Partida Rol por web

—¿Eso es lo que el alto mando espera de nosotros, que nos rebajemos a convertirnos en unos vulgares secuestradores? —pregunta la exploradora semielfa de manera retórica, con la voz cargada de indignación.

Después, llevándose las manos a la cara, suspira varias veces para tratar de serenarse. Sin embargo, la rabia da paso rápidamente a la resignación cuando escucha a Zeverúth declarar que él está dispuesto a llevar a cabo el cometido encomendado. En un público y manifiesto gesto de afecto, toma la mano del monje de forma cariñosa antes de declarar:

—Está bien, si tú estás dispuesto a hacerlo, yo también. Dioses, ¿quién iba a creerlo? Toda mi vida soñando con convertirme en alguien respetable y ahora...

—No hay motivos para indignarse —replica el oficial con desarmante serenidad—, el encargo no tiene nada de deshonroso. Al contrario. Cuando hayáis cumplido la misión se os otorgará una recompensa acorde a la importancia del servicio prestado, tanto económica como en forma de ascenso, además de contar con el favor de los oficiales más encumbrados en la cadena de mando.

»Por supuesto, para mantener las apariencias, los escoltas no serán informados del secuestro planificado y los diplomáticos deberán estar bajo custodia tres meses antes de ser liberados finalmente y escoltados hasta algún lugar donde puedan ser encontrados por los kirath. Buscad un lugar donde mantenerlos ocultos y a salvo durante ese tiempo, seguro que alguien intentará hallarlos pero los detalles son cosa vuestra y yo no tengo interés en conocerlos.

Secuestrar a gente inocente, políticos, pero inocentes al fin y al cabo, no era algo que o gustase demasiado. No obstante, era una misión oficial y como tal debían de aceptarla por el bien del Silvanesti y por el bien de la raza. No obstante, quería que aquella misión fuera corroborada por otro mando. 

Tareth podía parecer idiota y en muchos aspectos de la vida, e efecto lo era, pero tenía cierto instinto, cierta astucia que le servía como radar para los problemas y en aquella propuesta veía muchas lagunas. No entendía como si aquellos kiriath habían sido conducidos a la deshonra tras haber obedecido una mala orden, ahora aceptaban de tan buen grado. 

- Estos buenos elfos obedecieron una orden y acabaron juzgados, ¿Si? - Afirmó. - ¿Cómo sabemos que no sucederá lo mismo ahora? - Preguntó ansioso por una respuesta. - Ofender no quiero, pero necesitamos unas garantías... - Sonrió con su desagradable mueca. - Las necesitamos, si... - Y mantuvo su mirada fija sobre el oficial a la espera de una respuesta convincente.

—Estos "buenos elfos" obedecieron las órdenes de un sargento pelagatos desobedeciendo las de sus oficiales de mayor graduación y finalmente han sido absueltos gracias a la mediación de la Protectoría. ¿Qué más garantías necesitas, Tareth? Esta vez las órdenes que recibís provienen directamente del general Konnal, no hay nadie con una graduación mayor en todo el ejército. ¿Qué quieres, que la reina Alhana en persona venga a darte una palmadita en la espalda para animarte? No me hagas perder el tiempo con sandeces. Haced las cosas bien; si sois discretos y no matáis a ninguno de los diplomáticos no hay razones para que nadie vaya a juzgaros. Pero si la jodéis, puedes estar seguro de que recibiréis todo el peso de la justicia sobre vosotros, jamás volveréis a pisar suelo Silvanesti.

Lithiniel escuchó atentamente todo lo que se decía, sin duda esperaba un ofrecimiento así pero aquel encargo no era exactamente lo que esperaba, por lo que tras la intervención de Tareth, apoyó a su futuro compañero diciendo:

-Creo que lo que mi amigo quiere decir, es que necesitamos ciertas garantías por su parte, por el alto mando en concreto, lo que nos propone no es para nada a lo que estamos acostumbrados, ¿secuestrar a unas veinte personas durante tres meses? digo veinte porque supongo que la escolta que llevan también debe salir ilesa supongo, seré muchas cosas pero no derramo la sangre de los míos sin que se lo merezcan -aclaró esperando que el juez precisase aquel punto, pues no sabían cuántos emisarios había, ni cuál era su escolta- es decir, si vamos a tener que cuidar de esa gente, lo más probable es que todos no sobrevivan, esto es Silvanesti y el peligro es real como bien decís, nosotros obviamente no vamos a matar a ninguno de ellos, pero en tres meses hay tiempo para que ocurran muchas desgracias naturales y como comprenderás si nuestras opciones son que nos destierren ahora, o que lo hagan dentro de tres meses, pues no nos inspira mucha confianza, si queréis que hagamos esto necesito un salvoconducto del mismísimo Konnal, que especifique que no se nos procesará si ocurre alguna desgracia que no estuviera en nuestra mano evitar, sé que dicho escrito es arriesgado porque mostraría la implicación del general, pero así al menos estamos todos atados de manos; por supuesto dicho escrito no lo llevaremos encima en el momento del secuestro, por cierto ¿por quién debemos hacernos pasar? ¿bandidos? ¿desertores? obviamente por kirath parece que no -preguntó esperando que aquel tipo fuera más claro en las órdenes- es más, los únicos que hemos infringido la ley somos Gwyn y yo, el resto o están muertos o desaparecidos, Ashe cumplió con su misión, Zeveruth es una víctima de nuestra desobediencia y Tareth no tiene culpa de nada, por lo que entiendo que Gwyn y yo estemos obligados a participar en esto, pero no veo porque ellos sí, y menos aún sin ninguna garantía -concluyó, no porque defendiera a sus compañeros, sino porque si pensaban que esto era culpa de ella también por el simple hecho de estar en su grupo no pararían de criticarla por ello, y no pensaba aguantarlo.

- Hermosa, si... - Repitió Tareth mirando a Lithiniel con la boca abierta. - Y muy lista, si... Muy lista.

A diferencia del cabeza cuadrada del oficial, ella habla entendido a la perfección su exposición. Tareth era consciente de que en muchas ocasiones la gente no le entendía cuando hablaba. Solían decir de él que tenía un discurso disperso e inconexo. El no compartía aquella opinión. Sabía muy bien que decía y en su cabeza sonaba bien.

- Eso es, si. Un salvoconducto estaría bien, si. - Dijo mirando fijamente al oficial. - ¿Puede ser, si?

A las palabras de Lithiniel y Tareth responde el oficial con una carcajada desprovista de humor. Algunos de los parroquianos sentados en las mesas cercanas os miran y él espera a que devuelvan su atención a los músicos o la bebida antes de responderos.

—No, por supuesto que no puede ser. ¿Pretendéis implicar al general Konnal en esto sin saber si cumpliréis con vuestra parte o lo convertiréis en otro maldito fiasco? —su mirada se endurece y también su discurso— Os podéis ir olvidando de eso.

»Veinte personas... lo único que se os pide es que retengáis durante unos pocos meses a dos diplomáticos y la pareja de escoltas que les proporcionemos. ¡Veinte personas! ¿Cómo demonios vamos a enviar a veinte soldados a morir a Silvanost? No hay manera de que un grupo tan numeroso consiguiera pasar desapercibido en la Pesadilla ni mucho menos de que unos inadaptados como vosotros pudiérais hacer frente a semejante contingente de verdaderos militares de la Protectoría. Chusma kirath...

»Podéis haceros pasar por quien os venga en gana, mientras que no reveléis que estáis cumpliendo órdenes. Forajios, desertores, kirath... no hay una gran diferencia. Como he dicho, todos vais a ser indultados por el tribunal, así que ninguno está obligado a nada. La cuestión es saber quiénes de vosotros sois unos auténticos patriotas y quiénes unos vividores muertos de hambre que se han alistado en el ejército solo para tener cama caliente y algo que llevarse a la boca. Y empiezo a tenerlo bastante claro.

