Partida Rol por web

-¡Nos vemos en el infierno, cimmeria! -Dice el gigante vanir saltando de la celda. Ha cumplido su parte del trato. Luego corre en dirección a los caballos cercanos a la jaula, abandonando a Tarja a su suerte, y embiste al guardia que, alterado, se disponía a sacar su espada.

Delante de la jaula del medio se encuentra Vitrius, el engreído que lanzó el hueso de pollo en la celda (el cual cayó a los pies de Menkler) y se disponía a burlarse de Ivara y Lin. Ha gritado cuando ha visto la puerta abrirse de golpe y se dispone a sacar su espada...

-¡Eh, esos han abierto sus jaulas! No sé si querría estar en sus pellejos. Aunque para librarse de esos perros habría que atacar en equipo... O huír muy rápido. -Mira al kushita. -¿Has oído lo mismo que yo? Tengo una ligera idea de lo que puede ocurrir, he oído historias. Cuentos supersticiosos...

-Sshhhh... calma, viejo. -Susurra al anciano moribundo cuando éste emite un leve quejido entre sus brazos. 

-Aunque me da la sensación comprobaremos si son verdad. 

-Mantened la calma. Mientras estén ocupados nosotros tendremos más posibilidades de huir. Esperad un poco más -el gigante se dirigió a la chica. -Explícate.

-¿Crees que soy idiota, kushita? Aún tengo las manos encadenadas, no como vosotros. -Susurra acercándose a Tal. Luego mira a ambos lados, cerciorándose de que nadie la oye. Los demás están pendientes de lo que ocurre fuera. Se oye el rugir de un estómago muerto de hambre. Entonces reparáis en que vosotros también sufrís un hambre atroz.

-Dicen que en éstos bosques vagó por un tiempo un sacerdote del sur. Alguien con conocimientos de la muerte... -Hace una pausa para hacerse la misteriosa. -Dicen que la misma muerte acabó con él, y que ahora anda suelta sin que nadie la controle. Criaturas medio vivas, medio muertas. Hombres degenerados con rostro de perro. -Se recuesta hacia atrás, pegando su espalda en los sucios barrotes y sonríe. -Llevo cazando en éstos parajes más tiempo del que vives entre blancos, y jamás he visto algo así. 

Tal se estremeció. Pese a haber visto de todo durante sus años como leal jinete del Rey de Kush, jamás había visto muertos vivientes. Había oído historias, sí, pero siempre había pensado que eran cuentos para asustar a los jóvenes. Además, odiaba la magia.

-Chaval, intenta despojar a la joven de sus grilletes. Nadie de esta celda va a morir hoy. Incluso tu, anciano, serás protegido por el gran Tal'Ngoro. Eso sí, ni se os ocurra abrir la puerta aún.

Si la cosa ya estaba fea, parecía probable que se iba a poner peor. Y Tal había luchado en suficientes batallas como para saber que es en el fragor cuando uno pierde de vista su más amado tesoro ante el temor de morir. Será en ese momento en que abriría la jaula y lideraría a los 4 prisioneros hacia la libertad. Ignoraba si iba a volver a casa directamente o debería dar un rodeo para cumplir las promesas para con el niño, pero estaba claro que volvería y se vengaría del usurpador.

Ren aprovechó el momento en que el kushita miraba a la joven para abrir la puerta y desaparecer por debajo de la carabana, no sin antes juntar la puerta lo suficiente junta como para que desde lejos pareciese cerrada. El pequeño ladrón se arrastró rápidamente por debajo de la carabana y dejó las llaven robadas al lado del kushita. Se cercioró de que notase el frío metal. Suyas eran ahora las llaves, que abriese a quién quisiese.
Tras eso el joven observa desde bajo la carreta el combate que se aproxima.

Tal vez el pelirojo tuviera sentido comun de sobra para escapar de allí. El hombre bajo ella estaba demasiado aturdido y el resto de soldados aun lejos. Si corria podría alcanzar un caballo, no pretendia seguir el mismo camino que el pelirojo pero no llegaria muy lejos sin un buen animal.

Se levanto y corrio a por un caballo, solo necesitaba un poco de suerte, solo un poco.

Menkler quería alejarse de la jaula lo más posible y su segunda prioridad era buscar su equipo, y el carro delantero parecía la mejor opción donde buscar pero se encontró al hombre que había arrojado el hueso de pollo en su camino. Trató de apuñalar al hombre con la improvisada arma y quitárselo de enfrente cuanto antes.

Ivara evaluo la situacion rapidamente. Salir corriendo hacia el bosque y dejar que sus compañeros distrajeran a los guardias era muy tentador pero encadenada sin botas, armas ni comida no duraria mucho en aquel area desolada.

Un arma. Sus ojos se posaron sobre la espada del guardia del hueso de pollo. El Hombre Silencioso se le habia tirado encima y serviria de distraccion.

La aquilonia agarro las cadenas de sus grilletes con ambas manos. Con un gruñido, las volteo sobre su cabeza y se abalanzo sobre el guardia. Sin embargo, el Hombre Silencioso estaba delante y tuvo que apartarse. Su golpe se perdio en el aire.

Ren se desliza detrás del gigante negro hacia la puerta, y mientras éste se presta atento a las misteriosas palabras de la cazadora brithunia, el pequeño ladrón consigue abrir la puerta sin hacer ruido. Seguidamente la empuja abriendo un hueco lo suficientemente grande como para salir por él. Pero en el momento en le que pone los pies en el suelo, libre al fin, la puerta chirría con un leve ruido metálico. 

Mientras Tal'Ngoro busca dice al pequeño que abra los grilletes de sus compañeros, Elladurne se percata de que la puerta ha sido abierta, y ve al pequeño, fuera de la jaula, agachándose para ocultarse bajo ella. 

-¡Eh, el mocoso se escapa! -Anuncia la brithunia mientras apunta con sus dos manos engrilletadas en dirección a la puerta entornada. 

El viejo permanece en un estado de semi-inconsciencia y Tal el kushita gira la cabeza hacia la puerta y ve como el pequeño Ren se escabulle bajo la jaula. 

El resto de hombres y mujeres esclavizados en la celda presencian cómo las espadas de los esclavistas resplandecen a la luz de la luna mientras cortan la carne de los prisioneros que intentan fugarse de las demás jaulas. 

Menkler se lanza contra Vitrius y no dejá que éste llegue a sacar su espada. La sangre comienza a brotar del cuello del esclavista cuando Menkler clava el hueso de pollo astillado en la blanda yugular. 

En ese momento, Lin Yi se posa en el techo de la jaula delantera después de un impresionante salto que distrae a los guardias que se acercan a contener la huída de los presos. 

-¡A quien mate a un prisionero esparciré sus tripas por el suelo! -Oís que grita sin mucho tacto el gigante gladiador con sus dos armas en mano y sus músculos brillando en tono carmesí a la luz de la hoguera. 

Los hombres llegan hasta las jaulas, cortando a diestra y siniestra la carne de los presos que se han fugado y amenazando a los que intentan fugarse. Algunos de los prisioneros se refugian en sus celdas, chillando de terror, para evitar la ira de los esclavistas.

Seguidamente, Ursus el bondadoso se dirige con paso decidido y respirando fuertemente a través de los agujeros de su férrea máscara hacia el extremo este, donde Heimdul el vanir lucha contra el esclavista junto al grupo de caballos.