Partida Rol por web

En la pieza saco las sabanas de la cama y desengancho algunos alambres de ella.

Acontinuacion tomo las sabanas las doblo un poco,  tomo las puntos de cada lado y enbuelbo en mi sintura como una falda dejando el largo hasta la rodilla, ya sugetada la afirmo con los alambres  para que no se desprendan al moverme.

a continuacion salga de la pieza al pasillo.

Bueno, poco a poco hemos ido saliendo los cinco que he podido contar cuando estábamos hablando, aún encerrados, sin vernos. Y allí están las cinco habitaciones, las cinco puertas.

Revisé antes el corredor. Parecía que estas cinco puertas son su destino, allí acaba. O empieza. Pero, ¿qué había más adelante...?

Regreso de nuevo a la esquina. Vuelvo a inspeccionar lo que encuentro hasta allí, los armarios, lo que parecen trasteros o despensas. Y llego de nuevo a la especie de laboratorio, completamente desordenado. Esta vez me entretengo en él, quiero registrarlo todo a fondo...

Vale, lo hago sola. Ya he visto que todo el mundo está como yo, más o menos. Algunos más confundidos que yo misma. Pero yo siento la urgencia de comprender, de entender. No puedo estarme quieta.

Si alguien me sigue, perfecto, investigaremos a medias. Si no, lo hago a mi manera.

Quiero hacerme una idea lo más clara posible de la estructura del lugar, y de su función, si es que llego a comprenderla.

Sus palabras me aturden, y debe notarse en mi cara, porque siento que los ojos se me abren antes de que pueda entenderlo. Su mano extendida es algo que no esperaba. Es... Entregarme a lo desconocido, quizás volver a la nada que había en mi cama. Al terror de cerrar los ojos por si eso me hacía volver al sueño. No sé quién es ella, ni qué hace aquí, ni si esto es otra mentira. Pero, ¿por qué me mentirían? ¿Por qué montarían todo aquello, por qué entraría ese hombre despojado de todo, ahora que ya abrí los ojos? ¿Cuál sería el sentido?

- Tú... - sin moverme de mi lugar, apunto con un dedo a lo que identifica al recién llegado como hombre, y que cuelga desnudo ante mi vista. Quiero decirle que él es hombre, y que es el primer ser que veo que no tiene mi forma. Aquello efectivamente no está en mi cuerpo. Sé lo que es un hombre y lo que es una mujer pero... La sensación es nueva. Debe ser algo más que he olvidado. Aquella debió haber sido la primera vez de ver un hombre, luego de la que pudo haber sido la última, antes de encontrarme en aquella cama.

El hombre se va, y sólo queda la mujer con la mano extendida. Habla de salir. Los demás ya han salido, y continúan aparentemente enteros. Eso quiere decir que hay algo firme allí afuera, y al menos, no hay otros distintos a mí esperándonos. O distintos a nosotros. Porque sí, así parece, somos nosotros... Estamos todos en lo mismo. Somos todos iguales. No sabemos ni siquiera quienes somos.

En un impulso, le tomo la mano. El roce de las pieles me da un escalofrío. Las yemas me indican que he aferrado carne, dureza como la de mis piernas, como la de mis dedos mismos. Era cierto. Es real. Está allí. No estaba mintiendo. No son producto de mi cabeza. Están... Estoy. Estamos.

- Sí - le respondo, y la sonrisa en mis labios se extiende. Algo en todo eso tiene una respuesta. ¡Son reales! - Salgamos de aquí. Vamos a ver qué sucede. ¿Somos sólo cinco? ¿No han llegado a fijarse si hay más?

Antes de darme cuenta, la estoy instando a salir conmigo. Y yo, mirándola, estoy a punto de traspasar el umbral dejando mis cuatro paredes atrás.

Giré la cabeza para ver a quién apuntaba ella y no pude evitar fruncir el ceño a la vez que reírme disimulada.

