Partida Rol por web

Artie pidió un whisky con martini seco, mezclado, no agitado. Esperaba que aquel hombre, Leroy Turner, comenzara a cantar mejor de lo que tocaba la trompeta y que la llave de toda la información que llevaba en su interior fuera ese cutty con agua. No obstante, cuando empezó a hablar, sus palabras fueron descorazonadoras.

- ¿No tiene nada para nosotros? - Le preguntó. - Creo que es demasiada coincidencia encontrarme a usted ayer noche en el club, cuando aquel muerto se levantó y de nuevo en el momento en que otro cuerpo se ponía en pie. ¿Que sabe del asesino de anoche, señor Turner? ¿Reconoce el packard gris en el que se marchó?

- Mírenme - exclama atemorizado Turner, dejándose caer sobre el respaldo y moviendo sus manos vueltas hacia sí de arriba a abajo, dejando que seáis vosotros los que os deis cuenta de lo que quiere decir -, ¿qué va a saber un tipo como yo? ¿Qué Packard gris? - Turner niega con la cabeza. - Miren... Ustedes hablan de coincidencias, pero no sé si hay algo más detrás, ¿me entienden? Les explicaré. Un día, había estado tocando junto a una banda improvisada y, durante una pausa salí un momento a liarme un cigarro al callejón. Allí estaba yo cuando alguien se me acercó y me dijo "Turner, eres tan buen intérprete que quiero que tengas una de mis trompetas". Ese tipo era nada más y nada menos que Louis Armstrong. Sí, amigos. El genial Armstrong me entregó la trompeta en ese preciso momento. No podía creérmelo. De hecho, percibí algo raro, irreal, en él. Sus ojos. Tío, los ojos del señor Armstrong. Parecían dos pozos negros. ¡Algo muy extraño! Sin embargo, estaba paralizado por los nervios y de nuevo, Armstrong tomó la palabra para decirme "Toca esta trompeta, chaaval, y despertarás hasta los muertos". Luego, desapareció por el callejón.

Turner hace entonces una pausa y observa vuestras reacción.

- ¿Una trompeta que despierta a los muertos? - Preguntó en voz alta Artie, aunque no quiso haberlo dicho.

Lo cierto era que sonaba a algo sin demasiado sentido. Que una trompeta pudiera levantar a los muertos era algo irrisorio. De haberle propuesto esa idea meses atrás, se hubiera echado a reír, no obstante en ese momento de su vida, casi daba por hecho que aquella trompeta tenía propiedades mágico nigrománticas. 

- ¡Vaya, si que es un buena historia esa! - Exclamó Gumshoe. - ¿El mismo Louis Amstrong? - Le dio una palmada amistosa en la espalda a Turner. - ¿Y le regaló una trompeta? ¿La tiene por aquí? - Le preguntó ansioso por que se la mostrara.

Sin duda Artie pensaba lo mismo que él. Habían visto muchas cosas, ya no eran simples escépticos que pasaban por la vida tratando de razonar sobre todo lo paranormal. Ellos habían visto bestias salidas del abismo, criaturas imposibles, muertos caminando. No es que nada pudiera ya sorprenderlos, pero sin lugar a dudas aquello era más que plausible. Ese tal Louis Armstrong no era el Louis Armstrong real. O si lo era, había sido poseído por algún tipo de espíritu, o incluso puede que estuviera confabulado con alguna de esas criaturas. Fuera lo que fuera, esa trompeta era la clave. Y estaba claro que el pobre Turner debía dejar de tocarla...

Por otro lado, Carter había caído en quién era el tipo que había visto marcharse del entierro. Le costó caer en ello, pero ahora estaba convencido de quién era. Bueno, no exactamente quién, pero sí que esa persona estaba también conectada con todo aquello. Y además en un Packard. No es que fuera muy ducho en temas automovilísticos (más allá de las innovaciones de 12 cilindros implantas en sus motores, por mera curiosidad científica), pero sabía que esa clase de vehículos eran caros. Y bien pudiera ser que un reputado artista como Armstrong se permitiera uno
En fin, dejó que Artie llevara la iniciativa en todo momento, y se dedicó a beber su agua con soda en silencio, con gesto circunspecto

- Aquí mismo. - Responde Turner a Artie.

