Partida Rol por web

Lithiniel, viendo que su labor curativa podía ser crucial para salir de dicha situación con vida, se limitó a volver a repetir su acción anterior pero en un nuevo objetivo. Cierto es que la semielfa, parecía empecinada en usar su arco nuevo, y a base de insistir, estaba haciendo algo de mella en la cristalina armadura del golem, por lo que viendo que el monje estaba mucho más repuesto, decidió usar su magia en Ashe, pues por mucho que la culpase de aquello, no era dada a dejar morir a nadie...

Así pues, tras asegurarse que el hechizo había surtido efecto, continuó encarando a los tentáculos, para prepararse, ya sí, a atacarlos.

El monje comprobó satisfecho que las palabras de la druida habían surtido efecto, la magia que había invocado estaba cerrando sus heridas, y ya no sangraba. Con renovada energía, arremetió con más ímpetu contra el monstruo de cristal. Todos estaban cansados, deseosos de llegar de nuevo a Silvanesti, y después de todo lo que habían luchado aquel nuevo enemigo no sería el que impidiese que consiguiesen su objetivo. 

Por ello, concentró sus fuerzas, se concentró... ¡y atacó!

La batalla no estaba ganada y Lithiniel lo sabía después de sentir en sus carnes el latigazo del tentáculo. Sabía también que ella no era rival para el gólem de cristal que tenía delante y que la retirada no era una opción de modo que optó por ayudar a aquellos que sí podían darle la vuelta a la situación. Sin descuidar en ningún momento su propia retaguardia por temor a recibir otro latigazo, la druida hizo de tripas corazón para realizar los movimientos de su hechizo curativo a pesar del dolor y de su deseo de lanzarlo sobre sí misma. Su magia no podía curar por completo a Ashe de sus graves heridas pero quizá sí fuera suficiente para que la semihumana aguantara un poco más y lograse acabar con el guardián del puente.

Mientras la magia curativa de Lithiniel obraba su prodigio, Zeverúth se lanzó con renovado ímpetu contra su enemigo. Él era el último obstáculo para regresar a casa y estaba dispuesto a sortearlo a toda costa después de las penalidades que había pasado bajo el yugo de los goblins primero y de los no-muertos después. Su soris encantado golpeó con saña y el cuerpo de cristal que, de haber sido de carne y hueso, sin duda se hubiera desplomado allí mismo. Sin embargo, el gólem todavía aguantaba pese al terrible castigo que acaba de recibir a manos de su adversario elfo.

Con un número cada vez más decreciente de flechas en su carcaj y la certeza de no poder sobrevivir a otro golpe como el que acababa de recibir, Ashe se apresuró a lanzar la que esperaba que fuese la andanada final. Los dos primeros proyectiles hicieron diana a la perfección, pero apenas causaron daños en la colosal estructura de cristal. La tercera no fue mejor y la cuarta ni siquiera logró dar en la diana, tal era el dolor, el agotamiento y el desánimo que comenzaba a hacer mella en la infatigable exploradora.

Todo parecía perdido cuando los tentáculos restallaron una vez más a vuestras espaldas. En esta ocasión la magia defensiva de Kenthalas logró repeler el ataque pero Lithiniel no tuvo tanta suerte y volvió a recibir su terrible azote. El seguidor de Solinari estaba tan convencido de que moriría aplastado allí mismo que no encontró las palabras para su siguiente sortilegio y éste se malogró antes de que llegara a pronunciarlo siquiera. Estaba claro que la fortuna no quería ponerse de vuestro lado.

La respuesta del gólem no se hizo esperar, en forma de una nueva ráfaga de mortíferos cristales afilados. Los reflejos del monje le permitieron esta vez esquivarlos todos pero la malherida exploradora no tuvo tanta suerte y recibió en esta ocasión el impacto de varios de ellos. Ese hubiera sido su fin de no ser porque Lithiniel acababa de obrar una curación milagrosa en ella.

Aquello parecía su final. Luchando completamente a la defensiva, la capa con la imagen del kirath caído ondulaba mientras la druida curaba sin descanso a unos y a otros. Por otro lado, la exploradora gastaba una y otra vez las flechas de su carcaj, pero en respuesta era herida brutalmente por el enemigo. Tan solo Kento y él mismo parecía que habían tenido suerte en este ataque. Tenía que pensar algo, y rápido.

