Partida Rol por web

Sintió alivio cuando los Kirby aceptaron la propuesta, aunque lo peor estaba por venir en todos los sentidos. Primero, a saber que tareas les hacían hacer. Segundo, lo que sea que fuera que se iban encontrar no sería facil. ¿Y si los atrapaban y no les dejaban salir nunca mas? La opción le resultó más que viable, por lo que experimentó un escalofrío.

Sabine iba la mar de equipada, aunque Elodie guardaba cierto reparo en si todo aquello realmente iba a servir en un laboratorio secreto. Aunque ella misma no sabía ni qué llevar, la situación era complicada. Había visto peliculas sobre laboratorios secretos y todo parecía ultra protegido y vigilado. 

Se despidió con la mano de sus amigos y peladeó hasta su casa, a sabiendas qeu sus padres aún no habrían vuelto del trabajo. Lo primero que hizó fue calzarse algo fundamental:

Luego metió varios objetos en su mochilla: las tenazas de su padre, por si había que cortar algún alambrado, una linterna, y un martillo por si había que romper cosas... o defenderse de unos adultos trajeados. Barajó todos los objetos del garaje, pero realmente no sabían que les haría falta ni que se iban a encontrar.

Tras eso, volvió a coger su bicicleta hasta llegar al punto de encuentro.

- Realmente no sabemos que nos vamos a encontrar - expresó al resto en voz alta, antes las dudas de si les haría falta o no algo en particular- Debemos pensar enla opción de que haya demasiada seguridad y no podamos entrar. - dijo taciturna al resto.- Es lo que pasa en las peliculas. 

El grupo de amigos fue cada uno a su casa, o casi todos, y cogieron lo que creyeron oportuno para llevar a un laboratorio secreto. No sabían bien qué les esperaba, pero pensaban que al menos debían de esperarles los mellizos Kirby en el parque frente al ayuntamiento.

Pedalearon juntos con sus bicis hasta reunirse al lado de la fuente. En esos días calurosos, con la brisa de agua de los chorros, era el mejor sitio en el que esperar. Había pocos niños jugando allí, quien iba y venía hacía uso de la biblioteca mayormente. Eran pocos los que trabajaban en el ayuntamiento, los adultos se iban de vacaciones en verano al parecer. Igual que otros buscaban las montañas y la acampada de Romeo, los residentes del pueblo solían preferir ir a la playa cuando era opción y sus bolsillos se los permitían. A muchos de los trabajadores del ayuntamiento, su bolsillo se lo permitía.

Tras unos minutos de incertidumbre y de mirarse entre ellos, pensando que los mellizos se la habían jugado, acabaron viéndoles aparecer.

Martha derrapó delante de ellos, con media sonrisa socarrona.

-Seguidme si podéis niños, vamos un poco lejos- les soltó y aceleró con su bici, perdiéndose entre las calles. Billy no le iba muy detrás, siguiendo la estela de la bici de su hermana. Ambos pedaleaban hacia las afueras del pueblo, hacia el norte. 

Pedaleaban como si quisieran guardar distancia del grupo de amigos, quizás así era. Tomaron la carretera y pasaron al lado de la casa Jenkins. Las ventanas de la mansión les miraron avanzar como si de ojos vacíos se trataran, oscuras y escalofriantes, pese a que casi todos habían estado ya en su interior.

Los hermanos salieron de la carretera y se internaron en la arboleda tras la casa Jenkins. Allí era difícil avanzar con las bicis, así que acabaron por bajarse y empujarlas hasta llegar donde querían llegar. Martha soltó su bici y con un tirón fuerte abrió una escotilla oxidada.

-Por aquí se puede pasar- les indicó. -Es una vieja salida de emergencia, o algo así. Luego dentro os podéis meter en muchos problemas, pero eso es cosa vuestra, esclavos- volvió a sonreír cuando remarcó la última palabra, casi paladeando cada sílaba.

