Partida Rol por web

Ante el espectáculo dantesco de ver detenerse -definitivamente- el cuerpo de Freddy, y que lo hiciera de manera tan dramática a los pies de su viuda, el joven Carter se quedó desarmado y sin saber qué hacer o decir. Retrocedió unos cuantos pasos y observó la situación con cierto pasmo. Hasta que escuchó un chistado. Giró la cabeza hacia Gumshoe, sin reconocerlo durante unos breves segundos, hasta que finalmente se acercó a él disimuladamente como quería. No sabía muy bien qué estaba ocurriendo, pero se sentía más seguro en la presencia del detective y, estando a su lado, pudo observar todo con ojo más clínico...
-¿Qué está pasando? -preguntó, más al aire que a su propio compañero

- Somos unos putos lechosos en una fiesta del chocolate... - Le dijo por lo bajo Artie a Carter. - Mantente alejado de los problemas si no quieres que esto acabe mal... Muchas suerte hemos tenido hasta ahora... 

Sin más se alejó unos pasos de la acción. Quería esperar desde una posición menos comprometida, a que los acontecimientos se sucedieran. Estaban allí para observar y aprender, no pare intervenir. No al menos en ese preciso momento. Si tenían que seguir investigando más a fondo, lo harían cuando todos se hubiera marchado.

Tras una búsqueda más exhaustiva, el Dr. Bedford susurra a su compañera, la Srta. Vixen, que si es capaz de encontrar el Mantua Carpetatorum sive Matritum Urbs Regia de Pedro Teixera en la biblioteca de la universidad, es capaz de asegurar que en aquel despacho no hay nada más de interés.

Adviertes la presencia de un hombrecillo blanco vestido con traje marrón que se aleja rápidamente del lugar en dirección a un Packard gris que lo está esperando.

Henry fija su mirada en algo a través de la multitud nerviosa.

Al percatarse de como Carter fijaba la mirada, Artie supo que algo sucedía. Algo no estaba bien. Tragó saliva.

- ¿Y ahora que coño pasa? - Le preguntó en un susurro a su compañero.

El tiempo pasaba y cada vez estaba más nervioso. Al final nos iban a pillar allí dentro. Una gota de sudor resbaló por mi frente mientras seguía buscando incansablemente. Sentí la garganta seca y un pensamiento cruzó mi mente.

“Mataría por una copa”

Pero entonces sacudí la cabeza, enfadado conmigo mismo.

“Céntrate, no es el momento para eso”

Y no encontrábamos nada más. Me pareció escuchar que alguien se acercaba y se me congeló el corazón, por suerte, una voz resonó al otro lado.

- La otra puerta, gracias

Y suspiré aliviado. Entonces me giré hacia Anna.

- Querida, creo poder afirmar que nada más encontraremos aquí y ya hemos estado demasiado. Deberíamos irnos ya. Convendría no solo estar fuera del despacho sino lejos de esta oficina cuando se den cuenta de Manusco ha desaparecido. Vamos, salgamos con naturalidad. -

Me dirigí hacia la puerta, tomé el pomo y tomé aire antes de abrir. Entonces intenté salir con toda la parsimonia que era capaz teniendo en cuenta que por dentro estaba histérico. Intentaba no mirar a nadie a la cara en aquella sala de espera. Cuanto menos nos pudieran reconocer, mejor. La lengua se me pegaba al paladar y la sentía pastosa. Dios lo que daría por una copa ahora. Lo que tenía claro es que en cuanto saliéramos, debíamos reunirnos con nuestros compañeros. Metí mi mano en el bolsillo para verificar que seguía teniendo la nota. Al rozar el papel, suspiré aliviado y seguí caminando.

-Ese hombre -dijo, al tiempo que señalaba entre la multitud
-Se va a subir a un Packard gris, el que va vestido de marrón. Y que es también lechoso como nosotros -este último comentario hizo que Carter se sonrojaba levemente. No se sentía cómodo con aquella clase de distinciones raciales. Para él la validez de una persona estaba en su capacidad intelectual y en su corazón, no en el color de la piel, e ignoraba -quizá de manera ingenua- todo lo que a ese respecto ocurría

Pero no era estúpido. Y el hecho de que un blanco estuviera en el entierro de un negro era síntoma de que tenía interés o curiosidad por algo, del mismo modo que la tenían Gumshoe y él mismo. Obviamente podría ser que conociera al difunto y fuera a presentarle sus respetos desde la distancia, pero cuanto menos era como para preguntarle sobre el asunto. Más aún habida cuenta de lo que acababa de pasar hacía unos segundos...

- ¿Un packard gris? - Saltó Artie. - ¡Es el coche en el que se marchó el asesino anoche! - Miró en todas direcciones tratando de localizar el vehículo y al hombre del que Carter hablaba, pero nada. - ¿Dónde coño está? - Le preguntó ansioso a Henry.

Cuando el joven señala a su compañero la dirección con el dedo, tan sólo ven el coche alejarse. Entre el ajetreo de la multitud, se sorprenden al ver pasar al trompetista Leroy Turner escabulléndose para largarse de allí.

Te ha costado un instante darte cuenta, pero ahora caes que el tipo que acabas de ver subir al coche es el mismo que anoche mismo le reventó los sesos a Manusco en el Cielo Azul.

- ¿Leroy Turner? - Exclamó. - ¡Vamos por él! 

Desde luego, ver aquel coche de nuevo y como el trompetista huía a la carrera era algo muy sospechoso. La clave de todo podía estar ahí y si no lo estaba, al menos era una buena pista que seguir en ese momento. Por ello, sin dudarlo demasiado, salió tras aquel hombre. Tenía mucho de que hablar con él, pero antes debía cogerlo.

- Ehm... Hola. - Pronuncia un confundido Leroy Turner cuando Artie se cruza con él.

- Soy Artie Gumshoe, investigador privado. - Le enseñó la placa. - Él es mi compañero, el señor Carter. Tenemos que hablar con usted. - Le comentó. - ¿A dónde se dirigía con tanta prisa? - Le asaltó.

Leroy Turner únicamente contesta que prefiere hablar a cambio de una copa en algún speakeasy.

- Por supuesto. - Respondió Artie con una sonrisa. - A mi también me vendría bien. - Le guiñó un ojo. - Podemos ir con mi vehículo. ¿Viene? - Le preguntó a Leroy esperando una respuesta afirmativa.

La oscuridad se cierne sobre la ciudad, cerrando un extraño día en el que, por segunda vez, habéis visto a los muertos caminar. Mientras Artie conduce, Carter mira de reojo a Leroy Turner, cuya mirada está impregnada de miedo y consternación. Es imposible saber qué pasa por su cabeza, así que esperáis que salga de su boca cuando una copa le desengrase las ideas. Durante todo el trayecto mantiene silencio, únicamente roto por concisas instrucciones hasta llegar a un speakeasy cercano, donde él y su pequeño maletín toman asiento en la mesa más apartada y oscura de todas.

Vuestro invitado pide un cutty con agua, y cuando el camarero os sirve las bebidas en la mesa, Turner da un pequeño sorbo con los ojos cerrados, exclama un lento "aaahhh" y se recuesta en el respaldo de terciopelo morado. Os mira y veis que sus ojos recogen cansancio y perplejidad. Posa su mano derecha sobre el maletín de su trompeta y la mira un instante antes de volver su mirada hacia vosotros y decir en clara referencia a lo ocurrido en las últimas veinticuatro horas:

- Llevo diez años tocando la trompeta, pero nunca me había pasado nada así.