Partida Rol por web

11 Argon 433 AC

La última semana ha sido una completa locura en los alrededores de la fortaleza de Mem. No solo no habéis podido acercaros a ella, sino que habéis tenido que alejaros y permanecer continuamente en movimiento para evitar las patrullas montadas de goblins a lomos de sus ya archiconocidos lagartos gigantes.

Un par de escaramuzas particularmente sangrientas con los trasgoides han convencido a Braokoo e Iklicae de que en vuestra compañía no están seguros y hace cuatro noches decidieron aprovechar el amparo de la noche para escabullirse de vosotros; aunque dudáis que hayan regresado a Mohrlexctlan por temor a ser castigados por la naga Esmani. No los habéis rastreado porque su marcha podría ser una buena distracción para la otra naga que os persigue a vosotros.

Las primeras jornadas tras el asesinato del rey hobgoblin fueron frenéticas, con matanzas entre goblns tratando de proclamar un nuevo soberano entre los miembros de su clan y familias enteras huyendo para poner a salvo a sus pequeños de las carnicerías, las persecuciones y los incendios indiscriminados.

Desde entonces, los jinetes de lagarto que han tenido la desgracia de localizaros apenas han tenido ocasión de dar la voz de alarma antes de terminar incinerados, asaeteados o decapitados por vosotros. Os habéis convertido en auténticos expertos en desembarazaros de ellos y el hecho de que Jilhazhí haya comenzado a volar y a escupir sus primeras llamitas también ha ayudado a no dejar supervivientes de estos encuentros.

Ahora los alrededores de Mem son un campo de muerte, con las viviendas comunales abandonadas, saqueadas y arrasadas. Los moradores de la ciudadela cerraron sus puertas a cal y canto para protegerse de los exaltados goblins del exterior y todavía no las han abierto, por lo que sospecháis que también pueden haber tenido problemas con los que estuvieran dentro.

En cualquier caso, vuestros intentos de colaros de nuevo por el sótano se han visto frustrados por un sólido muro de piedra de reciente construcción en el lugar donde antes estaba la puerta.

Por lo que respecta a las breves conversaciones con el misterioso mago al otro lado de la piedra parlante, han servido para obtener cierta información relevante. En primer lugar que se trata de un Túnica Negra que odia profundamente a los Caballeros de la Espina, la orden de magos de los caballeros de Neraka que los practicante de la Alta Hechicería consideran renegados. En segundo lugar que, para vuestro interlocutor, lo más importante es que acabéis con este Túnica Gris de Mem y está dispuesto a recompensaros por ello con tesoros mágicos y consejos para aquellos de vosotros que pretendáis someteros a la Prueba. Y en último lugar, que ha escudriñado el interior de la fortaleza y sabe que se está construyendo con la máxima discreción. No mucha gente lo sabe, incluso entre los nerakanos, y por eso sus fuerzas allí dentro son reducidas. Si conseguís haceros fuertes en la barbacana del castillo, controlaréis la entrada, evitaréis que puedan huir y podréis lanzar incursiones hacia otros puntos de la ciudadela.

Los espíritus de los muertos sin descanso han estado apareciéndose en mis sueños cada noche desde que escapamos de los sótanos de Mem. Mujeres, niños, ancianos... goblins todos ellos asesinados por sus propios congéneres entregados al desenfreno y al pillaje sin un rey que gobierne sus sanguinarios instintos.

«El mal siempre termina volviéndose contra sí mismo», reza la vieja expresión popular. Y no hay duda de que en esta ocasión así ha sido, aunque también se ha vuelto contra nosotros.

No puedo culpar a nuestros guías bakali por haber huido. Ellos son rápidos y conocen bien el pantano, mientras que nosotros somos presas más fáciles de rastrear y atrapar, con nuestras pesadas mochilas y nuestras tintineantes armaduras. Por desgracia para los trasgoides, somos tan fáciles de encontrar como difíciles de matar y eso frustra todos sus intentos de atraparnos; aunque sospecho que les mueve más su afán por hacerse con el botín de su rey, que por vengar su muerte.