De repente, y sin saber si era fruto de la desesperación o la locura, una palabra parecía resonar en su mente. No sabía de donde provenía la voz que le susurraba, pero toda su piel se tensó, y cada célula de su cuerpo le indicaban que era la mejor opción, aunque aún no sabía lo que ocurriría, si es que ocurría algo. Agarrando fuertemente su soris, sacó con voz profunda la palabra que apuñalaba su cabeza intentando salir.

- ¡TÄRCIIIIIIIL!

Sin conjuros que lanzar y casi sin esperanzas, Lithiniel se quedó inmóvil pero con todo su cuerpo en tensión, esperando la llegada del siguiente latigazo y rogando por que lograra esquivarlo en esta ocasión. No había mucho más que pudiera hacer más que rezar a los dioses en los que ya no creía para que el monje terminara lo que ninguno de ellos parecía capaz de llevar a cabo.

Invocando la magia de su soris encantado, el cuerpo de Zeverúth comenzó a experimentar un sobrenatural crecimiento. En cuestión de segundos su estatura se duplicó y su peso se multiplicó por ocho, hasta el punto de alcanzar unas dimensiones similares a las del colosal gólem de cristal que tenía delante. Los golpes del acrecentado monje no resultaron más certeros que antes, pero sí algo más violentos, lo que abrió nuevas grietas en el destrozado cuerpo de su adversario. Por desgracia, el rosado constructo se resistía a claudicar.

Obligada a retroceder si no quería ser arrojada al mar por un costado del puente ahora que Zeverúth había doblado su tamaño, Ashe cogió otras cuatro flechas de su carcaj casi vacío y apuntó con Catarsis al monstruo de cristal desde la relativa seguridad que le brindaba el cuerpo de su camarada. Pero una tras otra sus flechas se estrellaron inofensivas contra la mole de cuarzo rosado sin infligirle daño alguno.

Para entonces, los tentáculos volvieron a ondear una vez más; solo que esta vez la druida estaba preparada para esquivar el trallazo y la magia protectora de Kento logró resistir también el brutal impacto contra todo pronóstico. Inasequible al desánimo el seguidor de Solinari trató de ejecutar un nuevo sortilegio pero estaba claro que el pobre ya no daba más de sí y también este último conjuro se malogró sin dejar tras de sí más que unas cuantas luces chisporroteantes e inofensivas.

Entonces el gólem de cristal contraatacó con todo lo que tenía y sus enormes brazos cubiertos de afilados cristales golpearon sin piedad al crecido monje, que a duras penas logró resistir el terrible impacto a pesar de lograr evitar uno de los dos mazazos asesinos.

La desesperación de Lithiniel era palpable, ya no podía aportar nada más, y aunque el crecimiento del monje había supuesto un agradable cambio de tornas, bien podía haberlo hecho antes...

Así pues, sin más posibilidades que la de aguantar otro envite más de esos endemoniados tentáculos, aferró firmemente su escudo y se dispuso a darle con su estoque en cuanto estuvieran cerca, aunque estaba claro que no iba a servir de mucho.

Sorprendido gratamente por el resultado, el monje soltó una enorme carcajada al ver que ahora medía casi como su adversario, lo cual reducía bastante el miedo que le pudiera haber tenido antes y aumentaba su ventaja en la batalla. ¿La pega? era un blanco fácil, o mejor dicho, el único blanco que ahora veía el enorme monstruo cristalino. Aquello no pareció preocuparle hasta que recibió otro latigazo de que hizo tambalearse su enorme cuerpo. Debía concentrarse más que nunca. Inspiró todo el aire que pudo, llenando sus ahora enormes pulmones para prepararse. Su visual había mejorado muchísimo, ya no era una pequeña hormiga enfrentándose a un gigante, ahora estaban igualados, y eso, a la hora de golpear, era una gran ventaja, tanto para uno como para el otro. 

Empuñando el soris con fuerza, fijó los ojos en las grietas ya creadas entre Ashe y él. Si los golpes eran certeros, tal vez lograse terminar de romperlo, o al menos incapacitarlo lo suficiente como para que sus compañeros pudiesen escapar hacia el portal.

Exhaló el aire que había tomado...

- Matheri, tu leal siervo te necesita, ayúdame... ¡por favor!

