Partida Rol por web

Naomi vio, a través de la niebla, que sus compañeros ponían los ojos en blanco. Estaban en trance y, lo más increíble, era que podía ver a través de ese trance: sentir lo que estaban haciendo, soñando.

Una voz le susurró entonces al oído:

—Has sido la que abrió la puerta, tú tienes la guía. ¿A quién salvarás? ¿A quién dejarás a su suerte?

Tres bolas de color blanco, como niebla solidificada, aparecieron en su mano.

—Cada una de ellas ayudará a quien escojas a salvarse de su destino fatal. Pero cada vez que uses una, en contrapartida, alguien distinto sufrirá por las consecuencias de tu elección. Suerte,  Portadora del Destino, escoge bien.

De camino a los Restos, Snargle había deseado e incluso rezado por que el fantasma que buscaban no fuera más que un mito, un rumor, o una broma pesada del estúpido de Brack. Por desgracia para todos ninguna de las tres opciones resultó ser correcta, y muy pronto tuvieron delante la prueba irrefutable de su existencia: el Faro.

—Ya hay que serrrr capullo para construirrrr un farrrro en mitad de los Restos, capitán. ¡Se lo he dicho mil veces y lo harrrrré otrras mil más si hace falta! ¡Snarrrrrgle no se fía!

Y hacía bien, pero ya era demasiado tarde. Aunque ellos no lo sabían, el tiempo, implacable, era capaz de transformar incluso hasta las almas en pena, y si bien en el pasado el farero sí que podría haber actuado de guía, profeta o lo que fuera que rezaba el rumor en cada época, de eso hacía ya mucho, mucho tiempo. No, a Jacobo —que era como se llamaba el susodicho— no le quedaba ya ningún deseo ni obligación de poner a prueba a nadie, mucho menos de ayudarles. Lo único que quería era vencer la única necesidad que todavía le asolaba: la de poner fin a la soledad. Y aunque tal fin le habría resultado comprensible hasta al cabezota de Snargle… lo cierto era que hacer eterna compañía a un espectro requería más sacrificios por parte de ellos que del difunto en cuestión.

Él, por supuesto, se había negado. Intentó escapar junto al resto, pero no sirvió de mucho… y ahora era el único que quedaba. De vez en cuando los demás venían a verle, aunque ya no era lo mismo. A decir verdad, ni siquiera tenía la certeza de si eran verdaderamente fantasmas o, más bien, imaginaciones suyas fruto del síndrome del náufrago. Lo que era innegable era que la muerte le había sentado mal a todos, mención especial a Naomi, pues el azul mortecino no le hacía ningún bien a la gladiadora. Por suerte, la impetuosa rubia había acabado cediendo a sus avances todavía en vida y Snargle había podido yacer con ella la noche antes de que la diñara. El goblin se mesó la barba de chivo que le sobresalía de su ya de por sí afilada barbilla y suspiró, apenado. Al menos ella se había ido contenta. 

Si entrar con toda la calma del mundo en aquel cementerio de dimensiones cósmicas había sido prácticamente imposible, salir a la velocidad a la que lo había intentado había rozado el suicidio. Snargle era uno de los mejores pilotos que el Imperio había conocido, sino el mejor, y ni siquiera eso había bastado para escapar. Su temeridad al volante, que normalmente le servía tan bien, lo único que había conseguido en esa situación fue arrancarle las alas al Búho y, por ende, también a él. El goblin pensó si no habría sido mejor estampar la nave contra el Faro, una reflexión recurrente que hacía a menudo pero que, como siempre, abandonaba cuando se daba cuenta de que ya era tarde. Además, empezaba a hacer frío, y estaba cansado. Mientras relamía lo poco que le quedaba a una de sus últimas latas de sardinas, el goblin se preguntó quién vendría al día siguiente a intentar negociar su… rendición. Al final, concluyó que lo mejor sería que el mañana le sorprendiera, por lo que se abrigó, reclinó su asiento y cerró los ojos para intentar dormir algo.