Elodie esperó nerviosa la llegada de los Kirby. Se llevó en varias ocasiones la mano a su herida, que se le resentía, en modo coordinado a los acelerados latidos de su corazón. 

- No van a venir, se están riéndo de nosotros... - murmuró en voz alta, aunque aquellas palabras estaban dirigidas casi más a sí misma, que al los demás. Quizá debiera sentir alivio de que no acudieran y jamás llevaran acabo la alocada aventura. Pero no era así. Ya no solo estaba el tema de Em, sino la curiosidad. ¿Que estarían haciendo allí dentro? ¿Habría mas niños como Em? Tenía que descubrirlo.

Cuando vió aparecer a los Kirby, exhaló con alivio. Aunque los mellizos no se lo pusieron nada fácil para que le grupo le siguiera y en más de una ocasión se vió tentada parar para respirar con apremio y relajar los músculos, que amenazaban con engarrotarse en cualquier momento. 

Al llegar a aquella trampila, Elodie miró la entrada con sospecha. ¿De verdad era una de emergencia o de verdad se estaban burlando de ellos? Tanteó la posibilidad y el evidente entusiamos de Martha ante el hecho de tener exclavos.

- ¿Cómo sabeis que es una entrada de emergencia? ¿Vosotros habéis entrado antes? - le preguntó a los mellizos, apostando a que era así. - ¿Qué hay abajo? - Elodie dejó su bici para echar un vistazo al interior de la trampilla que seguramente solo le devolvería negrura. Pero para eso había traído una linterna, asi que arrojó algo de luz para tantear las supuestas escaleras y luego intentar bajar, si el resto también estaba dispuesto a hacerlo. 

Estuvo a punto de resbalar, gracias a unas manos sudadas y el dolor de una herida reciente, pero salvó la situación en el ultimo momento y fue descendiendo despacio y de forma segura.

Todos habían pensado lo mismo que Elodie, pero al final si habían aparecido, y les habían llevado al lugar. 

Allí estaba. La misión. El trabajo. Alex dejó la bici a un lado y miró mal a los Kirby. 

—Yo cumpliré mi palabra y os haré las tareas que nos digáis. Siempre que no nos hayáis engañado. 

Si un hombre no tenía palabra es que no tenía nada. Y Alex quería convertirse en un hombre. Comía para ello. 

Una vez los Kirby se piraron, se colocó su chaleco y casco y fue a tirar el balón para ver si abajo se movía algo...

—Pero espera, que bajo yo primero y os agarro si os caéis —dijo a Elodie que ya estaba bajando. Esa era su amiga, tan valiente. 

Con facilidad bajó y vió si la chica estaba bien. 

—Qué buena idea, trajiste una linterna...

Esperó a que el resto fueran bajando, preparado para agarrarlas si caían. 

—Hasta ha traído un martillo y unas cizallas, que lista es...

-Si que llevas cosas, Debbie, jopé. -La cara de asombro de Hannah era remarcable. ¿Siempre llevará tantas cosas? Con lo guay que es viajar ligero. -El bocadillo hay que comérselo antes que se pone malo. ¿Me das un trozo? 

Luego todo fue pedalear, esperar, esperar, pedalear, sudar. Y derrapar, claro, que no solo Martha la Malota sabía hacerlo. Escuchó a la Kirby, puso cara de risa con eso de esclavos, y, aunque de naturaleza crédula, Hannah se preguntó por segundos si no les estarían engañando. Le pasaba lo mismo que a Elodie, sospechaba. Pero bueno, si los querían para las tareas, no les iban a tender una trampa, ¿no?

O sí. Para reírse de ellos. 

Después de estas disquisiciones internas, se encogió de hombros, la aventura es la aventura, el destino se verá. Se fue para esa especie de pozo - ¿Para qué te has vestido así, Alex? Se lo miró raro. Entre la violencia de antes y esto, pensó que a su amigo le sucedía alguna cosa -Deben ser los golpetazos que se da en el fútbol - le susurró a su prima mientras lo veía descender y luego a Elodie, asomándose al agujero. Estuvo tentada de gritar, "eco, eco, eco", pero tuvo la intuición de que a sus amigos les parecía mala idea. ¿Lo era?

