Partida Rol por web

Durante la velada Thorwyn se mostró una vez más pensativo, introspectivo. Se planteaba cosas, montones de cosas: de la responsabilidad que tenían respecto del encargo solámnico, de su posición moral, de la natural gobernancia dela zona por parte del dragón, de si tenían derecho o no a encabezar una rebelión o si ésta era siquiera posible, de las posibilidades reales que tenían de aventurarse hasta la ciudad en ruinas para asegurarse de que los nerakanos, goblins y hobgoblins estaban allí como les había dicho Esmani o no, así como si sería luego factible eludir las patrullas y monstruos del pantano para volver a Kalaman…

Pero al menos les trajeron cena. El enano observó sin asco lo que les traían y probó todo, apartando las verduras y frutas y decantándose más bien por batracios e insectos. La carne ahumada no estaba a su gusto y, aunque la probó, no la hubiera recomendado.

Tomó apunte de la desavenencia entre Kylian y la neutralidad de los bakali. El clérigo de Gilean estaba desencantado con ella, lo que no dejaba de ser irónico. Era como si los hombres-lagarto le hubieran pagado con la misma moneda a él que lo que el clérigo les había dado al grupo en el pasado. Una prueba más de que los dioses tenían sentido del humor.

─Tuve que dejar atrás mi carreta y, además, nunca llevé material de escritura en ella... Pero en cuanto lleguemos a un lugar civilizado puedo intentar conseguirte algunos a buen precio ─contestó el arcanista enano a Kylian cuando éste le pidió sobre material para inscribir pergaminos. Aquello era caro, demasiado caro para lo que podía permitirse el humilde comerciante, aunque si estuvieran en Kalaman podría haber encontrado fácilmente suministros a buen precio que revenderle con una minúscula comisión.

El resto de intervenciones decantaron el camino a seguir por el grupo. La mayoría de los compañeros se habían expresado en el sentido de continuar adelante con sus pasos por el pantano, para tratar de encontrar Mem, a los nerakanos y todo lo demás. Bien, así fuera.

Por fin entraron los bakalis ladrones y no tardaron en demostrar su valía personal: eran ladrones y tenían poco que perder. Habían sido torturados y esperaban morir, así que ahora pensaban vender cara su vida. El ataque a Lluvia no le sorprendió demasiado, mucho menos, de hecho, que la imprudencia de la bárbara que-shu. Se lo había ganado a pulso. Pese a todo era su compañera, así que habría que rescatarla. La intervención de Iblirack resultó muy oportuna. Y Lluvia ahora imploraba por la vida de quien a punto había estado de degollarla.

─Ahora sólo entiende un idioma... ─sentenció el enano para, acto seguido, invocar el poder de la magia y que dos dagas doradas se materializaran en sus manos, trazando sendas rápidas parábolas que impactaron infalibles en el torso del enorme hombre-lagarto.

─Lluvia, tengo un hechizo para hablar su idioma, no me has dado oportunidad de utilizarlo...

El macho forcejea entre los brazos de Iblirack, tratando de liberarse de su presa estranguladora sin éxito y acuchillando allí donde consigue alcanzarle. Por fortuna para vuestro benefactor bakali, la pequeña daga de su rival no es un arma muy eficaz contra las duras escamas que recubren su cuerpo.

Entretanto, la hembra se abalanza contra Enrielle y aunque la exploradora consigue esquivar su embestida, no logra evitar llevarse un zarpazo superficial que escuece más de lo que duele. Enrielle se defiende, propinándole una patada en la espinilla que obliga a su atacante a saltar a la pata coja, dolorida y furiosa.

Haciendo caso omiso de las peticiones de Lluvia Estelar, tanto Lowen como Thorwyn optan por poner fin a la refriega de forma expeditiva. El primero echa mano de su mangual y a punto está de golpear accidentalmente con él a Kylian. El segundo, opta por emplear su magia contra el atrapado hombre-lagarto arrojándole dos proyectiles de fuerza arcana que impactan infaliblemente contra su pecho.

Rugiendo de dolor, el corpulento macho forcejea con desesperación hasta soltarse de Iblirack. Vuestro guía ha recibido algunos navajazos superficiales de escasa gravedad y, por sus ademanes, parece estar tratando de calmar a su adversario hablándole en su lengua natal.

