Partida Rol por web

La llanura volvió a tornarse en cordilleras escarpada y con ello la sensación de seguridad volvió. 

No se sentían así por su experiencia anterior, si no porque se sabían cerca de Kai. El Fuji-san se dibujaba en el horizonte más su parte superior, un cráter dormido que aguardaba pacientemente el momento propicio para entrar en erupción se encontraba oculto tras las nubes. Las cordilleras que enmarcaban el entorno en el que se encontraban y que les rodeaban allá donde miraban conformaban una frontera natural que convertía aquel bastión en un lugar inexpugnable. El lugar perfecto para iniciar la reconquista contra los Oda.

Sin embargo no estaban solos, nadie que entraba en Kai, lo hacía sin que sus guardianes lo supieran. Eso era algo que los cinco desconocían y puede que los vendajes aparatosos les hicieran subestimar dando prioridad a llegar a su destino sanos, y salvos. Enseguida advirtieron su error, más bastó que demandasen audiencia con Takeda-dono y se identificasen como sus aliados como para que les dedicasen una mirada inquisitiva.

Afortunadamente no duró demasiado aquello, uno de los que allí se encontraban desmontó su caballo y se identificó como Sanada Nobutsuna. Uno de los generales del fallecido Takeda Shingen que se encontraba en aquellos momentos patrullando las fronteras. Toda la amabilidad que tuvieron de él fue que les dejase vivir y que les cediese monturas para llegar cuanto antes a la capital del Clan Takeda.

—Sanada-san me ha puesto en antecedentes. Sin embargo muchos podrían perjurar ser los últimos supervivientes del Clan Asakura con la intención de aprovecharse de nosotros como anfitriones—. Les inquirió rudamente el hombre que tenían delante, se había afeitado parcialmente la cabeza sin dejar un resquicio de una coleta.

El paseo a caballo con Sanada no se podía calificar como tal, fueron llevados al galope y en apenas unos minutos entraron en los pueblos que rodeaban Kai, sin embargo el general no aminoró y su séquito siguió el ritmo que marcaban sin permitir a sus invitados ralentizar el paso. Las heridas parecían estar a punto de abrirse sin embargo los vendajes aguantaron fuertemente. 

Las puertas se abrieron a cada paso e iniciaron el ascenso del castillo hasta que finalmente fueron llevados hasta la hon-maru. Allí les hicieron descender de los caballos y esperar mientras el general se dirigía al interior de la torre principal. Su séquito no quitaba ojo a lo recién llegados manteniendo sus manos en las armas. Hombres leales, rudos y evidentemente maleducados.

Un tercer hombre llegó y les permitió avanzar. 

Allí estaba aquel hombre calvo y junto a él Sanada Nobutsuna.

—¡Hablad cuanto antes!

La situación superaba el status social de un simple soldado del Clan. Takeshi era consciente de ello, que estaba fuera de lugar. Sólo podía, debía, mantenerse en un discreto segundo plano, por detrás de su Señor, protegiéndole las espaldas y atento a sus indicaciones.

La vida del grupo, aparentemente, dependía de la voluntad de con quien estaban en este momento, así que prefirió dejar que quienes tenían mayor status, hablaran. Por su parte, no podía sino mantener una posición de humilde respeto.

A igual que Takeshi, Kaishimi sabía que aquellas palabras no estaban dirigidas a ellos, meros campesinos, por lo que mantuvo su posición en el lugar que por rango le correspondía, adoptando posición de sumisión acordo con lo que dictaban los cánones. Por suerte tenían de su lado a su Señor, en el cual confiaba firmemente para conseguir que las cosas finalizaran como todos esperaban después de tan largas jornadas de pura supervivencia.

Hideyoshi trataba de mantener la compostura y, más allá de eso, la figura recta a pesar del dolor. Sus hombres se habían comportado como auténticos apoyos del clan Asakura salvándole la vida y ayudándole a llegar hasta allí, pero Nobutsana estaba demostrando ser el hombre duro del que tanto había oído hablar. Todo aquel trayecto le había parecido más una demostración de poderío, un aviso, que realmente una llegada a la capital, así que cuando le permitieron hablar, se tomó unos segundos, cerró los ojos y trató de ordenar sus pensamientos.