Cuando finalmente regresamos a la escena del crimen, apenas queda ninguna chabola en pie en torno a la fortaleza de Mem y nada digno de ser rescatado de entre sus restos. Los cadáveres se pudren al sol, devorados por cientos de voraces insectos de toda índole. El espectáculo es repugnante, pero también hipnótico. Quisieron quedarse en el pantano y ahora sus almas están atrapadas aquí para siempre, en este suelo cenagoso regado con su sangre.

Muertos. Tan muertos como el amor de Lowen por mí.

Hasta el momento Thorwyn ha demostrado ser un gran espía y gracias a él ahora sabemos que tomar al asalto la fortaleza parece la única opción de entrar en ella. Tal vez no sea un plan muy elegante, pero yo tampoco lo soy. Briand sí lo era, pero ahora también está muerta.

Arqueros hobgoblin vigilan día y noche la entrada desde las alturas, pero sé que no son rivales para mis amigos. Les he visto llevar a cabo acciones tan valerosas que solo puedo sentir lástima por los infelices que se les intenten oponer. Solo tenemos que conseguir llegar hasta ahí arriba antes de que hagan sonar los cuernos y las almenas se llenen de tiradores, pero para distraerlos tenemos a nuestro mago enano.

Agazapada entre las calcinadas chabolas de los goblins, observo desde las distancia el ir y venir de las patrullas hobgoblin en las almenas de la ciudadela. Llegar allí arriba no va a ser cosa fácil para mí, así que estoy decidida a apoyar a mis heroicos amigos desde tierra, hasta que se hayan afianzado en las alturas y puedan ayudarme a subir con ellos.

Tenían un plan. Puede que no fuera el mejor, o siquiera el más razonable, pero era el plna que habían acordado entre todos. El plna poseía la suficiente honorabilidad, neutralidad y audacia para satisfacer a todos... a todos menos a Thorwyn. Y sin embargo era él el que había diseñado la estrategia básica del asalto y el que, en primera instancia, lo pondría en marcha. Ironías del destino.

El asalto parecía una locura, pero la idea de salir de esos malditos pantanos en una fortaleza voladora resultaba sumamente atractiva a varios niveles. Si lo lograban serían recordados en los anales, si no sus nombres, al menos sí su hazaña. Robarles en sus propias narices una fortaleza volante a los ejércitos del mal, eso sí que era digno de ser recordado.

Así pues, el enano, una vez situados a cubierto en las ruinas de una de aquellas chabolas cercanas a la fortaleza, comenzó una retahíla de pases y palabras arcanas, que supuso una buena acumulación de hechizos, sobre todo en él, pero incluyendo el encantamiento del arma de Lowen y el Cuchichear mensaje que tan bien les iba para mantener el contacto. Finalmente, con el último hechizo, Thorwyn desapareció.

Invisible, el enano de entrenamiento inicial de dudosa moralidad, agradeció la experiencia acumulada en tareas similares entre los suyos, los theiwar. Tal vez les odiara, pero aquellas habilidades le estaban prestando buen servicio. No perdió el tiempo y trepó, ayudado no sólo por los enseres de escalada que llevaba consigo desde hacía ya tanto tiempo, sino también por los ancestros de Lluvia, que le prestaban fuerza en sus músculos y habilidad de escalada. No fue nada complicado llegar hasta arriba. Allí se aseguró que nadie pudiera verle, controlando Con cuidado, Thorwyn enganchó el garfio de escalada ya preparado y dejó caer la cuerda.

Sir Lowenherz observó desde la distancia las murallas, a las que supuso que Thorwyn se aproximaba, completamente invisible y en silencio. Oía su voz en su mente, como había sucedido en otras ocasiones, pero el caballero ya no se asombraba de aquellos prodigios. Había madurado con rapidez en aquellos difíciles viajes, que a su parecer englobaban media vida, pero que en realidad solo ocupaban los últimos meses de la misma.