Acosada y desesperada, la druida intentó acometer a los tentáculos que tan gran castigo le habían infligido hasta el momento. Su estoque describió un movimiento zigzagueante, como un relámpago, y golpeó al látigo de cristal sin causarle aparentemente daño alguno. Como en respuesta, tres nuevos zarzillos de cristal emergieron del puente, poniendo fin a cualquier esperanza que Lithiniel y Kento pudieran tener de salir de allí con vida.

A Ashe únicamente le quedaban tres flechas en su carcaj. Las cogió sabiendo que tal vez no fueran suficientes para destruir al gólem de cristal y que entonces estarían perdidos. Por fortuna para todos, Zeverúth todavía conservaba intacta su fe en que Matheri no lo abandonaría a su suerte. Matheri la Rosa Carmesí; el dios-mantis, como lo conocían los humanos.

Armado con el Caladrithal, el monje se encomendó a su dios y le ofreció en sacrificio a su enemigo. Un golpe del encantado soris bastó para convertir en añicos el resquebrajado cuerpo del gólem y arrojar sus pedazos al mar más allá de los límites del puente.

Los sobrenaturales tentáculos que la criatura había convocado fueron entonces reabsorbidos por la estructura de la que habían surgido y el camino quedó expedito para vosotros. La elección era vuestra: seguir adelante hasta la sala de control del Portal o regresar por donde habíais venido.

El monje cayó de rodillas, todo aquello comenzaba a superarlo. Los sucesos horrorosos que habían vivido allí se quedarían para siempre grabados a fuego en su memoria. Su voz estaba ronca del esfuerzo.
Sigamos... fue lo único que acertó a decir.

La exploradora semihumana posó su mano en el hombre de su agotado compañero, en un gesto que pretendía reconfortarlo.

—Nos has salvado. Estábamos perdidos pero tú has acabado con esa criatura. Gracias. Gracias de corazón. Ahora podremos volver a casa.

Sin esperar una respuesta por parte de Zeverúth, que había comenzado a retornar a su tamaño natural, Ashe avanzó por el puente hasta la entrada de la torre. Estaba cerrada y no tenía cerraduras visibles.

Kento se acercó cojeando y con aspecto de estar más muerto que vivo. Era atípico, porque normalmente el seguidor de Solinari solía permanecer en la retaguardia y salir mejor parado que la mayor parte de vosotros. Ahora los cuatro presentabais un aspecto de mierda y os sentíais contentos por ello; al menos ninguno había terminado devorado por los peces y eso era mucho decir.

El aprendiz de mago se quedó mirando la entrada y afirmó que estaba encantada. Ejecutó un sortilegio complejo destinado a abrir cualquier puerta pero, contra todo pronóstico, aquello no funcionó. Entonces indicó a Ashe que usase el cetro de platino que Gwyn les había entregado. No estaba seguro de si aquello funcionaría, pero no se le ocurría ningún otro modo de lograr entrar en la torre que teníais frente a vosotros.

Tan pronto como la punta de topacio de la vara tocó la puerta, ésta se abrió silenciosamente hacia el interior. Entrasteis y la puerta se cerró por sí sola tras vosotros. Dentro estaba oscuro, incluso para vuestra penetrante visión élfica de modo que Kenthalas conjuró una luz mágica para iluminaros el camino. No podíais ver el exterior pero la iluminación mágica se reflejaba en las gruesas paredes de cristal de la torre.

Ante vosotros se extendía un pasillo recto, sin bifurcaciones, al final del cual había una plataforma del mismo cuarzo rosa con que estaba construida toda Tirintaal. Aquello era el corazón de la torre, un tubo vertical que comenzaba en esa plataforma y terminaba 25 metros por encima de vuestras cabezas, donde podía verse la cúpula. La sala de control debía estar allí arriba, puesto que aquí abajo no había nada. ¿Pero cómo subir? Las paredes eran lisas y ni con todas vuestras cuerdas juntas juntabais una mínima parte de la distancia que debíais recorrer.

Sin más alternativas, subisteis los cuatro a la plataforma y al instante visteis que unas formas espectrales comenzaban a agitarse en el suelo, justo por debajo de la plancha circular sobre la que estabais encaramados.