Sin embargo, acosado y malherido, el corpulento macho ni le mira; ahora no le queda ninguna duda sobre la bondad de vuestras intenciones a pesar de que ni Lluvia Estelar, ni el clérigo de Gilean han tratado por el momento de hacerle daño. Y, desperado, suelta la daga para lanzarse contra el arcanista enano con uñas y dientes. Thorwyn trata de protegerte como puede de la lluvia de zarpazos, mientras las garras del bakali abren surcos sangrientos en sus gruesos brazos y barbudas mejillas.

La mujer-lagarto aprovecha para embestir contra Enrielle una vez más pero esta vez la Legionaria de Acero está mejor preparada y esquiva con elegancia cada una de las acometidas de su adversaria.

Kylian, al ver que aquellas criaturas no atendían a razones y que no serían aprovechables en su misión, pues no podían fiarse de ellos vista su belicosidad, corrió hasta donde se encontraba el enano, el cual estaba siendo hostigado por uno de los agresivos reptilianos, y le lanzó un bastonazo directo a la cabeza. Si no podían razonar con aquellos tipos de sangre fría, mejor sería apalearlos y cumplir así la sentencia de Esmani. 

─¡¡Arjjj!! ─aulló de dolor el arcanista enano.

Aquel no era un humanoide inteligente, no, era brutal, instintivo y rabioso. En vez de tratar de huir cuando tenía la oportunidad, habiéndose zafado de la presa de su congénere, se lanzaba de regreso a la cabaña para tratar de acabar con el que le había atacado. Y su arrebato de fuerza le pilló por sorpresa al enano, que de repente se vio con una enorme mole mucho más pesada y fuerte que él.

Instintivamente Thorwyn convocó el poder de su hechizo destructivo más poderoso: el Rayo Abrasador. Por desgracia, estando como estaba debajo de su enemigo, forcejeando, poco podía enfocar sus manos hacia donde era menester...

Cierro los ojos y me llevo las manos a las sienes. ¡Qué desastre! Esto era totalmente innecesario. Solo son dos bakali desarmados, heridos y asustados, rodeados de guerreros veteranos. No suponen ninguna amenaza para nosotros pero si los sometemos sin piedad habremos perdido cualquier esperanza de ganarnos su confianza. ¿A alguno de nosotros nos gustaría que nos trataran así en su situación? Desde luego, a mí no. ¿De verdad no somos mejores que esto?

Niego con la cabeza con tristeza cuando veo que el último que quedaba por entrar en acción se lanza bastón en mano a por  el hombre-lagarto. No puedo evitar pensar que, en cierto modo, esto es también culpa mía por no haber anticipado que no comprenderían el Común y se pondrían nerviosos en cuanto se vieran libres de sus ataduras.

—No los matéis, por favor —suplico una vez más, en un susurro derrotado y con lágrimas en los ojos.

Nadie me escucha, puede que incluso se digan a sí mismos que me hacen un favor y que están vengándome, cuando en realidad están llevando a cabo una carnicería contra una pareja indefensa que lucha a la desesperada por su vida.

Lowen sintió un sudor frío cuando casi alcanza a Kylian con su mangual, pero se repuso en seguida. Aún le ardían las sienes por la ira y la frustración que sentía, y ya solo pensaba en resolver aquello del único modo que parecía llevarle a algún sitio. Pero la desesperación y la rabia solo le llevaron a barrer con su mangual el aire, en un intento inútil de golpear al bakali de la daga, reventando un cuenco lleno de insectos duros en el proceso. El espacio era demasiado estrecho, y sus amigos estaban por todas partes, estorbándole para dar el golpe que necesitaba. No sentía la compañía de los ancestros de Lluvia, ni la inspiración de los fundadores de su orden, ni nada. Solo una rabia ciega y un tanto infantil que le impedía actuar con eficacia.

La situación dentro de la cabaña se había vuelto una locura. Zarpazos, patadas, dardos mágicos y mangualazos al aire por doquier. La mujer-lagarto le plantó cara y no había podido llegar al macho, pero éste había vuelto como una fiera al interior de la choza y la había emprendido a duros zarpazos contra el enano.

Enrielle esquivaba las garras, y se resistía a desenvainar la espada, pero comprendía que la situación se había descontrolado en un momento, tanto que cada vez parecía peor. Con un buen giro de cintura que había aprendido en alguna que otra reyerta de taberna, logro atizarle un buen golpe a la mujer-lagarto, tratando de que fuera suficiente para que desistiera de seguir luchando.