Los últimos días, Lowen se había mostrado distante y apático con sus compañeros, en especial con Lluvia. El cambio obrado en su interior le había endurecido y distanciado de ellos. Algo en su interior clamaba contra los engaños y manipulaciones que le habían conducido por el camino errado, pero otra voz le decía que el único responsable de haberse dejado arrastrar era él mismo. Tenía claro que no lo haría de nuevo, y solo el hecho de que todos compartiesen su visión en aquella tarea le había permitido seguir viajando con ellos. Lowen podría haber dudado, pero Sir Lowenherz sabía que su deber era recobrar aquella fortaleza flotante y arrebatarla de las manos de los nerakanos. Todo lo demás era secundario, incluso el juramento de proteger a sus compañeros, que para él ya solo se extendía a Jilhazí.

El caballero se mantuvo alerta, observando en la distancia, a la espera de que Thorwyn lanzase la cuerda para facilitar su escalada. Una vez arriba, habrían de combatir con honra hasta la puerta y derribarla, o morir en el intento. Necesitaría de toda su concentración para ello.

Enrielle estuvo taciturna toda la semana. Desde la distancia había observado el cambio de Lowen, en especial esa frialdad hacia Lluvia Estelar. El caballero no había hablado mucho más desde su sorprendente regreso, pero con los días se le hizo evidente que una parte de él sí que había muerto en la guarida del rey trasgo.

Por eso trató de permanecer todo lo que pudo cerca de la que-shu. Quería decirle que de buen grado le daría un puñetazo a ese tozudo Lowen cabeza de piedra. Que así eran los hombres y que era mejor no esperar nada de ellos en ciertas cosas. Que era mejor no complicarse con pedir lo que no pueden ofrecer. Pero no le dijo nada, simplemente se mantuvo físicamente cerca. Era todo lo que podía hacer. Y odiaba a la gente que daba consejos que nadie habían pedido.

Pero todo eso debía quedar en segundo plano. Eran distracciones inútiles en esos momentos. Echó un nuevo vistazo. Sus ojos recorrieron una vez más el camino que debían recorrer hasta llegar a la fortaleza. Un camino sembrado de goblins muertos y chozas reducidas a poco más que montones de basura. Un camino demasiado largo si los asaeteaban desde la fortaleza.

Sin embargo, el plan estaba en marcha, y aunque lejos de estar satisfecha no habían encontrado otra alternativa que asediarla con los medios a su alcance. Observó la hierba cómo se aplastaba bajo los pies invisibles de Thorwyn. Habían avanzado y se hallaban escondidos entre los restos de una de las casas comunales, pero aún estaba lejos para disparar sus flechas.

Esperó un poco con la vista ahora clavada en las figuras que se movían tras las almenas. Cuando hubo contado sesenta latidos y los hobgoblins de ese lado miraron hacia otro, Enrielle salió del escondite sin decir palabra, moviéndose lo más silenciosa y rápida que pudo en aquel lugar desolado.

Kylian no se fiaba de Lowen. Algo había cambiado en él convirtiéndole en alguien peligroso. Su fanatismo y su falta de miedo eran un cóctel que podía derivar en un final precipitado, no sólo del propio caballero, sino también del resto de los que allí se encontraban. Dadas las circunstancias, mejor hubiera sido que no hubiera salido de la cueva del rey trasgo. Era así al menos para el camino de la neutralidad que estaban andando, pues en el fondo, aún quedaba algo de aprecio en el corazón del sacerdote de Gilean, hacia aquel intransigente bobalicón. 

Fuera como fuera, sus siguientes pasos estaban decididos y Lowenherz había aceptado ir con ellos. Kylian temía lo que pudiera hacer una vez en lo alto de la muralla. Así cómo funcionaba su temeraria muerte, plantaría batalla de inmediato desvelando su posición y por ende la del todo el grupo.

Otro problema sería el de subir la cuerda, no era algo que se le diera bien. Tampoco pensaba que aquella estrategia fuera buena, de hecho, parecía un suicidio. Por desgracia, no se le había ocurrido nada mejor. Él no era un estratega. No al menos en asaltos a fortalezas. Subir o no subir, esa era la cuestión y por desgracia no le quedaban demasiadas opciones. Por ello imploró a Gilean que le otorgara fuerzas para la escalada y una distracción extra que podía hacerles ganar algo de tiempo. 

