de uno de los arqueros enemigos. Ahora un aullido de dolor resuena en medio del campo de batalla.
Aullido que es acompañado por mi ronca carcajada.
Agarro entonces mi leal hacha y alzandola con ambas manos, doy un paso al frente.
¡Aquí me tenéis carroña bastarda!. ¡Vamos, venid aquí!. ¡Golpe por golpe!