-Ahora yo. -Bajó los herrumbrosos escalones con velocidad y agilidad, y cuando estaba ya casi abajo, saltó los últimos escalones.

- ¡Ja! Es que trepo mucho por el árbol al lado de mi ventana. Es una de mis vías de escape. Eso y que Mimi, una de las gatas, siempre se sube a la rama más delgada y le da miedo descender. Me toca ir a buscarla.

Se le olvidó encender su linterna- ¿Dónde estamos? ¿Es una trampa?

Los ojos de Sabine se abrieron como platos al ver aquella trampilla. La joven scout estaba acalorada después de la carrera en bici, que vaya caña le daban los Kirby al pedal, pero no iba a reconocerlo ni en broma delante de ellos. Así que mientras los primeros iban bajando, ella trató de recuperar el aliento sin que se le notase demasiado el cansancio. Le interesaban las respuestas que podían dar los mellizos malvados a las preguntas de Elodie, así que escuchó con atención. 

—No se os ocurra cerrarla cuando entremos —le dijo a los Kirby con tono de advertencia—. Si nos quedamos encerrados no podremos hacer vuestras tareas.

Esperó su turno y bajó sin mucha dificultad por la escalerilla. Al llegar al final dio un saltito y miró alrededor curiosa mientras iba sacando la linterna de la mochila.

No entendía por qué los demás temían que los Kirby no llegasen o nos dejasen tirados. Teniendo la posibilidad de poder aprovecharse más tarde de nosotros, estaba claro que iban a aparecer. Por muy prohibido que tuvieran lo de decir cómo llegar al laboratorio, ellos eran unos rebeldes. Así que no me sorprendí nada cuando aparecieron. Me limité a rodar los ojos al ver derrapar a Martha, aunque me pareció de lo más chulo que le había visto hacer.

Pedaleamos en silencio hasta alejarnos de Romeo. No me gustaba nada la zona en la que nos estaban metiendo, pero si era un laboratorio super secreto lleno de malos, tenía que dar mal rollo. Lo peor fue cuando llegamos ante la entrada. Si la situación fuera diferente, hubiera sido la primera en meterme de cabeza para explorarla, pero me dio algo de mal rollo, así que me quedé algo rezagada.

― Y como nos muramos ahí abajo os perseguiremos por los siglos de los siglos y no os dejaremos escuchar música en paz ―añadí a las amenazas de Sabine.

Después de que bajaran unos cuantos, me agarré a la escalerilla para empezar a bajar. Parecía más fácil ver cómo los demás bajaban que bajar en realidad; la escalera no era precisamente firme y casi me resbalo más de una vez, pero conseguí llegar al suelo.

― Por lo menos ya no tendremos que verles la cara a esos dos ―suspiré mientras sacaba la linterna para alumbrar el camino.

La Canadiense había llegado cansada a la meta, que a su vez, era un punto de inicio. Tomó aire lentamente y sintió como sus pulmones se agujeraban. Con los ojos cerrados apoyó los antebrazos en el manillar de la bicicleta dando gracias a que Hannah se hubiese comido el sándwich que traía en la mochila. Esa diferencia de peso, ahora mismo, le sabía a gloria.

Los demás fueron bajando y cuando ya solo quedaba ella, miró el agujero con cierto vértigo y el óxido de las escaleras con claro disgusto, poco a poco su sonrisa se fue desfigurando hasta quedar en ella una mueca de total desaprobación.

"Estamos locos" concluyó al tiempo que se calzaba en las manos sus calcetines de recambio para evitar cortarse con esos metales oxidados que hacían de escalera. La apariencia no era digna de ser fotografiada e incluso se sintió un poco en la piel de Elodie al hacer aquello, pero la idea tampoco había sido demasiado digna: tenía las piernas agotadas de pedalear cuando flaquearon, sus pies resbalaron y sus manos no lograron el agarre adecuado por lo que acabó resbalando por las escaleras.