- Que sea lo que Gilean quiera... - Se dijo dispuesto a subir la cuerda. 

No obstante, al ver como sus compañeros trepaban sin demasiado problema y a él le costaba hasta entender cómo debía agarrar la cuerda, decidió poner algo de su parte. 

- ¡Oh Gilean, trae a este plano una criatura celestial alada, yo te lo imploro! - Murmuró. 

Acto seguido, un hipogrifo celestial apareció en los cielos volando sobre la fortaleza, a una altura lo suficientemente lejana como para que fuera realmente difícil ser alcanzado por una flecha, pero lo suficientemente cerca como para que todos los vigías se fijaran en la criatura, que enseguida empezó a chillar de forma realmente escandalosa. 

El principio del plan estaba saliendo a pedir de boca: enano en lo alto, invisible e indetectado, tras un  cuerda lanzada, compañeros dispuestos para echar a correr. Ahora venía la parte complicada, que sus compañeros de equipo pudieran recorrer el espacio que les separaba hasta la muralla y trepar sin ser detectados. Tenía que ganar tiempo para ellos. Pero si atacaba sería descubierto irremediablemente al deshacerse su hechizo de invisibilidad. No obstante, no todos los hechizos eran de evocación.

A pesar de que el Sonido fantasma se consideraba un truco más que un hechizo propiamente dicho, no era la primera vez que le sacaba buena rentabilidad. Como buen hechizo de ilusionismo, era cualquier cosa menos violento, aunque sus efectos podían ser de lo más variado y a veces podía desatar la violencia, pero siempre provocada por otros. Merecía la pena intentarlo. Refugiado tras una pila de cascotes, asomó lo justo para lanzar el hechizo lo más discretamente que pudo e iniciar su maniobra de distracción.

Desenpolvando el trasgo, que hacía mucho tiempo que no lo usaba, a Thorwyn no le costó recordar insultos, ruidos soeces y gestos provocadores que indefectiblemente uno aprendía al adentrarse en el maravilloso mundo del idioma de los trasgoides. Descartando por razones obvias los gestos, el arcanista se centró en los ruidos e insultos. Cosas del tipo "Eh, tú, cara-gancho" "flacucho orejas-flácidas" o "sí, tú, impotente hijo-de-troll" servirían. O ruidos obscenos, de los que se usaban para chinchar, de pitorreo. Ese concierto de ruidos e insultos se desataría al límite de su alcance, aproximadamente en el centro geométrico de las posiciones de los hobgoblins. Pero en vez de usar todo el volumen que le resultaba posible, sólo usó el equivalente al de 2 hobgoblins alzando la voz desde una distancia equivalente a la que les llegaría si estuviera siendo pronunciada por los hobgoblins del otro lado. El objetivo estaba claro: las diferentes parejas de hobgoblins escucharían los insultos como provinientes de los hobgoblins en el otro lado de la enorme torre. Con un poco de suerte podría desconectar el hechizo cuando los insultos comenzaran a provenir directamente de los hobgoblins...

Viendo la señal de Enrielle, Lowen observó la cuerda colgando de la muralla. Sin duda Thorwyn era muy eficiente, y podría decirse que bastante rápido, en especial para un enano. Embrazó su escudo y se agachó entre las ruinas, avanzando agazapado hacia la cuerda. Si no le veían por ahora, tanto mejor, pero no detendría su avance solo por temor a ser descubierto.

Encogida tras los restos calcinados de la choza goblin, no me entero de nada de lo que está ocurriendo hasta que Enrielle nos confirma que Thorwyn ha logrado encaramarse a las almenas. Yo no lo veo, por supuesto, pero confío plenamente en nuestra exploradora.

Asiento con la cabeza en silencio e intento avanzar tan sigilosamente como puedo hasta la siguiente cabaña en ruinas, asegurándome de que Jiłhazhí permanezca a mi lado.

