Partida Rol por web

Kylian lanzó un último garrotazo tratando de evitar lo inevitable, que aquella bestia maligna escapara sin prácticamente recibir un rasguño. De nuevo se topó con el aire en su embestida. Todos sus intentos por acabar con la vil criatura habían sido un fracaso, aunque cabía decir que si había logrado conectar un par de buenos golpes...

- ¡Que no huya! - Imploró mirando a Lowen con la esperanza de que en el último instante su poderoso mangual le destrozara el cráneo a la naga, esparciendo sus sesos por doquier y bañándolos con ellos. Aunque eso último casi sería mejor evitarlo...

Furioso, cansado, dolorido, Lowen lanzó un nuevo grito de rabia mientras aquel monstruo intentaba retirarse. Quizá el código de honor de los Caballeros de la Corona no considerase aquello lo más digno, pero, comparado con facilitar a un monstruo infecto de la ciénaga el convertirse en un digno rival de un dragón, seguro que no era para tanto.

- ¡Muere, demonio! - gritó, con su voz grave y terrible.

El mangual zumbó en el aire, y, por primera vez desde que se iniciase la confrontación, Lowen tuvo la impresión de que su impacto penetraba a través de las escamas de aquella aberración. Había logrado herirla, o eso creía.

─¡Maldita sabandija hipertrofiada, huye y destruiremos este lugar! ¡Lo juro por Reorx! ─exclamó rebostante de frustración e ira el enano del grupo.

Todo lo que habían pasado, todo ello, ahora que el enemigo al fin se demostraba incapaz de seguir con un enfrentamiento mágico, se daba a la fuga. Si lo conseguía, al día siguiente se convertiría en su peor enemigo. Vencido, expulsado de su guarida, empujado al borde de la muerte, aquella naga ahora se escabullía, seguramente con buen criterio, antes de arriesgarse a que sus recién creados enemigos destrozaran su cuerpo a golpes. Culpa suya, no eran ellos los que habían faltado a su palabra. Si sólo hubiera cumplido con lo acordado, ahora ellos estarían camino a un enfrentamiento en el que podrían morir a manos de otros. Pero no, la naga había decidido enfrentarse personalmente.

Y sin embargo al día siguiente ella podría emboscarles y acabar con ellos. Aunque fuera uno a uno, la muerte estaba prácticamente asegurada. No podían arriesgarse a dejarla marchar. A la desesperada Thorwyn extrajo a toda prisa su daga y la lanzó con toda la fuerza de la que fue capaz, pero su afilada hoja sólo atravesó una de las imágenes que protegían a ese escamoso ser. No habían acabado con él y por mucho que, de facto, le hubieran vencido, de poco les había servido. O tal vez no...

Enrielle tosió hasta vomitar el agua que había tragado, y luego volvió a coger el aire que pudo. El pecho le quemaba horriblemente, pero seguía viva. Tosió angustiosamente, apoyada en sus manos y rodillas, y cuando se vio preparada alzó la cabeza para ver quién la había salvado.

— ¿Bra-braokoo...? Gilyasí... — dijo con voz dolorosamente ronca antes de volver a sufrir otro ataque de tos. Con inmenso alivio comprobó que el pequeño dragón estaba en brazos de Iklicae, y aparentemente vivo. Asintió, profundamente agradecida. — Gracias, a los dos. Gracias.

Se dejó caer al suelo, extenuada, intentando recuperar el aliento, cuando a través del rugir de la catarata le pareció escuchar los gritos de sus compañeros. Cerró los ojos con fuerza, convencida de que las voces sonaban en su cabeza. Incluso la de Thorwyn en tono gruñón. Aunque le había hecho beber una de sus redomas curativas, a aquellas alturas ya debía estar tan muerto como los otros.

Levantándose con un cansancio infinito y terriblemente dolorida, Enrielle miró alrededor para ubicarse y poder continuar con su huida desesperada.

— Estamos solos. Debemos marcharnos antes de que la maldita naga nos alcance y acabe con nosotros. — dijo Enrielle con voz ronca a los hombres-lagarto y al pequeño dragón.