— ¡Rendíos, o moriréis! — chilló a la bakali, aunque cada vez estaba más convencida de que no la entendían en absoluto.

El clérigo de Gilean aprovecha que el macho está entretenido con Thorwyn para atacarle a traición por la espalda y propinarle un duro bastonazo. De haber logrado acertarle en la cabeza, como pretendía, seguramente le hubiera abierto el cráneo; pero el golpe de Kylian solo consigue alcanzar al alto hombre-lagarto a la altura de sus omóplatos y su arma de madera se estrella contra la cresta ósea que recubre su espina dorsal sin causarle daño alguno.

Mientras el arcanista enano resiste como puede los golpes que se le vienen encima de su corpulento y enloquecido enemigo, intenta recitar las palabras de su conjuro más mortífero. Sin embargo, sus manos están demasiado ocupadas tratando de parar inutilmente los ataques que son incapaces de realizar los complejos símbolos requeridos y su conjuro sencillamente se desvanece en el aire a medio formar.

Entretanto, Enrielle contraataca a la hembra con una nueva patada que logra alcanzarla en la cadera y desestabilizarla. Con un gemido de dolor, la mujer-lagarto redobla sus esfuerzos por someter a la exploradora de vuestro grupo. Sus garras de la mano derecha arañan la armadura de cuero tachonado de la legionaria sin conseguir atravesarla pero las de la mano izquierda abren un surco sangriento en el pómulo de su adversaria.

Desesperado por exigir una reparación de lo que él considera el honor mancillado de Lluvia Estelar, el caballero de la Corona vuelve a blandir brutalmente su mangual contra el desprevenido hombre-lagarto en una actitud muy poco solámnica. Para su desgracia, la bola de acero con pinchos pasa a varios centímetros de su objetivo y termina estrellándose contra una de las cestas de comida, haciendo que insectos secos y vivos por igual vuelen en todas direcciones.

Ignorando los esfuerzos de la pareja situada a su espalda, el fornido hombre-lagarto continúa ensañándose con el sobrepasado Thorwyn, asestándole un zarpazo en el estómago y una dentellada en el hombro.

Iblirack continúa tratando de razonar con la pareja pero está claro que ambos luchan a la desesperada, temorosos por sus vidas y decididos a venderlas tan caras como puedan, pues sienten que no tienen nada que perder.

- ¡Tranquilo Thorwyn! - Exclamó el clérigo al ver que el enano empezaba a sangrar de forma alarmante.

De nuevo, con una serie de golpetazos rápidos, apaleó al reptiliano que se afanaba por acabar lo que había empezado. Si no lograba impedirlo, muy posiblemente perderían al maese enano y eso era algo que no estaba dispuesto a consentir. Tampoco le quería ningún mal a aquella criatura escamosa, pero lo cierto era que no tenía mejor forma de detener sus intentos por matar a su amigo, que a base de bastonazos.

Un bastonazo de Kylian en la articulación de la rodilla izquierda obliga al hombre-lagarto a hincarse de hinojos contra su voluntad y un segundo golpe en lo alto de su coronilla termina tumbándolo definitivamente, con su oscura sangre resbalándole por las sienes.

Sola y rodeada de extraños armados, la hembra bakali echa a correr hacia su compañero y se tiende sobre su cuerpo inerte en un gesto claramente protector mientras os mira con una mezcla de odio y miedo.

La batalla ha terminado, al menos por su parte.

Kylian soltó su bastón y mostró sus manos desnudas a la concubina de aquel lagarto agonizante. Se acercó lentamente hacia éste, tratando por todos los medios de parecer inofensivo. Sus movimientos fueron lentos y trataba de transmitirle toda la calma que podía expresar. No deseaba hacerle daño a aquella criatura, no más daño al menos, como tampoco quería ir en contra de la voluntad de Lluvia Estelar de salvar la vida de aquellos beligerantes lagartos.

Kylian se arrodilló junto al cuerpo inerte del macho

- Tradúceme, por favor. - Le dijo con una voz suave y sosegada a Iblirack. - Voy a parar la hemorragia. No quiero hacerle daño, sólo salvarle la vida.

Y sin más tocó una de las piernas del inconsciente reptil, tratando de que su dios patrón Gilean, sanara las heridas de aquella bestia, al menos para evitar que muriera desangrado.

