Partida Rol por web

Sin duda había magia de por medio por las palabras que dijo el enano y aquel hombretón me daba pena. Como no, la tiefling no tenía muchas ganas de meterse en aquello y me sorprendía que Lasar tuviese corazón como para preguntar también. Creí que el paladín o yo seríamos su única esperanza.

Volví a mirar a los hombres con capas negras un segundo. Mientras estuviésemos juntos, no harían nada. Pero la desgana de Lerissa me podía. - Si queréis ir a descansar, adelante. Yo tengo una herida que sanar pero prefiero saber que le ocurrió a ese hombre y ver si mis conocimientos son de ayuda. Más que nada porque si va a peor, como dice su padre, - dije en referencia al enano, - acabará muerto por algo de lo que no tiene culpa... simplemente algo le consume por dentro y está acabando con él, su mente y su cordura.

Miré al  enano. - ¿Sigue esa camarera aquí? Su versión de la historia nos serviría para aclarar que pudo pasar y no ir a ciegas... - Le indiqué. - Se que es mala hora, pero no tardaremos demasiado. Lo justo para poder hacernos una idea de lo que pudo pasar. Y de verdad, si recuerda que le hicieron en los templos, más nos ayudaría... puesto que no se si mis conocimientos son aún lo suficientemente poderosos como para ayudar a su chico y no quiero darle falsas esperanzas ni hacerle perder el tiempo.

- Estuve  investigando un poco. - Respondió a la pregunta del bardo. - Helga me contó que era una mujer vieja, huesuda y arrugada, con la nariz azulada y los dientes de acero. Hay una leyenda que habla de una bruja. Baba Yagá la llama. Es un ser perverso y cruel, pero no totalmente malvado. - Ladeó la cabeza. - Aunque a mi me lo parece. Dicen que come personas, generalmente niños. Sus dientes le permiten romper huesos y desgarrar la carne con facilidad. Pese a que consume diariamente grandes cantidades de carne, siempre tiene ese aspecto delgado y huesudo. Dicen que no soporta a las personas bendecidas por los dioses y que puede maldecir a personas. Especialmente a aquellas que le niegan cobijo a un necesitado. Como sucedió con Jonsy... - Resopló. - Helga ya no trabaja aquí. Hace años que se marchó de Encrucijada de hecho... - Se encogió de hombros. - No sé como podría encontrarla. Y en los templos a los que hemos ido, han tratado de sanar la dolencia de Jonsy, pero no han tenido éxito. No comprendo mucho la magia divina, así que no puedo deciros mucho más sobre ello.

Crodos asentía con cara de gran concentración, brazos cruzados y mano en el mentón. Para él estaba claro lo que había ocurrido y lo que había de hacerse, pero el hecho de que hiciera veinte años dificultaba mucho las cosas. Se preguntaba si esa supuesta bruja existía realmente o era un simple cuento para asustar a los niños.

— Las leyendas muchas veces son alimentadas por la imaginación y los miedos de la plebe, y no en pocas ocasiones se han ejecutado inocentes por ese motivo... Pero otras veces hay alguna verdad en ella. Por eso y por dar auxilio a su hijo adoptivo, no podemos sino involucrarnos. Buen Brogo, — puso una mano en su hombro y miró el ojo que no tenía parche, pues el otro ojo Seyran sabría dónde paraba — os ayudaremos. Akta hará todo lo posible para aliviar su mal, aunque sospecho por lo que dice que a su pesar, esta la maldición estará más allá del poder que Nuestro Señor le concedió.

Y por añadidura os diré que no sabríamos cómo encontrar a una bruja que pasó por aquí hace veinte años, para pedirle que desdiga esa maldición y administrarle justicia, si se tercia. A no ser que vuestras investigaciones os hayan llevado a algo más. Si es así, decídnoslo.

- Tras veinte años, puede estar en cualquier lugar, incluso puede que la quemasen viva por sus actos de maldad. Dudo que encontrarla sea una opción. Aunque la verdad es que puedo intentar detectar la magia ahora...* Aún estando cansada y dolorida, puedo hacerlo sin problemas. - Miré a Crodos. Por primera vez me sentía cómoda con el paladín.

- Solo debo acercarme a él y que me deje completar el conjuro sin que me golpee porque piense que voy a hacerle algún mal... - Dije pensativa al enano. - O puede que sea...

Mis ojos se clavaron en los de Crodos mientras sentía como Seyran me daba la respuesta a mis preguntas o al menos me guiaba por el buen camino. Eso o alguien estaba manipulando mi mente, pero allí estaban todos demasiado ocupados restregándose unos con otros como para jugar a eso, salvo los dos tipos que parecían querer tener algo más que palabras con la tiefling y conmigo. Desde luego no sabían lo que un ángel y un demonio podían hacer juntos, si es que se atrevían a acercarse.

- Sinceramente, no creo que la podáis encontrar. Ha pasado demasiado tiempo. Además era vieja entonces. - De encogió de hombros. - Puede que ya esté muerta. - Chasqueó la lengua. - Está bien, ven conmigo y vamos a intentar ver a Jonsy. Esperemos que no se enfade...