Una risa estridente se escuchó al entrar por la puerta. Kale miró de lado a lado preguntándose que ocurría. El ambiente era como un remolino y todo estaba muy raro, curiosamente Kale solo podía ver a Naomi, pero ella no estaba muy cerca, era raro, lo estaba y no lo estaba, esa era la sensación.

De repente el suelo se hizo de metal, y se vió un espacio mediano. Era un pequeño apartamento, una habitación sucia, con muebles rudimentarios que reflejaban  pobreza.

Kale reconoció el lugar, vivió en él por años, fue su sitio en el centro del caos y la delincuencia. Pero la habitación estaba peor de lo que la recordaba, y se sorprendió al ver una especie de mano de madera muy mal diseñada en una esquina.

Entonces un conjunto de voces femeninas y masculinas se escucharon.

- Hice bien en abandonarle, desde niño era un bueno para nada…

- ¿Hey Kale cómo te va pidiendo limosna?

- ¿Era ladrón?, !debes estar bromeando!

Kale miró de lado a lado de manera paranoide y vió al lado del lugar un gran espejo de cuerpo completo del cual no había notado su existencia.

Cuando Kale se miró gritó aterrorizado.

No tenía manos. Tenia unos muñones en donde deberían estar sus codos.

Si bien la imagen que Naomi veía era de un Kale completo, el espejo reflejaba un Kale mutilado.

Las voces se escucharon más fuerte.

-Un ladrón sin manos

-Un mecánico sin manos

-Un aprendiz de mago sin manos

- Ni siquiera puede limpiarse el culo por si mismo JAJAJAJAJAAJJAAJAJ

- Kale va aplaudir, aplaude Kale sin manos, APLAUDE, APLAUDE

- Con las nalgas aplaudirá y matará mosquitos

La risa estridente continuo, y Kale lloró viendo la imagen de él en el espejo y las voces que lo torturaban.

Al ver a todos sus compañeros con los ojos en blanco, naomi se llevó la mano al pecho por la impresión. Había pensado que el farero los separaría, que les daría pruebas, pero aquello... La mujer se agachó, llevándose las manos a los oídos y cerrando los ojos, pero la conexión que ahora tenía con sus compañeros era lo suficientemente fuerte como para no poder alejarse, solo entrar dentro de ellos y sentir sus mayores miedos. Cuando pensaba que no podía soportar más aquella situación, la voz le otorgó aquel regalo

–Pero...– Naomi miró confusa las bolas– No puedo hacer daño a ninguno de ellos. Son mis amigos. Hemos pasado mucho y moriría por cada uno de ellos mil veces. Que la desgracia que va a caer sobre ellos caiga sobre mí... O al menos la de Natasha. Juré protegerla de todo mal. No puedo provocárselo.

–Tú eres la guía– la voz respondió. Sin emociones. Pidiéndole algo que no era capaz de hacer

–Me niego a creerlo– Naomi se levantó, dejando caer las bolas– No puede ser. Esto...si ellos están en una pesadilla, yo también lo estoy. ¡No se me ocurre nada peor que el que la gente que quiero dependa de mi cerebro! Soy fuerte. Soy rápida. Puedo aguantar cualquier golpe físico mejor que todos ellos juntos. Pero no soy inteligente y lo sé. Lo he sabido siempre. Así que esto tiene que ser un sueño mío porque no creo que exista nada peor que ver esto sin poder hacer nada.

Naomi se cruzó de brazos y dio la espalda a la voz. O se puso mirándola de frente. En realidad, como era un ser invisible no lo tenía muy claro. Los minutos pasaron y pasaron y nada ocurría. La guerrera se empezó a poner nerviosa. ¿Cómo iba a elegir? Natasha tendría su ayuda, eso estaba claro, pero... ¿Y el resto? 