-Parece ser que a ninguno se le ocurrió cubrirse con la sábana hasta que nos vieron -le comento a ella con voz confidencial-. Vamos, cúbrete bien con la sábana, mira -le muestro cómo he amarrado la mía-, así al menos estás más abrigada y no pasas frío.

Sonrío al ver que ella parece perder ese miedo y desconfianza inicial y hasta se ve más animada.

-No se si habrá más gente, pero me parece que no y si la hay debe estar por otro lado. Esto parece ser una especie de hospital o algo así, las puertas abiertas -le señalo las metálicas- son las nuestras, pero aún no hemos visto las que hay al otro lado del pasillo -señalo en esa dirección-, ese, el de las puertas de madera... pero creo que si hubiera alguien tras una de ellas ya nos habría hablado...

Guardo silencio, de pronto me ha dado por pensar que si allí también hubo gente encerrada, como nosotros, quizás no encontraron el modo de salir y murieran, pero de inmediato descarto la idea. ¿Si nosotros pudimos abrir una puertas metálicas, cómo esos otros no iban a poder abrir unas de madera?

Observo con atención lo que se ha hecho para sostener la sábana, y lo imito con cierta torpeza. Sonrío sin querer evitarlo al soltar las manos, y que la sábana no baje más que de la parte superior de mi pecho. No se me había ocurrido intentar algo así... Metida en todas mis dudas, la sábana no me importaba. Lo único que quería de ella era que me abrigara y que me protegiera; después, no me importaba si estaba allí o no. Al menos, no ahora.

Jalo la mano de la otra mujer, y la hago salir de la habitación conmigo. Lo hago tan rápido que no tengo tiempo para arrepentirme. Traspasado el umbral, mientras ella habla, me quedo de pie observándolo todo. Todo, con el mínimo detalle, y el máximo de atención. Todo, hasta ver con mis propios ojos todo lo que acaba de decir ella.

- Quizás tienen miedo de hablar - le respondo, en voz baja, sin poder dejar de mirar para todos lados - Yo lo tenía. Pensaba que quizás... Querían hacerme daño. También pensaba que eran voces en mi cabeza. No sé.

Decir todo aquello me agota; siento como si hubiera vomitado de nuevo. La miro a los ojos, buscando en ellos algo conocido, o algo que ya haya visto antes. Cuando me doy cuenta lo que estoy haciendo, siento el impulso de reírme y de hecho, sonrío, con la risa haciendo presión contra los dientes. Si yo no sé quién soy, ¿cómo voy a saber quién es ella? ¿Cómo voy a verle algo conocido, si no reconozco mis propias manos?

Miro mi antigua puerta, y suspiro.

- Ahí adentro, todo parecía un sueño.

Sigo mirando a mi alrededor, para entender en dónde estoy parada.

-Un sueño o una pesadilla -le respondo con amargura-... creo que para el caso es lo mismo -suspiro-. Yo pude abrir el cajón que estaba sobre la cama y juro que habría querido no hacerlo, no se si lo imaginé o si las cosas que vinieron a mi mente eran reales...

Solté la mano que me sujetaba y cerré los ojos, mis dos manos se fueron a mi cabeza y comencé a rascármela, aunque más parecía que me la acariciaba o masajeaba.

-No se cuánto tiempo hemos estado aquí, pero algo me dice que ha sido mucho... Se que soy mujer y que tú también lo eres; se que mi piel es más obscura que la tuya; se también o al menos tengo una idea de cómo es mi cara, cuál es mi aspecto, en la habitación en que estaba había algo, una pantalla de computador y pude ver mi reflejo allí, pero no se quien soy, ni de dónde vengo. Al menos tú entiendes lo que digo, lo mismo los demás, eso me hace creer que venimos de lugares parecidos...

