Partida Rol por web

Si con un sabio os referís a alguien con conocimientos antiguos y diversos, tanto mi buen amigo y mentor Blaise, aquí presente dice señalando al anciano, que hace una inclinación de cabeza como el buen bardo que nos espera en el salón espero os podrán ser de ayuda... pero tras el banquete, durante la sobremesa donde habrá tiempo para charlar de vuestros viajes y mil cosas más...

Mentor Blaise...- Robert se queda pensando de que podía sonarle ese nombre, pero no lo reconoce. Era la primera vez que lo escuchaba.

Por otro lado, el caballero se queda con otro de los datos que la señora del castillo ha mencionado: contándole a él, el resto del grupo cumplía hoy años. Era un dato curioso que, aún no teniendo excesiva importancia, le resultó algo chocante- solo falta que cumplamos todos la misma edad.

Otro caballero aparece en ese momento traído por una doncella-guerrera. Había oído hablar de ellas y de este reino pero nunca se imaginó que trataran de igual a un hombre. -Encantado Sir Robert, yo soy Sir Harodan de Huntington y el es Sir Edmund de Brun. A su pregunta Sir Edmund le contestaré que, el viejo Beale Valet (Hermosa vista) es el castillo más impresionante e inaccesible que se haya construido nunca. Siempre vigilante sobre Cambridge, nuestra hermosa ciudad.- Comentaba al caballero mientras les conducían a la sala. Una elegante y aburrida sala, llena de tapices colgando en vez de armas, escudos y trofeos de caza. Aunque la sala fuera sobria, la dama que estaba sentada en el trono parecía desprender un aura de magnificencia y autoridad.

Al parecer, igual que antes había visto, las damas tenían totales privilegios al igual que los hombres. -Que raro es este reino de Kennilworth, hasta puede que me guste.- Se dijo a si mismo mientras sonreia observando el juicio y como se hacía justicia, aunque no estuviera totalmente de acuerdo con la forma de impartirla.

-Mentor Blaise, es un honor conocerle he oído acerca de su persona. Que tal se encuentra Merlin, han llegado a mis oidos noticias de que le han visto deambulando sin rumbo fijo. Aquí y allá. Es una pena que no se aliara con mi señor el Conde Dafydd, juntos podrían reconstruir un nuevo reino.-

Blaise, que camina junto a Colomb y Meredith, se retrasa para estar a tu altura y te saluda

El joven Merlín siempre ha sido así. Va y viene como el viento y pocos saben donde está, si él no quiere... y no temáis, mi buen joven, que lo que se dice que propaga dee una nueva era que está por llegar será algo que todos nosotros veremos, para bien de Britania... dice mientras entráis en la sala de banquetes

Al entrar en el gran salón, observáis que la mesa está puesta para un reducido número de personas, ocho en concreto… Unos criados diligentes están acabando de prepararlo todo.

La mesa tiene forma de U, y mientras Colomb y Blaise se sientan en la cabecera, donde quedan dos lugares vacíos, os invitan al resto a hacerlo en las alas de la U: Meredith y Harodan en un lado, y Edmund y Robert en el otro.

Pese al reducido número de comensales, está claro que la Señora de Kennilworth se ha tomado el banquete como algo muy importante. La mesa está cubierta por un mantel de hilo y cada comensal no solamente tiene su propia servilleta, sino también plato, copa, cuchillo y cuchara todo a juego…

Y vuestra sorpresa aumenta de forma inconcebible  al daros cuenta de que lo que creíais vajilla y cubertería de estaño, es de plata! Cada pieza lleva grabadas las letras C&G en ella, y son de una magnífica calidad…

A veces cuesta desprenderse de los viejos recuerdos ¿no es verdad? Le dice el druida con una sonrisa amistosa a Colomb, que alza una ceja y mira de poner cara seria y serena

No sé de qué me hablas. Además es una vajilla estupenda que no merece quedarse en un armario… le contesta Colomb, ahora con una media sonrisa, mientras entra un bardo que os saluda con una cumplida reverencia, y empiezan a entrar criados que ponen la comida en otra mesa consistente en unas tablas y unos caballetes.

Estáis todavía sorprendidos por todo lo que sucede cuando, de pronto, se abre la puerta principal de la sala y entran dos personas, a las que Colomb y Blaise saludan poniéndose en pie y con una cortés reverencia…

Mi Señor el Rey Leodegrance, mi Señora la Princesa Ginebra… espero que hayáis tenido un feliz viaje de vuelta desde Saint Albans les saluda Colomb La-No-Dama con cierta familiaridad

El Rey es desde luego por su aspecto un guerrero curtido en mil batallas. De mediana edad, fornido y algo rudo, sin embargo su rostro es amable. Amabilidad que se multiplica al mirar a su querida hija. Él viste lujosamente, aunque de una forma práctica, principalmente cuero y pieles, que potencian su aspecto de fiero combatiente.

Os saluda a todos cortésmente con una inclinación de cabeza y va a sentarse a la cabecera de la mesa, a una punta, dejando el espacio libre entre él y Colomb para su hija...

Sin incidentes, mi buena Colomb... ¿Quién osaría importunar al Rey de Cameliard? dice con una sonrisa de orgullo

Por el contrario, la mera presencia de su hija ya parece iluminar la sala. Ginebra es aún una niña que rondará los 12 años, pero tanto su rostro sin par, como su cabello de un dorado jamás visto, como su porte y sus maneras hacen de ella una beldad que ya a esta tierna edad hace que los corazones de detengan, y eso sin contar con que la Princesa sonría o hable, porque tales cosas multiplican su encanto.