Temblando, cogió las bolas que había en el suelo y dejó que los sentimientos y visiones de sus compañeros entrasen en ella. Si era un sueño, tendría que seguirlo.  Tenía que confiar en que las cosas saliesen bien. Sí era un sueño no importaba sobre quien cayese la desgracia, pero si ella realmente era la guía...seguramente pudiese hacer algo para guiar a la desgracia hacia ella. Pero lo primero era lo primero. Y lo primero que tenía que hacer era centrarse. Naomi se acercó al goblin y, con cuidado, lo bajó de la espalda de Natasha. No sabía el tiempo que iban a estar en trance, pero si era mucho su señora y amiga acabaría con las vértebras hechas polvo.

Nada más dejarlo en el suelo, comenzó a ver con sus ojos y sentir con sus sentidos. La mujer empezó a sentir una gran compasión por el goblin y le agarró la mano mientras el sueño continuaba. Conmovida sacó una de las bolas para entregársela... pero entonces...llego "esa parte".

–Snarg...Snarg... No estás solo. No tienes porqué ir con el viejo fare....– los ojos de Naomi se volvieron carbones ardientes de pura ira. La mujer no había comprendido el trasfondo de esa parte, pero sí que el temor del goblin era quedarse solo. Pero también acostarse con ella.–¡¡MALDITO RENACUAJO!! ¿ACOSTARSE CONMIGO ES UNA PESADILLA?¿ES UNA PESADILLA?

En la mente de Snarg, en su sueño, se apareció entonces la mortecina versión de Naomi que era ella misma. Naomi la miró. Eran el dragón de fuego contra el dragón de hielo. Y la gladiadora estaba lo suficientemente quemada como para derretir los Glaciares Eternos de Felghul.

–¡Lárgate de aquí, inútil!– ante la mirada vacía del goblin, Naomi pegó un puñetazo a su doppelgänger con la esfera en la mano. Acto seguido se volvió hacia el goblin– ¡Tú! Maldito moco con pelos. No te creas que te voy a dejar en esta pesadilla. ¿Crees que acostarse conmigo es algo tan terrible que es digno de ser parte de tu peor miedo? Bien...Pues cuando despiertes vas a descubrir algo peor.

Aun rugía cuando un tirón la sacó del sueño en el que estaba. Había ayudado al goblin y eso tendría consecuencias para el resto. La mujer deseo con todas sus fuerzas que esas consecuencias no fuesen graves. Ella era la que estaba provocando el dolor y, si era así, las merecía más que nadie. 

Cuando por fín volvió al mundo real (o quizás a su propia pesadilla) Naomi se quitó el sudor de la frente. Kale estaba a su lado. Temblaba como no le había visto temblar nunca. Y lloraba.

Nunca había visto a Kale llorar y su rostro era la imagen del más puro terror más, cuando entró en su sueño, lo comprendió todo. Las manos de Kale no solo eran su sustento, era lo que le definía. Y la crueldad de los que le rodeaban era más asquerosa que una la tinta de calamar espacial. Naomi buscó las voces para acallarlas a puñetazos, pero no las encontró. La joven había pensado no usar las bolas tan a lo loco, pero no podía aguantar el llanto de su compañero.

–Hay que ver...– Naomi se puso a su lado y le pasó un brazo por el hombro – Que hijos de puta. Les robarás ¿no? Se lo merecen. Y se merecen que les hagas algo más.

La gladiadora sacó la esfera y la dejó ante Kale. Aquella bola de niebla blanca, luminosa como si tuviese un pequeño sol dentro, flotaba. ¿Cómo era posible que flotase si cuando la usó como arma era pesada como el plomo? Cosas de los sueños. O de la magia.