Leroy Turner abre su maletín y saca su trompeta. Es de color plateado con una extraña textura agrietada.

- Fíjense. Es única. Tiene cuatro vávulas en lugar de tres y cuando la toco parece que esté haciendo sonar una serpiente o un lagarto - dice, deslizando sus dedos por la extraña textura -. Tiene además unas marcas muy raras en el pabellón acampanado - continúa, mientras muestra el interior del mismo en el que se pueden ver un anillo de extraños símbolos que lo rodea -. Me encanta.

- ¿Me la deja ver? - Le pidió a Leroy. - Ciertamente es magnífica y exótica... - Sonrió. 

Quería tocarla con sus propias manos y examinarla bien. Cualquier cosa extraña o indicio de que había algo raro además de su extraña apariencia podía ser de utilidad. Tocarla con sus propias manos era sin duda algo que podía resultarle interesante y puede que útil para la investigación que estaban llevando a cabo.

- Em... Sí. Tenga cuidado.

Turner cede la trompeta a Artie, que la examina fascinado, pero no es capaz de averiguar ningún dato adicional más allá de lo que su colega Henry Carter y él han visto ya. Los símbolos, que es lo más extraño del instrumento, son totalmente desconocidos.

Artie sacó su libreta y trató de dibujar la trompeta y reproducir todos los símbolos que en ella había inscritos. Era sin duda una pieza fundamental para la investigación y suponía que Leroy no se la iba a dejar para un examen más a fondo.

- ¿Se ha percatado de que cuando toca la trompeta, realmente los muertos se ponen en pie? - Le preguntó al trompetista. - ¿Sólo ha sucedido dos veces?

Parecía que el trompetista estaba encariñado con su instrumento, ignoraba si les dejaría investigarlo más a fondo, o incluso llevarlo a un luthier, pero incluso aunque fuera por las malas debían evitar que esa trompeta sonara de nuevo. Miró a Artie unos segundos, con gesto serio como si con sus ojos quisiera transmitir ese pensamiento. Por lo demás giró la libreta donde el investigador había dibujado los símbolos, y la estudió profusamente. Arrugó el ceño, como si algo en ellos le sonara familiar, sólo tenía que averiguar qué era...

- Sí... He sido testigo de... cosas extrañas... - Afirma cabizbajo, Turner. - Dos veces.

A continuación, Turner recoge su trompeta y la guarda con sumo cuidado en su estuche. No oculta que el regalo de Louis Armstrong tiene un gran valor para él.

No tienes ni idea qué pueden significar esos símbolos en la trompeta, pero sí reconoces esa mirada de Turner. En sus ojos ves sinceridad y que todo lo que cuenta lo hace tal y como le sucedió. También percibes algo de miedo o, quizá, respeto por lo que la trompeta es capaz de causar, pero es bien sabido que los negros son capaces de elevar a los altares de lo esotérico cualquier admiración descontrolada por algo, y acaba cristalizando en nuevas supersticiones que funden a su cultura, y desde luego, Louis Armstrong es toda una celebridad, y un regalo suyo, un sagrado tesoro del que jamás nadie se desprendería.

A pesar de tu vasta literatura por el mundo de las ciencias ocultas del mundo, y en especial, la europea, no te suenan de nada las marcas que hay en la trompeta.

- Creo que debería irme. Estoy cansado. - Dice Turner a modo de disculpa.

- Antes de que se vaya...supongo que no dejaría que un experto en estos temas analizara su instrumento, ¿verdad? - Le preguntó Artie sin muchas esperanzas. - Pensamos que su trompeta podría estar bajo efectos de un poderoso conjuro nigromántico. De ahí que sucedan esos extraños acontecimientos. Podríamos solucionar su problema si nos dejase examinar con calma el objeto. ¿Qué me dice? ¿Quiere poder tocar sin miedo a que los muertos se levanten? - Hizo una pausa esperanzado. -;No obstante, nos debe examinar el objeto o no, le acompañamos a su casa. Está usted lejos y tengo el coche afuera. - Sonrió.