Viste un elegante traje de seda de Bizancio ribeteado con finas pieles que le sienta a las mil maravillas, y en la cabeza luce un coqueto bonete de terciopelo rojo decorado con una perla que parece especialmente hecho para ella…

Gracias, Colomb, ha sido un viaje tranquilo y magnífico, el primero tan largo que hago en mi vida dice Ginebra sonriendo a la Señora de Kennilworth y, en voz baja añade divertida Y he traído algo para vos… pero antes, por favor, presentadnos a estos jóvenes caballeros y a esa dama que hoy comparten mesa con nosotros…

De hecho es al revés, mi querida Princesa, ya que el banquete es en un principio en su honor. Se trata de cuatro prometedores jóvenes que, tras recibir las espuelas hace un año, son merecedores de esta recompensa.

Me enorgullece decir que una de ellos es una de nuestras más brillantes doncellas guerreras, y de los otros tres he ido recibiendo noticias de sus señores que confirman las esperanzas depositadas en todos ellos.

Además, la fecha no ha sido escogida al azar, mi apreciada niña, pues los cuatro cumplen hoy 22 años…

Si las palabras de Colomb, que parece una buena amiga de la princesa, parecían haber atraído su atención sobre vosotros, aquello hace que alce una ceja sorprendida, pero antes de que diga algo, Colomb añade

Y lo mejor, creo yo fuera que ellos mismos se presentaran ante los demás, pues todos acaban de conocerse…

Mientras la Señora de Kennilworth os alienta a hablar de vosotros mismos, los criados empiezan a traer las viandas que, si bien no son exóticas o excesivamente elaboradas, son abundantes y parecen muy bien cocinadas…

Primero os sirven en unos boles de madera una sopa con tropezones de huevo duro y albóndigas, acompañada de gruesas tajadas de pan.

Y al mismo tiempo que otro par de criados entran con unas bandejas llenas de truchas rellenas recién pescadas, unos cocineros hacen su entrada con un enorme cerdo asado, que tiene la piel completamente dorada y crujiente y una fuente llena de faisanes…

Vamos, vamos, mis queridos jóvenes, hablad de vosotros mismos sin rubor y presentaos como es debido, que ya durante la comida indagaremos más en vosotros de una forma más informal… ríe Colomb de una forma que hace sonreír de una forma encantadora a la princesa, mientras su padre se limita a asentir y a esperar a que le sirvan el primer plato…

Nada mas entrar las dos personalidades y ver como su alteza se disponía de pié junto al anciano Blaise, la compostura de caballero y el protocolo exigen que también reciba de pié a los invitados, que, para sospresa, son el Rey Leondegrance de Cameliard y su adorable hija Ginebra.-Sin duda, será la princesa más bella de este mundo.-Piensa Sir Harodan.

Continuando con el protocolo se decide a hablar primero.-Reina Colomb de Kennilworth, Rey Leondegrance de Cameliard, princesa Lady Ginebra, damas y distinguidos caballeros, mi nombre es Sir Harodan, hijo de Halaor de Huntington y es un honor estar en este banquete junto a sus distinguidas majestades.-

Huntington, tierra de imponentes castillos y feroces caballeros, siempre alerta ante la amenaza sajona... dice Leodegrance cortésmente, mientras hunde su cuchara en la sopa para empezar a comer

Si la mitad de lo que dice de vos mi buena amiga Colomb es cierto, tendremos en Sir Harodan a un fuerte brazo para defender Britania de enemigos... termina añadiendo con una sonrisa y un tono que revela que sus palabras son sinceras, no mero cumplido

Sir Harodan contesta haciendo una reverencia.-Halagado me hayo de tan modesto trato majestad.-

Le sorprendió que uno de los también agasajados conociera tan bien quién era el sabio que acompañaba a lady Colomb, e incluso supiera de las últimas noticias del más que conocido Merlín. ¿Tendría alguna vez la oportunidad de conocer a una de las leyendas de su tiempo? ¿Qué repercusión tendría sobre la sociedad actual?

Al haberse despojado de su armadura para el viaje, las caras ropas que sir Edmund había elegido para el banquete susurraros cuando se levantó ante la presencia de su Majestad. Estaba maravillado de la presencia de aquel gobernante, que parecía haber vivido mil batallas y aún había tenido tiempo suficiente para criar a una hermosa doncella como lady Ginebra. Su cuerpo se estremeció ante la belleza de tal perfecta criatura, y tuvo que reprimir una sonrisa lasciva al verla. Tales comportamientos no habrían sido bien recibidos.

- Sus Majestades, lady Ginebra. Yo, sir Edmund os traigo saludos de mi señor, sir Garmon de Brun - dijo, inclinando la cabeza a modo de saludo - Os desea salud y un largo reinado lleno de properidad.

Las ropas del joven eran oscuras, correspondiendo al escudo de su familia, y en su pecho brillaba un hermoso broche de antigua manufactura que arrancaba destellos con cada movimiento.

Sus dudas sobre quien era el druida se disiparon ante las palabras de Sir Harodan ,el cual tenía un buen conocimiento del mismo. Lo que le sorprendió fue que el ayudante conociese al gran mago Merlín. Eso no se lo habría esperado.

Tras entra en el salón se dirige hacia uno de los asientos indicado por la reina Colomb, asiento que no puede disfrutar dado la entrada de una importante presencia: el Rey Leondegrance y la princesa Ginebra. Tras escuchar las dos presentaciones de sus compañeros, decide añadir la suya.

Soy Robert de Lyonesse, un placer- inclina la cabeza y termina su presentación, algo escueta, mas Robert no manejaba bien el protocolo y la etiqueta en estos asuntos.