Partida Rol por web

Tatiana intentó ayudar todo lo posible a Séneca y Paco para preparar la fiesta.

Séneca había organizado la forma en la que contactarían con la flor y nata de Roma, y ahora debía organizar también los adornos de la fiesta, y dejar a punto la villa.

Durante una semana trabajaron intensivamente, contaron incluso con ayuda de un par de manos que tuvo a bien el Ministerio del Tiempo a proporcionar. Aquella ayuda extra se aplicó en adecentar el lugar dándole una mano de pintura con las últimas tendencias de la época: zócalos con detalles y las partes altas en otro color que se replicaban incluso en las columnas.

Mientras tanto, los tres hicieron ronda en los distintos rincones de la ciudad de Roma. Pronto descubrió Paco que los militares acostumbraban a gastar sus soldadas y salarios en los burdeles de la Subura, allí se empapó de historias sobre Hispania y vio que si bien las cosas no iban tan mal como parecía haber apuntado la historia por boca de Salvador Martí, el asunto no estaba resuelto de ahí que hubiera necesidad de una última campaña. Aprovechó también para escuchar sugerencias de donde comprar el mejor pescado, garum a modo de condimento, buenos becerros y vino que no estuviese aguado, incluso un reducido cargamento de ánforas del mejor vino griego para los invitados más ilustres. Para el resto se bastaron en algunos conocimientos que tenía Séneca, que aún estoico, no lo había sido toda la vida y sabía lo que se cotizaba entre los patricios¹.

Tatiana sin embargo, se movió mucho mejor entre el género femenino, cotilleo aquí, anécdota por allá y enseguida estaba alimentando los oídos de la jet set de la época. Se aseguró por un lado de atraer el interés de un nutrido grupo de mujeres y Séneca se encargó de su contraparte masculina así que si alguna de las partes dudaba, ya se encargaba su homólogo de disipar toda duda. En esa parte Paco se encargó de los que quedaban, aquellos que estaban en el olimpo de la sociedad y acababan relegando todo a sus atrienses de confianza.

Para cuando quisieron darse cuenta, llevaban ya un par de horas de fiesta y había multitud de personalidades repartidas por todas partes mientras varios esclavos cedidos para la ocasión, faenaban aquí y allá asegurándose de que nada faltaba. Tenían confirmación de que Escipión llegaría, pero como ex-cónsul se estaba haciendo de rogar. El joven Tiberio Sempronio Graco, sin embargo ya estaba entregándose a los placeres de la fiesta que habían organizado y además estaba muy volcado en los trámites que exigía su labor como político.

Tatiana pasó unos días muy entretenida arreglando la casa y preparando la fiesta. Entre Paco y Séneca parecía que tenían bien controlada la información que se manejaba en la ciudad así que ella aprovechó para disfrutar de las calles de la Roma Republicana. Muchos historiadores pagarían por pasar unos minutos ahí y ella estaba paseando por sus calles. Pero consiguió llamar la atención de varias personas importantes.

Cuando la fiesta empezó Tatiana se mostró satisfecha con el resultado. Había salido todo a la perfección. Hasta Escipión vendría!

Se acercó al joven Graco con dos copas de vino y le ofreció una. 

- Mi marido desea invitarle a una copa, señor - le dijo con respeto.

Parecía que la fiesta estaba en marcha, al final habían podido tener éxito con los invitados y conseguir su objetivo. Juntar a las personas mas influyentes de la Roma de este periodo. Podrían obtener mucha información aquella noche para llevar a cabo su misión e incluso influir si fuera necesario.

A la espera de Escipión, Graco era el protagonista de sus atenciones aquella noche. Viendo que Tatiana se acercaba hacia él la dejo hacer. Mientras tanto se movió entre unos grupos y otros para ver que escuchaba de los asistentes. Esperaba poder tantear al sentir de la sociedad romana sobre los próximos cargos de la ciudad.

Para Séneca era una alegría poder comprobar que aún estaba en plena forma y que, a pesar de su forma de ser, había conseguido planificar una buena fiesta.