–¿Me enseñas otra vez ese truco?– preguntó intentando pensar y entonces se le ocurrió algo con lo que Kale podría justificar esa visión. Al fin y al cabo, de niña, la única forma que había tenido ella de escapar de la realidad de la Arena y las heridas era imaginando.– Ese en el que finges que te cortas las manos para que la gente se confíe. Y para ver quien estaría de tu lado en los malos momentos. Jo. Aún recuerdo cuando me hiciste creer que las habías metido en unos engranajes y que las habías perdido. Casi me da un pasmo. Y cuando de pronto me hiciste creer que las habías sustituido por pinzas de cangrejo gigante... Esa no te la perdono... Me lo hiciste a mi como broma. ¿Por qué no se lo haces a estos hijos de puta?

Las nieblas les devoraron con rapidez y Cyrus gritó el nombre de sus compañeros, a los que era incapaz de ver al principio. Se preguntó si aquello había sido una trampa de Brack, pero también pensó que debía ser alguna especie de prueba. Cuando la niebla se fue disipando se encontró en un lugar que jamás creyó volver a ver.

Se encontraba en uno de los pequeños campos de concentración del Imperio, uno de sus primeros destinos cuando se graduó en la Academia. Una pequeña luna totalmente repleta de esclavos que exprimían los recursos de aquella roca para que el Imperio pudiese seguir funcionando. Aquellos que no eran capaces de mantener el ritmo eran sacrificados y sustituidos por otros más jóvenes y más fuertes.

Aquel era el sino de los opositores al status quo del mundo que les había tocado vivir. Una vida de latigazos, trabajos de sol a sol y todo tipo de abusos para los que se atrevían siquiera a levantar la cabeza... y él estaba ahí, en medio de todo el meollo con su antiguo traje de soldado. Y el resto... sentía que el resto estaba ahí, ¿pero dónde?

Lady Blackbird estaba ante Uriah. ¡Por fin! ¡Su amado!

—He cruzado océanos de espacio para llegar hasta ti.— le dijo la mujer abriendo sus brazos.

El hombre la miró extrañado. Estaba tal como lo recordaba: alto, apuesto, con ese pelo moreno largo y su barba recortada. Recordaba aquel cuerpo con el que había sentido tanta pasión, un pasión que...

—¿Para llegar a mí?— el pirata la miró socarronamente —¿En serio? ¿En serio has hecho que todo el Imperio se pegue a tu culo y has arriesgado la vida de tu tripulación por una promesa de amor?

Su risa resonó por toda aquella estancia. Natasha sintió como si una bala desgarrase su corazón. También sintió la furia de Naomi a su lado, pero antes de que pudieran hacer nada los hombres de Flint cayeron sobre ellos, inmovilizándolos.

—Pobre niña malcriada: ¿creías que mis promesas eran verdaderas?— la mirada del pirata reflejaba ahora un desdén infinito —¿Y qué haríamos? ¿Enfrentarnos al Imperio por el recuerdo de unas noches de verano entre sábanas de satén? No, querida, no... Lo que haré ahora es entregaros al Imperio y ganarme su favor. Hay muchas más mujeres en el Gran Azul y ninguna me reportaría tanto peligro como tú.

Natasha sintió que todo lo que habían hecho hasta el momento había sido en vano.

A Naomi sólo le quedaba una de esas brillantes esferas en la mano.

—¿Servirás al capricho de tu dueña? ¿O salvarás al capitán? ¿O quizás quieras cambiar alguna de las esferas de lugar?

El espíritu invisible nada contestaba sobre el prometido mal que ejercerían las decisiones de la gladiadora. ¿Cómo iba a repartirse el dolor si a cada uno lo había ayudado? ¿Se anularía la ayuda? ¿Todo el mal lo recibiría quien no tuviera esfera?

¡Aquel maldito espectro tenía unas reglas absurdas!

Naomi observó con asco y temor el sueño de Cyrus. Ella nunca había estado en una mina como esas, pero conocía gente que había acabado allí. Familiares incluso. Con el corazón en un puño, miró  al capitán, enfadada...En sus ojos solo encontró miedo y el más absoluto desprecio hacia sí mismo. Naomi se alejó. No podía ayudar a todos, y Natasha tenía prioridad.