A la alta elfa todo aquello le daba mala espina, sobretodo cuando esos espectros empezaron a agitar el suelo. Por lo que le dijo con voz apremiante al mago:

-Usa el cetro de nuevo, quizás haga aparecer algunas escaleras, creo que no debemos quedarnos aquí mucho... -expuso mirando con desconfianza al suelo- yo puedo convertirme en águila y volar a la parte superior, pero sólo puedo hacerlo una vez, ¿queréis que lo intente? -preguntó esperando la respuesta de sus compañeros y que por ende le diesen todos los artilugios mágicos de los nigromantes que pudiera necesitar, como la vara.

El monje no perdía de vista a las figuras espectrales que surgían debajo de sus pies. Aunque intentaba mantener la calma, lo ponían un poco nervioso después de haber llegado tan lejos. Su mente pensaba con rapidez, intentando dar con la solución.

- Uno de los cetros debe funcionar, pero tal vez sea el de la elfa Drielae, experta en crear ilusiones, quizás su cetro las elimine y podamos ver unas escaleras en algún sitio, pero es justo el cetro que no tenemos...

La otra opción era, como había indicado la druida, usar el que tenían. Poco podían perder...

Siguiendo las indicaciones de la druida, Ashe tocó con el cetro la pared circular del pozo con la esperanza de que apareciera en ella alguna escalera y, cuando eso no ocurrió, tocó la plataforma a la que todos estabais subidos. Entonces ésta comenció a agitarse, embestida por las criaturas fantasmales que se podían ver a través del cristal traslúcido.

—Si puedes volar, Lithiniel, tal vez deberías intentar llegar hasta ahí arriba y ver si hay alguna escala de cuerda o algo similar que puedas arrojarnos desde lo alto —sugirió Kento, secundando la idea de la druida a falta de otra mejor—. Yo no conozco ningún conjuro que nos permita subir, pero de algún modo tuvieron que hacerlo los nigromantes durante todo este tiempo.

La exploradora semielfa no tenía inconvenientes en entregar la vara a su antipática compañera si ésta la quería. A ella lo único que le importaba era salir de allí y lo de menos era quién activase el Portal de regreso a Silvanesti.

Lithiniel asintió a su amigo mago, por lo que poniendo en práctica su nueva habilidad se concentró, visualizó en su mente un majestuoso águila como su fiel Renan, para acto seguido "Plaf" convertirse en dicha rapaz para el asombro de todos.

En esta forma, al principio le cuesta a la druida acostumbrarse a su nuevo cuerpo, pero tras aletear varias veces y realizar pequeños vuelos se atreve a alzarse un poco más. Finalmente, cuando descubre que el vuelo lo tiene ligeramente controlado, agarra la vara que le ofrece la semihumana con una de sus garras y despega hacia el cielo de la torre...

Tan pronto como Lithiniel alzó el vuelo en forma de águila con el cetro entre sus garras, dos de las criaturas que empujaban desde debajo de la plataforma lograron escurrirse hasta la superficie y volaron hacia la druida.

—¡Cuidado, Lithiniel, elementales! —gritó Kento a modo de advertencia, pero era ya demasiado tarde.

Dos pequeños remolinos de viento alcanzaron en un subida vertical al águila que describía una elegante espiral ascendente y la atraparon en su frenético remolino. Dando vueltas sin control, incapaz de orientarse ni saber qué era arriba y qué era abajo, Lithiniel se precipitó contra el suelo en un vertiginoso picado mientras los elementales de aire permanecían flotando sobre vuestras cabezas.

La pareja de elementales, no mayores que niños, no parecían dispuestos a atacaros pero sí decididos a impediros que subiérais.

Lithiniel aún en forma de águila daba pequeños saltos por la plataforma para moverse a la vez que miraba a sus compañeros en espera de que hicieran algo contra esas criaturas pues sin duda no iba a emprender de nuevo el vuelo mientras estuvieran esos seres ahí...

Cansados y maltrechos, lo que faltaba era que aquellos elementales no dejasen ir al grupo en paz después de todo lo que habían pasado. Inexplicablemente, la druida ahora se transformaba en águila, y ciertamente lo hacía con tal naturalidad como si llevase toda la vida haciéndolo. Pero aquel poder nuevo u olvidado parecía que no iba a servirle de mucho si aquellos elementales seguían por ahí. Preparando el arco, negro y brillante, colocó una flecha en él, y tensándolo apuntó a uno de ellos y disparó.

