Partida Rol por web

Karel pensó unos instantes la manera de bajar a aquellos capullos al suelo, y se lo comentó al grupo. Mientras tanto Elassil pensó otra manera y luego también propuso algo, mediante un movimiento de polea. No obstante, aquellos capullos estaban unidos a una tela, y la tela estaba pegada en el techo (sin anillas ni nada parecido con los cual imitar una rueda de polea). Clavar un garfio para hacer pasar por ahí una cuerda en los duros muros del techo sin un andamio era prácticamente imposible, además. 

Trepar esas columnas será difícil, Elassil -comentó Hilthear-. Entonces acordásteis tomar un madero de las inmediaciones. En realidad no era un madero labrado, sino un árbol fino que había en las inmediaciones y que estaba apunto de caerse. El hacha de Karel hizo el resto (incluyendo desbrozamiento de ramas), y entre los cuatro elevásteis el tronco apoyándolo en una de las paredes.

Como no había nada para poder hacer polea, ni tampoco resultaría posible escalar por las columnas, no quedaba más remedio que seguir el plan del cabezota. Una vez pudo trepar Elassil por el árbol, lanzó su cuerda con garfio y tras un par de intentos agarro con fuerza al primero de los cuerpos, antes de tirar para soltarle, avisó a los de abajo.-Cuidado que cae el primero, a ver si podéis impedir que se de un golpe tremendo.-Y así tras un largo rato de trabajo, lograron bajar los cuerpos. Ahora quedaba liberarles de aquella telaraña, y ver si podían hacer algo por ellos. Además de ver de quien podía tratarse.

Los cuerpos eran pesados, pero más pesados lo hacían aquellas telas de araña (tal vez el doble) enrrolladas a sus cuerpos. Elassil logró lanzar hasta tres veces el garfio con la cuerda, tirar de ellos, y los tres de abajo recoger a los malogrados como buenamente pudieron.

Una vez el elfo bajó del madero apoyado en la pared, tratásteis de desbaratar con las manos el capullo... ¡Imposible! Hubísteis de utilizar cuchillos para ello, con cuidado de no dañar el interior... Enseguida de los dos primeros asomaron dos rostros blanquecinos, dos hombres de mediana edad, cuyo rostro estaba pálido y muerto...

Hilthear se asombró, y los reconoció como dos hermanos del monasterio de Moralaevar.

¡Dafrón, Harpestro! -masculló el elfo-. Muertos en este fatal lugar... Entonces tocó con su mano su rostro, y comprobó que estaban helados y sin vida. ¿Quién es el tercero? -preguntó-.

Estaba claro que allí no podía estar Togoll, pues era de estatura similar a los ya reconocidos. Cuando el filo de vuestros cuchillos hizo lo que había que hacer, en el interior del capullo apareció...

¡...un soldado! -exclamó Dalfrid-. ¡Mirad, ropas de cuero!, ¡y sangre reseca! -tenía sangre reseca en su cuello, boca y parte del rostro-. ¿Hilthear, sabes quien es? -le preguntó al novicio, pero este negó con la cabeza, sin reconocerle-.

La curiosidad hizo que rajárais un poco más el capullo y viérais un sobreveste en su cuerpo. Aquel soldado llevaba una túnica parda, ensangrenteada, con el escudo cosido de una casa nobiliaria (o eso parecía): bordado en él había un escudo de armas con un castillo y una serpiente delante del mismo.

¿Os dice esto algo o seguimos buscando, señores? -añadió Dalfrid haciendo referencia a vuestras respectivas búsquedas (Vosotros de Togoll y ella de su anciana mentora).

Al observar ese emblema lo tuviste claro. Ese soldado era miembro del ejército de la hueste de Leonard Locsan, conde de Ribeon.

Ribeon era el condado donde os encontrábais (y los Páramos de los Bustos eran parte de él, situados al sur del Condado). Ribeon era un condado tan grande que, a pesar de tal condición bien podría decirse "reino", dada su gran extensión geográfica. Recordaste que no hace mucho habías oído algo de "nosequé incursión del Conde Leonard en las fronteras del Sur de Ribeon" en el bosque del Amarrado, para luchar contra las invasiones orcas que azotaban tal zona limítrofe.

Aquel escudo le era familiar a Elassil, el el escudo de Ribeon, el gran condado en el que se encontraban. Y recordaba incursiones del conde Leonard en las fronteras del sir de Ribeon, justo en el bosque del Amarrado para luchar contra invasiones orcas que asolaban la zona. Comento estas cosas a sus compañeros. A la vista de que los tres parecían estar muertos, los registro por si podían tener algo de interés o alguna pista que les ayudase a buscar a su amigo. Tras lo cual propuso al resto:-Yo creo que podemos registrar el lugar, y luego pensar en que dirección podríamos seguir avanzando. Tenemos que encontrar a Togoll, así como a los responsables de esto.-

Yo también sabía de quién era ese escudo de armas... y seguramente mejor que Elassil, pero no dije nada para darle el gustillo de hacerse el sabiondo. Estaba claro que quería impresionar a Dalfrid, pero con esa cara... no sé yo si lo iba a conseguir. Miré a los demás a los ojos antes de hablar, para ver si estaban dispuestos a continuar con la búsqueda.

-"Está claro que los bandidos debían de saber algo de este asunto, dado que estos capullos están en su escondrijo. Seguro que por aquí cerca tienen su guarida y podamos encontrar algo de valor. Mientras el muchacho y yo enterramos a estos, ¿por qué no vais los dos a registrar la zona? Si encontráis algo o con alguien, avisarnos. Una vez terminemos, nos iremos de aquí al sitio más próximo de los que dijo Hilthear." Dije con una sonrisa picarona mirando a la pareja de elfos.