En cuanto Lowen salió corriendo, Kylian se apresuró para lanzar su invocación. Sin duda alguna un ser como el que tenía pensado, causaría una gran distracción entre los hobgoblins. O eso esperaba al menos, pues no todos los días uno podía contemplar a un hipogrifo.

En cuanto aquella bestia mítica empezó a mover sus alas y a chillar por encima de las cabezas de los vigías, Kylian entró en acción camino de la.l cuerda. Internarse en la fortaleza sería complicado, pero esperaba que gracias al plan y a las artimañas arcanas y divinas, la cosa resultará la algo más sencilla.

Enrielle se sorprendió de ver la cuerda caer tan pronto. Teniendo en cuenta lo rollizo de los enanos y lo corto de sus piernas, Thorwyn había sido muy veloz alcanzando y trepando por la fortaleza. Era el momento. Dio un golpe con el dorso de la mano a Lowen y señaló hacia la barbacana, y después sin esperar a nadie avanzó agachada y sigilosa, arco en mano, buscando una buena posición desde la que atacar a los defensores.

Pronto se dio cuenta de que probablemente estaba haciendo el idiota, pues el ruido de Lowen al avanzar, que malamente agazapado con el enorme escudo que embrazaba era un elemento difícil de esconder. Sólo esperó que esos hobgoblins fueran tuertos, sordos y mudos. Intentó esconderse donde pudo para que al menos no contaran con la presencia de todos si era que los habían visto ya.

Acuclillado junto a unos cascotes, Thorwyn no tarda en recuperar un trozo de lana y un poco de cera de abeja del interior de su bolsa de componentes para hechizos. Y, a continuación, comienza a recitar en un susurro las palabras de su sencillo truco.

El hobgoblin más cercano frunce el ceño y gira la cabeza en su dirección antes de rascarse una oreja con expresión confundida.

—¿Tú también has oído...? —comienza a preguntarle a su compañero, antes de que alguien a sus espaldas le dirija un insulto muy soez. El vigía se gira lentamente con los puños apretados y encara a uno de sus compañeros situados al otro lado del torreón—. ¿Cómo has dicho?

—Yo no he dicho nada, cara de rata —replica este.

—Tú cierra la boca, que nadie está hablando contigo —interviene un tercer hobgoblin, desenvainando su maza de pinchos—. A ver, ¿quién ha sido el pichacorta que me ha llamado impotente y va a pasarse tres días cagando dientes?

—Si te das por aludido, igual es porque lo eres —dice otro de los vigilantes, con una carcajada, mirando a sus compañeros con gesto cómplice—. La verdad es que yo siempre he pensado que tenías un poco cara de troll, sí.

—Te voy a...

Dos de los hobgoblin se lanzan el uno contra el otro y otros dos corren hacia ellos para tratar de separarles mientras la mitad restante ríen, aplauden o animan a uno u otro contendiente.

Abajo, en tierra, Enrielle, Lowenherz y Lluvia Estelar aprovechan el revuelo para ir ganando metros lentamente hacia la fortaleza, procurando hacer el menor ruido posible y no llamar. Sin embargo, la repentina aparición de un híbrido entre grifo y caballo blanco, agitando sus alas vigorosamente y relinchando justo delante de Enrielle, hace que la legionaria de acero se incorpore sobresaltada y su presencia sea descubierta por uno de los hobgoblins.

—¿Pero qué...? —pregunta para sí en su lengua natal, achicando sus ojillos porcinos—. ¡Eh, dejad de pelear, merluzos! Ahí abajo hay una tipa con un... ¿Qué demonios es eso? ¿Un pollo gordo?

Un segundo hobgoblin se acerca a la carrera hasta este lado de las almenas, muy cerca de donde se encuentra Thorwyn pero sin reparar en él.

—Gallywix, el cuerno, haz sonar el maldito cuerno o Durstyx nos va a arrancar la piel a tiras con su látigo!