Cuando entró en la mente de Natasha vio lo que ella también había temido. Que Urah la rechazase, pero jamás pensó que podía hacerlo de esa forma. Un incontrolable deseo de machacar al pirata hasta hacerlo pulpa invadió a la gladiadora pero, haciendo uso de un autocontrol que ni ella misma sabía que tenía, se llevó la mano a la chaqueta. Allí tenía la última bola y a su amiga. La gladiadora dudó unos segundos y volvió atrás.

Tenía que ayudar a Natasha. No solo era su amiga, sino que, en su sueño, sus compañeros iban a ser entregados todos al Imperio. Pero ¿Y si en el sueño de Cyrus terminaban todos como esclavos, con Cyrus mirando, incapaz de hacer nada? Naomi entró finalmente en el sueño del capitán. No sabía si funcionaría lo que iba a hacer, pero era lo único que se le ocurría para arreglar aquel entuerto.

—Cyrus... No puedo ayudar a todo... Pero resiste— dijo sin dar la extraña bola al capitán, sin mencionarla siquiera— Encuentra un lugar seguro y... evita los árboles y el metal.

No sabía si había podido oírle. Quizás la intervención fuese solo posible con la bola, y sin ella fuese un susurro del viento, pero había que intentarlo. Nada más salir, sintió la presencia que le había dado aquellas mágicas esferas. "Así que decides abandonarlo". Naomí sintió en su cabeza aquella pregunta y, por algún motivo, sonrió. 

—No dejaré a nadie atrás

Con aquella declaración, la mujer volvió a sumergirse en el sueño de Natasha y, sin permitir a aquellos hombres que las apresaban reaccionar, Naomi se liber y pegó una fuerte patada en la entrepierna al pirata. ¿Cómo había conseguido Naomi librarse de tantos contendientes? Puede que hubiese sido su mal genio o aquella esfera de poder.

—Natasha, no es lo que parece, no es real, pero no hay tiempo. No discutas. Tienes que usar tu poder. ¡Todo!—Naomi le tendió el orbe— Esto lo amplificará... Esta esfera ha ido conmigo por las mentes de todos, por sus almas. Ahora necesito que canalices todo tu poder en conectar el último alma en el que la esfera ha estado con la tuya. Conecta las dos almas y la esfera os liberará de la pesadilla.

Naomi se dio la vuelta, confiando en que aquello no solo sacaría a Natasha de allí, sino también a Cyrus de aquella Luna. Había hecho todo lo posible.

De pronto Naomi se liberó de sus oponentes. En su mano llevaba un orbe pálido que irradiaba una magia sin igual. Llegó hasta donde estaba Uriah Flint y le propinó una contundente patada en la entrepierna.

Natasha estaba confusa ¿qué sucedía?

—Natasha, no es lo que parece, no es real, pero no hay tiempo. No discutas. Tienes que usar tu poder. ¡Todo!—Naomi le tendió el orbe— Esto lo amplificará... Esta esfera ha ido conmigo por las mentes de todos, por sus almas. Ahora necesito que canalices todo tu poder en conectar el último alma en el que la esfera ha estado con la tuya. Conecta las dos almas y la esfera os liberará de la pesadilla.

Natasha cogió el orbe entre sus manos. Éste refulgió con todo su brillo.

Kale sintió una luz blanquecina que lo cubría todo, cegándolo. Cuando miró de nuevo el espejo vio unas extrañas manos de metal, que movían con cadenas usando pequeños contenedores de aceite de leviatán mientras exhalaban un vapor suave. Eran unos objetos increíbles que le transmitían, a través de unas extrañas y delgadas cadenas clavadas en la carne de su muñón, la misma sensación que el tacto de sus manos originales. ¿Cómo había sucedido eso?

Se giró y vio la puerta. Las voces estaban al otro lado. También vio una ventana.

¿Huiría por la ventana a la ciudad? ¿O abriría la puerta para enfrentarse a las voces?