La alta elfa esperaba que su petición no llegara a nada, por lo que sólo añadió lo siguiente:

-Como ya le dije, en el caso de Gwyn o yo no tenemos elección, sólo podemos optar por que nos destierren ahora o intentar hacer algo por que no nos destierren en tres meses; no obstante, si yo fuera algún otro del grupo lo consideraría una tremenda injusticia, pues los obligáis a estar en una situación en la que un pequeño fallo supondrá el fin de sus carreras, sin haber hecho nada para merecerlo; si no vais a conseguir el salvoconducto al menos dadme vuestra palabra de que ellos no sufrirán castigo si fracasamos, la responsabilidad recae en mi y en Gwyndrahir, nombradme jefa del grupo o algo similar y si llega el día en que exijan responsabilidades por haber fracasado, yo asumiré toda la culpa, diciendo que los obligué a cumplir mis órdenes -expuso en actitud comprometida, aunque era bastante extraño ver a la druida sacrificarse de esa forma, no quedaba claro si lo hacía para proteger a los demás o si por contra lo hacía por el mero hecho de ostentar un cargo superior.

Sea como fuere Lithiniel se quedó esperando la respuesta del juez, esperando que ante dicha declaración no pusiera ninguna pega, pues a fin de cuentas no afectaba al alto mando, sólo pedía que si fracasaban, únicamente se llevara el castigo ella; por lo que le tendió la mano indicando que si la estrechaba cerraban dicho trato.

El oficial de la Protectoría observa en silencio la mano tendida de Lithiniel, da un trago a su copa de vino y se vuelve hacia Zeverúth.

—¿No es muy despierta, verdad? —le pregunta en tono cómplice, señalando a la druida sin mirarla— Mira, no tengo ganas de estar repitiéndome toda la tarde, así que te tocará a ti explicarle despacito a tu compañera otra vez que esta es una misión voluntaria, que todos tenéis elección de aceptarla o rechazarla y que nadie va a condenar a ninguno de vosotros por lo que ha pasado ni en Sithelnost ni en ningún otro sitio.

Mira alternativamente a Lithiniel y Tareth, suspira profundamente y devuelve su atención al monje, haciendo caso omiso de la semielfa.

—Supongo que hemos tocado fondo si hemos tenido que aceptar discapacitados entre nuestras filas, aunque no sean más que exploradores de vanguardia. En fin, haced un buen trabajo y todos esteremos felices. Recibiréis una parte sustancial de los fondos aprobados por el Sinthal-Elish y una promoción en vuestras carreras; quién sabe, tal vez podáis dirigir vuestro propio campamento kirath o incluso tener el honor de ingresar en la Protectoría como auténticos militares —deposita sobre la mesa una saquillo que colgaba de su cinto—. Hasta entonces, podéis considerar esto como un adelanto para atender las cuestiones logísticas de la misión. Suponiendo, claro está, que aceptéis el encargo. Si no, me buscaré a otros capaces de realizarlo.

Zeveruth se quedó mirando la mano de Lithiniel, luego la cara del oficial, y asintiendo a sus palabras con semblante serio dijo:

- Puede contar conmigo, hablo solo por mí, pero estoy dispuesto a aceptar la misión con todas las consecuencias que ésta implica - miró la bolsa y la cogió, aceptando así formar parte de todo eso - me encargaré de que todos los que quieran formar parte reciban lo que necesiten de esta bolsa. 

-No tengo nada mejor por lo que perder la vida, no... - Sonrió con su recurrente mueca. - Saldremos victoriosos, si. Se lo aseguro oficial, se lo aseguro...

De aquella manera quedaba bastante clara la postura de Tareth. Para él quedarse quieto era lo peor que podía pasarle. No se integraba en ningún campamento, no lograba congeniar con otros kiriath. Por eso solía trabajar solo y moverse siempre de un lado para otro de misión en misión, cuanto más patética y peligrosa mejor. La idea de una recompensa o de un ascenso, poco le importaba. No necesitaba dinero, lo material le importaba más bien poco y a decir verdad, no se veía capacitado para dirigir a una tropa, sino todo lo contrario. Él no era un líder. Pero la idea de seguir viajando y combatiendo la pesadilla se le antojaba divertida.

- Yo voy. - Confirmó.

Lithiniel pasó por alto los insultos de su superior, pues a fin de cuentas había conseguido cambiar el motivo de dicha tarea, pues había dejado de ser una misión de castigo a una misión optativa, y ya ni Ashe ni Zeveruth podían objetar nada; y aquellos discapacitados como el oficial los había llamado habían hecho más por Silvanesti en unos pocos días que él en muchos años...

