Partida Rol por web

A los pocos minutos regresó Manuel. En su mano traía cuatro platos sostenidos magistralmente, casi uno encima del otro. El olor comenzó a inundar el comedor.

El pollo se acabó, señores, pero mi mujer hizo esta mañana este riquísimo plato -anunció-. Y entonces vísteis que en aquellos cuencos que traía había una especie de guiso caliente de carne, patatas, zanahoras y tomate, entre otros ingredientes.

Tras colocaros en la mesa los menús, no tardó el mexicano en volver a la cocina y traer algo de pan, vasos y una jarra de vino, con varias cucharas de madera. Después encendió otro lamparón de aceite y lo colocó en mitad de la mesa, para que pudiérais comer con más luz. ¡Espero que les guste, no más! -os dijo-.

Espera, Manuel -Betty le llamó la atención-. Buscamos a un tratante de ganado llamado Remi Gautier. El ganado que hemos traído es para hacer negocios con él. ¿Ha pasado por aquí o ya se ha marchado?

El señor Gautier... -y señaló con un dedo a una de las puertas de las habitaciones-. Como comprenderán, es tarde, y se encuentra descansando. Sus hombres también.

Tenemos prisa, somos gentes de negocios. ¿Harías el favor de llamarle, si es posible? -más que una petición, aquella mujer mostraba un semblante oscuro. Parecía que que otra faceta de Betty era doblegar las mentes más débiles-.

Pe... pero señora..., es de madrugad... -Betty levantó una ceja, y entonces Manuel os miró, carraspeó un poco y bajó su cabeza, asintiendo varias veces-. Cla... caro. Un momento.

Entonces dio unos pasos a una de la habitaciones, se acercó a ella y golpeó levemente la puerta. Luego la golpeó otra vez, algo más insistente. Entonces ésta se abrió, una rendija, lo suficiente como para que un tipo asomara allí (aunque de momento no le vísteis el rostro).

Señor Gautier, unos señores... han venido a verle. Ganaderos -le dijo el hospedero-. Un asunto de negocios...

Entonces la puerta se cerró de un chasquido. Mientras comíais aquel delicioso y caliente plato, oísteis ruidos en el interior de la habitación. Parecía como si alguien se levantara de un jergón, y después se vistieran. Y estaba claro que había más de uno allí dentro.

En unos cinco minutos la puerta volvió a abrirse. De su interior salieron cuatro tipos, que por sus atuendos (pantalones rayados y camisas) parecían gentes de negocios. Ni siquiera el hospedero Manuel hizo las presentaciones, sino que uno de ellos, el que era más bajito y delgado, se presentó.

Buenas noches, soy Remi Gautier, de la compañía cárnica "Cowlorness and Brothers", de Ohio. Ustedes dirán -respondió el hombre con una acento francés ya diluido por los años-.

Somos tratantes de ganado de la zona, y hemos oído de su llegada a Texas hace unos días -contestó Betty-. Hemos venido a enseñarle una muestra de nuestras vacas longhorn, procedentes de uno de los mejores ranchos de Texas, sin duda.

El negociador le preguntó a la joven que de dónde veníais exactamente.

Del rancho Roca Luna -la mujer mintió, pero no se notaba en su rostro (al menos vosotros no le notásteis ningún ápice de nerviosismo)-, a ocho millas de aquí, junto al poblado de Ballinger. Se crían en la mejor pradera, se lo aseguro.

El tipo asintió, y entonces pidió ir a ver las reses. Enseguida salísteis del comedor y anduvísteis hasta el redil donde se guarecían las vacas, y donde algunos trabajadores de la posta las vigilaban de madrugada. Manuel os prestó el lamparón para poder llevároslo hasta allí. No tardásteis en enseñar aquellas nuevas marcas de hierro, una modificación de la firma de los Corony. Remi Gautier paseaba entre los animales, a cierta distancia. No estábais seguro si escudriñaba la muestra de vacuno con conocimiento de causa, o si era simplemente un escalafón medio en aquella empresa cárnica al que había enviado a una tierra lejana para llevarle algunas vacas, sin más.

Enseguida volvísteis al interior del comedor.

Bien, bien... -el tipo asentía, volviéndose a sentar en una silla-. Buena mercancía -comentó secamente-. Quince reses longhorn texanas: puedo ofreceros cuatro dólares por cada cabeza. -fue entonces cuando Betty os miró, como para ver qué os parecía, o como para que hablárais en tales negociaciones-.

Pronto volvió Manuel con el rancho, ya que todos estaban hambrientos y cansados. Y mientras quedarse a dormir allí no era una opción, ya que no disponían de tiempo, si que lo tenían para poder comer algo.