-Mi nombre es Asakura Hideyoshi -dijo, intentando sonar convincente y calmado-, hijo del gran Asakura Yoshikage. Mi intención no es otra que vengar a mi padre y el ataque de Oda a mis tierras, devolver al clan Asakura a la posición que le pertenece y acabar con esos odiosos Oda.

Mantuvo la mirada de sus tres interlocutores, tratando de sopesar que opinión les habían generado sus palabras.

-Conmigo vienen Yoshimitshu, un leal, valiente y hábil bushi; Mitsuke, consejero de mi padre antes de mi; y estos dos ashigaru, que han demostrado una lealtad sin igual y una capacidad fuera de toda duda -introdujo, haciendo un ademán con la mano buena indicando quién era cada uno de los hombres que presentaba-. Hemos sido traicionados también de camino, y apenas pudimos dar a mi padre una despedida digna; entiendo que dudéis de nuestras intenciones, pero os garantizo que no vais a encontrar más fieros rivales ante esos advenedizos Oda, y por tanto, grandes aliados para vuestra causa.

Después de todo lo que habían sufrido para llegar hasta allí, sobretodo su joven señor, y ser tratados de aquella manera era casi un insulto al honor de los presentes y del clan Asura. Yoshimitshu podía entender la cautela de Takeda. Pero no su tono y sus formas. Por no hablar de su amenaza. Aún así el samurái aguantó estoicamente ya que no era su momento de hablar o de actuar. Todos dependían de Hideyoshi, y su señor fue digno heredero de su padre dando las explicaciones justas. Si los Takeda decidían no creerles sería porque allí había algo que no cuadraba.

Yoshimitshu se mantuvo firme al lado de su señor dándole todo el apoyo que podía en tan tensa situación, y trató de observar la disposición de los soldados por si la cosa se ponía fea.

La mención a la traición agitó a los que allí estaban. Eran enemigos del Clan Oda más la muerte de Shingen les había obligado a replegar a sus hombres mientras se aclaraba la cuestión sucesoria. No eran los mayores aliados en el campo de batalla. Al menos no se los podía esperar encontrar en el frente en aquellos momentos, así que necesitaban ser espabilados para que pudieran convertirse en la ayuda que necesitaban.

—Entonces los rumores eran ciertos... —Murmuró Katsuyori rascándose el mentón antes de detenerse unos segundos en la barbilla.

—Está bien, discúlpame Asakura-sama por nuestra rudeza. Han sido tiempos difíciles en el Clan desde la muerte de mi padre. —dijo ya con un tono mucho más educado, entonces se dirigió a quién se encontraba a su lado:

—Sanada-san —aquella voz provocó que el interpelado inclinase su cabeza en señal de respeto a la vez que pronunciaba un efusivo 'sí'— Aseguraos que éstos hombres valientes a los que debemos que nos acompañe nuestro invitado, reciban alimento y se les permita asearse. Se han ganado todo nuestro respeto.

—Asakura-sama, por favor acompañadme al interior. Vos podéis consideraros mi invitado, próximamente convocaré un consejo de guerra para recabar el apoyo de todos los generales que apoyaron a mi padre para planificar nuestros próximos momentos. Me honraría que nos acompañaseis en ese momento.

Aquella diferenciación volvía a resaltar la diferencia de posiciones. Takeda no había sangrado al igual que Asakura y probablemente no permitiría que bajo su techo el orden celestial se viese alterado.

El cambio en el tono de la conversación tranquilizó a Takeshi; las palabras de Asakura-sama habían sido las justas, precisas, no era necesario añadir nada más. Los Takeda, aparentemente, cambiaban de un tono receloso, a otro de abierta amistad hacia alguien con un enemigo común. Aparentemente, la situación hacía que el Clan Asakura permitiese mantener viva la llama de la esperanza en su resurgimiento.

Los perros que han sido apaleados, recelan cuando alguien desconocido les ofrece comida, porque recuerdan que los palos vienen cuando menos lo esperas, pensó Takeshi; ahora les separaban: el Señor iría con los Takeda a la zona noble del complejo, vetada a siervos como él, mientras que ellos irían a otras dependencias separadas. Por lo que había oído, el estado del clan Takeda, en esos momentos, era de inestabilidad. Hasta que un nuevo Señor hubiese tomado el control del Clan, la incertidumbre y el recelo reinarían; era mal momento este precisamente para su llegada, sospechó.

