Partida Rol por web

Una vez que cerraste la puerta incrustando la llave por dentro de la cerradura principal se sentiste más agusto. Una vez en aquel estudio, sopesaste por donde comenzar a buscar... lo que fuera. ¿Un papel? ¿una nota? No sabías si algo de lo que había allí tenía realmente importancia. Lo que desde luego era innegable es que os habíais colado, y eso era allanamiento de morada. Cuando estabas en estas tesituras mentales víste que al fondo del estudio había como un armario con puerta. En ralidad era una habitación de gran dimensión como para ser un armario, pero menos que una sala.

Por más cuidado que pusiera era imposible pasar desapercibidos así que, con cierta resignación, llegué junto al detective a la planta superior justo a tiempo de oír a la mujer llamando a su hijo. Me detuve unos instantes para hablar en voz baja a Edgar.

—Déjeme a mí. Diré que vengo de parte de su hijo para hacerle un reconocimiento. Intentaré distraerla y mientras tanto usted puede echar un ojo por esta planta —sabía que aquello no estaba bien, pero ya habíamos cometido varios delitos, sobre todo entrando en la casa, y sumar uno más no podría empeorar las cosas—. Procure no hacer demasiado ruido para no alterar a la mujer.

Esperé unos segundos y, tomando aire, me acerqué hasta la puerta de la habitación por la que se había escapado la voz de la señora.

—Buenos días señora Edelson —no sabía si mantendría el apellido de su esposo, el mismo que llevaba su hijo, pero esperaba que así fuera—. Me envía su hijo Oswald para que le haga un reconocimiento. Soy doctor, amigo de su hijo y él está muy preocupado por usted.

Casi aguanté la respiración esperando que la mujer se tragara mi mentira.

Nada más llegar a la parte de arriba y comunicarme aquello el doctor, no hacía falta en ningún caso que lo dijera, al ver la casa tan amplia por arriba supuse que en la habitación solo sería un estorbo, y mi intención era explorar el piso superior, no sin antes asegurarme de que Hubbard estaría bien. Entonces asentí ante su proposición y le respondí - No sé preocupe, supongo que es la mejor forma de acabar rápido con este lugar antes de que vengan el propietario. Tenga cuidado ahí dentro y... si ocurre cualquier cosa grite y vendré corriendo a ayudarle. - entonces tras ver como abría la puerta me dirigí la siguiente más cercana para explorar el lugar en busca de pistas

-Realmente me hubiera gustado recoger la información de los balleneros antes de venir aquí, pero supongo que tendré que hacerlo más adelante. Aquí puede haber algo interesante. Esta casa huele a un lugar turbio, aunque puede que solo sea por ser vieja. - pensé mientras me adentraba en la siguiente habitación con linterna en mano frente mia y la otra en la pistolera por si acaso.

Al concentrarse más en aquella sala y tener una vista panorámica pudo descubrir aquel enorme armario, demasiado grande como para no haberse fijado anteriormente. Caminó hasta colocarse frente a la puerta del mismo, acariciando con la yema de los dedos el contorno del pomo, antes de asirlo dubitativa para abrirlo.

Mientras el detective William avanzaba unos pasos tras advertir a su compañero, el doctor escuchó la respuesta de la mujer, al otro lado de la puerta.

¿¡Quée!? ¡Mi hijo! Mi... -entonces hubo un silencio. Un largo silencio. Incluso a William, que ya tenía la mano en el pomo de la siguiente habitación, se había detenidos unos instantes por algún tipo de corazonada. ¿Dónde... está mi hijo? -dijo la voz de la mujer en el inteior-. ¡¡DÍGAMELOOOO!! Y acto seguido varios golpes sacudieron por dentro la sala desde donde estaba ella. Algo pasaba allí dentro. Lo único que encontró el dective al abrir la siguiente puerta fue un dormitorio, que únicamente tenía un camastro sin sábanas, una cómoda vieja y una silla.

La pequela alacena en forma de armario no tenía cerradura alguna, tan sólo un cerrojo que podría abrirse sin problemas. Tras abrirlo con suma facilidad, viste en el interior una serie de baldas horizontales, unas sobre otras, a modo de estantes. Todas estaban vacías, a excepción de la central, a la altura de tu cabeza. En ella había algo que reconociste enseguida: una horrible máscara con barbilla tentaculada, similar a la que Flannelly tenía en su casa y que, por cierto, había quedado allí. No era exactamente igual, pero parece que valdría bien para el baile de máscaras que los dos amigos se habían o se iban a regalar...