Yo hablaba y hablaba, mientras caminaba junto a ella o la seguía, o ella me seguía a mí. En realidad me da igual quién sigue a quién, lo que me importa es que no estoy sola, que existe un alguien con el cual conversar y al que oír. Alguien a quien puedo sentir, que me transmite calor y me demuestra que estoy viva, que todo lo que me está pasando no es producto de mi imaginación.

De pronto guardo silencio y me quedo mirando fijamente hacia el lado del pasillo en el que están las puertas de madera.

-Quizás deberíamos tratar de abrir esas puertas... -la idea, el pensamiento cobra vida en mi mente y sin darme cuenta lo hago audible.

Estais todos en el pasillo, excepto el hombre que entró primero a cubrir sus vergüenzas, y que aun no ha salido. Sí lo ha hecho el otro, más joven y mejor parecido. El pasillo en donde os encontrais tiene cierto aspecto siniestro. Las luces de emergencia combinan con el ambiente para crear un aspecto siniestro, desagradable. Parece que todo está destruido aquí. Una vez pasadas las cinco puertas metálicas, hay otras cinco de madera, entre abiertas, antes de que el pasillo gire. Todo parece abandonado, deteriorado y roto.

Mientas las dos chicas que estabais en la segunda y en la tercera de las puertas hablais animadamente sobre si abrir o no las puertas, y examinarlas, la que estaba en la primera de las mismas ya ha tomado una decisión, y se acerca a la primera de las puertas de madera y entra en la habitación dispuesta a examinarla.

La primera puerta es un baño. Y a juzgar por el tipo de inodoros, uno femenino. Buscas en su interior. El agua corriente está conectada, pero varios grifos están estropeados. Te das cuenta que nadie ha usado estas instalaciones en mucho tiempo. Hay un buen número de cucarachas campando a sus anchas en el lugar, que se esconden rápidamente al hacer tu acto de presencia.

No hay, en las paredes de los baños, inscripciones ni frases. Ves que hay conductos de respiración en el techo, similares a los que había en tu propia habitación. Son diminutos, y por ellos, es evidente, no se puede ir de un sitio a otro. Un espejo, aunque sucio, te muestra por primera vez por completo tu propio cuerpo. Eres una belleza. Aparentas tener unos veintipocos años. Caucásica. Pelo castaño oscuro. Ojos marrones. Cuerpo bien proporcionado. Sin embargo la visión de tu cuerpo no despierta en ti otros recuerdos.

Sigo inspeccionando mi imagen en el espejo, cuando me doy cuenta de que lo realmente útil es lo que haga, no lo que piense. Así que vuelvo a la tarea de explorar, porque eso es en realidad lo que estoy haciendo. Un baño, y aún funcionando, en parte. Un baño femenino... lo que me hace redundar en la idea de esa especie de clínica, o refugio, o algo de tipo público.

Sigo mirando, a ver si hay algún armario, o mueble. Y, si lo hay, lo registro...

- ¿Las que ella ya está tratando de abrir? - señalo con el dedo a la otra mujer, que desaparece a través del marco. Por un momento considero en la posibilidad de que no pudiera salir de allí nunca más... Aquel pensamiento hace que me quede sin aire. No me muevo. Retengo el aire mientras espero que salga, cosa que no sucede. Pasan los segundos, y no sucede. No hay movimiento ni ruidos. No hay nada...

De nuevo, no hay nada. ¿Y qué pasaría si...?

- No podemos... - digo de pronto. No sé por qué lo hago, ni por qué en un momento estoy avanzando hacia donde ha desaparecido la mujer. Las luces tenues no me producen ningún miedo, luego de haber permanecido bajo la luz de aquella habitación. La destrucción... No me sugiere nada más. Sólo que puede que haya pasado mucho, pero por lo visto, si todo se destruyó, no las habitaciones con las puertas de metal. ¿Qué querrá decir eso? ¿Que estamos aquí, como dice ella, por el mismo motivo? ¿Desde el mismo momento?