La naga se aleja con velocidad sobrenatural, dejándoos atrás tanto a vosotros como sus tesoros. Unos tesoros que comparten saco con los restos descuartizados del minotauro-drac y cuyo contenedor permanece atado todavía a Lluvia Estelar. En unos pocos segundos ha llegado al puente y, aquellos que tratáis de perseguirla, no tardáis en perderla de vista por entre la oscura espesura de esta región del pantano.

Para entonces, los bakali han logrado conducir hasta la orilla a Enrielle y al pequeño latonado, poniéndoles fuera de peligro por el momento. Los dos rescatadores miran a la legionaria sin dar muestras de comprender sus palabras de gratitud.

Todo parece haber terminado por ahora, aunque está claro que habéis hecho un formidable enemigo esta noche.

Veo marchar con genuino alivio a la naga a toda velocidad y ni me plante por un solo instante la posibilidad de tratar de interceptarla y muchos menos perseguirla. Solo ella sabe por qué nos está perdonando la vida, pero no tengo ningún interés en descubrirlo. Me basta saber que todos estamos vivos. Porque todos lo estamos, ¿verdad?

La niebla no me deja ver dónde se encuentra el valiente Iblirack, pero sí descubro a Enrielle muy lejos, acompañada por los dos bakali restantes. Cuándo y cómo ha llegado hasta allí es algo que desconozco, pero me alegra comprobar que todavía respira y que Jiłhazhí está con ella.

Hasta el momento no he encontrado ninguna de las pociones que la naga nos prometió, pero recuerdo haber visto un promontorio rocoso bajo el que estaba escondido el único objeto mágico que no me dio tiempo a recuperar. 

—Aquí dentro está nuestro pago por los servicios prestados a esa espantosa y traicionera criatura —comento, mientras desanudo la cuerda que me mantiene atada al maloliente y ensangrentado saco—. Tal vez quieras echarles un vistazo, Thorwyn. Hay varias piedras preciosas y algunos artefactos mágicos.

Mientras el instruido enano los examina, yo me acerco al altar en busca del último de ellos.

Cuando la criatura se escabulló definitivamente, Lowen se dejó caer de rodillas, buscando un apoyo sobre el que sentarse y descansar su espalda lacerada. Había tenido la sensación, por un instante, de haber alcanzado a la naga con su mangual, pero había sido completamente ilusoria. No había hecho más que arañar las escamas del exterior, una vez más*. Se sentía humillado, malherido y cansado. Desde el combate con Ysalla, no había visto la muerte tan cerca.

La neblina aún les rodeaba, haciendo que resultase difícil ver. Sin embargo, el solámnico estaba seguro de haber visto caer a Ilbrack. El lagarto había luchado con más determinación que eficacia. Como casi todos ellos, si se pensaba bien. La criatura parecía casi invulnerable a sus ataques, que había repelido sin esfuerzo en su mayoría. Salvo algún golpe aislado de Kylian, y salvo las flechas tempranas de Enrielle.

Enrielle... Gilyasí...

Lowen saltó como un resorte al acordarse de ellos. Había conminado a la exploradora a retirarse creyendo que todo estaba perdido, y la había visto saltar al río de aguas turbulentas. Caminó con dolor hacia el borde del río, y entonces vio, bastante más abajo, a la exploradora y el dragoncillo, casi ahogados, siendo sacados del agua por uno de los lagartos.

- ¡Gilyasí! - gritó - ¡Enrielle!

Bajó cojeando y maldiciendo entre dientes, queriendo correr pero sin poder hacerlo, para llegar hasta donde estaba la exploradora, comprobando su estado y el de la cría de latón.

- ¿Estáis bien? - preguntó - Parece que la corriente era bastante fuerte, ¿eh? - dedicó una sonrisa cansada a la exploradora, ayudándola a incorporarse.

Después cogió a Jilhazí en brazos, llevándoselo.

- Has luchado como un valiente, Yas. - le dijo orgulloso - Pero hay enemigos a los que aún no podemos vencer...