Al observar ese emblema en el pecho del cadáver lo tuviste claro. Ese soldado era miembro del ejército de la hueste de Leonard Locsan, conde de Ribeon.

Ribeon era el condado donde os encontrábais (y los Páramos de los Bustos eran parte de él, situados al sur del Condado). Ribeon era un condado tan grande que, a pesar de tal condición bien podría decirse "reino", dada su gran extensión geográfica. Recordaste que no hace mucho habías oído algo de "nosequé incursión del Conde Leonard en las fronteras del Sur de Ribeon" en el bosque del Amarrado, para luchar contra las invasiones orcas que azotaban tal zona limítrofe.

El soldado y los monjes no tenían nada de valor consigo, tan sólo el primero su armadura, pero poseía tal cantidad de aboyaduras que se hacía imposible utilizarla para una defensa efectiva. Acto seguido, tanto Elassil como Dalfrid marcharon a reigistrar la zona de alrededores de las ruinas, para así escudriñar todos sus recovecos y muros caídos. Mientras tanto Karel e Hilthear comenzaron a cavar para enterrar a los cuerpos. Al muchacho no le hacía gracia enterrar allí a sus hermanos del monasterio, pero eso era mejor que dejarlos allí.

Un rato después, Elassil y Dalfrid regresaron sin muchas novedades. No había visto nada, aunque tampoco se habían alejado demasiado para no separarse de Karel y el novicio. Entre los cuatro acabásteis de enterrar a los tres malogrados, y eso os llevó algo menos de una hora.

Lo más próximo que hay por aquí -decía Hilthear con los brazos en jarra y mirando alrededor-, es el puente del arroyo y el molino justo a su lado, sobre un cerrillo. Los dos están muy juntos, y no hay que andar demasiado...

Y tal que así, una vez recuperados del encuentro, salísteis de aquella pradera con bloques de piedra sobre ella, y el templo pronto se desdibujó tras las copas de los árboles del bosque del Amarrado. Elassil y Dalfrid marchaban con sus arcos en la mano, y Karel con el hacha que lo acompañaba. El joven elfo caminaba en el medio de la fila, guiando el paso desde allí.

Minutos después volvísteis a ver el extraño color rojizo de los troncos de los árboles, y en algunos de ellos esa tonalidad de enfermedad que, fuera cual fuera, parecía sufrir desde hacía tiempo. Tras un rato de marcha, algo os alertó mientras avanzábais entre los árboles. Por un lado escuchásteis el rumor de un arroyo, el arroyo Grobhor, que se intuía ya muy cerca (y por ende el puentecillo que refirió Hilthear también debía estarlo), y por otro lado escuchásteis cerca chasquidos y pisadas. Alguien o algo debía estar merodeando cerca ¿estarían tal vez vigilando vuestra exploración?

Tras enterrar a los pobres desgraciados, reemprendimos la marcha. En esta ocasión nuestros pasos se dirigirían hacia un cercano molino tras pasar un puente de piedra. Hilthear abría la marcha, y Elassil trataba de estar atento a todo lo que les rodeaba, mejor no volver a ser emboscados otra vez. De repente. estando ya cerca del arroyo, se escucharon unos ruidos, chasquidos y pisadas, algo o alguien estaba de nuevo tras sus pasos. En un susurro indicó a sus compañeros:-Alerta, a ver que o quien nos esta siguiendo.-Y trato de descubrir de que podía tratarse. 

Elassil trata de ver quien esta tras esos ruidos, vigilando la zona por la que se escuchan. Pero no se separa mucho del grupo, unos pasos. 

Mientras caminábais, Elassil sólo pudo discernir cómo los árbustos se movían desde el punto en que procedían los chasquidos de rama. Sin embargo, algo se perdió entre los árboles. Lo único reseñable es que el elfo, al no tratar de seguir al autor de los sonidos, dedujo que se trataba de alguna alimaña del bosque (no pudiendo ser un ser pensante), tal como algún jabalí, jineta o algo parecido.

Seguísteis pues andando, y el rumor del arroyo Grobhor continuaba cada vez más sonoro. Finalmente salísteis del bosque, y desde la linde pudísteis ver el agua corriendo delante de vosotros. A un lado, a pocas varas de distancia, se dibujaba el puente al que os dirigíais, y en la otra orilla del río comprobásteis cómo comenzaba un pequeñeo cerro; en su cúspide, no más alto que los derruidos techos del templo que habíais quedado atrás, se dibujaba un molino antiguo, con varias aspas y un muro con un cilindro de piedra (que seguramente fueran piedras moledoras...).

Este puente lo he cruzado antes de dar con vosotros, hace casi media hora -añadió Dalfrid en cuanto observó la construcción sobre el agua-. Puedo aseguraros que no hay peligro. Ah sí, ese molino... Cuando el cauce del río estaba más alto, podían mover las piedras de ese molino, y hacerlo funcionar... pero ahora... creo que no.

Hilthear, fiándose de su compañera y amiga, dio el primer paso para avanzar hacia el puente. Éste era de piedra antigua y redonda, y poseía una especie de pretil ancho que daba bastante seguridad. A su vez era un puente pequeño, de un solo ojo y desde el cual podía verse el agua correr en un sentido con gran fuerza. En pocos segundos curzásteis el puente y estábais en la otra orilla.

¡¡Aaaahhh!! -entonces alguien gritó-. Su voz ahogada e imprecisa no permitió distinguir quien podría ser su dueño, pero..... ¡¡Ayudaaa!!, un segundo alarido permitió saber de quien se trataba... ¡¡TOGOLL!!

La voz del mediano llegó a vuestros oídos... ¡Procedía de lo alto del cerro, a la altura del molino! Pero no le veíais desde la orilla.