Partida Rol por web

—¡Ja!—dijo—. Al fin algo de aire. Ese sitio apesta como el sobaco de un ogro.

Escupió al suelo y se dio media vuelta para mirar a Dreren, analizándolo con los ceñudos ojos negros.

—¿Altercado? ¡Aquí la gente le llama "altercado" a cualquier cosa!—sacudió ambas manos en el aire como quien desecha una exageración—. ¡Si ni si quiera hubo sangre de verdad! Cualquiera de esas señoritas con armadura que se hacen llamar "guardia" se mearía en los pantalones si le pillara en medio uno de los altercados de Tragos. Oh, sí, eso si que son altercados de verdad... Recuerdo una vez que terminamos despegando del techo a Borri con una espátula. Fue todo un espectáculo.

Se mesó la barba ante el cumplido del mago.

—¿Cocinero? ¡Pues claro que no! ¿Qué paparruchas dices? Eso es para maricas—respondió resoplando sonoramente, cosa que hizo que se le agitasen los bigotes como si fueran las inquietas colas de dos potros—. ¡Que me depilen con brea si alguna vez fui cocinero! Me llamo Belgar, muchacho, Belgar Lanzadepiedra.

—¿"Lanzadepiedra"?—repitió Lynn arqueando una ceja—. ¿Eres de la casta de los guerreros?

—Que va. Es que mi abuelo fue capaz de engendrar treinta hijos

Lynn enrojeció poniendo los ojos como platos en un repentino gesto a medio camino entre la vergüenza ajena y la estupefacción.

—P-Por Andraste... —resopló al no saber si ofenderse o echarse a reír por la escandalosa falta de decoro del enano—. ¡Quiero decir que qué hace un enano de casta tan lejos de Orzammar!

—Bah, simplemente me largué de ahí hace mucho tiempo—zanjó Belgar como si no le diera más importancia al tema, luego volvió con Dreren—. Y en cuanto a tu pregunta, mago, esa ridiculez a la que llamas "alboroto" fue por la partida de cartas. ¿Pero qué más da?

- Es un placer Belgar.

 Admitió con una mirada que buscaba la complicidad de Lynn. Desde luego, el enano no tenía pelos en la lengua, algo que parecía irónicamente poco probable dado el tamaño y la espesura de su barba.

 El mago se apartó de la salida para realizar un silencioso recuento de todos. - Ella es Lynn, y ella Gabrielle. Ellos se llaman Sion y Derek [...] - Después, dio los nombres de todos señalandolos con un gesto sencillo y finalmente, asintió presentandose:

 - Mi nombre es Dreren. - pero aquello carecía de importancia...

 - Nada de cocineros entonces... - hizo una breve pausa y cambió de tema - Puede que esa partida de cartas sea decisiva en nuestro camino.

 ¿Sería posible que nos contases en que consistían las trampas y de quien se trataba? - Estaba seguro de que al enano no se le pasaría el olor a aventura y busca y captura que tenía aquella insistencia.

 - Después, a menos que quieras ayudarnos con el caso de la granja y el mabari perdido - decía como si diese por sentado que el enano sabía de que se trataba - te dejaré tranquilo.

 Adelantó, no quería molestarlo...había sido testigo de lo que podía hacer con algo que presumiblemente es comida, no quería averiguar que era capaz de hacer con algo tirado por la calle.

Por su parte y en contraste con la verborrea que derrochaban algunos de tus compañeros, Astucia se había quedado pensativo desde que habías hablado con el mercenario. Aun así, parecía tener "una oreja puesta" en lo que ocurría por pura curiosidad.

—Pues trampas—el enano levantó ambos brazos como si sostuviese un menhir—. Ella decía que no pero es imposible tener tanta suerte seguida, esa chica estaba haciendo trampas por fuerza, o igual era magia, yo qué se, ¡las trampas son trampas!

Volvió a cruzarlos e incrustó tozudamente la cabeza entre los hombros.

—No sé quién rayos era. Y no me importa—espetó—. Lo único que sé es que era una humana con una capa granate y con ojos dorados. A mi todas me parecen iguales.

Lynn se miró las manos, miró a Gabrielle, miró a Balaena, y finalmente puso los ojos en blanco mientras asentía con gesto entendido, como quien prefiere pasar por alto un disparate porque no sabe por dónde empezar a corregirlo primero.

Las tres se parecían lo mismo que un huevo a una castaña.

—Yo sólo sé que llegué aquí con los bolsillos repletos de oro y un puñado de plata—prosiguió Belgar que no parecía haberse dado cuenta—. El oro lo había ganado tras diez años de trabajo duro en Orzammar, y la plata era un regalo, legalmente mío. Gasté la mitad de la plata en algo de cerveza e iba a gastar la otra mitad en esa estúpida partida de cartas, ¡pero yo no pago a tramposos! Entonces empezó la bronca pero en algún momento esa condenada muchacha se escabulló por la ventana y me echaron las culpas a mí de los destrozos.

Resopló sonoramente

—¡Con el oro que me quitó ese tipo podría haber construido dos tabernas más pero aun así tuve que quedarme trabajando en la cocina!—protestó—. Pero bueno ahora soy libre así que, que le pique un nug. Y a todo esto ¿por qué iba a querer yo acompañaros a una granja? He quedado servido de humanos.

—¿Qué nos puedes decir de la muchacha que saltó de la ventana? —preguntó Gabby.

Belgar se volvió hacia Gabrielle y movió los bigotes de un lado a otro al torcer el gesto.