Cuando retornaron hasta donde estaban el resto**, Lowen vio a Lluvia registrando los restos del botín de aquel monstruo. Le sorprendió aquel gesto, viniendo de la que-shú, pero en su cabeza no hubo reproches. Sospechaba que Lluvia no podía enfrentar la muerte del hombre lagarto, y por eso se afanaba en otra cosa. Lowen se movió entre la neblina+, caminando despacio hasta llegar a ella, y le posó una mano en el hombro.

- ¿Estás bien? - le preguntó con voz tranquila - Creo que Ilbrack...

No añadió nada más, ni acudió al encuentro de Kylian y Thorwyn aún. Había muchas cosas que decir, pero lo primero era recuperarse, recomponerse.

Enrielle se giró bruscamente al escuchar el grito de Lowen, y miró incrédula cómo se acercaba renqueando hacia ellos.

— ¿¡Lowen!? Pero... ¡estás vivo! — el caballero la ayudó a levantarse, y Enrielle no pudo evitar darle un abrazo con fuerza, que interrumpió al notar en el joven el dolor de su maltrecho cuerpo. A su sonrisa cansada devolvió una mirada avergonzada. — Sí, era más fuerte de lo que pensaba, maldita sea... Si no llega a ser por ellos no sé lo que hubiera pasado. — puso una mano amistosa en el brazo de Braokoo, que los miraba sin comprender — ¿Qué ha ocurrido? ¿Y los... demás? — preguntó Enrielle temiendo lo peor.

El caballero le explicó* conforme regresaban a la zona del altar, y allí comprobó con alegría que estaban todos bien. Todos excepto el desafortunado y valiente Iblirack.

Contra todo pronóstico lo habían conseguido. Mientras ella se ahogaba inútilmente, sus compañeros habían hecho huir a la naga. Eran admirables. Pero ella, mortificada por haber subestimado el peligro del agua y arriesgado demasiado, no quería hablar demasiado. Se acercó al cuerpo de su difunto guía en los páramos y tiró de él suavemente para colocarlo de forma un poco más digna.

Cuando Lowen se me acerca para preguntarme que cómo me estoy, le aprieto cariñosamente la mano. Para entonces ya ha regresado a su tamaño normal y trae a Jiłhazhí entre sus brazos. La imagen despierta en mí infinita ternura y hace que me sienta muy afortunada de tenerles a ambos pese a todas las adversidades.

—Estoy bien —miento con una sonrisa cansada, nunca he sabido mentir—. Tú en cambio... Ven, siéntate aquí conmigo, déjame que te ayude.

Mis manos encallecidas aprietan las suyas, ahora frías y temblorosas a causa de la sangre perdida. Está débil pero es un luchador y pronto mis fueras alimentarán el vigor que le falta, aunque para ello deba entrar en trance.

AH-UH NAYAH OH WA OH WA SHON-DAY OH WA OH WA SHON-DAY CAN-NON NON NOHA AH-UH NAYAH OH WA OH WA SHON-DAY OH WA OH WA SHON DAY YEHA NOHA AH-UH NAYAY TOR SHNA NENA NAY YAYAH NENA NAY YAY YEHA NOHA AH UH NAYAY TOR SHNA NENA NAY YAYAH...

Estoy tan agotada, física y mentalmente, que me resulta muy sencillo quedarme adormilada mientras canto suavemente en honor a Sahanahráy-iiná. Y, para cuando abro los ojos de nuevo, la niebla ha empezado a disiparse y veo a través de ella la figura de Enrielle arrastrando pesadamente el cuerpo de Iblirack.

Entumecida, suelto las manos de Lowen y me incorporo del frío suelo para dirigirme tan deprisa como puedo hacia nuestro valiente guía. Impongo mis palmas sobre su pecho abrasado e imploro al Espíritu de la Vida que nos lo traiga de vuelta. Por dos veces Sahanahráy-iiná me ha permitido revivir al esforzado hombre-lagarto pero en esta ocasión, desoye mis súplicas. No puedo culparle, los muertos desean contar con la presencia de este héroe bakali tanto como lo deseamos los vivos.