Así pues, viendo como el avaro de Zeveruth se lanzaba contra la bolsa como si le fuera la vida en ello, negó con superioridad con la cabeza a la vez que lo miraba con una expresión como diciendo "Y después te quejas de Gwyn..." por lo que viendo que no iba a tocar nada de ese dinero añadió:

-Ese dinero se usará para pagar las raciones que vamos a necesitar, tantas como pueda cargar la mula, si vamos a tener que estar fuera tres meses, créeme que es mejor ir preparados, cuanto menos tengamos que salir a cazar menos nos expondremos... -concluyó esperando que el kirath no tuviera nada que objetar, tras ello se dirigió al alto mando y continuó diciendo- indicadnos más o menos dónde podemos encontrar a los emisarios, devolvednos a nuestro compañero prisionero y partiremos lo antes posible -dijo únicamente esperando que no pusiera reparos en ello también.

—Vamos a necesitar algo más que raciones si pensamos sobrevivir tres meses en Silvanesti sin ser descubiertos por los kirath que patrullan los bosques o por cualquier criatura monstruosa que merodee por allí —comenta la exploradora a nadie en particular—. Vamos a necesitar un refugio discreto en el que nadie pueda encontrarnos. Tirintaal sería ideal pero ya no existe. Montar un campamento fijo al aire libre durante semanas no es una opción que podamos plantearnos siquiera y tratar de pasar desapercibidos moviéndonos como nómadas de las Praderas de la Arena con cuatro prisioneros tampoco parece un escenario muy apetecible. Nueve elfos moviéndose por el bosque es una cantidad lo suficientemente significativa como para atraer la atención de cualquier rastreador moderadamente competente; y seguro que envían a alguno cuando se den cuenta de que los diplomáticos se han desvanecido.

»Necesitamos provisiones, sí, comida y agua para aguantar una larga estancia pero también un lugar donde permanecer ocultos todo ese tiempo. Un lugar que no sea muy susceptible de ser localizado y registrado. Y para eso nos harán falta más que fondos, precisaremos de trabajadores competentes y discretos que construyan ese lugar. ¿No estáis de acuerdo?

Ambas elfas llevaban razón, necesitábamos comida y un lugar donde permanecer escondidos todo este tiempo, pero dudaba de que el oficial fuese tan dadivoso como para otorgarles trabajadores que les construyesen el lugar adecuado como para estar tantos meses. Aún así, calló, dándole la razón a Ashe y esperando la respuesta del oficial a esa petición.

Comenzaba a darse cuenta de la magnitud de la misión. Tendrían que estar encerrados en un habitáculo discreto durante meses con cuatro elfos secuestrados y, lo que era aún peor, con Lithiniel y Gwyndaewar, que ahora se hacía llamar Gwyndrahir por algún extraño motivo que no sabía ni quería preguntar, si es que había aceptado él la misión, que esperaba que no. Nadie sabía como podía acabar todo aquello.

Lithiniel arqueó una ceja con un deje de autosuficiencia que podía sacar de quicio a más de uno, y añadió:

-¿Refugio? Yo puedo crear uno en una ladera de roca o en el interior de un árbol ancho, en un tiempo récord, sin necesidad de involucrar a trabajadores que tardarían mucho y además podrían irse de la lengua -dijo como si aquello no le supusiera nada para luego añadir con su característica lengua viperina- no obstante, creo que no habrá sitio para algunos... -concluyó deslizando una mirada victoriosa sobre Zeveruth y Ashe.

El monje enarcó una ceja, nunca había visto hacer nada parecido a la druida, pero calló sus dudas y preguntó con sinceridad:

-¿Podrías de verdad? Sería grandioso ver algo así, si tienes ese poder puedes ayudar mucho en Silvanesti - se le ocurrían grandes cosas que podría hacer Lithiniel con ese poder

—Estupendo, en ese caso no me necesitáis para ocuparme de los pormenores de vuestra misión —comenta el oficial de los kirath para espanto de Ashe, que conoce muy bien a Lithiniel y ya está acostumbrada a los problemas que ésta es capaz de causar con tan solo abrir la boca—. Aquí tenéis, información sobre la ruta que hemos marcado a los escoltas de la misión diplomática —deposita sobre la mesa un pergamino enrollado que la exploradora se apresura a consultar—. Aún no han llegado a Rocío Matinal así que no sabemos con certeza la fecha en la que partirán. En cualquier caso, estad preparados para preparar vuestra emboscada.