Akta siguió a Brogo hasta la parte trasera de la barra y el enano abrió la trampilla. Del interior surgía una titilate y tenue luz, posiblemente procedente de un candil. Brogo miró por el hueco de la escalera. 

- ¿Jonsy? - Hizo una pausa, pero no recibió respuesta. - ¿Jonsy, cariño? - Segundos después miró sonriente a Akta. - Está dormidito... Podemos bajar. - Le dijo y comenzó a descender hacia aquella bodega.

Descendiendo una escalera de mano accedían a una estancia bastante grande, más lo que parecía desde arriba. Efectivamente estaban en una bodega, pues a los lados de la habitación, se hallaban unos enormes barriles de vino. Al fondo de la misma e iluminada por varios candiles, se hallaba la zona destinada para Jonsy.

Jonsy se encontraba dormido sobre una cama bastante grande, que no obstante, se me quedaba pequeña a aquel semigigante. Le salían los pies por el fondo y éstos estaban destapados. No obstante, aquello no parecían preocupar a Jonsy, que roncaba como un ogro.

Brogo se acercó y le arropó. Le miró entonces con dulzura y tras unos segundos embobado se giró hacia Akta y con la mano le pidió que se acercara. Esta hizo lo que le pedía y examinó al hombretón que dormía tan a gusto, que hasta se le caía la baba.

No bastó la mera observación para determinar nada acerca de la afección del semigigante. Akta tuvo que lanzar un conjuro de detectar magia para empezar a entender mejor lo que afectaba a Jonsy.

Había magia activa él, magia con un aura débil. Tras unos segundos más concentrada, pudo deteminar que se trataba de un conjuro del tercer círculo. Una maldición posiblemente. De ser así, conocía sacerdotes capaces de eliminar ese tipo de maldiciones, aunque por desgracia ella,no podía todavía. No había accedido todavía al conocimiento del tercer círculo.

Fue cuando Akta se marchó junto a Brogo, cuando aquellos personajes con pinta de bandidos, que habían estado mirando hacia el grupo, se pusieron en pie y se encaminaron hacia la puerta con la clara intención de marcharse de la taberna. 

Seguí al enano al sótano y vi como el gigante dormía como un bebe. Por los gestos del enano, aquel hombre adoraba de verdad a quien consideraba su hijo. Había que hacer algo y me concetré en ello. Me llevó un rato, pero logré percibir lo que necesitaba saber.

Con señas le indiqué al enano que ya estaba y que podíamos subir para hablar arriba. No me apetecía que se despertase y pensase que le iba a hacer daño. Subí las escaleras con el propio sigilo que una armadura pesada me otorgaba y busqué al grupo para informarles a todos de lo que había descubierto.

Al menos ya sabía que era lo que le afectaba a aquel gigantón aunque con tanta gente no veía a los demás.

- En efecto, es tiene toda la pinta de ser una maldición. - Le dije al enano en cuanto nos quedamos tranquilos arriba. - El problema es que yo no tengo el conocimiento para poder limpiarle de ese mal.* Mi poder aún no es tan grande. Pero conozco sacerdotes que podrían ayudarle, solo que están lejos de aquí. Lo lamento, hasta que mis conocimientos no aumenten, no podré hacer nada por él. Quizás usando restablecimiento menor logre frenarle algo o hacer que remita durante un tiempo, para darle más tiempo hasta encontrar a quien pueda ayudarle de verdad. Pero no estoy segura de que eso funcione.

Crodos dejó hacer a Akta. No pensaba en algún tipo de trampa o peligro inminente para ella, por lo que aguardó en la taberna junto a Lasar y Lerissa.

— Lerissa — llamó su atención — ¿Son esos dos los que decíais que nos miraban? No me había fijado, pero tenéis razón. Claramente parecen malhechores.

El paladín reflexionó mientras los miraba severamente. Si eran bandidos y los dejaba marchar, tal vez cometieran alguna tropelía esa noche. Y si por un casual se enteraba, no podría con ese peso sobre su conciencia.

Echó a andar hacia ellos a grandes zancadas cruzando el salón con decisión, una mano en el pomo de la espada, el yelmo bajo el otro brazo y la barbilla bien alta.

— ¡Esperad ahí! — les ordenó conforme llegaba con voz retumbante — Mi fiel compañera os ha visto mirarnos con interés. ¿Quiénes sois y qué queréis de nos? ¿Acaso nos conocemos? Desembozaos que os veamos los rostros.​​​​

- No de de que habla, caballero. - Comentó aquel hombre. - Nosotros únicamente hemos acabado de comer y ya nos marchamos. 

- Así es...- Dijo el otro. - ¿Tiene algo en contra? - Le preguntó. 

Me acerqué detrás de Crodos mirando con desconfianza a los dos hombres.

-Lo que yo tengo en contra es que me miren y hablen a mis espaldas. A lo mejor no me gusta que se fijen en mí o quizás sea que me disgusta que me mientan. Pero cuando alguien hace eso, tiendo a pensar que desea algo y no se atreve a decírmelo a la cara. ¿Tenéis algún problema con eso? -les dije, llevando mi mano a la empuñadura de la espada... por lo que pudiera ocurrir.