—Regresa junto a tus ancestros, Iblirack Pecho Fuerte. Tu sacrificio y tu valentía no serán olvidados ni en este mundo, ni en el que desemboca más allá del Río de los Muertos.

Por un instante casi tengo la sensación de que me sonríe. Casi. Ahora estoy segura de que allí donde vaya, su espíritu y su recuerdo me acompañarán en la batalla. Las almas de aquellos que me han sido queridos, nunca me abandonan del todo.

No hay nada que Lluvia Estelar, ni ninguno de vosotros pueda hacer por Iblirack salvo darle un entierro digno de su bravura, algo que hacéis mientras Thorwyn trabaja con dedicación en el contenido del saco.

Saca una piedra preciosa, la lava en el río los restos de sangre y entrañas de minotauro que han quedado adheridas a ella, la examina minuciosamente con su lupa de joyero, hace una anotación de su composición, su pureza, calidad de su corte y valor aproximado y rebusca en el saco una nueva piedra preciosa.^(*)

Oculta bajo unas rocas, la mística que-shu descubre el último tesoro escondido de la naga. Un objeto muy poco impresionante a simple vista: una bolsa grande de piel que parece haber sido utilizada con muy poca delicadeza, pues está hecha jirones y manchada de usarse en la espesura.

Cuando la agitáis bocabajo para vaciarla de su contenido y descubrir qué tiene dentro, empiezan a caer toda suerte de objetos variopintos: comida suficiente para alimentaros a uno de vosotros, dos arcos cortos, un par de aljabas de flechas, una pala y una tienda de campaña totalmente montada con dos sacos de dormir en su interior. Un contenido manifiestamente mayor que el que recipiente en el que se encontraba.

En cuanto Thorwyn comienza a estudiar el trozo de piedra rota de aspecto vulgar que Lluvia Estelar ha echado al saco quién sabe por qué razón, una voz desconocida surge de su interior:

—Si el ritual que te enseñé ha funcionado, cumple tu parte y destruye al Túnica Gris de Mem, la Alta Hechicería aborrece a los renegados.

Aquella aberración de enfrentamiento por fin había tocado a su fin, y por el motivo más improbable: la naga había agotado sus (cuantiosas) reservas mágicas y al hacerlo y haber jurado por los dioses que no se enfrentaría al grupo de héroes envenenándolos, se había visto forzado a huir. Y lo había hecho a una sorprendente velocidad. Thorwyn al fin respiró tranquilo. Ni siquiera le importaba demasiado haber perdido inútilmente una daga, el frasco de ácido y el de fuego de alquimista. Pero, por supuesto, como buen miembro de su raza, no tardó en volver su interés en cosas mucho más materiales.

Al parecer había cuantioso botín que recontar, analizar e investigar. A voz de pronto había allí alguna suerte de bolsa de contención un par de pergaminos de cierto nivel y una piedra de comunicación que tendría que pensar bien qué hacer con ella. A saber con quién se comunicaba la naga, probablemente nadie bueno. Y, además, un alto hechicero. Tal vez un túnica negra. Y apuntaba a la existencia de un túnica gris en Mem, un mago renegado que jamás había pasado por el control de las torres de alta hechicería. Un asunto muy serio.

Y luego estaban las piedras preciosas, una más que interesante y numerosa colección de ellas. Si sus cálculos no eran incorrectos, el botín sólo en ello se acercaba a las 4.000 piezas de acero. Pero todo aquello no tendría valor alguno si no podían cambiarlo por cosas útiles. Morir con cientos de monedas de acero en la bolsa perdidos en medio de un pantano no cambiaba para nada el destino de uno. Al menos, gracias a tratarse de piedras preciosas, no cargarían con un pesado cargamento de metal acuñado sin motivo. Y si aquella extraña bolsa era además una bolsa de contención, aquello sería todavía mejor.

El enano envolvió con cuidado aquella media piedra, con cuidado de no volver a tocarla para activarla accidentalmente y la guardó con todo lo demás.

─Por si os ha parecido que la naga no era suficientemente poderosa, parece que respondía a alguien más, el que le enseñó el ritual que le transformó, y le encargó acabar con un mago gris, un renegado no sujeto al control de las órdenes de alta hechicería, que reside en Mem. La cosa se pone interesante por momentos.