Enrielle observó con asombro la extraña criatura que se había materializado ante sus ojos. Tenía cabeza de aguilucho y culo de caballo. Y había aparecido de la nada chillando, o relinchando, y moviendo unas alas con las que probablemente hasta volaría. Parpadeó desconcertada varias veces hasta darse cuenta de que no estaba teniendo visiones.

— ¿¡Pero qué...!? — del susto se había incorporado, quedando a la vista de los defensores de la barbacana — ¡Maldito bicho, de dónde habrás salido! — protestó queriendo darle una patada en el trasero de caballo.

Pero no había tiempo para patadas. Tenía que moverse ya. Los hobgoblins la habían visto, a juzgar por cómo se asomaban dos de ellos. Así pues, queriendo aprovechar la súbita aparición de la criatura, la exploradora echó a correr hacia los restos de la casa comunal que tenía a su izquierda, tratando de encontrar algo de cobertura tras la que cubrirse.

Lowen avanzaba agazapado, y todo parecía ir dentro de lo esperado, cuando un grito de Enrielle le sobresaltó. Una criatura voladora había aparecido delante de la exploradora, y Lowen estuvo a punto de girarse hacia ella, pues sus garras y pico le parecían realmente afilados y peligrosos. Pero entonces recordó las palabras de Kylian, y supuso que la criatura, en realidad, no les era hostil. Aquello acababa con todo amago de sutileza, así que el solámnico decidió que era hora de iniciar una carga épica.

- ¡Dile que se aproxime Kylian! - gritó el solámnico - ¡Puede servirme de montura!

Corriendo hacia la criatura, Lowen se preparó para cabalgar a lomos de la misma, confiando en poder llegar así hasta lo alto de la barbacana.

No sé de dónde ha salido ese engendro emplumado aunque imagino que del mismísimo Abismo. Lowen parece creer que proviene de Kylian, claro que Lowen acostumbra a tener las peores opiniones sobre nuestro erudito compañero y quizá esta acusación también sea infundada.

Durante un momento dudo entre atacar al recién aparecido plumífero antes de que cocee a Enrielle, o a los vigías hobgoblins que ya han reparado en nuestra presencia.

Al fin, viendo que Lowenherz va a intentar domar a la bestia, opto por enviar un lancero fantasmal contra nuestros objetivos originales no sea que mi ataque sobre el hipogrifo le ponga las cosas más difíciles a su temerario jinete.

El plan, como cabía esperar, se había ido prácticamente al traste. La aparición del hipogrifo, obviamente invocado por Kylian, lo había trastocado todo. Los insultos en trasgo a punto habían estado de provocar una pelea que habría servido para cubrir el avance del grupo incursor, tal vez incluso para que los hobgoblins se hirieran entre sí, pero si en algo era bueno aquel pequeño grupo de héroes era en llamar la atención sobre ellos mismos. Insuperables...

Ahora el mago enano se debatía entre llamar la atención sobre sí mismo atacando al goblin del cuerno de alerta, cubriendo de paso el avance de sus amigos, o permanecer oculto a la espera de que éstos llegaran hasta la muralla. Entonces tal vez una niebla de obscurecimiento podría cubrirles lo suficiente para permitirles trepar la cuerda sin que acabaran con ellos a flechazos.

La cuestión ahora era: ¿qué pasaría si hacían sonar el cuerno? Probablemente nada bueno. Podrían aparecer más y más refuerzos y lo que podría haberse manejado como una sucesión controlada de enfrentamientos con enemigos menos poderosos que ellos se podía convertir en una batalla campal donde los héroes estarían en clara desventaja numérica.

Así que, en realidad, no quedaban muchas alternativas: Thorwyn debía encontrar al tal Gallywix y acabar con él, o, incluso mejor, acabar con su cuerno. Si destruía el cuerno no podría haber llamada de auxilio, ni suya ni de ningún otro. Pero debía encontrarlo a tiempo. El arcanista siguió con la mirada al último hobgoblin que había hablado, dirigiéndose a Gallywix, para comprobar que éste llevaba el cuerno. Mientras lo hacía, tomó la varita de Proyectil mágico en su mano y buscó un ángulo desde el que poder verle a la vez que se apartaba del cercano hobgoblin. Una vez asegurado el blanco activó la varita...