—¡MALDITO RENACUAJO!! ¿ACOSTARSE CONMIGO ES UNA PESADILLA?¿ES UNA PESADILLA?

Aquella voz despertó bruscamente a Snargle. ¡Era Naomi! Pero ¿por qué estaba tan enfadada? Buscó en medio de la niebla a sus compañeros. ¿Por qué brillaba todo con una luz tan intensa? Había un aura blanca mucho más fuerte que la propia niebla.

Y entonces la vio allí. El Búho. Con sus alas intactas. Se acercó a la nave todavía sin creérselo.

Luego vio la luz del faro iluminando con precisión un punto hacia lo más profundo de los Restos. Una ruta extraña, directa, que evitaba cualquier colisión. Pero que se hundía en los Restos.

Levantó la mirada hacia el cielo. Comprendió que habría una posibilidad de abandonar aquella isla maldita si ignoraba el rayo.

¿Seguiría la ruta hasta lo más profundo de los Restos? ¿O intentaría la salida de aquella tormenta de planetas para regresar al Gran Azul?

Algo le susurró al oído:

—Cyrus... No puedo ayudar a todo... Pero resiste. Encuentra un lugar seguro y... evita los árboles y el metal.

Un brillo blanquecino acompañaba a aquel susurro. Pero de pronto se extinguió dejándolo allí. Y sintió un peso terrible en el pecho, un peso que indicaba que lo habían abandonado. Que aquellas palabras no eran más que una excusa porque, entre todos los de la tripulación, habían decidido que él era el más prescindible.

Un vacío enorme inundó su pecho.

Luego levantó la vista y vio todos aquellos prisioneros. Y comprendió por qué el Imperio era tan poderoso. Porque no confiaba en nadie: ni amigos, ni enemigos. No había piedad para los débiles porque la piedad sólo engendraba más debilidad.

Vio a uno de los prisioneros caer de rodillas mientras portaba una enorme roca. Era un hombre casi agotado, una carcasa de lo que había sido. Tardó un rato en reconocerlo: el gran pirata Uriah Flint. Por aquel despojo humano habían recorrido el Gran Azul para luego ser capturados por el Imperio. Por un solo hombre que ahora no era más que un recuerdo de su sombra. Por el capricho de una noble que se había tomado sus vidas como un juego, por una historia de amor de novela barata.

Miró a aquel hombre y escuchó la voz de uno de sus superiores:

—¿A qué espera soldado Vance? Elimine a ese traidor.

El pirata lanzó una risita cascada desde el suelo. Levantó la mirada y clavó sus ojos en Cyrus:

—Siempre obedeciendo órdenes ¿eh? Incluso cuando te creías libre estabas siendo manipulado. No eres nada Cyrus, no eres más que el que recoge los despojos de la mesa.

Flint se levantó a duras penas y mostró su pecho ahora esquelético ante el arma de Vance.

—¡Dispara si te queda algo de valor!— le espetó a la cara —¡Moriré de pie porque así lo elijo!

Los demás prisioneros se volvieron hacia el capitán del Búho. Los soldados a sus espaldas prepararon los rifles. Si le perdonaba la vida a Flint los demás presos podrían tomarlo como una muestra de debilidad y lanzarse a la rebelión, pero sería una carnicería. No tenían ninguna oportunidad contra los guardias armados...

¿Qué haría?

Snargle se frotó sus ojos saltones una y otra, y otra vez. ¿Naomi? ¡La había oido, tenía que ser ella...! ¡Y tan cerca! No estaba seguro, pero tenía que serlo. Además, ¡había hablado con la cadencia con la que hablaba en vida, cuando todavía tenía todos los dientes! El goblin buscó y rebuscó por todos lados, pero no encontró más que aquella neblina fulgurante, y la luz del faro alumbrando un camino. Fue entonces que lo vio. ¡El Búho! ¡Estaba entero! ¡Juá! No había terminado de asimilarlo que ya corría por la cubierta, encendiendo los motores y volcándose sobre los mandos de la nave. De repente era como si todo el tiempo que había pasado atrapado en ese peñasco y el sufrimiento y la soledad que le habían asolado hubieran sanado sin más. Snargle despegó tímidamente, sin ganar más altura de la que necesitaba para separarse de aquella roca inmunda y, con las manos y la cara pegadas al cristal, estudió lo que le aguardaba al otro lado. 