Kylian se situó al lado de Lluvia Estelar mientras realizaba sus extrañas oraciones rituales, para guiar el alma de su amigo reptiliano allí donde estuviera destinada a partir. En silencio y en total respeto, el sacerdote empezó a rogar a Gilean por la misma causa que la bárbara. No había conocido tanto como sus compañeros a tan entregado guía, pero el tiempo que habían compartido, le bastó para entender que su pérdida sería un verdadera traba hacia el camino emprendido hacia la neutralidad.

Tras concluir sus cánticos, posó una mano sobre el hombro de la extraña mujer a modo de consuelo y le miró a los ojos, para luego asentir, comunicándole así y sin utilizar el lenguaje oral, que estaba con ella y comprendía su tristeza, pues en cierta medida, él también era partícipe de ésta. 

Fuera como fuera, tenían que decidir que hacer a partir de ese momento. Tenían una misión por delante y por otra parte, aquel enfrentamiento les había recordado lo frágiles que podían llegar a ser. De morir sin regresar a Kalaman, la información obtenida se perdería y todo el esfuerzo habría sido en balde. No obstante, si arriesgaban, el objetivo estaría mucho más cercano.

- ¿Qué pensáis? - Preguntó. - Seguimos teniendo una oportunidad de hacer algo grande. Algo importante para mantener la neutralidad. Y luego está la misión encomendada. - Se encogió de hombros. - Debemos decidir nuestro pasos. Me decantaría por seguir adelante un poco más, pero deberíamos antes ir a algún lugar civilizado. Necesito comprar pergaminos...

Enrielle se apartó para dejar espacio a los rituales de Lluvia Estelar y Kylian para despedir al bakali caído. Durante aquellos instantes de silencio reflexionó sobre lo ocurrido, y poco a poco fue sumiéndose en un ánimo sombrío que se acentuó con lo que dijo Thorwyn.

— Yo pienso que debemos continuar un poco, ver con nuestros ojos esas ruinas y después regresar a Kalaman. Lowen tenía razón. En varias cosas, de hecho. Casi hemos muerto esta noche. No debemos arriesgar más todo lo que hemos conseguido. — se sentó en el suelo abrazándose las rodillas, mirando el cuerpo de Iblirack — Pociones de respirar bajo el agua... Qué ingenuos. — dijo clavando las uñas con rabia en los brazales de cuero.

─Hoy casi morimos. Todos. Los juramentos de algunos se retuercen sin respetar el honor ni el sentido común, lamento que mi manera de pensar nos haya puesto a todos en tanto peligro. Yo sería partidario de llegar a Mem para verla con nuestros propios ojos, pero para eso tendríamos que conseguir comunicarnos con nuestros actuales guías y no sé qué tan complicado pueda ser con nuestros limitados recursos. Hasta mañana ni siquiera podré entenderles, mucho menos hacerles entender que queremos ir hasta allí y que nos muestren cómo acceder a aquella cámara donde se puede encontrar al rey hobgoblin a solas. En teoría. Tal vez deberíamos, no lo sé, sí, volver a Kalaman. Informar. Descansar, equiparnos, conseguir algo de ayuda. Incluso *comprar* pociones de respirar bajo el agua, yo que sé. Empiezo a estar muy cansado de andar por estos pantanos, perseguido por todos... ─el enano parecía cansado, casi se diría que exhausto, y, de hecho, se desplomó sobre una roca a recuperar el aliento.

Si la naga había acabado con su capacidad de lanzamiento de hechizos, el arcanista del grupo hacía bastante que le había pasado lo mismo y eso, al parecer, pasaba factura física y mentalmente.

─Iblirack se ha sacrificado por nosotros, pobre diablo escamoso. Creía en nosotros. Bueno, sobre todo en ti, Lluvia Estelar. Creo que deberías ser tú la que decidiera qué debemos hacer ahora.