Avanzo hacia donde la mujer ha desaparecido. Lo hago con rapidez, y una ansiedad que empieza a dolerme. Por un instante, efectivamente, tengo miedo. De que aquella puerta se la lleve, o que cualquier cosa de allí adentro se la lleve, y que volvamos a los sueños o a las pesadillas.

Encuentras en efecto varios armarios, atestados con productos de limpieza y aseo, y papel higiénico. Encuentras igualmente junto a unas duchas dispuestas en forma comunal, abiertas, un grupo de seis taquillas personales. Cuatro de ellas abiertas y dos cerradas.

No parece haber nada más de interés en la habitación.

En ese momento oyes unos pasos que se acercan. Y ves como se asoma a la habitación la mujer que no había salido de su ¿celda?, ¿habitación de hospital?

Cuando llegas a la habitación ves dentro de la misma lo que parecen unos aseos femeninos, largo tiempo abandonados. La mujer está mirando los baños, buscando algo. Hay varios grifos, y ves como de alguno de ellos sale agua. Sin duda ella los ha estado comprobando. También hay diversos armarios, llenos de productos de higiene y limpieza.

Ahora mismo ella está mirando un grupo de taquillas situado junto a unas duchas dispuestas de forma comunal, abiertas. Dos de las taquillas están cerradas. Cuatro abiertas. Y las abiertas parecen vacías

-¿Ella? -miro hacia el lugar en que me apunta pero no veo nada*- Eeeee... sí -no se por qué le digo que sí, quizás sea porque la he visto tan nerviosa antes que no quiero que se ponga así otra vez.

Miro a mi alrededor, de pronto siento que nos hemos quedado solas. No veo a ninguno de los dos hombres y a diferencia de mi compañera tampoco veo a la otra mujer. El miedo parece querer apoderarse de mí otra vez, siento el estómago hecho un nudo y me llevo las manos al vientre, estrujo la sábana entre los dedos.

-¡Espera! -exclamo de pronto y la sigo- No es bueno que nos separemos... no quiero quedarme sola otra vez.

Me había mantenido un poco alejado de las mujeres a cierta distancia, talvez por inseguridad o miedo, la situación no me era muy cómoda aunque ciertamente prefería estar acompañado que solo.  Me siento extraño  tenia una idea de todo lo que observaba a mi alrededor las sillas, puertas, pisos luces todo estaba en mi cabeza, pero ninguno de mis recuerdos se venia a mi mente, se me venia a la mente estupideces como ser un genio sin recuerdos o saber tanto que no tener espacio para mis recuerdos. Solo cosas que en si me distraían de la dura realidad. ¡No tener idea de nada¡

Quiebro el hielo....... aunque no tengo idea de que hablar... así que solo empiezo a decir lo que se me viniese a la mente

Dudo que estemos solos, aunque dudo que por aquí allá alguien más que nosotros, algo pasó por aquí, se llevo a la gente y nos dejaron aquí botados. Talvez un moustro, nos dejaron aquí por algún experimento,  algún psicópata nos quiere jugar una mala pasada o alguna cámara escondida o ..... De pronto me di cuenta que mi libre pensamiento me empezaba a jugar una broma y la libertad se estaba volviendo estupidez y se me quedo callado sin nada que decir

-Es sólo un lavabo... un baño. De mujeres.

¡Qué tontería, como si ella no lo estuviera viendo igual que yo!

-Mira esas taquillas... Hay cuatro abiertas, y dos cerradas. ¿Vemos qué hay dentro...?

Me acerco a las taquillas sin esperar respuesta, y compruebo el interior de las abiertas. Y luego, fuerzo las cerradas. Sí, estaré haciendo mal... pero no tengo ningún remordimiento...

