Partida Rol por web

-Oigan... -Ingemar llamó la atención de todos y les mostró las huellas. -Parecen humanas, botas, como éstas -señaló sus propias botas, que había tomado de la casa del faro. -Tal vez seguirlas sea buena idea.

-Lo que no me parece buena idea es... -miró al anticuario con una mezcla de lástima y sincera camaradería-... que él se quede solo aquí. Mejor vamos todos juntos, ¿no creen? Sé que es peligroso dejar los avances a expensas de... los seres... pero seamos realistas, ninguno de nosotros podría arreglárselas solo con un ser como esos, menos con varios. Es más probable que sobrevivamos -tragó saliva, nerviosa- si permanecemos juntos.

Ingemar nunca había estado en una situación cuya salida óptima fuese "sobrevivir". La vida en la ciudad, en el campus, en el laboratorio, no era así. Quizá su padre en sus expediciones estuvo en situaciones como aquella, pero Ingemar no era su padre, aunque fuera Strand. Y ser Strand es lo que evita que esté... Miró a Jazzlyn y se compadeció de ella. Al principio le había causado simpatía, ahora sentía pena por ella.

Era una suerte que Ingemar no pudiera verse a sí misma desde fuera de sí: no podía verse como una loca aferrada a una fiambrera llena de alcohol y partes biológicas de un monstruo. Era una suerte.

- Ella tiene razón - dijo la artista, mientras miraba, con expresión seria, al anticuario. Tenía el pelo completamente pegado a la cara y algunas gotas de lluvia resbalaban por sus mejillas hacia su cuello - Te agradezco mucho el que te ofrezcas a quedarte vigilando el generador, Frederik, pero todos sabemos que sería un suicidio. Además, dijimos la primera vez que entramos en aquel maldito faro que nadie se quedaría solo, ¿recuerdas? -

Hizo una pequeña pausa antes de continuar, la cual aprovechó para reunir el suficiente valor para pronunciar las palabras que saldrían de su boca a continuación.

- O regresamos todos a la casa, o seguimos las huellas que ha encontrado Ingemar, o, si insistes en quedarte, yo me quedo contigo - se acercó al hombre y posó una mano sobre su hombro - No pienso abandonar a mi compañero de equipo mueve armarios. Seamos sinceros, ¿qué ibas a hacer sin mí? - Terminó la frase con una ligera sonrisa y con un guiño. Por un instante la despreocupada y dicharachera Jazzlyn había vuelto a aparecer.

Ante ellos había tantas decisiones que tomar, como dudas y temores, pero no podían quedarse allí mucho tiempo, afortunadamente parece que poco a poco dejaba de llover, y solo quedaba un viento frio y húmedo silbando entre los árboles.

Al sur, huellas de alguien que podría estar vivo, malherido, muerto, quizás alguien que haya conseguido huir, pero, ¿hacia dónde?, ¿cómo?

El tamaño de la isla indicaba que no quedaría mucho más que explorar al sur, pero quizás no era el momento de explorar, sino de pedir ayuda y sobrevivir hasta que esta llegara, o al menos pedir ayuda mientras fuera posible e investigar más opciones después.

Volver al faro no sería tan fácil, algo acechaba, quedarse allí no parecía seguro, permanecer en la casa y resistir, había sido todo un problema ante solo uno de esos seres, atravesar la espesura hacia el sur podría acabar en una emboscada fatal, salir al mar en algún bote, si eso era posible, sería al menos tan peligroso como lo fue llegar aquí, al menos…

La noche oscura sin luna, y el tiempo, que tampoco era un aliado pues hacía que cada pensamiento horrible escarbara más y más en sus mentes.

- Si queréis reparar la radio y pedir ayuda, creo que lo suyo sería hacer eso de continuar con otras posibles exploraciones.