Lowen contempló con cierto asombro el modo en que numerosos objetos surgieron de aquella portentosa bolsa, aunque no tuvo fuerzas ni ánimo para emitir un grito de admiración. Estaba agotado, y sentía cierta lástima por la muerte de Ilbrack, aún cuando no había llegado a empatizar del todo con el lagarto.

- Demostró lealtad y valentía, y eso ya es mucho en un ser al que muchos habrían considerado un simple monstruo. Deberíamos darle un descanso adecuado a su pueblo. - Lowen se preguntó cuál podría ser, considerando los ritos de aquel pueblo.

Suspiró con cierto alivio al escuchar a sus compañeros hablar. Parecía que por fin se habían percatado de los muchos riesgos que habían corrido yendo tan lejos. Sólo Kylian parecía decidido a seguir adelante, e incluso el de Gilean renqueaba en su determinación. Lowen le miró. Debería estar enfadado, pero sólo podía sentir cansancio.

- Yo era partidario de regresar antes de todo esto. Ahora lo soy más todavía. - suspiró - Estamos heridos y cansados, y hemos probado en nuestras carnes lo que esconde esta ciénaga. Os recuerdo que viajamos con Gilyasí, y que él es una enorme responsabilidad. Si hubiésemos caído, lo habría hecho con nosotros. Muriendo, o siendo capturado por un ser aberrante y monstruoso.

Miró a Kylian.

- Convendrás conmigo en que no has interpretado correctamente las señales de tu dios. Gracias a Gilean nos hemos salvado in extremis, pero sus designios no han sido tan claros. No hemos restaurado ningún equilibrio. De hecho, diría que hemos hecho lo contrario: ayudar a un monstruo a nacer, y dejarlo libre en estos páramos. Debemos recobrar el sentido y volver.

Se puso en pie con dificultad, cojeando un poco.

- Que los dioses nos perdonen esta afrenta, si puede perdonarse. Hemos contraído una deuda liberando a ese monstruo, pero debemos atender a nuestro deber antes de volver a saldarla. Y nuestro deber es informar al Consejo y poner a salvo a Gilyasí, al menos el tiempo suficiente.

La pregunta era ¿dónde estaría a salvo el dragoncillo? ¿Con los que-shú tal vez? ¿Con su propia familia? No estaba seguro.

Agradezco a Kylian su comprensión y empatía, sospecho que él piensa que he perdido a Iblirack como perdimos a Briand, a Glin o a Ethani pero lo cierto es que yo siento las almas de todos ellos muy cerca. Observándonos, sintiéndose orgullosos de nuestros logros y preocupados por nuestros fracasos. Es su presencia constante la que me da fuerzas para seguir adelante cuando yo misma querría volver por donde hemos venido.

Con mis últimas fuerzas, conjuro un manantial de aguas cristalinas con el que llenar nuestros odres vacíos y lavar la sangre de nuestras heridas, que son muchas más y más graves de las que puedo atender.

Doloridos, cansados, hambrientos y habiendo sido indultados por la naga quién sabe por qué razón en un combate en el que teníamos todas las posibilidades de morir, el desánimo cunde entre nosotros.

—Yo no sé nada sobre la neutralidad, ni sobre los designios de los dioses. Tampoco sé más de la misión de los Caballeros de Solamnia que los que me habéis contado los que estuvisteis. Dijisteis que nuestra misión era descubrir cuanto pudiéramos de los fanáticos de Takhisis y ahora ya sabemos unas cuantas cosas sobre ellos, si es o no información suficiente para satisfacer a los caballeros, lo desconozco. Lo que sí sé es que el camino hasta aquí no ha estado exento de peligros. Nos ha llevado muchos días llegar desde Kalaman hasta aquí, jornadas penosas llenas de desafíos que seguramente no hayan desaparecido cuando intentemos regresar. Antes de dar media vuelta pensando que lo que dejamos atrás es más sencillo que lo que nos aguarda más adelante, pensémoslo dos veces. Yo les temo más a las arpías de las Astivar que a los goblins de Mem. Acabar con su rey sería una buena forma de compensar a los Grandes Páramos por el mal que involuntariamente hemos acrecentado aquí esta noche. Nuestros acompañantes bakali han demostrado ser grandes nadadores y Kylian ha probado una vez más que su dios escucha sus plegarias. Tal vez también las escuche si le pide que nos permita respirar bajo el agua para colarnos en la guarida subacuática de los goblins para conquistar su fortaleza.