La exploradora de la Legión de Acero no tarda en recuperarse del sobresalto inicial y apresta dos flechas de su carcaj mientras corre en busca del amparo de otro cercano edificio en ruinas. Sin dejar de moverse y a pesar de la distancia, dispara un proyectil tras otro y ambos hacen diana en el vigilante hobgoblin que la ha detectado en primer lugar. La criatura se desploma de espaldas con las plumas sobresaliendo de su pecho.

Es entonces cuando Thorwyn se materializa frente al segundo trasgoide de las almenas, situado a medio metro de donde se encuentra.

—¡Joder, qué enano más feo! —exclama el hobgoblin, llevándose un susto de muerte y una mano al pecho en el lugar donde se encuentra su corazón. No tiene tiempo de decir más antes de que los proyectiles mágicos hagan añicos el cuerno de hueso que colgaba de su cinturón e impacten contra su cuerpo verdoso, haciéndole aullar de dolor.

Por su parte, Lluvia Estelar a continuado avanzando mientras invocaba para vuestro grupo la ayuda de uno de sus antepasados cazadores. Sin embargo, para cuando se materializa en las almenas, el trasgoide que iba a ser su objetivo ya ha sido abatido por las flechas de Enrielle.

Indicando a la bestia convocada por él que vuele hacia sus enemigos, Kylian echa a correr hacia la cuerda que cuelga de las murallas. Cuando el hipogrifo se arranca a galopar hacia la ciudadela, Lowenherz lo intercepta en plena carrera y, agarrándose a sus emplumadas crines, se encarama sobre su lomo. La bestia se encabrita y se levanta sobre sus cuartos traseros, pero el solámnico es fuerte y más todavía sumando a la suya la fuerza de los difuntos guerreros que-shu. Agarrándose al robusto cuello con ambos brazos, el caballero de la Corona consigue mantenerse sobre su montura mientras ésta agita las alas para alzar el vuelo, furiosa.

En cuestión de segundos el hipogrifo recorre la distancia que lo separa desde su posición actual hasta las almenas mientras trata de desembarazarse del indeseado pasajero. Viendo la barbacana y a los vigías hobgoblins bajo sus pies, Lowen se suelta de su encabritada montura y aterriza de forma no demasiado elegante sobre una pila de cascotes, para sorpresa de los vigías.

—¿Qué pasa ahí arriba? —exige saber una voz autoritaria en lengua goblin en el piso inferior— ¿Qué es ese escándalo? Tú, sube a mirar, y vosotros, dejad de holgazanear y coged las armas.

Mientras sus compañeros aprestan sus arcos y lanzan una lluvia de flechas contra Lowen y su incontrolable montura, el malherido hobgoblin alcanzado por los proyectiles de Thorwyn se lanza con él maza en mano. Pero el ágil enano esquiva la torpe acometida con facilidad.

Ninguna de las flechas alcanzan al tendido caballero de Solamnia, pero una hiere al hipogrifo y otra hace diana accidentalmente en otro de los tiradores trasgoides por la espalda, abatiéndole.

Sir Lowen cayó con un golpe seco al suelo de la barbacana, perdiendo el aliento y sintiendo la contusión en el pecho. Pero había logrado llegar a lo más alto de forma rápida y eficaz, aunque quizá no se había convertido en el proto-jinete de dragón que había imaginado por un instante. Sin perder la dignidad, se levantó del suelo, enarbolando su escudo, y miró a los hobgoblins de alrededor con ojos fieros.

- ¿Os acordáis de mí? - preguntó entre gritos - Ya os lo dije, y os lo vuelvo a decir. ¡Rendid la fortaleza! ¡Traed a vuestro líder para que pueda entregarla! De lo contrario, sufriréis la ira de Solamnia.

El caballero se alzó imponente, vestido con su sobrevesta y su escudo solámnicos, blandiendo la espada. No poseía la fuerza del mangual, pero sin duda bastaría para segar las vidas de unos cuantos de aquellos seres.