- ¿Un psi-qué? - la voz de aquel hombre, a mis espaldas mientras avanzo con rapidez, me genera un dolor de cabeza. De pronto entiendo que es la sensación de vértigo de estar escuchando voces, y saber que están allí, cuando debo haber pasado tanto tiempo en el silencio de mi propia voz... Me aterra sentir que quiero que se calle, y que vuelva el silencio por un momento, porque me está aturdiendo. No, no puedo pensar así. No ahora, que he salido de allí, y ya no estoy más sola. Me acostumbraré pronto. Sé que me acostumbraré.

Me doy vuelta hacia la mujer. Estoy a punto de llegar a la puerta a la que me dirijo, y me late el corazón con violencia. Pero es verdad lo que ella dice: no es bueno que nos separemos. No, cuando de pronto nos hemos juntado por algún motivo que no sabemos. Y por sobre todas las cosas, siento que no quiero dejarla sola. Me preocupa que se sienta mal.

- No te quedarás sola - le digo, con toda seguridad, pues no va a pasar porque no voy a dejar que así sea - Ven, entra conmigo.

Tras decirle eso, y fijarme si va a seguirme, desaparezco por la puerta.

- Esto... ¿esto quiere decir que hubo más mujeres aquí? ¿Más como nosotras?

Con rapidez me acerco a los grifos. Abro uno y me agacho a observar el agua. El ruido choca contra el material y contra mis oídos, me hace un cosquilleo en la nuca... Y es cuando me doy cuenta que no tengo sed. Ni nada. He despertado sin sed, sin hambre, sin... nada. Aquella revelación me hace quedar de piedra. ¿Cómo es posible eso? ¿Qué significa abrir los ojos, sin más, y no sentir la necesidad de nada excepto de salir? O será... O será simplemente que con todo eso, lo último que pude haber registrado, era la necesidad de agua.

Mis ojos se van con el chorro. Cierro el grifo con lentitud, sin ganas de hacerlo, pues aquel sonido y aquella visión me tranquilizaban. Me llenaban la cabeza y el pecho con algo que no era ni dolor, ni horror... Era nada. Me levanto, y me acerco a la mujer que mira las taquillas, a la que veo forcejeando con una. Recuerdo mi vano intento de abrir aquel cajón sobre mi cama, y sé que tampoco voy a poder abrir aquellas.

- No pude abrir el cajón sobre mi cama, no creo que pueda abrir esto - le digo, y me invade cierta pena. Con el cajón me había invadido la ira, pero ahora... Sólo me entristece. Quizás porque si el cajón no lo abría yo, nadie lo haría, y aquí hay otros que podrán intentar abrir esas taquillas. Empiezo a buscar con los ojos algo para pegarle a la puerta, a ver si con suficientes golpes se hace un agujero, o quizás se destruyen las uniones de la puerta al cuerpo principal - Buscaré algo para ayudarte.

Asiento y la sigo, en parte aliviada porque no me quedaré sola y en parte preocupada por lo que podamos encontrar tras esa puerta. Cuando estoy sólo a unos pasos de llegar al umbral, me detengo y miro al hombre.

-¿Vas venir con nosotras? -más que una pregunta lo que parece es una súplica- Es mejor mantenernos todos juntos -esbozo una sonrisa o al menos trato y tengo la impresión de ya haber dicho esas palabras antes-... El otro hombre ya no está, no se dónde se ha metido.

Ya me callo, estoy perdiendo tiempo... o quizás no, pero avanzo lo que me falta hasta la puerta e ingreso.

Me quedo un poco asombrado ante tal pegunta y la verdad no me gustaría la idea de quedarme solo sin saber donde estoy, quien soy y que ago aquí.

Me detengo  unos segundo pero decido que es mejor estar mas cerca, sobre todo por que son mujeres y me sienta la idea de tener que proteger a alguien aunque no sepa de todo de que o por que, además soy el único hombre presente.

Camino  un poco más rápido y me acerco mas a la mujer quedando muy cerca de ella y le devuelvo la sonrisa de cortesía, aun así no me siento cómodo, pero es mejor disimular y seguir juntos.

También entro detracito de ella.