Las palabras y gestos de la señorita Brooks le habían alejado por medio segundo de aquel lugar de pesadilla, devolviéndole momentáneamente a los pocos dormitorios en que consiguió intimar con otras mujeres. Habría sido tan bonito el poder catar por última vez aquellas mieles de la intimidad... Pero no era momento para ensoñaciones y deseos, a no ser que estos pasasen por ser los de una vía de escape, los de una promesa de seguridad. ¿Pero existía la esperanza de paz tras saber lo que en esta isla y otros lugares podía estar pasando ahora mismo? ¿Y si esto era solo el principio de un levantamiento de criaturas del pasado tratando de elevarse contra el hombre?

- Pudo ir con vosotros, pero me temo que el generador volverá a ser atacado tan pronto como vean que la luz ha vuelto.

- Bueno -comentó Mike mientras dirigía sus pasos hacia sus compañeros, con las piezas guardadas en su abrigo-, si no os parece buena idea seguir por aquí y tratar de arreglar la radio, siempre podemos ver dónde van esas huellas. Podemos volver cuando la zona parezca más... segura -aquí trató de escoger la palabra con cuidado.

Siempre podría haber ido él solo y que el grupo vigilara la zona. Un disparo al aire le avisaría de posible peligro y podría haberse escondido en el faro. Sin embargo, al no tener su apoyo, decidió seguir con el grupo. Seguir las huellas era otra opción, quizás así encontraran a alguien como ellos y serían uno más para luchar por su vida. Turner, ¿en qué cojones andabas metido, chico? No podía más, ni con los hombres pez, ni con el croar incesante. Aquello le estaba agobiando, solo deseaba salir ya, joder.

-Entonces... ¿vamos? Alguien tome la otra lámpara, pero no la llevemos encendida... -un escalofrío le recorrió la espalda, o quizá había sido el viento.

La falta de luna, la humedad omnipresente, el sonido del mar, no eran buenos signos. Pero ese croar... ¿lograría algo? Estaba segura de que sí. Quizá Ingemar se aferraba a esa idea, esa desquiciada idea, porque de algún modo le permitía seguir cuerda. Tal vez después tendría oportunidad de preguntarse si eso era realmente cordura (¿es cordura la convicción acerca de algo desquiciado?), si es que sobrevivían a esa noche de espanto.

-Podemos iluminar con algunos cerillos, para no perder el rastro. Por suerte dejó de llover. Y cuando sea imprescindible... las lámparas serán de gran ayuda. -Se aferró, no a la lámpara, sino a la fiambrera. Era su rayo de luz en aquella noche oscura.

- Diablos, hay que moverse a donde sea, peor ya, aquí solo somos un blanco fácil.- Comentó Frederik, comenzando a perder los estribos. Se guardó el arma en el bolsillo y tomó en su lugar una de las monedas que llevaba. - Si entre nosotros no podemos, que decida el destino.- Lanzó la moneda al aire tomándola con una mano y presionándola contra el dorso de la otra tras su caída. - Si sale cara vamos a seguir esas malditas huellas, si sale cruz volvemos a tratar de arreglar la radio. Alea jacta est!

El anticuario retiró la mano mostrando que en la moneda había salido lo más parecido que podía haber en sus extraños dibujos a una cruz, lo que hizo que respirae aliviado por un segundo. Seguía pensando que pedir ayuda era la prioridad. - Necesitamos que ahí fuera sepan que estamos aquí, si no, podemos darnos por muertos.- Puntualizó tratando de reafirmar el resultado de su tirada.

- Vamos.- Masculló, poniendo rumbo al faro, tomando la otra linterna.

El azar había querido que regresaran al faro, y que intentaran arreglar la radio, en lugar de seguir las huellas que la bióloga había encontrado. Que fuese o no el camino correcto a tomar sólo lo sabrían en un futuro que, de momento, a Jazzlyn se le antojaba demasiado lejano.

- Una cosa antes de marcharnos... - dijo, mirando al generador - no tengo ni idea de cómo funcionan estos cacharros, pero... - dudó unos segundos cómo formular la pregunta de la forma correcta - ¿no habría alguna forma de hacer que, si la criatura lo toca, reciba una descarga, o algo así? - Albergaba la esperanza de que alguno de sus compañeros, sobre todo Mike, ya que había sido él el que lo había arreglado, le dijera que sí, que podía hacerse, y que, con ello, podría asegurarse el generador y que seguiría funcionando a pesar de los intentos del monstruo por destruirlo.