El faro apuntaba hacia lo más profundo de los Restos, y en dirección contraria quedaba el infierno que habían atravesado y, más allá, el Imperio que tanto odiaba. No sabía qué hacer. Nunca en su vida había seguido el sendero que se le había marcado, pero en ese instante hacerlo parecía lo más... apropiado. Al fin y al cabo, se lo debía a los demás. Habían llegado hasta ahí para llevar a una noble —¿Nadia? ¿O era Nikita? Sí, definitivamente se llamaba Nikita— a reencontrarse con su padre, el capitán Uriah Flint, y ahora solo quedaba él. Cyrus y Kale habían llegado a un acuerdo, y aunque la costumbre entre los goblins no era precisamente la de honrarlos... esta vez, Snargle lo haría por ellos. 

Kale cuando vio sus manos metalicas de repente sintió rabia por esas  voces que le decian cosas.

- YO NO SOY UN INCAPAZ... NO SOY UN INCAPAZ..

Entonces le dio una patada al espejo, y abrio la puerta  seguro que  debía salir de ahí, si estaba en una carcel saldría, él era Kale, un magnifico ladrón

Siempre lo había sabido. En su fuero interno sabía que mientras que el resto era capaz de muchas cosas él solo era un tipo gracioso que sabía hablar bien. Comprendía que era el menos útil pero aquello no significaba que le doliese menos. La visión de todo aquello le devastó más si cabía y sintió como todo el peso de aquel lugar caía sobre sus hombros de una manera terrible.

Tanto esfuerzo para que aquel tipo acabase allí, como un monigote más en un macabro juego donde el Imperio siempre ganaba, y Flint le miró con el desafío de alguien que ya lo ha perdido todo y al que nada más le importa. En sus manos la decisión de provocar un desastre... u otro.

Cyrus suspiró, sintiendo la boca seca por los nervios y el calor. Aquello se había salido de madre, había sido toda una serie de catastróficas desdichas pero que, bajo ningún concepto, acabarían con su sangre manchándose por última vez de sangre inocente.

—No, Flint. No tendrás esa suerte—. y girando sobre sí mismo el capitán del Búho disparó al superior que le había dado la orden, tratando después de buscar algún tipo de cobertura por la zona. Pronto aquel iba a convertirse en un campo de batalla, una pelea sangrienta y claramente desbalanceada que quizá, solo quizá, tenía una pequeña esperanza de salir bien: porque todas las grandes rebeliones habían comenzado así, lamentablemente, por encima de un montón de mártires que se habían sacrificado por un mañana mejor.

Snargle se lanzó en picado a través de la luz del faro.

Natasha aferró el orbe blanco y concentró todo su poder en él.

Kale rompió el espejo en mil pedazos para luego abalanzarse contra la puerta.

Natasha dejó que la magia fluyera a través de ella para ser atrapada en el orbe.

Cyrus abrió fuego contra su general para luego buscar cobertura en algún lugar.

Natasha sintió entonces el poder de una supernova en su alma, que escapaba a través del orbe.

Naomi observaba todo aquello desde el propio faro, viendo como el aura blanca se derramaba como una fuente imposible.

Natasha sintió que parte de su vida se escapaba con el propio orbe, rompiendo las dimensiones, el presente y quizás el futuro.

Todo se volvió blanco.

Todo desapareció.