— ¡Ay! — se quejó Enrielle tocándose el pómulo con el dorso de la mano, comprobando que tenía sangre. La miró furiosa — Con que esas tenemos, ¿eh? ¡Ahora verás!

Ya iba a saltar sobre ella, dispuesta ya a dar todas las patadas, puñetazos y hasta mordiscos que hicieran falta. Puede que ella tuviera menos uñas y dientes, pero no menos genio.

Sin embargo, Kylian consiguió poner fin a la reyerta con una par de certeros bastonazos que tumbaron al grandote. Cuando la mujer-lagarto dejó de luchar, Enrielle se retuvo. Respirando agitadamente se apartó, brazos en jarras. Demonios, pero qué lagartos más peleones.

Lowen estaba furioso por todo cuanto había ocurrido en aquella estancia. Los golpes, su torpeza, las heridas de Thorwyn, los lagartos desatados. Kylian pedía una traducción, pero la mente embotada del solámnico no alcanzaba a hilvanar el hecho de que aquellos seres no les comprendían. A sus ojos, no eran más que dos proscritos salvajes de una raza a la que no comprendía.

Pese a todo, contuvo su ira, recogiendo el mangual en vez de estrellarlo contra la otra bakali, como se sentía impelido a hacer. En lugar de ello, buscó una cuerda o algo con lo que volver a maniatar a aquellas criaturas. Sabía que el clérigo de Gilean podía obrar el milagro de devolver a la vida al bakali al que acababa de descalabrar, pero no pensaba volver a arriesgarse, y le daba igual lo que opinasen sus compañeros de viaje. No se jugarían más el pellejo inútilmente por profesar compasión a criaturas de las que no sabían nada.

- Si vamos a viajar juntos y a trabajar juntos, tendremos que empezar a hablar antes de tomar decisiones. - dijo, con evidente cabreo - Estos dos son proscritos entre los bakali. No podemos confiar en ellos más de lo que podríamos confiar en dos proscritos de nuestra raza, y nuestras diferencias en este caso son aún mayores.

Mostró la cuerda a sus compañeros.

- Si se vienen, que sea atados. Cuando demuestren que podemos confiar en ellos, les soltamos. No antes.

El joven solámnico había tocado fondo. Ya habían liberado a Kylian sin estar él de acuerdo, y también al prisionero nerakano. La misión que les había traído allí parecía cada vez más secundaria, y se sentía arrastrado por fuerzas e inercias que no controlaba. Pero estaba dispuesto a recobrar el rumbo, enderezar sus acciones y cumplir con la tarea que les habían asignado sin desviarse. Lo que no tenía claro era que todos sus compañeros compartiesen ese rumbo.

Cuando Iblirack traduce las indicaciones Kylian, la mujer-lagarto se mantiene cauta pero dócil mientras el clérigo de Gilean atiende el chichón que ha comenzado a salirle al bakali macho.

Éste abre los ojos, desorientado, y se lleva sus garrudas manos a la cabeza de la que todavía mana un poco de sangre. Está muy débil y confuso y no le quedan fuerzas para seguir presentando batalla; ni siquiera para ponerse de pie sin ayuda de su compañera.

Sin embargo, no tiene ocasión de hacerlo antes de que Lowenherz se le eche encima, lo inmovilice bajo el peso de su cuerpo y le ate las muñecas a la espalda con una de las sogas que guardaba en su saco. La mujer bakali gruñe, claramente indignada por el trato que está recibiendo su compañero, pero ella misma no tarda en encontrarse en idéntica situación tras ser sometida fácilmente por la fuerza superior del caballero de solamnia y atada con su segunda cuerda.

- Ahora que estamos todos tranquilos... - Respiró profundamente. - Iblirack, ¿serías tan amable de volver a comunicarles a estos amigos, lo que te he dicho que les tradujeras? - Le pidió. - Y quiero una respuesta clara por su parte. Cualquier nuevo signo de hostilidad, podría ser el final de nuestra relación y su inmediata puesta a disposición jurisdiccional de Esmani, lo que sin duda alguna, no conllevaría nada bueno para ellos. 

Miró entonces al enano. Había recibido una buena paliza. Pese a aparentar ser un tipo robusto, era más blando de lo que cabía esperar en un enano. Los años de estudio de lo arcano habían provocado una dejadez física evidente y sumado a que no portaba ningún tipo de armadura, le hacían un blanco demasiado fácil para los ataque enemigos. 