Sonreía ampliamente al ver que la celebración que estaban llevando a cabo se había vuelto, como decían los jóvenes del tiempo del ministerio, viral y que las celebridades habían hecho acto de presencia o estaban a punto de hacerlo.

Vio como Tatiana llamaba la atención de Graco con una copa de vino y se dedicó a saludar a los invitados mientras esperaba la llegada de Escipión.

Graco agradeció la copa que le tendía Tatiana con una sonrisa y una leve reverencia. Fijó su mirada en Séneca para tenerle localizado y sólo entonces habló con su interlocutora:

—Desde luego que tanto tu marido como vos sois personas a tener en cuenta, recién llegados y capaz de montar estos fastos a la altura del mismísimo Baco. Si esta es vuestra presentación en sociedad, debo felicitaros, es una pena que los no nacidos en Roma tengan difícil acceder a cualquier puesto de la vida pública, pero si necesitáis en algún momento algo de los Gracos... Sepa que tenéis un amigo.

Paco se encontraba varios grupos de personas más allá, estaba el soldado desfilando como quien no quería la cosa no sin perder su actitud marcial y su atención, probablemente oído avizor a lo que se comentaba por ahí.

Las escasas menciones a la política eran rápidamente acalladas por otras voces quienes expresaban fastidio porque aquel tema tan actual saliese a colación incluso en una fiesta. Así que no tardó en ser trasladado en numerosas ocasiones por otras conversaciones más banales. Sin embargo, pronto encontró otro tema más de su agrado, la campaña de de Hispania. Y es que había logrado identificar por las conversaciones a Quinto Calpurnio Pisón, según recordaba de las conversaciones que había mantenido con los veteranos días atrás, era el Consul del año que estaba por terminar más nadie conocía ninguna gesta suya por Hispania.

Idéntica suerte tuvo Séneca, quién se posicionó cerca de la entrada saludando a todos los invitados hasta que finalmente vio llegar al más importante de todos, el ex-cónsul y destructor de Cartago: Publio Cornelio Escipión Africano Menor. Venía escoltado además de por su propia mujer Sempronia, por un par de esclavos.

—Buenas noches, desde luego que sabéis organizar una buena fiesta —saludó una vez fue presentado—. Le presento a mi mujer, Sepronia¹.

Lucio sonrió al ver llegar a Escipion, acompañado de su mujer. Sin duda habían logrado llamar la atención de la alta alcurnia romana. Recibió a los recientes huéspedes como se merecían y amplió su sonrisa al recibir el elogio por su fiesta e hizo una reverencia a la mujer de Publio cuando la hubo presentado.

- Es todo un placer contar con su presencia y la de su mujer aquí - dijo -. Mi mujer y yo hemos trabajado duro para que la fiesta sea de vuestro agrado - añadió señalando a la posición donde se encontraba Tatiana junto con Tiberio - ¿Una copa de vino? - ofreció mientras llamaba la atención de uno de los encargados de servir el vino en las copas - También deseamos que sea el adecuado, hemos seleccionado con cariño el vino para nuestros invitados.

Esperó a que las copas llegasen y le entregó una a Escipion.

- Hace unos días estuvimos paseando por el foro y en el senado, estamos al tanto de lo difíciles que están las cosas ahí para la elección - dijo -. Estáis, supongo, en la lista de los candidatos - dejó caer a Publio dando a su voz cierto tono de admiración hacia su interlocutor.

- Oh, muchísimas gracias, señor - le dijo Tatiana al Graco visiblemente halagada - Fue idea de mi marido hacer una presentación oficial para mostrarnos a la sociedad romana. Quienes venimos de las provincias todavía no conocemos bien los movimientos de la capital a pesar de considerarnos romanos de adopción, porque aunque al senado no le gustemos.. nuestros impuestos si le gustan - le dijo intentando no excederse pero acercándose al Graco en los ámbitos que parecía eran de su agrado político.

- Mi marido y yo nunca olvidaremos su amabilidad, le digo lo mismo, si necesita cualquier cosa, estaremos para ayudarle, se lo garantizo - le dijo convencida y agradecida - Sé que mi marido tiene pasión por la política aunque no pueda ejercer ni desarrollar una carrera para él mismo, siempre podemos ayudar a promocionar a alguien que pueda ayudarnos a ser romanos de pleno derecho - sonrió. Estaba hablando de patrocinar la carrera política de Graco. Eran carreras muy caras que necesitaban de dinero físico, igual era una forma de acerca al Graco a ellos tres.