Cuando recuperaron la consciencia Snargle seguía pilotando el Búho a una velocidad endiablada en medio de los Restos. Viajaban sobre el rayo de luz que salía del faro. A su alrededor todo giraba sin control pero, de alguna manera, el goblin comprendía que aquel rayo marcaba una ruta segura. Sólo esperaba que fuera hacia la guarida de Flint.

¿Y los demás?

Kale se miraba aterrado las manos: ni muñones ni brazos mecánicos. Estaba de rodillas en medio del puente de control, confuso pero entero.

Cyrus se levantó detrás de una silla, su arma en la mano. ¿Dónde estaba el campo de concentración? ¿Cómo había llegado hasta allí? ¿No le habían abandonado?

Entonces se fijó en las dos mujeres. Naomi estaba sentada en el suelo, sujetando entre sus brazos a una inerte Natasha. Los ojos de Lady Blackbird estaban abiertos de par en par pero en blanco, como si estuviera en trance. Tenía los labios entreabiertos pero casi no respiraba. Aunque su guardaespaldas la había meneado un par de veces parecía incapaz de despertar.

Kale se miró las manos y movió sus dedos  para darse cuenta que realmente no había perdido sus manos. Nunca pensó que estaría tan agradecido de tener sus dos miembros, realmente pensar que hubiera quedado sin manos era una pesadilla. Le costó a Kale darse cuenta que estaba nuevamente en la nave, miró al goblin, y a su mejor amigo cyrus confundido, pero cuando volteo y vio a Naomi con Natasha en el suelo sintió un frio enorme.

-¿Qué le pasó?- dijo con cara de asombro,al mismo tiempo que tomaba sus signos vitales - está viva- murmuró- pero no soy médico y no sé que le ocurre.

Había confiado ciegamente en su amiga y había canalizado hasta el último resquicio de su alma para poner a sus compañeros a salvo. Por un instante, todo se convirtió en un brillante torbellino y se sintió propulsada hacia mil puntos distintos y todos el mismo a la vez. Se sintió flotar en la inmensidad y miró hacia abajo, vio el Faro, y a sus compañeros. Elevó la vista y miró más allá de lo que los ojos mortales pueden alguna vez vislumbrar y se sintió afortunada por poder experimentar esa sensación. Escrutó el horizonte, a través de las hebras del Destino que partían desde el Faro. Vio luego el destino final. Proyectó entonces su magia, amplificada por el poder del Orbe mientras sonreía. El hilo, apenas una hebra deshilachada, fue tomando forma, girando y ganando potencia. Su alma tocó la de sus compañeros y la de su gran amiga que elevó la vista y pudo verla en la forma más pura, toda energía. Asintió Naomi, entendiendo la voluntad de Natasha, y agarró el cuerpo inerte de la noble mientras el espíritu de Natasha, totalmente unido en uno con la luz del Orbe trasladaba a sus compañeros y su propio cuerpo material, ahora apenas una cáscara vacía a la nave. Después, se proyectó hacia el haz de luz y se fundió con él mientras lanzaba el Búho a toda velocidad por el espacio, ahora a salvo del Imperio.

Tras todas las calamidades, podía al fin resarcir a sus compañeros de las penalidades sufridas desde que fueran interceptados por la Mano del Pesar. Porque ahora, ya sabía lo que tenía que hacer. Tendría que renunciar a parte de su misma esencia, pues el Faro no daba tanto por nada. Pero si tenía que sacrificar su magia, así lo haría. La luz del Faro los guiaba hacia la guarida de Flint. Pero lo más importante: allí estarían todos a salvo de los Imperiales. Sus compañeros, sus amigos, no serían cazados como animales. Y si Flint la recibía sería dichosa. Si no era así, al menos, tendría la seguridad de que no volverían a temer ser cazados por el Imperio. Pues ese era el destino final elegido a cambio de parte de su alma. El Faro había cobrado un alma más, a cambio de poder ser capaz de navegar de nuevo por los Restos sin perderse, pues ahora era uno con el Faro.