No deseaba iniciar una pelea, pero tampoco iba a rehuirla si aparecía.

Además, en aquel caso en concreto, para mí eran ellos quienes habían iniciado el combate, primero hablando de mí y mirándome y después, mintiéndome a la cara.

Los dos se miraron fijamente por unos momentos. De dijeron algo, pero no con palabras sino con expresiones y gestos. Finalmente ambos miraron al unísono a aquellas personas y uno de los dos habló.

- Hemos visto potencial en vosotros. - Comentó. - Queríamos hablarlo con nuestro jefe antes, pero... - Hizo una pausa. - Si queréis podéis acompañarnos... 

Percibes, bajo la capucha de uno de los dos bandidos, que su rostro es algo animal. No estás hablando con un humano o elfo, sino con ... ¿Una bestia?

Crodos miró a aquellos dos hombres entrecerrando los ojos suspicaz. Por un momento pensó que podía ser una estratagema de Lerissa para hacer que un paladín tan noble y bueno como él acabara asesinando dos inocentes que simplemente la habían mirado mal. Tal se decía que era la naturaleza de los demonios, y Lerissa tenía al menos la mitad de ellos.

Pero las palabras de los dos tipos alejaron cualquier sospecha de su compañera, quien había tenido buen ojo para detectar extrañas intenciones, pero restaba saber cuáles eran realmente. Miró a Lerissa brevemente.

— ¿Potencial para hacer qué? Os agradecería que habláseis claro cuanto tengáis que decir. — dijo tajante y con mirada severa.

Percibes, bajo la capucha de uno de los dos bandidos, que su rostro es algo animal. No estás hablando con un humano o elfo, sino con ... ¿Una bestia?

Además, ahora que ya han desvelado que realmente trataban algo, quizás fuera algo sin importancia, pero en la mesa que acababan de dejar aquellos dos, estaban dos platos de comida casi sin tocar.

- Es un tema... - El bandido que había hablado miró ak otro. 

- Es un asunto que no podemos tratar aquí. - Comentó el segundo. - Íbamos a avisar a nuestro jefe, pero ahora ya da igual. Si quieren venir con nosotros bien y si no... - Se encogió de hombros. - Creo que somos libres de marcharnos, ¿verdad?

Cierta sorpresa afloró en el rostro del paladín, pero recuperó enseguida su intensa y penetrante mirada. Su ceño marcó una profunda arruga. Extraños tiempos corrían sin lugar a dudas. Y peligrosos.

— Me temo que no iremos a ninguna parte con vos esta noche. Sois libres de marcharos. No seré yo quien os retenga.

Crodos permaneció en su sitio, bien erguido y digno. Tras el largo día de viaje y sin Akta no consideraba prudente ir a ninguna parte esa noche. Sin embargo, tenía la sospecha de no sería la última vez que tuvieran noticias de esas figuras embozadas que se disponían a marcharse.

Lo que vi no me convenció para acompañarles, sino más bien todo lo contrario. En cualquier caso, mis reticencias no tenían demasiado que ver con ello sino con su actitud. Acompañar a unos desconocidos a un lugar que no sabía para algo que no me habían contado no formaba parte de mis costumbres.

-Pues supongo que entonces, si no nos explicáis nada, será mejor que os marchéis sin nosotros desde luego. Vamos, Crodos. Volvamos con los nuestros. Al menos ellos suelen decirnos lo que piensan.

No terminaba de relajarme y no iba a darles la espalda, así que hasta que no se fuesen definitivamente, no nos iríamos nosotros tampoco.

Me quedé un momento mirando a Akta descender por la trampilla y cuando me volví, tanto Crodos como la sensual Larissa ya no estaban al lado mía. Me estiré cual jirafa y los vi hablando con unos desconocidos embozados. Parece que querían tener diversión sin mi. Avancé con garbo hacia ellos y me coloqué al lado de mis compañeros. Miré de arriba a abajo a los interlocutores, para hacerme una idea de con qué tipos tratábamos.

-"Hola caballeros, espero que no hayan molestado a mis amigos, no suelen tener mucho aguante después de un duro día de viaje. ¿Qué es lo que se os ofrece?"

Les dije, toqueteando mi laúd y sacándole una breve nota musical.

Fue en ese momento cuando Akta regresó de la bodega a la sala comedor. Al mirar hacia la mesa que hasta instantes atrás estaban ocupando sus compañeros, no localizó a ninguno de ellos. Al que si vio, de espaldas y caminando hacia la puerta fue a Lasar y eso le llevó a localizar acto seguido a sus dos otros compañeros. Estaban hablando con los dos tipos que les habían estado vigilando a ella y a Lerissa, por lo que se acercó rauda a la entrada.

- No se preocupen. - Dijo uno de aquellos hombres. - Hablaremos con nuestro jefe. - Comentó. - Tendrán noticias nuestras. Eso creo... - Concluyó finalmente.