Hablar sobre las campañas en Hispania sin lugar a dudas era mas de su agrado que la política, eso se lo dejaba a sus compañeros. Había visto como Séneca rápidamente recibía a Escipión en la puerta. Debería dejar para luego su charla con él, hablar con un genio militar de ese tamaño siempre era una gran tentación. Escuchar de su boca sus campañas por Africa y los enfrentamientos con Asdrúbal sería un gran honor.

Ya habría tiempo para el ocio mas adelante, ahora era momento de tender el encargo del ministerio. Había conseguido identificar a Quinto Calpurnio Pisón cónsul actual y aunque no había realizado grandes gestas por tierras íberas seguro que tendría información de primera mano. Se acerco a él con aire marcial.

-Buenas noches señor. Espero que este disfrutando de la fiesta de mis compañeros. ¿Quiere mas vino? - dijo señalando una bandeja con copas que pasaba delante suya. - Es el mejor vino griego.

Entablo una conversación con Pisón sobre como andaban las cosas. Hablamos sobre temas varios y comentamos ligeramente la política. Pero mi intención es que me hable sobre las próximas campañas.

- ¿Como están las cosas por Hispania? Dicen que es una tierra rica, con mucho potencial pero esos bárbaros son duros de roer. Crees que el nuevo cónsul tendrá que hacer una visita por aquellas tierras.   

Escipión sonrió ante la propuesta de Séneca.

—Me sobreestimáis amigo, ya fui cónsul y si bien me gustaría... No tengo edad para ser reelegido. En cuanto al senado, porque el cargo es vitalicio pero seguro que alguno ya está deseando perderme de vista. ¿Quiénes creéis que van a dar nombre al nuevo año consular?

—Vaya... —contestó mostrándose sorprendido, pero cauto y antes de aventurar nada preguntó de nuevo a Tatiana:

—¿Y qué carrera estábais pensando en apoyar? Porque supongo que tenéis algún favorito para algún puesto —miró entonces en derredor señalando a un par de candidatos—. Aquí hay muchos que quieren ascender en el cursus honorum.

Entonces la miró a los ojos dejando pasar un par de segundos.

—Sin embargo, el problema que has mencionado antes es un mal endémico de esta República... Se valora el dinero pero no las personas, eso es algo que quiero cambiar. De hecho me he dado cuenta de que tenemos auténticos romanos que se están viendo arruinados, y pocos soldados que poseen tierras. Tengo que pensar cómo hacerlo pero para ello tengo que seguir en el Senado...

Había mordido el anzuelo.

—Bueno... La verdad es que apenas les hemos enfrentado —le reconoció Pisón en voz baja a Paco—. Desde que cayeron en las últimas batallas se han atrincherado en su tierra y no hay quien les saque... Francamente, me da igual. Hemos estado aprovechando para ir ocupando la mayoría de hispania y pacificando a las distintas tribus bárbaras. Incluso hemos conseguido algún rehén para que nos apoyen con tropas auxiliares.

—Y vos... Parecéis ducho en temas militares. Dígame señor, ¿cómo os llamáis y dónde habéis estado destinado? ¿En Hispania también?

Séneca sonrió ante las palabras de Escipión.

- Sabe tan bien como yo que la edad nunca es un problema, cuando nuestro cabello comienza a blanquear somos capaces de ofrecer mucha más experiencia y la verdad no veo yo mejor candidato para ocupar el puesto de cónsul - dijo con franqueza -. Estoy seguro que realizará un gran papel, por supuesto.

A Séneca le pareció que Escipión estaba desanimado por su trabajo en el senado, quizá solo eran imaginaciones suyas, o que estaba completamente sugestionado por la misión e intentaba buscar alguna trama política donde no las hubiera, pero quizá alguien estuviera animando al que debía ser cónsul a retirarse, quedando el puesto vacante en favor de su primo.