- Estás hecho un trapo... - Le dijo. - Déjame ver... - Se acercó a él e impuso sus manos sobre sus heridas. - ¡Oh Gilean, haz con tu divina intervención que las heridas de este aliado sanen de forma inmediata! 

—Eso... eso no es necesario... —protesto, cuando veo que Lowen comienza a inmovilizar a la pareja de esforzados bakali.

Ninguno me escucha pero supongo que debería consolarme el que todavía sigan con vida y no con la cabeza aplastada bajo el mangual de mi amigo especial o rostizados por alguno de los conjuros de Thorwyn.

Dedico una mirada agradecida a Kylian y a Enrielle por haber hecho el esfuerzo consciente de contenerse en lugar de acabar con los asustados hombres-lagarto. Hubiera sido mejor no tener que emplear la violencia, pero dadas las circunstancias...

—Gracias a ti también, Iblirack, me has salvado la vida así que ahora estamos en paz —le reconozco de corazón. La verdad es que no creo que me hubieran matado, pero él no tenía forma de saberlo y actuó de forma valiente para ayudarme—. Por favor, sé mi intérprete y ayúdame a explicarme, porque me temo que sin ti no voy a ser capaz de hacerme entender.

Me acuclillo junto a la pareja de bakalis nuevamente heridos. Mis anteriores esfuerzos ahora se encuentran muy malogrados.

—Diles que he intercedido ante la Voz del Gran Señor para que les perdone la vida y que, a pesar de haber recibido de ellos mal por bien, no siento rencor por sus acciones sino admiración por su coraje —solo puedo confiar en que nuestro guía devenido en intérprete traduzca mis palabras de manera veraz, porque está claro que en Común no me comprenden—. Diles que sé que hace falta mucho valor para enfrentarse desarmado a oponentes que te doblan en número y en experiencia en la batalla; y que ese valor no es menor que el de desafiar al dragón que os gobierna y que os ha convertido en esclavos de extranjeros. Diles que yo no aspiro a convertirme en su nueva señora, porque reconozco que el espíritu indómito del valiente pueblo bakali no puede y no debe ser sometido por nadie y que sus ataduras no les hacen menos libres. Diles que somos amigos del pueblo bakali, que sus enemigos son los nuestros y que si lo desean les daremos la oportunidad de vengarse de ellos. Y diles también, para que no tengan dudas al respecto, que la generosidad de mis amigos les ha perdonado la vida por segunda vez, pero que no habrá una tercera si persisten en despreciar nuestra amistad.

El final de la escaramuza dejó a un enano al borde de sus fuerzas, magullado y agotado física y mentalmente. Resultaba increíble lo rápido que las situaciones meridianamente tranquilas y aparentemente calmadas podían sumirse en el caos y el dolor. Thorwyn estaba herido en varios sentidos. La ayuda curativa del clérigo fue bien recibida, no así sus palabras. El enano frunció el ceño todavía más, si eso era posible, pero no dijo nada. Y su mal humor se atemperó con la desaparición del dolor en su cuerpo.

─Gracias, Kylian ─dijo simplemente, un sentido agradecimiento.

Lowen procedió a atar a los bakali una vez más y, no estando en condiciones de ofrecer verdadera resistencia, la escena volvió poco más o menos al principio. Lluvia, de hecho, comenzó a repetirla, pero por fortuna al menos ahora no desató las cuerdas tan alegremente. El enano asintió a la bárbara, ahora sí viendo con buenos ojos el nuevo rumbo que tomaba la conversación.

─Un momento que me prepare, por si toman nuevamente una mala decisión...

El arcanista invocó en rápida sucesión varios hechizos, primero cubriéndose con una armadura mágica¹, luego usando su magia para que le hiciera de intérprete², a continuación incrementó con la magia su agilidad³, después siguió un hechizo para escudarle⁴ y, por fin, finalizó alterando su propio aspecto⁵ al de un bakali parecido al que había acompañado a Kylian cuando lo habían visto al llegar a la capital de los hombres-lagarto.

Enrielle, con las manos en las caderas, caminaba dentro de la choza para sosegarse tras la pelea. Cuando Kylian se acercó al enano se dio cuenta de lo mal parado que había resultado. Desde luego había acabado hecho unos zorros, pero por suerte ya parecía mejorar.