Fue entonces cuando lo oíste: el pomo de la puerta principal comenzó a girar y a emitir ruido, como forcejeando. Habías quedado la llave puesta, y quienquera que viniese no podía ahora entrar...

¡Tía Holly! ¡¡Tía Holly! -y hubo un silencio... un breve silencio que fue roto por el forcejeo del pomo de la entrada de una manera mucho más violenta-. Entonces se detuvo.

Al escuchar todo aquello sentí que algo raro pasaba y no podía quitarmelo de la cabeza aún al haber escuchado a esa señora histerica preguntar por su hijo. Abrí la puerta simplemente para echar un vistazo rápido general, principalmente que viera no hay nadie más. Cerré rápido para luego verla mejor y fuí hacia el cuadro de la puerta de la señora.

Una vez allí susurré para que me oyera solo el doctor mientras miraba al interior de la habitación - Algo me huele mal Hubbard ¿va todo bien? - Mientras prestaba atención a todo aquello que hubiera a mi alrededor. Realmente algo me olia a gato encerrado allí y no podía quitar mi mano del arma.

Seguramente la mujer que se encontraba tras esa puerta debía tener algún tipo de problema mental, pues se comportaba como una histérica, pero el silencio que se formó durante un tiempo demasiado largo me hizo plantearme si no estaría ocurriendo algo raro dentro de la habitación. No tenía ni idea el qué, pero pudiera ser que aquella mujer se estuviera autolesionando o que en verdad estuviera enferma o simplemente que se hubiera caído de la cama. Fuera lo que fuese, tenía que entrar allí dentro para saber qué estaba pasando.

Comprobé que el detective se encontraba de nuevo a mi lado y me encogí de hombros mientras negaba con la cabeza ante su pregunta.

—No lo sé. —Era cierto, no tenía ni idea si las cosas estaban yendo bien o mal, simplemente tenía que tranquilizarla de alguna forma para poder pasar al interior de la habtiación—. Señora, he quedado con su hijo aquí. Fue él el que me dio la llave para que entrara y así no la molestara. Él vendrá dentro de poco, tranquilícese, simplemente quiero reconocerla.

Al abrir la puerta y ver el interior apartó la mirada como un acto reflejo al reconocer perfectamente lo que había dentro. Aquella máscara empezaba a ser como un mal amante, escondido en lugares recónditos, inesperados, del cual parecía que solo ella tenía consciencia de su presencia.

Sin embargo tras un largo suspiro giró el rostro para examinarla más detenidamente, comprobando que no era exactamente igual que la anterior, aunque ambas eran horribles a la vista.- Son de gusto pésimo, pero vamos por buen camino. No sé si debería alegrarme por ello.

Poco duró su ausente júbilo, ya que escuchó el pomo de la puerta girar y alguien gritar. Rápidamente cerró la puerta del armario y se agachó, escondiéndose detrás de algún mueble, fijándose en las ventanas para no estar en un punto visible, ocultándose de la persona exterior que quisiera entrar mientras maldecía su mala suerte.

Tenía que avisar a los demás.

¡¡AAAAAAAAAAGGGHHH!! ¡¡Mi hijo está muerto!! ¡DEMONIOOO! -la mujer comenzó a gritar-. Fue entonces cuando lo oísteis: una sirena aguda, parecida a un claxons combinados con otros tantos, parecían estar aproximándose. Cuando Williams miró a través de una de las ventanas del pasillo superior, vió a un vehículo policial y y un sidecar también de la policía llegando y aparcando delante de la vivienda.

Se hizo silencio.

Te introdujiste en aquel armario y entonces no oiste nada. Ni tampoco viste nada. La oscuridad era total. Lo último que llegaste a percibir fue el sonido del pomo de la entrada, allá en el recibidor, moviendose con agitación. Quien estuviera intentando acceder sabía ya que tenía invitados en casa.

Entonces el silencio se rompió, pasado un rato.

Una sirena aguda, parecida a un claxons combinados con otros tantos, parecían estar aproximándose desde el exterior (como de vehículos). Tus compañeros debían seguir arriba indagando; además, un grito terrorífoco procedió del piso de arriba, pero no era la voz de ninguno de tus nuevos amigos.