Mitsuke apenas había podido soportar tanto desprecio tanta indignidad. Tras caminar como mendigos apenas habiendo sobrevivido. Sometido a los intereses de otros y las traiciones de en quienes confiaste, ahora los habían tratado como poco menos que como a matarifes o enterradores. Los nudillos se le habían puesto blancos de rabia.
Si para él aquel trato ya era insoportable, y le producía prácticamente dolor físico, supuso que para Hideyoshi-sama y Yoshimitshu-san habría sido peor todavía. Las palabras habían parecido apaciguar la situación, más no sería la primera vez que le recordaba que la palabra de un hombre no era tan fuerte como lo era años atrás. La perspectiva surge a menudo de la adversidad, es difícil valorar la fuerza de una tormenta desde un palacio.

Al final el don de la palabra de Asakura Hideyoshi había puesto en el camino correcto la conversación. El honor de la familia parecía que podría ser vengado en el futuro, y el esperaba estar entre los elegidos para ello. Las semanas en el camino lo habían endurecido, mejorándolo como guerrero pero sobretodo estrechando la relación con su compañero Takeshi. Ahora quedaba por comprobar que las buenas palabras del anfitrión eran algo más que buenas palabras.

Con una inclinación de cabeza aceptó la invitación de su anfitrión, al tiempo que miraba a su propio séquito y les indicaba con un leve movimiento de sus ojos que aceptaran lo dicho por Takeda. El clan Asakura aún tenía mucho que decir, y lo mejor sería que repusieran fuerzas lo antes posible.

—Acompañadme por favor —les pidió Sanada Nobutsuna—. Me aseguraré que todo cuanto ha dispuesto Takeda-sama se cumpla.

Y sin esperar respuesta por parte de sus interlocutores echó a caminar fuera de la honmaru. Atrás quedaron los dos hijos de los grandes señores que en su día firmaron una poderosa alianza bajo el amparo del Shogunato Ashikaga.

Volvieron a desandar la mayoría del camino hasta que se dirigieron al último área que delimitaba último cinturón que abrazaba la fortaleza del Clan Takeda, la San-no-maru.

Allí había un pequeño pabellón circundado por un hermoso estanque en el que carpas koi nadaban apaciblemente, alrededor del mismo diferentes elementos decorativos entre los que destacaban dos faroles de piedra de manufactura delicada y un puente que cruzaba el lago por su punto más extrecho permitiendo acceder a aquel pabellón.

—Aquí gustaba al difunto Takeda-dono de oficiar la ceremonia del té. Os cuento esto para que sepáis que estáis siendo muy honrados por mi joven señor. Os daré un rato por si queréis asearos, allí —dijo indicando un pabellón algo más grande situado al otro extremo del estanque en un enclave cuidadosamente seleccionado— Os van a preparar una tina caliente por si queréis lavaros el cansancio y la suciedad. Después el servicio os traerá la comida.

—¡Tanaka! —exclamó nuevamente en un tono que ya reconocían como el primero que había empleado con ellos. Un lacayo del castillo respondió a la llamada acercándose y practicando una humilde reverencia—Aquí tienes invitados de Takeda-dono, por favor aseguraos que se sientan a gusto. Habla con Eimi-san pues está al tanto y está preparando el menú.

—¡Sí! —contestó en un tono efusivo.

La comida que trajo una mujer madura que hacía muchos inviernos atrás abandonó sus mejores momentos, supo a gloria y en ella parecía residir un trozo de tierra. Aunque era una tierra extraña, poco tenía aquella elaboración y aquellos productos con los de su tierra natal, al final cabo no eran si no invitados en aquella tierra extraña. No tardó Tanaka-san en acercarse y hacérselo ver con la amabilidad propia de aquellos tiempos:

—Nos habéis honrado con vuestra compañía, más vuestro señor sigue reunido con Takeda-dono —detrás de aquellas amables palabras se escondía una espera que podría dilatarse en semanas —. Me han pedido que os traslade la invitación de pasearos por las tierras de Kai, aunque no son tan fértiles como otras regiones son igualmente hermosas y el corazón que anida en sus gentes es el más puro que vais a conocer.

—Ruego que me disculpéis Asakura-san—se disculpó Katsuyori sin dejar de caminar por el pasillo que circundaba las estancias de su residencia privada—. Como imaginaréis, las cosas desde la muerte de padre han estado complicadas. Siempre creí que la cuestión sucesoria era un asunto que estaba fuera de toda duda pero aquí estoy, intentando recabar el apoyo de los otrora leales vasallos de mi padre.