Turner esboza una sonrisa y antes de que las palabras salgan de su boca, ya conocéis la respuesta.

- Lo siento, pero no me desprendería de algo así jamás. Ni por todo el oro del mundo. - El trompetista os mira tranquilizador y continúa. - Miren, no la tocaré. Sólo la conservaré, ¿de acuerdo?

Leroy Turner da por aceptadas sus palabras y se levanta pero no se marcha.

- Acepto su invitación, Sr. Gumshoe. No me gusta caminar solo de noche.

Sin perder más tiempo, salís fuera. Artie enciende un cigarrillo y Henry Carter mira su reloj de bolsillo aunque sin ver la hora, aún pensativo en las extrañas marcas de la trompeta. La noche ya es total sobre la ciudad. El coche de Artie está a pocos metros y hacia él os dirigís cuando, dándoos un susto de muerte, un Packard gris que acaba de girar la esquina os embiste y sólo conseguís salir indemnes lanzándoos contra la fachada del speakeasy que acabáis de abandonar. Mientras Henry Carter recoge su reloj del suelo y Artie se recoloca su sombrero, lo cual no lleva más de unos pocos segundos, dos hombres blancos han metido a Leroy Turner en la parte de atrás del automóvil y acto seguido, el motor ruge y se marcha a toda velocidad.

- ¡Joder, odio ese packard! - Excalmó realmente alterado Artie. - ¡Vamos a mí coche! ¡Intentaremos seguirle! 

Carter no se entretuvo, y siguió a Artie a la carrera hacia su coche. Mientras tanto, guardando el reloj de bolsillo cuidadosamente, comentó: -¡Ya he visto antes ese coche, es en el que se marchó el tipo que le disparó en la cabeza al músico! -se tomó unos segundos para recobrar el aliento y no cejar en la carrera, pues esos valiosos segundos eran importantes si no querían perder de vista al Packard. Se montó, cerró la puerta de acompañante con fuerza, y se giró hacia Gumshoe mientras éste arrancaba el coche y se centraba en conducir. -Estaba también en el entierro, supongo que querrían comprobar los efectos del conjuro. ¡Ellos deben ser los culpables de que los muertos se levanten!

- No sé si son los culpables de que los muertos se levanten, pero si que se qué tienen la trompeta... - Dijo Artie. - ¡Y lo peor es que ya nos han dado esquinazo dos veces! - Gruñó para si. - No habrá una tercera... - Gruñó para si mismo. - ¡Agárrate!

Acto seguido puso en movimiento su coche haciendo derrapar las ruedas y saliendo a toda velocidad en la misma dirección en la que se había marchado el packard. No iba a dejar que se marcharan así como así. Leroy era su mejor y única pista y esa trompeta... Tenían que examinarla a conciencia.

Apoyó las manos de manera instintiva en la parte superior de la guantera del coche, en los primeros metros. Después giró la cabeza hacia Artie, con una ceja enarcada, y viendo la concentración y determinación absoluta en alcanzar al otro coche, optó por recogerse contra el respaldo y agarrarse a la puerta. Lo normal era conducir de manera lógica, respetando no sólo la normativa de tráfico vigente sino utilizando el sentido común, y Artie parecía dispuesto a dejar todo eso de lado con tal de atrapar al Packard. Una experiencia nueva para Carter, que comenzaba a notar un hormigueo de adrenalina en las canillas, ignorando si era una relativa euforia ante una velocidad nunca antes sentida o simplemente miedo

Artie logra seguir la Packard gris sin ser descubierto, usando la oscuridad en su propio beneficio. Finalmente, reduciendo la velocidad y ya con los faros apagados, observáis como el vehículo aparca al lado de un gran garaje. Es un lugar solitario, rodeado de malas hierbas y edificios medio en ruinas. Curiosamente, la puerta del garaje no está cerrada, y entonces del Packard salen cuatro figuras que se dirigen al interior del garaje.