Al escuchar esa sirena mi foco de concentración cambió de la señora despotricando sobre su hijo muerto, lo que ya me daba una razón de que la misma policía estuviera aquí, a la misma sirena - Hubbard, encarguese de la señora, y obviamente cambie de estrategia, si Oswald está muerto de verdad y grita demasiado el muerto acabará encima nuestro - Dije aquello en voz baja mientras baja las escaleras para entonces dirigirme a Edna una vez terminara de bajar las escaleras. - Edna, tenemos problemas, vaya arriba con Hubbard y aguanten escondidos, si veo que vais a estar en peligro os haré una señal.

Mi mirada estaba centrada en la puerta principal por donde sabía que era probable que entraran y lo más seguro que entrarían a golpes - El hampa, los balleneros, una secta... y ahora la policía. ¿Qué demonios pasa aquí para que haya tanta organización alrededor. - Me dirigí a la puerta para hacer acto de presencia en cuanto viera movimiento en la misma y recibir a los policías tratando de ocultar a mis compañeros para que no les ocurriera nada malo, a fin de cuentas, soy un detective, y no sería raro investigar una muerte por petición de algún cliente.

Me quedé helado al escuchar los gritos de la mujer hablando de que su hijo estaba muerto. ¿Acaso nos había engañado Flannelly dándonos aquella dirección? Tenía que buscar una excusa para calmar a la histérica mujer pero el sonido que escuché en el exterior me hizo perder aún más el poco ánimo que ya tenía. ¡La policía! Alguien había llamado a la policía. En mi cabeza cada vez se hacía más fuerte la idea de que Flannelly nos la había jugado. Había que hacer callar a la señora como fuera, pero para eso había que entrar en la habitación.

—Tiene razón detective, tenemos que hacerla callar. No sé quién habrá avisado a la policía pero lo último que nos interesa es vernos envueltos en más problemas. —Ya teníamos suficientes con los que habíamos encontrado a raíz de aquella maldita cena.

Con la mano en el pomo de la puerta, me dispuse a entrar en la habitación mientras nuestra joven compañera se decidía a subir. No sabía muy bien lo que me encontraría en el interior, de hecho no sabía si aquella puerta se abriría o si estaría cerrada desde el interior.

Entraste en la habitación, la anciana que gritaba estaba allí, en la cama en una esquina de la habitación. Ésta se componía de la alcoba, unas lasrgas cortinas ocres y una modesta cómoda frente a la cama. En la pared había varios crucifijos. También una mesita de noche sostenía una foto de un matrimonio (presumiblemete ella), junto con un rosario. La mujer, de avanzada edad, te miraba con ojos degollados, trangando saliva, si poder reconocerte (pese a que habías avisado de que habías venido "de parte de su hijo"). Estaba agarrando las sábanas delante de su cara, como escondiéndose tras ellas. Estaba asustada.

¿Ha visto a mi hijo? -dijo la anciana-. ¿Dónde? ¿Lo sabe Oswald? ¿Dónde está mi sobrino? -estaba como descentrada, distraída, vahída-. Y antes de que respondiera, oíste un tremendo golpe violento en el piso de abajo:

Quedaste abajo, delante de la puerta, en el recibidor. Ni rastro de Edna. Eso sí, la cerradura de la puerta tenía incrustada la llave que tu nueva amiga  tenía, la que abrió la casa. Ni tú ni Hubbard habíais echado la llave, por lo que dedujiste que había sido ella. ¿Entonces dónde estaba? Sin tiempo para pensar o buscar, notaste varias sombras tras la puerta, cuyo reflejo entraba por la rendija inferior de la misma.

La puerta venció ante la tremenda patada. Varios policías, unos cinco, según lograste contar (aunque detrás había más cubriéndoles), entraron en la vivienda de manera violenta, encañonándote todos a la vez.

¡¡QUIETOOO, maldito!! -te dijeron-. ¡¡ARRIBA LAS MANOS!!, ¡¡ARRIBA LAS MANOS!! -era una tensa, tensísima situación-.

Seguías escondida en tu refugio particular (el armario-sala del estudio del tal Oswald). Fue entonces cuando aquellas sirenas y sonidos se habían convertido en voces y parecían haber entrado en la vivienda mediante alguna accion volenta (como una parada o algo parecido)

¡¡QUIETOOO, maldito!! -gritaron nada más entrar, como enfrentándose con alguien (¿tal vez Hubbard o William?)-. ¡¡ARRIBA LAS MANOS!!, ¡¡ARRIBA LAS MANOS!! -era una tensa, tensísima situación-.