- No creo que pueda haber nadie mejor para acabar de conquistar Hispania que vos - comentó.

Mientras que su mujer se marchó para saludar a una vieja amiga, Escipión se quedó y sonrió sinceramente para acabar por estrechar el antebrazo de Séneca, abrazarle y acercar sus labios al oído del hispano.

–Nada me gustaría más que ser elegido Cónsul por segunda vez y pacificar Hispania… –susurró–. En cierta manera esa región es el legado de mi familia, los Escipiones, así que lo veo como un derecho natural, pacificador de Hispania y Cónsul dos veces… - saboreó aquellas palabras por un momento hasta acabar por robar las palabras que Séneca tenía en la punta de su lengua:

–Como mi abuelo adoptivo –se apartó entonces y volvió a representar el papel de cara a la galería–. Sin embargo, las leyes son las que son. Y salvo que lleguemos a un momento como Hannibal ad portas mucho me temo que no se atreverán a cambiarlas– sentenció dedicándole una sonrisa enigmática.

–¡Aulo, tú también estás por aquí! –saludó a otro viejo patricio–. Perdóname, pero si no saludo a mis viejos conocidos…

Algunas horas más tarde Séneca no sabía si le habían lanzado una sugerencia velada, o si simplemente era la resignación hablando.

- Mi nombre es Publius Rubellius Crispus. - Improviso ante el cónsul. - Si, tengo cierta experiencia militar, he estado en algunas campañas en el norte de África. Espero poder embarcarme con el nuevo cónsul hacia tierra hispanas. Podría ser un buen lugar para establecer mi residencia en el futuro.

Rápidamente cambia de tema para que no le pregunte sobre sus campañas en África. Hablar sobre la guerra del Rif el desastre de Annual o Abd el-Krim, no era lo mas apropiado.

- ¿Quien crees que será el proximo cónsul que vaya a Hispania? Me gustaría presentarme para que me tenga en cuenta entre su tropa.   

- Y los grandes latifundistas acaparan tierra en sus manos para luego explotar a los campesinos que no tienen ni un mísero trocito de tierra - le dijo Tatiana con mucha empatía. Si la historia era cierta, la ley agraria de los Graco consistía en confiscar tierra a los grandes patricios terratenientes y repartirlas entre campesinos y soldados licenciados.

Tatiana carraspea para hacerse un poco la interesante.

- Nosotros tenemos dinero, señor, pero no tenemos estatus ni estirpe. No olvidamos de donde venimos, del pueblo, que es quien más sufre los desmanes de quienes no entienden lo que es trabajar duro para conseguir dinero - le dijo.

- Apoyaremos a quien se comprometa a igualarnos en derechos lo máximo posible a los patricios... y a quien se comprometa a proteger al pueblo de los desmanes. En resumen, nos gustaría ser ciudadanos de pleno derecho. - le dijo sin paños calientes pero habiendo preparado el terreno antes.

Cuando Graco habló de mantenerse en el Senado Tatiana supo que su estrategia había funcionado.

- Puede contar con mi marido y conmigo para mantenerse, es un hombre honesto y honrado. He oído hablar mucho de su madre, ¡la romana que rechazó a un rey y se casó con un mercader romano!, soy admiradora, me gustaría poder ser tan buena romana como ella - le dijo halagándole.

- Estaría bien que nos reuniéramos en otro momento, con menos gente presente y así podríais mi marido y usted concretar términos y acuerdos.

–Eso no me corresponde a mí si no al Senado, del que formaré parte, claro está – contestó a Paco quien había estado ágil con el nombre–. Sin embargo, pueden mandar a cualquiera. Está todo muy tranquilo y estoy seguro de que pronto podremos considerar la totalidad de Hispania como Romana, desde la Tarraconensis hasta la Baética. Si vais a uniros para ir a Hispania, supongo que como oficial –aseveró, entonces miró a sus alrededores para confirmar que ningún esclavo estaba escuchando–Vivirás bien… Pregunta, sobre todo en las cantinas a los que han terminado sus 25 años de servicio… Aunque supongo que ya lo habrás hecho.

Y tras aquellas enigmáticas palabras se marchó divertido.