Enrielle ladeó la cabeza. Lowen insistía en volver a Kalaman, pero esta vez ella comprendió que era lo más sensato.

─Pues... pensándolo bien, y teniendo en cuenta que llegar hasta Mem no será fácil sin nuestro guía e intérprete, me temo que debo estar de acuerdo con Lowen. Porque, ¿cuántos días nos pueden quedar hasta llegar a esa ciudadela? Y luego tendríamos que volver... ─suspiró muy cansada. Apoyó la cabeza en las manos.─ Veo que pasar más tiempo en esta ciénaga asquerosa con esa naga merodeando invisible, sin hablar de qué más puede estar acechando, es tentar demasiado a la suerte. No dudará en empezar a seguirnos como ya hizo para atacarnos en el peor momento y terminar lo que empezó...

La decisión sobre qué debía hacerse a continuación estaba muy reñida y Thorwyn estaba muy cansado e indeciso como para poder decantar la balanza hacia un lado un otro. Sorprendentemente (al menos para él), la bárbara de las llanuras había decidido seguir adelante, lo que era un cambio de opinión notable dado su anterior posicionamiento.

─Estoy al límite de mis fuerzas, imagino que como todos. Mañana a primera hora analizaré los objetos que le hemos arrebatado a esa maldita naga. Y he jurado por mi dios que destruiría este lugar, así que mañana también agradecería un poco de ayuda en ese sentido... Y luego ya nos vamos a donde sea. Por mi mejor a Kalaman, que conste. Pero, bien pensado, si contamos con la ayuda de nuestros guías bakali, ellos nos podrían ayudar a pasar nadando. Incluso tal vez yo mismo podría convertirme en uno de ellos y ayudar yo también. Pero primero lo primero: descansemos.

28 Corij 433 AC

Mientras la mayoría de vosotros os dedicáis a llevar a cabo el ritual funerario bakali para Iblirack, algo que Lowenherz recuerda sorprendentemente bien de sus conversaciones con el hombre-lagarto durante vuestros vagabundeos con él por el pantano, Thorwyn se dedica a destrozar todo cuanto encuentra a golpe de pico y hechizo presa de un frenesí inédito hasta ahora en el arcanista enano.

El altar queda reducido a una pila de escombros, los talismanes de huesos convertidos en fragmentos diminutos, las plumas calcinadas, cualquier conjunto de piedras apiladas casual o intencionadamente terminan esparcidas en todas direcciones o echadas al río, donde terminan también los restos del minotauro. Y lo que no puede destrozar, se dedica a pintarrajearlo con sus tizas de colores.

Para cuando el theiwar termina, el lugar da pena verlo, pero es agradable pensar que Thorwyn dormirá como un bendito esta noche después de los estropicios causados a falta de una forma más eficaz de vengarse de la naga.
De hecho, todos caéis rendidos tras la agotadora jornada, dispuestos alrededor de un fuego agradable que seca a la empapada Enrielle y estableciendo turnos de guardia por parejas, que rotáis cada pocas horas.

El amanecer os encuentra más descansados pero no mucho menos doloridos. Los objetos que extrajisteis anoche de la bolsa mágica han desaparecido misteriosamente.

Quien mejor se encuentra es el arcanista, que no tarda en ponerse a investigar con minuciosidad el botín obtenido. La tarea es ardua y requiere un vino que no tenéis, pero que el ingenioso enano acaba reemplazando por el zumo de algunas bayas recogidas por Lluvia Estelar y Enrielle las jornadas precedentes.

A Thorwyn le lleva cuatro horas identificar los objetos mágicos descubiertos y todos agradecéis ese tiempo extra para descansar, al tiempo que os preocupa que la naga regrese. Por fortuna, parece que por el momento tiene asuntos más urgentes que tratar que vengarse de vosotros.