-Esto esta muy bueno Manuel, felicite usted a su esposa.- Le dijo al amable mexicano que también les estaba atendiendo a pesar de lo tarde que era.

Luego pudieron conocer a Remi Gautier, el empresario o representante que podría comprarles el ganado. Tuvo que vestirse y abandonar el lecho, en mitad de la noche. Cosas que podían levantar sospechas, pero este hizo su trabajo y tras evaluar las reses, les ofreció 4 dólares por vaca. 

Thomas no era un experto, pero el pensaba que aquel era un precio muy bajo, por un ganado de tan buena calidad, y así se lo hizo saber al señor Gautier.

-Perdone usted señor Gautier, tal vez no ha podido ver bien las reses en la oscuridad de la noche, a pesar de haber llevado la lámpara. Pero se trata de ganado de gran calidad, muy bien criado y alimentado. Cuya carne tiene que ser excelente. Creo que valen más de 4 dólares por cabeza.- Tenía que intentarlo, ya que aunque mucho dinero 4 $ era muy poco para un ganado de aquella calidad. 

El ranchero asintió a Manuel cuando deseo que aquel plato fuera de su gusto. La verdad es que Jeremiah había llegado con el estómago cerrado después de todo lo que había sucedido aquella noche. Pero al ver que estaba con Betty, Thomas y Trinidad, se tranquilizó y trato de no devorar el guiso, que estaba riquísimo.

Jeremiah escuchaba con atención aquella conversación entre Manuel y Betty. Su amiga era una mujer con carisma y no tardó en hacer que el hombre fuera a llamar al tal Gautier. Cruzaron miradas, pensando si aquella llamada a deshoras podría disgustarle, pero todo lo contrario: aquella gente solo quería dinero, en cualquier y cualquier hora.

Y la primera oferta era buena, pero habían pasado por mucho como para dejar que aquella fuera la final. Jeremiah sabía que su condición no le ayudaría, así que dejó los negocios a los demás, aunque estuvo atento a cualquier cosa.

El mexicano asintió, y se marchó a las cocinas contento por aquellas palabras. Mientras el representante* de la empresa cárnica escuchaba las palabras de Thomas sobre las vacas, tanto él como Jeremiah se quedaron mirando un instante a los otros dos tipos que acompañaba a Gautier.

Uhm... sí, las he visto bien -torció el gesto, se llevó la palma de la mano al sus cabellos, y se los atusó hacia atrás. Después se llevó la misma mano a la boca-. Está bien, os las dejaré a once dólares por res, si aceptan.

Aquel cambio en el negocio fue suficiente como para que el pago se inflara bastante. Tal vez el representante quería adquirir alguna muestra y salir cuanto antes de aquel polvoriento estado. Betty sonrió un poco, pero no se dejó llevar por la euforia.

John, trae el maletín: le entregaremos el dinero a éstos señores -y el tipo se marchó a la habitación-. Hardin, ve a avisar a los muchachos de la posta: mañana nos ayudarán a llevar la muestra hasta la estación de Canton -allí, en aquel pueblo a varias leguas más al norte aún, se ubicaba una parada del Kansas Pacific, que los llevaría directamente a Ohio-.

Durante la charla, advertísties que los dos acompañantes de Remi Gautier tenían, bajo sus ropas, sendos revólveres. Estaba claro que ese tipo no acudía a la zona desprotegido.

No tardó mucho en aparecer John con un maletín. Lo abrió allí, delante de vosotros, y os entregó en billetes los 165 dólares del total de la quince vacas. Tal vez no os diera para mucho tiempo, pero sí el suficiente como para que Henry Josua os volviera a contratar a principios de primavera. Tras entregaros el dinero, estrechásteis la mano con él, los tipos salieron de nuevo al exterior, para revisar de nuevo su mercancía recién adquirida.

Es hora de volver -y entonces apareció el hospedero por allí-. Manuel gracias por la cena -le dijo Betty, y con el pulgar le lanzó una moneda de plata de medio dólar, a lo cual el mexicano la atrapó al instante.

Con una sonrisa os despidió, y salísteis afuera.

Una vez en el exterior, comprobásteis que el portón de madera de la posta Graham lo habían abierto los porteros. Había caballos nuevos en el pequeño techambre, y unos tipos se refrescaban con el agua de una pila de agua fresca. Eran tres hombres.

Uno de ellos se acercó al ganado y puso los brazos en jarra. Acto seguido comenzó a hablar, a lo lejos con Remi y sus dos hombres. Los otros dos llenaban los pellejos de agua de aquella pila, y comenzaron a lavarse los cabellos, la cara y las manos (aseándose antes de entrar a descansar en la posta).