A pesar de tener un arco temible, el monje nunca había tenido flechas desde que sus camaradas kirath lo liberaron de su penoso cautiverio. A Ashe no le quedaban más que tres y aun en el improbable caso de que hubieran bastado para acabar con la pareja de elementales, había más criaturas deambulando por debajo de la plataforma. La semihumana parecía reacia a agotar sus escasos proyectiles en unos enemigos que no se mostraban proclives a atacarla.

—No me quedan hechizos para combatir a estos elementales —recordó el seguidor de Solinari a sus compañeros, en caso de que ellos esperaran que solucionase la situación—. Tal vez deberíamos plantearnos la posibilidad de retirarnos y regresar cuando estemos recuperados de nuestro último encuentro.

—¿Y de qué nos serviría? —preguntó la exploradora, antes de citar un pasaje del juramento de los kirath que todos habíais recitado en vuestro día—. «La violencia no es el camino para resolver un problema si la astucia, la estrategia o la diplomacia pueden proporcionarme una solución mejor.» Yo no tengo flechas y no sé si podré fabricar más teniendo en cuenta que aquí no abundan los muebles de madera. Tal vez Lithiniel y tú podáis acabar sin ayuda con estos dos e incluso con todos los demás que están aquí abajo esperando. ¿Y después qué? No podemos subir.

»Lithiniel convertida en águila puede, ya lo veo, ¿pero qué sabemos de lo que nos espera ahí arriba? ¿De verdad queremos que se enfrente a lo que sea ella sola? Yo no, me imagino que vosotros tampoco y supongo que ella menos que nadie. ¿Ninguno sentís curiosidad por saber cómo los nigromantes conseguían llegar hasta lo alto?

—Volando, probablemente, Elen-dal, Kiyälariel y Ärlithel eran los tres grandes magos —conjeturó Kenthalas.

—Tienes su libro de conjuros. ¿Has visto algún hechizo que les permitiera volar que podamos utilizar nosotros?

Kento negó lentamente con la cabeza después de hacer memoria durante unos segundos. Había estudiado el libro de Kiyälariel hacía pocas horas.

—Y en el de Erindel tampoco —reconoció el aspirante a Túnica Blanca—. Quienes sí vuelan son los elementales de aire, pero...

Entonces Zeverúth lo supo. En ese momento entendió qué hacían allí esas criaturas y cómo funcionaba la plataforma o al menos se hizo una idea bastante imaginativa. Aquello era como los elevadores que algunos elfos que vivían en lo alto de los árboles usaban para subir víveres e incluso a sí mismos hasta sus hogares, solo que en vez de usar poleas para ello tenían elementales de aire.

Arrancó el cetro de entre las garras de la aturdida águila y señaló con él hacia el techo. Al instante, las criaturas situadas bajo la plataforma comenzaron a empujar y golpearla desde abajo. El suelo tembló bajo vuestros pies pero la plataforma no ascendió. El monje pensó que se debía sencillamente a que pesabais demasiado.

La druida, viendo que su forma aviar no iba a ser de utilidad retomó su forma para el asombro de los presentes, con una naturalidad que rayaba lo extraño, sin duda estaba familiarizada con la forma de un águila y eso la ayudaba a imitarla con relativa facilidad.

Así pues le habló a los demás diciendo:

-Si no puede subir debido al peso, lo mejor será que vayamos bajando de uno en uno hasta ver si así funciona, lo primero es dejar todo nuestro equipo fuera, a ver si con sólo ese podemos, de lo contrario el orden más lógico sería que bajase primero Kento, pues está herido y sin magia, luego me bajaría yo, pues estoy igual que Ashe, pero no soy tan diestra para la batalla como ella, luego la semielfa y si con eso no basta, creo que será obvio que este cetro no vale, y seguramente debamos usar el de Gwyn... -concluyó esperando que los demás estuvieran de acuerdo.

El monje no comprendía la lógica de la druida.

- Armas debemos llevar, no podemos tener un enfrentamiento arriba sin llevar equipo. Kento y tú debéis bajar, él está herido, y tú puedes intentar recuperar el cetro en caso de que la cosa se complique. Intentaremos subir Ashe y yo, pero con armas - remarcó el monje, esperando que los demás acatasen su petición y bajasen.