Escuchó atentamente los discursos de Kylian y Lluvia Estelar, esperando que Iblirack tradujese adecuadamente. Que no entendieran la lengua común era un problema para bregar con ellos. Además probablemente tendrían que llevarse al intérprete allá donde fueran. Con un poco de suerte no se encontrarían más wyverns.

Estaba de acuerdo con que permaneciesen atados, pero aún así se acercó a Lluvia Estelar y le puso la mano en el hombro. La que-shu tenía un corazón demasiado noble para este mundo traicionero y engañoso, y quiso que notara su cercanía.

Y hablando de engaños... La exploradora se giró lentamente al pequeño dragón que se había revelado en la cabaña. Se acercó para observarlo más de cerca, con curiosidad y detenimiento, e incluso acercó cautelosa una mano para ver si le olisqueaba o algo así.

— ​​​​​Veo a Gilasí un poco cambiado, ¿no os parece? — comentó con cierta ironía, echando un vistazo a los dientes que casi le mordieron un tobillo en su primer encuentro. Entendía que de algún modo mágico habían alterado el aspecto del bicho, porque de otra forma no se lo explicaba, y viendo que nadie parecía haberse sorprendido se temía que era la única que no lo sabía. Miró a Lluvia Estelar un momento con una ceja levantada. — ¿De verdad lo has traído de tu tierra?

No tengo forma de saber si lo que Iblirack traduce es lo que le digo, pero le dejo hacer confiando en que al menos actuará de buena fe.

Entonces escucho a Enrielle y me doy cuenta de que no hemos sido del todo sinceros con ella respecto de nuestro dragoncito de Latón. No es que la hayamos mentido, claro, pero hemos omitido aquella información que considerábamos que ponía en riesgo su seguridad y la del resto de nosotros. Ahora que los bakali lo han visto, parece que eso ya no importa demasiado.

—Es... —acaricio las diminutas escamas de la cabeza de Jiłhazhí con maternal cariño—. Es una larga historia que me encantaría contarte algún día con detalle. Pero no, ya te dije que no lo traje de las Praderas de la Arena, sino que lo rescatamos de las montañas Astivar, del campamento que los caballeros de Neraka tenían allí. Perdimos a un amigo muy querido en el proceso, Glin. Fue él quien lo encontró, Lowen lo sacó de la guarida de los nerakanos y Kylian y yo lo ayudamos a eclosionar. Y, una vez que llegamos a Kalaman con él, Thorwyn nos ayudó con su magia a ocultar su verdadera naturaleza. Así que es nuestro pequeño, el de todos nosotros.

Lowen dedicó una mirada contrariada a Lluvia cuando le dijo que no era necesario atar a los lagartos. ¿Acaso era él el único que se daba cuenta del peligro que representaban? Aquellas bestias tenían garras y colmillos, y eran peligrosas. Habían herido a Thorwyn, y bien podían haberle causado un daño mayor. Parecía que la ayuda divina les hacía indiferentes al peligro, pero él había sufrido y sufría con cada nuevo enfrentamiento heridas que, de no poseer tal favor, le habrían enviado al otro barrio muchas veces. No entendía cómo sus amigos no lo comprendían.

Pese a todo, no dijo nada, limitándose a dejar atados a los lagartos, con la firme intención de no liberarles en tanto no hubiese un buen motivo para ello. Aquellos seres no eran rebeldes que se habían alzado contra el gran amo Mohrlex. Eran ladrones. Proscritos entre los proscritos, lo más bajo de una sociedad coronada por un dragón, cuya naturaleza, sospechaba Lowen, distaría mucho de ser benévola. Si Lluvia quería intentar ganárselos con ese argumento, allá ella: él no iba a depositar su confianza en esas criaturas. Ni a permitir que se las volviese a liberar.

Después de aquello, escuchó una vez más la historia de Lluvia sobre el dragoncito. Lowen se agachó junto a él, palmeándole en la cabeza.

- En efecto, este es nuestro pequeño amigo. - dijo con cierto orgullo de padre - Su protección es lo más importante para nosotros, por eso no hemos revelado su naturaleza a nadie. - miró a Enrielle, con una sonrisa - ¿Podrás ayudarnos a guardar el secreto?

Gilyasí era otro buen motivo para no seguir adentrándose en la ciénaga y corriendo riesgos innecesarios. Pero tendrían que tensar la cuerda un poco más.