—Por los Paragones, ¿qué fijación tenéis con esa chica? ¿También os hizo trampa a alguno y vais detrás de ella o qué?—rezongó—. Simplemente cuando llegué a la taberna estaba en una de las mesas jugando a las cartas, había jugado con un par de tipos y estaba ganando. Así que decidí probar suerte pero debí haberme olido la tostada antes; tanto embozo resulta sospechoso.

»Cuando le dije que me devolviera el dinero, no quiso. Es más, ¡hasta se burló! Eso en donde vengo es una invitación abierta a pelea de taberna. Pero luego va y en vez de quedarse se escabulle y me deja con el marrón.

Resopló como si aquello fuera una afrenta a su orgullo enanil.

—No rompió ni una silla, ni dio un solo mamporro. Parecía que tuviese una prisa tremenda... ¡pah!—gruñó como quien habla de alguien que ha roto las reglas de un gran deporte nacional—. Si no quieres una pelea, ¡no la busques!

Gabby intercambió una mirada con Dreren. No cabía duda de que se trataba de Ayla, la historia de Leliana y la de Belgar coincidían. Estaban siguiendo el rastro adecuado, y aún seguía fresco. Gabby le sonrió al enano.

—Me encantaría visitar Orzammar algún día —parloteó Gabrielle por el placer de parlotear—, debe ser una ciudad muy divertida, Belgar. Hmmm... Belgar. Conocí a un enano llamado Veldar.

Gabby parecía confusa, y se golpeó el labio inferior con el dedo índice como si la ayudara a pensar mejor.

—¿O era Telvar? —inquirió—. Bueno, da igual. Él era de la casta de los comerciantes, y nos estuvo enseñando las maravillas de la artesanía de Orzammar. Había cosas muy bonitas.

- no sé si nuestros pasos nos llevarán algún día a Orzammar, pero a lo que me refería... - aprovechó las últimas palabras de Gabrielle y contestó a lo último con lo que el enano le había interprelado tangencialmente - es a que seguramente nos vendría bien otro buen combatiente.

 Ibamos a investigar a la granja, es lo más inmediato, pero después es posible que sigamos a la mujer que te robó.

 No tenemos intención de hacerle daño, no veo porqué no podriamos hacer que te devuelva lo que es tuyo.

 Una suma de recursos así no debe de ser dificil de rastrear. - aunque seguramente fuese más fácil para el enano que para ellos seguir la pista del dinero.

 Parecía un tipo que se movía por caminos muy curiosos, almenos sabía cuando algo no encajaba. Ese instinto y su capacidad de combatir, parecían suficiente para Dreren como para ofrecerle viajar con ellos.

 - ¿Qué me dices?

 Sino siempre podemos avisarte cuando partamos en su busca. - no tenía porqué ir a la granja con ellos después de todo.

 Aunque seguiré prefiriendo que cocine Sion.

 Lo observé con naturalidad, aunque después miró a Lynn, a Gabrielle y a Derek, su grupo original, en busca de su consentimiento. No ignoraría lo que tuviese que decir Nolan al respecto, o Balaena y Sion, después de todo eran ya parte formal del grupo.

 Respecto al otro tipo...no aventuraba nada.

 Pero tanto el enano como él habían apoyado su lucha, eso ya les daba cierto voto de favor. El ofrecimiento, si nadie le paraba los pies, se podía extender a todos los extraños con los que se habían tenido la suerte de mezclar.

—Pfff... no te pierdes nada, niña—resopló Belgar—. A menos que te encante el olor a carbón, boñiga de nug, cerveza rancia y mugre de escorial mezclados en amor y compañía con el calor sofocante de la roca fundida.

Sacudió las manos en el aire como quien aparta pacientemente una nube de mosquitos, luego fijó la vista en Dreren.

—¡Jovencito!—refunfuñó señalándolo con un dedo en un gesto propio de alguien que acaba de recibir una afrenta—. Que sepas que la palabra "difícil de rastrear" no existe en mi vocabulario!

—De hecho, "dificil" y "rastrear" ya son dos palabras...

El enano continuó como si nada.

—Para tu información, soy un cazador, ¡un cazador guerrero!—continuó el enano—. ¡El mejor de los Caminos de las Profundidades! ¡Duro como una roca! ¡Rápido como un halcón! ¡Astuto como un zorro!

—Astuto como un zorro... —gimió Astucia dramáticamente como si acabase de escuchar un auténtico esperpento.

El enano continuó como si nada.

—Para tu información, soy un cazador, ¡un cazador guerrero!—continuó el enano—. ¡El mejor de los Caminos de las Profundidades! ¡Duro como una roca! ¡Rápido como un halcón! ¡Astuto como un zorro! No hay rastro que se me escape ni bestia que no sepa cazar.

Dejó de señalar a Dreren con el dedo y usó esa misma mano para darse un golpe con el pulgar en el pecho.

—No necesito a un grupo de patilargos para recuperar lo que es mío—aseguró—. En todo caso vosotros me necesitaríais a mí. Entiendo que busquéis desesperadamente mi ayuda.

—No hay rastro que se me escape ni bestia que no sepa cazar.

Dejó de señalar a Dreren con el dedo y usó esa misma mano para darse un golpe con el pulgar en el pecho.

—No necesito a un grupo de patilargos para recuperar lo que es mío—aseguró—. En todo caso vosotros me necesitaríais a mí. Entiendo que busquéis desesperadamente mi ayuda.