El oficial se levanta de la mesa y arroja sobre el tablero con cierto desprecio un puñado de monedas con el que pagar algo más que su comida.

—A la primera ronda invito yo —comenta—. Haced un buen trabajo y os prometo que no volveréis a saber lo que es pasar hambre.

Lithiniel iba a responder a Zeveruth pero el oficial continuó hablando, por lo que asintió a este con diligencia, se apresuró a terminar su comida y su bebida y le dijo al resto:

-Mañana debatiremos que estrategia usaremos para apresar a los emisarios, podemos hacerlo mientras exploramos dicha ruta que y de paso vemos si hay algún lugar idóneo para establecer una base, debe estar alejada de aquí, pero no tanto como para adentrarnos en líneas enemigas; una vez localicemos el sitio, me pondré a hacer mi trabajo mientras que los demás peináis la zona y vais trayendo las raciones con la mula, lo primero que intentaré preparar será algún pequeño almacén donde ir guardándolas -dijo finalmente esperando ver qué tenían que añadir los demás aunque sin cederles educadamente la palabra.

Tareth escucha atento todo lo que se estaba diciendo. Creía que si Lithiniel podía hacer lo que decía, iban a tener un buen lugar en el que custodiar a los diplomáticos. Fuera como fuera, no led quedaba otra que estar preparados por si lo que estaba diciendo la hermosa elfa era un farol.

Pese a las promesas del oficial, había algo que seguía escamando a Tareth. Daba por hecho que el secuestro de aquella gente iba a dar el fruto esperado. ¿Pero y si evitar la diplomacia no servía más que para recrudecer las hostilidades? Podía ser que el secreto de los nobles pudiera la voz en grito de los nobles y simplemente dieran por perdido Silvanesti. Eso o que simplemente el impuesto no se aprobara o que no sirviera para nada. ¿En qué lugar les dejaba entonces a ellos su acción?

- Mucho está en el aire, si... Mucho... - Hizo una pausa. - ¿Cuando partimos? - Preguntó entonces.

No iba a compartir sus impresiones con sus compañeros. No parecían tener más opción que aceptar de todos modos. Sacar el tema solo serviría para seguir discutiendo y eso era algo que a Tareth no le gustaba demasido.

Tenía claro que en cuanto pudiera, compartiría con Ashe las impresiones de esta misión. Pidió su comida, e invitando a Ashe también a la suya, comió despacio, en un lugar caliente, con su gente. Quería aprovechar esos pequeños momentos que la vida le traía, porque él mismo sabía que no eran eternos, y que en cualquier momento todo podía truncarse. 

- Mañana mismo, sin más dilación, deberíamos partir. Esta misma tarde deberíamos empezar a comprar raciones, y... ¿cuanto vale una mula? quizás dos animales nos vendrían bien para llevar lo necesario. - se dirigió a Lithiniel - ¿Cuánto tiempo necesitarás para hacer el refugio? - no sabía exactamente qué significaba para la druida "tiempo record" - deberíamos tener una sala para provisiones, otra para prisioneros y otra para nosotros - el monje no paraba de pensar sobre la distribución del refugio - hay que tener en cuenta muchas cosas, como las letrinas, o las condiciones en las que van a estar los prisioneros, porque no pienso dejaros que les hagáis pasar por lo que yo he pasado. - su mirada estaba clavada en la druida, a sabidas cuentas la más cruel de todos sus compañeros sin contar a Gwyndaewar. Esos prisioneros no eran asesinos ni ladrones, sino su propia gente, diplomáticos que iban a tener que estar presos meses, y él mejor que nadie sabía la pesadilla que podía convertirse un encierro así en manos de carceleros sin escrúpulos. El monje se puso a diseñar un refugio con su comida, a falta de pergamino y pluma, eso era lo mejor.