Tras el trabajo hecho y los hechizos de identificación realizados, Thorwyn por fin parecía haber alcanzado cierto nivel de paz interior. Al menos ya no se le veía tan agitado y cansado como el día anterior.

─Lluvia tiene razón ─sentenció─ Abandonar ahora después de todos los esfuerzos que hemos llevado a cabo para llegar hasta aquí, no sería de recibo. Todavía podemos hacer más. Nadie lo espera, casi ni nosotros ─añadió mirando fugazmente a Lowen, el más comedido del grupo en cuanto a tomar decisiones se refería─ pero si llegamos a Mem, si además lográramos acabar con el rey de los goblins, no sólo tendríamos un Consejo ante el que volver a informar de las negras espectativas de hechos lejanos por las que difícilmente moverían un dedo. Estaríamos equilibrando la balanza ─esta vez la mirada iba dirigida al clérigo de Gilean, aunque éste no necesitaba arenga alguna─ golpear sin que vean llegar la espada...

Thorwyn suspiró y se mesó su tupida barba, ingeniándoselas de alguna manera para que sus dedos no quedasen enredados entre aquella maraña llena de trenzados y anillos. Es más, se reajustó una de las trenzas, afianzando distraídamente una de aquellas anillas de barba.

─Los objetos que he analizado son un pergamino para hacer permanente un hechizo, otro pergamino que encuentra la senda al lugar que designes, aunque sólo durante algo menos de 2 horas y necesitaría algún foco de adivinación (como huesecillos, unas runas o algo así, que imagino que podríamos confeccionar por el camino), una bolsa de supervivencia (que permite, 5 veces al día, proveer de una ración de viaje, un odre de agua con 2 galones, una tienda con dos sacos de dormir, un rollo de 50 pies de cuerda de cáñamo, una pala, 8 antorchas, un arco corto con cárcaj lleno de flechas o una mula con bocado, bridas y alforjas, todo durando un máximo de 8 horas). Esta bolsa de supervivencia, aunque desconozco a qué llama "ración de viaje", vamos, de qué estaría compuesta exactamente, parece una manera estupenda de poder permanecer indefinidamente en movimiento, aunque tuviéramos que racionar alimentos y supongo que algo sí podremos cazar por el camino. La cuestión es que el cuarto objeto, la media piedra, es una piedra de recado, que permite una comunicación corta con quien tiene la otra mitad de la piedra. Al descubrirla sonó una voz que dijo: "—Si el ritual que te enseñé ha funcionado, cumple tu parte y destruye al Túnica Gris de Mem, la Alta Hechicería aborrece a los renegados." ─dijo el enano tratando de imitar la voz que había escuchado en aquel momento, cambiando su propio tono en consonancia─ No contestamos nada, aunque ahora sé que hubiéramos podido. Sea quien sea el propietario de la otra mitad, se comunicaba con la naga a través de un objeto de miles de monedas de valor, de un poder considerable, parece ser un Alto Hechicero que le facilitó el ritual que vimos usar a la naga. No fue un ritual bonito, apestaba a nigromancia, así que apostaría a que es un túnica negra. Uno con interés en destruir a un mago renegado, un túnica gris, que está en Mem. A donde casualmente nos dirigimos. La naga, a pesar de todo, tal vez se vea forzada a cumplir con su parte del trato, al fin y al cabo, aunque tergiversa las palabras, no trató de envenenarnos... Independientemente de lo que haga o no la naga, habría que decidir qué hacemos con la piedra de recado. Un mensaje tipo "Soy el nuevo propietario de la piedra, quién eres, qué quieres y qué me darías a cambio." no sé si sería muy adecuado. Sólo son 25 palabras de máximo, por cierto. Y, sea como sea, mi reserva de hechizos de hoy está prácticamente acabada, así que preferiría que fuese lo que fuese a lo que nos enfrentáramos, lo hiciéramos mañana, preferiblemente con una idea clara de a qué... En cualquier caso, podemos partir ya para Mem. Es más, mejor, no sabemos qué hará la naga y no me gustaría estar aquí cuando regrese.