—Supongo que por esto ese cabrón de Oda Nobunaga se ha lanzado al ataque al creernos divididos.

Se detuvo frente a una puerta corredera que desde fuera aparentemente no tenía nada especial, la abrió y en su interior apareció una joven arrodillada.

—Haruka, trae sake. Después pide a Genji que convoque a los generales para dentro de tres noches.

La mujer hizo una última reverencia y se marchó dispuesta a cumplir su pedido.

—Supongo que habéis venido, porque teníais algo en mente... Hablad libremente por favor.

Haciendo una inclinación en señal de respeto, Taksehi se atrevió a responder ante tal honor:

-Gracias, señor, nos honra, pero... no quiero ser descortés, nuestro deber es estar a disposición de nuestro Señor; no podemos alejarnos de su presencia demasiado.

Busco con la mirada a mis compañeros; hasta donde se, el samurai, el monje, y estos dos humildes ashigarus, son toda la fuerza a disposición de Asakura-sama; hemos pasado demasiadas penurias juntos para alejarnos de nuestro señor ahora,  dejándole entre extraños.
 

A Yoshimitshu no le gustaba la idea de dejar a solas a su señor en su estado. Pero también sabía que si decía alguna cosa podía enturbiar la pequeña alianza que parcían poder forjar ambos clanes. Su señor tendría que valerse solo unas horas, eso también curtiría su caracter. El samurai no dudaba que lo conseguiría.

La oferta de un baño y algo de comida decente era música celestial para los oidos de los cansados viajeros. Y Yoshimitshu se estuvo un buen rato extra en la tina agradeciendo el agua caliente y la limpieza que prometia. La comida fue un balsamo también para el hambre y cansancio acumulado.
Las heridas habían sido profundas, pero se acabarían curando.

Cuando Tanaka volvió y les invitó a pasear por las tierras negó con la cabeza apoyando las palabras de Takeshi. Pues no sólo quería estar cerca de su señor. También este necesitaba atención médica, y seguro que por orgullo no diría nada.

-Tanaka-sam. Quisiera pediros un favor. No lo admitirá, pero nuestro señor está herido y necesita que se le cambien sus vendajes y atiendan sus heridas. Por favor, si podéis haced que lo veo uno de vuestros doctores y valorara su estado os lo agradecería mucho.-
 

Kaishimi estaba totalmente de acuerdo con Takeshi y Yoshimitshu, pero algo en el fondo de su intuición le decía que era conveniente ver las tierras de Kai. Por su experiencia, el ver a las gentes del lugar aportaba una idea bastante completa de todo el entorno. Además tenía clara una cosa, si el anfitrión quería acabar con nosotros, no iban a tener manera de detenerlos.

Con una inclinación de cabeza se decidió a hablar: -Yo si agradecería un paseo por vuestras tierras. Mi curiosidad campesina me pide poder ver como trabajáis en vuestra propiedad. Sin duda es una oportunidad única.

Pocos baños y comidas de los años recientes había sido tan placenteros al Monje. Especialmente la comida que recordó alguno de los platos que comió en un viaje de grato recuerdo algunos años atrás.
La conversación fue escasa pero agradable casi parecía que volvían a ser las personas que fueron.
Le sorprendió que Kaishimi-san se separara del resto de los miembros, mas no quiso dejarlo solo. Confiaria en Yoshimitshu-san y Takeshi-san para proteger a Hideyoshi-sama. Si la situación era mucho más complicada dudaba que él pudiera suponer la diferencia. Acompaño pues a Kaishimi-san

Sin dar tiempo a que el futuro señor de un revivido Clan Asakura hablase, la puerta corredera por la que habían entrado se volvió a abrir y en su lugar volvió a aparecer Haruka.

—Ruego que mis señores me disculpen— Dijo antes de incorporarse con delicadeza sosteniendo una bandeja. Sobre ésta descansaban una botella de sake y dos tazas de hermosa hechura.

—Llamadme si necesitáis algo

—Manda buscar al médico —contestó rápidamente, entonces se dispuso a aclararse rápidamente ante su invitado:

—Acabo de darme cuenta de que portáis unos vendajes aparatosos. Deja que mi médico os observe para asegurarse de que no hay ningún problema.