En un intento de evitar hacer ruido, apretó fuerte los labios para que no escapara ningún grito asustado acumulando toda la adrenalina del momento en el corazón que para cuando alcanzó el suelo, le iba a mil.

Martha no iba a responder a las preguntas de Elodie, les habían traído y hasta ahí llegaba su parte del trato. No iba a contarles nada, porque cuanta más gente supiera, más problemas les supondría. No confiaba que esos niños no acabaran siendo unos soplones, así que sus secretos eran suyos y de su hermano. 

Simplemente sonrió y esperó que todos estuvieran dentro para cerrar la escotilla tras ellos. Al tiempo que cerraba, si alguien miró hacia arriba le pareció ver un brillo azul en los ojos de Martha.

-Abajo está lo que venís a buscar, qué preguntas- rio desde fuera y dejó a los niños en una casi oscuridad bajando las escaleras.

Abajo se veía algo de luz, por lo que la bajada era en una penumbra que iba desapareciendo conforme llegaron todos al suelo.

El grupo de amigos miraron a su alrededor y vieron que se encontraban en una especie de túnel o pasillo hecho de cemento armado. Hacía fresco allí abajo, pese al calor que hacía ese verano. El olor era sin duda a humedad, el sitio olía como las tuberías que había bajo las casas y por las que a veces se escondían las zarigüeyas y los mapaches.

En algún lugar pensaron oír una gotera que retumbaba en el lugar. No oían nada más cerca, pero seguramente deberían andarse con cuidado. No conocían ni las dimensiones del lugar, ni a dónde dirigirse. Al caminar un poco notaron que hasta sus pasos podían retumbar en aquel lugar tan inhóspito. Debían buscar a Em y salir de allí, al menos conocían por donde escapar en caso de dar con ella.

Cuando Martha les cerró la trampilla y estuvieron a oscuras por unos instantes, Elodie sintió de súbito una fuerte angustia en el pecho. Como si comprendiera en ese momento que lo que estaban haciendo era una realidad. Algo realmente gordo y peligroso. Al que, a todas luces, seguramente se acabaría formando parte de los fantasmas que la visitaban esta últimas noches. Los espectros de los malos recuerdos de los últimos dias, hechos de miedo e incomprensión. Pues, al fin y al cabo, sólo era una niña. Pese al atracón de información que obtenía de los libros inapropiados para su edad. Cuando los temores mentales se vuelven tangibles y reales, ahí sabes lo que es el miedo de verdad.

Pero ahí estaban, ya no había marcha atrás. Vió a todos bajar y luego los miró buscando coordianción para dar el siguiente paso. Tras los primeros pasos comprobó que la acústica de aquel lugar les podía delatar, por lo que hizó un gesto de silencio y procedió a descalzarse para que sus pasos quedasen silenciaddos. Luego guardó sus zapatillas en las mochila. 

Miró después a un lado y otro del corredor, no sabían a donde dirigirse y quizá estaban caminando para la dirección equivocada. 

Sabine asintió con la cabeza repetidamente a las palabras de MJ, apoyándola del todo. Y cuando Martha cerró la trampilla, dio un respingo y frunció el ceño, preocupada. 

—Espero que se pueda abrir desde dentro —susurró, bajando la voz automáticamente al estar ahí abajo. 

Encendió la linterna y apuntó un poco alrededor para ver el sitio. Daba muchísimo miedo. Si no fuera porque no podían dejar a Em ahí encerrada, aquello le habría parecido una idea malísima. Pero tenían que salvarla, eso era así, y Sabine no era ninguna cobardica. 

—Y espero que no nos roben las bicis, que menudos son. 