En algún lugar había leído que, en situaciones extremas, la mente humana tiende a realizar acciones que en frío no tendría sentido, motivada únicamente por la supervivencia. Por ello en primera instancia, al escuchar aquellos gritos en el exterior el lugar más seguro que encontró fue aquel armario, agazapándose como pudo en una esquina y cerrando la puerta con cuidado de no pillarse los dedos.

Ya que no podía ver, necesitaba fiarse de su oído, cesando incluso su respiración para no estorbar los sonidos externos o que pudieran escucharla, pensando que aquél hombre estuviera ya dentro, rondando por la sala. Sin embargo, el esperado sonido de las pisadas que esperaba fue sustituido drásticamente por sirenas y claxon’s, seguido de un grito que pasó desapercibido por la situación.

No estaba segura de qué hacer o a qué correspondían esas sirenas. ¿Policía? ¿Ambulancia? Puede que ni siquiera fuera hacia ellos, aunque por las circunstancias lo dudaba bastante.

¡¡QUIETOOO, maldito!! ¡¡ARRIBA LAS MANOS!!, ¡¡ARRIBA LAS MANOS!!

Apretó los dientes, maldiciendo en silencio la mala suerte que estaban teniendo.

Aprovechando la distribución de las habitaciones y que el estudio estaba apartado de la entrada, entreabrió la puerta del armario para echar un vistazo a la habitación para salir tranquilamente, vigilando la entrada.

Sabía que se les ocurriría alguna excusa a sus compañeros y, para su versión, estaba preparada.

Mientras esperaba a que llegaran los policías, cogí un cigarro para encenderlo mientras suspiraba. Sabía lo que podía ocurrir, y tenía que lidiar con ello como muchas veces lo había hecho tiempo atrás. Entonces me di cuenta de que la llave estaba encajada en la puerta haciendo que no pudieran abrir nadie - Muy lista Edna, pero son una fuerza armada, no servirá de mucho

Pocos segundos fueron los que pasaron entre la rotura de la puerta y que me rodearon todos aquellos policias en un momento. Me mantuve tranquilo y sereno con el cigarrillo en la boca mientras levantaba las manos para empezar a hablar - Os equivocais... Mi nombre es Edgar Williams, investigador privado, podeis corroborarlo, mi cartera está dentro de mi gabardina en el bolsillo izquierdo interior. - dije mientras estaba quieto para que pudieran comprobarlo. - Estoy en un caso de un cliente, y puedo demostrarlo. - ¿Y quien narices les ha llamado?

A cada segundo que pasaba más convencido estaba de que no tenía que haber estado allí. Oh sí, ya lo creo que me arrepentía de haber continuado con esa loca investigación. Con lo bien que yo estaría en casa tranquilamente con mis libros, mi pipa y mi jerez... Pero no, había decido seguir adelante y ahora me encontraba en una casa extraña, con la policía a la puerte y una pobre anciana que estaba completamente ida.

Los gritos de la mujer se habían ido apagando y lo que veía en esos instantes era un miedo tan profundo que resultaba mucho más angustiante aún, pero fueron sus palabras las que me sorprendieron. Había creído que Oswald era su hijo pero, por lo que había escuchado, parecía ser su sobrino... Aquello desde luego lo cambiaba todo y entendía que la mujer no nos hubiera creído, pero de ahí a ese pánico que veía en cada uno de sus gestos...

—Ha sido su sobrino el que me ha pedido venir para comprobar que se encontrara bien... —Quizás la mujer no se diera cuenta del cambio que acababa de hacer y, confundida, aceptara mis palabras—. Está muy preocupado por usted y quería asegurarse de que nada...

Cerré de golpe la boca pues mis palabras quedaron ahogadas por la violencia de un golpe en el piso de abajo que consiguió que, con la tensión que tenía y la abstracción por calmar a la mujer, diera un tremendo brinco por el susto que había llevado. ¿Qué narices estaría pasando?

—Quédese aquí un momento y no se mueva, voy a ver qué ha sido eso. —Me sentía un poco tonto diciéndole eso a la anciana ya que dudaba mucho que la mujer se pudiera mover a algún lado, aunque... Sí, la había visto en la ventana así que movilidad tenía.

Negando con la cabeza ante mi actitud cada vez más asustadiza e indecisa, me acerqué hasta la puerta de la habitacióin para asomarme con cuidado e intentar escuchar algún otro sonido que me pudiera indicar qué había pasado allí abajo.