No tardásteis en escuchar algo, algo de la boca de Remi. Cuando os dirigíais a tomar vuestros caballos, vísteis que el nuevo cliente del lugar y Gautier os miraban en la distancia. El representante asentía, una y otra vez.

Sí, mercancía de Rose Spring. Traídas por aquellos buenos rancheros -escuchásteis-.

Entonces el tipo que charlaba con el de Ohio se alejó de él, y caminó hacia vosotros, levantando una mano como llamando vuestra atención.

Un momento, señores... -dijo mientras caminaba, aún a aunos cuarenta o cincueta metros-.

Fue entonces que vísteis a Betty bajar la cabeza, y aunque era en plena noche, se había colocado el sombrero rápidamente. El ala del mismo le tapaba el rostro.

Todo fue muy bien, casi les pagaron el triple por cada vaca. Con 165€ podrían aguantar bien hasta que les volvieran a contratar. Había sido una dura noche, pero muy productiva.

Se encargó de llevar el dinero, bien guardado en una bolsa y por debajo de la camisa. Ya lo repartirían más tarde.

Pero cuando estaban a punto de irse en sus caballos, unos recién llegados estaban hablando y preguntando por las reses. Les señalaron a ellos, y uno se acercó.

Era Clint Corony, era un problema. Mantuvo la calma y de forma educada le pregunto.

-Buenas noches! En qué podemos ayudarle?- Aquel tipo podría haber reconocido sus propias vacas. Se podía liar una muy gorda. Estaba alerta y preparado para la acción.

Las negociaciones habían llegado a buen puerto. No eran unas ganancias excesivas, pero suficientes como para vivir bien algunos meses de frío. Un plato caliente y alguna cama donde resguardarse de las noche, Jeremiah no necesitaba más. El ranchero salió contento de aquel lugar, en parte porque volverían al rancho del Sr. Josua y, con suerte, todavía estaría dormido. Pero algo se torció cuando estaban a punto de partir.

Jeremiah montó su caballo y le dio un par de palmaditas amistosas en el cuello para después coger su rifle tranquilamente y apoyarlo sobre sus piernas, por precaución. No sabía quién era aquel tipo, quizás un Corony, pero esta vez no iba a dejar que dispararan primero como hizo Macy en casa de Bill: esta vez no se jugarían la vida ni un segundo.

Así que el muchacho esperó a ver cómo se desenvolvía la conversación con Thomas, que fue el primero en recibirlo. Sabía que su compañero no era estúpido y que probablemente daban por hecho que las vacas que acaban de ser vendidas eran suyas, pero quizás algunas palabras podrían ayudar a desviar la atención o, al menos, darles tiempo para salir de allí.

El trato quedó cerrado en poco tiempo y con unos buenos beneficios para nosotros. Tras estrecharnos las manos, nos despedimos para irnos de allí y volver al rancho a dormir y descansar. Una noche frenética, sí. Muchos recuerdos me traían, sobre todo de mi hermano y su banda. Empezamos a preparar los caballos cuando vimos que habían llegado nuevos clientes a la posta y hablaban con el comerciante. Una sensación de peligro me asaltó. Cuando uno de ellos vino hacia nosotros, pude ver cómo Betty ocultaba su rostro bajo el ala del sombrero. Eso terminó de ponerme sobrealerta. Se trata de uno de los Corony y seguramente había adivinado que las reses remarcadas eran las suyas. Me separé un par de pasos por si había que sacar a relucir los revólveres y saludé.

-"Buenas noches. ¿Qué se le ofrece?" Dije secamente.

Ya no había marcha atrás y mucho me temía que habíamos sido descubiertos. Aunque saliéramos bien parados de lo que sucediera a continuación, ya no podríamos volver al rancho y seguir con nuestras vidas. Ahira éramos cuatreros, ladrones de ganado, y solo había dos sitios para nosotros: la cárcel o una vida delictiva.

Jeremiah había sido subido al caballo, tras cerrar el trato, mientras que Thomas y Trinidad estaban unos pasos por delantes, ambos enfrentados a aquel hombre, el cual se acercaba. Betty estaba un poco más allá.

Disculpen... -volvió a decir-, pero entonces giró su cabeza, arqueó las cejas y se detuvo. Y ello fue al veros a los cuatro colocados hacia él. Me ha dicho ese hombre de allí -apuntó con el pulgar hacia atrás, hacia Gautier-, que esas reses proceden de Rose Spring. Juraría que vienen del Rancho Corony, o tal vez del Rancho de la vieja Elena Carryman..., pero no me lo ha dicho. ¿Ustedes las han traído? -os miraba, y en realidad no os conocía demasiado, aunque Betty seguía con la mirada baja-.