Empezó a andar, pero cuando vio lo que hacía Elodie de quitarse los zapatos, se detuvo ella también e hizo lo mismo. Luego ató los cordones y se los colgó de la mochila, como se hacía en las excursiones cuando había que pasar por un río. Le dieron ganas de contarle cosas sobre cómo atravesar ríos a sus amigos, pero se mordió la puntita de la lengua. En lugar de eso entrecerró los ojos y se concentró en intentar orientarse ahí abajo. 

Hannah miraba estrechando los ojos hacia el interior de lo que parecía un profundo túnel. Por eso no de fijó demasiado en las dificultades de su prima para bajar las escaleras hasta que casi se le cae encima.

-Te falta fuerza. Tienes que saltar y correr más en Canadá. Siempre te vas de las vacaciones en forma y regresas debilucha, Debbie -susurró, sonriendo.

Arrugó la nariz ante el olor a humedad y cerrado que te acababa por picar las fosas nasales y contuvo a duras penas un repentino estornudo. Cuando se pusieron en movimiento, todo lo silenciosas que pudieron, recordó su linterna, la sacó y encendió, quedándose atrás, con su prima. -Si nos roban las bicis es la oportunidad de que me compren otra -se dijo a sí misma. Lo cierto es que la suya, heredada, se le estaba quedando pequeña, y era hora de tener una propia.

O que Caroline me pase la suya.

Después de Alex, descendieron sin más problemas Sabine, Hannah y MJ, todas expertas exploradoras. Debbie tuvo algún problema resbalando los últimos escalones pero no se hizo daño al bajar, y allí estaban todos para agarrarla a la luz de la lámpara de Elodie. 

Las palabras de Sabine eran una preocupación más 

—Por su bien sí, si no diré que ellos nos indicaron que aquí había setas y nosotros simplemente bajamos a por ellas —susurró. 

La exploradora parecía querer orientarse. Él no se quitó los zapatos, ya olía demasiado mal ahí abajo y de todas formas, tenía suelas de goma. 

—Marquemos con una tiza el camino de vuelta —se le ocurrió decir. No quería perderse. 

Debbie sabía que Hannah llevaba razón en lo del ejercicio por lo que su comentario le encendió las mejillas ya de por sí acaloradas por el susto en la escalera. Tiró de su gesto entrenado para dejar caer el pelo de detrás de la oreja como si fuera algo casual que oportunamente escondió la mitad de su rostro y verguenza. 

Asintió con la cabeza y agachó la mirada aprovechando la luz de los demás. No había previsto lo de las linternas pero en su defensa: era pleno día por lo que era inimaginable su utilidad.

"Como no llegue a la cena... "

Miró la fila que avanzaba por el túnel y se empapó de un nervio y miedo qué no lograba entender. Pero aquello no le gustaba.

Como Alex le quedaba algo lejos, agarró con ambas manos la de su prima y recorrió el camino pegada a ella.

Elodie trató de recordar sobre los libros de refugios secretos y búnkeres que había leído una vez, al parecer mucha gente pensaba que si venían los aliens era la única manera de protegerse: escondiéndose. Pero Elodie no tenía mucha idea de nada ahora mismo.

Sin embargo, Sabine sí sabía. Le fue muy fácil levantar la cabeza y decidir seguir el cableado eléctrico. Porque si aquella era una salida de emergencia u olvidada, los cables llevarían a la fuente de energía. 

La joven exploradora guio al grupo, hasta que se encontraron en una zona distinta de aquel subterráneo. Allí había puertas, un pasillo brillante y las luces fluorescentes iluminaban la zona con un tono pálido y enfermizo. En aquella zona no parecía haber nadie, al menos no oían nada y el olor a humedad se había mezclado con el de productos químicos. Era como si se encontraran dentro de un hospital de esas películas de miedo, esas que sus padres no les dejaban ver nunca.

Tras algunas puertas había luz, tras otras había oscuridad absoluta y algunas incluso estaban abiertas, invitando a los fantasmas que pudieran pulular por aquel lugar a moverse libremente.