El destino había hablado, donde la decisión y la voluntad de los hombres no era suficiente, allí hablaba el destino, en forma de moneda de oro.

Todos parecían de acuerdo en que arreglar la radio era imperativo, aunque no estaban de acuerdo en que hacer primero, decidieron no separarse.

Jazzlyn tuvo una idea justo cuando se decidieron, no era descabellada, y no era difícil, así que Mike retocó el arreglo que había hecho y dejó un cable suelto, con un diferencial conectado, intentaría aprovechar toda el agua que había para que cualquiera que pisase por aquella zona recibiera un fuerte golpe por la corriente. Funcionaría mientras no se secase el suelo.

Durante todo el proceso no dejaban de escuchar ruido a su alrededor, cuando Mike terminó salieron todos hacia la casa del faro, entonces lo vieron, algo se movía entre la espesura, se movía hacia ellos, en varios lugares distintos, pero justo cuando se acercaban a la casa salió de allí el mismo ser que ya conocían, la bala seguía incrustada sin penetrar en su pecho, se interponía entre vosotros y la casa, se paró un instante y lanzó un extraño alarido desafiante, hacia la espesura, donde algo seguía avanzando hacia vosotros.

Los ojos de Frederik se desorbitaron ahora que veía de frente aquella criatura horripilante.

- Diablos.- Volvió a mascullar, dejando constancia de que vocabulario no era muy extenso en materia de juramentos.

Antes solo la habían entrevisto, en la escalera, pero aquella vista fugaz no hacía justicia a la aberración real que encarnaba aquella criatura. ¿De dónde había salido? ¿Tan ciego estaba el hombre que no había dado con tal pesadilla hasta ahora, tratando de avisar a sus congéneres de que, de haber más entes como aquel, la supremacía sobre la tierra estaba más que en entredicho?

Húmedo, asustado, incómodo por tener las manos ocupadas, el anticuario intentó pegar un tiro a aquella criatura, pero su mano se movió en el último momento, por las malas condiciones para aquella acción en las que se encontraba el improvisado pistolero ojeroso. Mike había tenido más suerte que él, aunque le hubiese costado varios tiros acertarle una misera vez.

Puede que Frederik no tuviese tantas oportunidades para intentar marcar una diferencia. El sonido del tiro perdido solo fue otra incomodidad taladrando los oídos de aquel hombre herido, en su orgullo y en sus creencias.

Trataba de mantener a sus compañeros a su espalda, peor no es que pudiese hacer mucho frente a aquello.

Mike se quedó horrorizado al volver a ver a aquel ser de pesadilla que aparecía ante ellos con aire desafiante, impidiéndoles ir al faro a pedir ayuda. Se hizo el silencio a su alrededor y solo podía oír como sus latidos se aceleraban, aumentaba la tensión y un medio irracional se apoderaba de él. Cuando el anticuario disparó, el sonido de la explosión provocada por la pólvora al empujar el proyectil lo sacó de su ensueño fóbico. El agente reaccionó rápido, sin pensar, sin apuntar, y lleno de ira. Disparó a la criatura.

E impactó.

Sin embargo, no debió hacerle mucho daño, como la otra vez. Aquello era desesperante. ¿Por qué es tan duro? ¿No tiene algo blandito que atravesar y así acabar con su vida? Michael empezó a pensar que todo su entrenamiento como agente del FBI no servía para nada. No estaban preparados para amenazas contra la humanidad como aquel ser de los mares. ¿De qué sirven las pistolas si no atraviesan su piel? Habrá que hacerse el héroe de nuevo.

- ¡Coged esto y corred! -gritó mientras se acercaba a las muchachas y les entregaba las piezas de la radio-, Frederik y yo lo entretendremos, pero pedid ayuda o buscad un escondite.

Mucho no iban a hacer con un bisturí y unas botellas, mejor que se pusieran a salvo.

Como un susurro al principio, y subiendo el volumen tras comprender que debía hacerse escuchar, Ingemar pronunciaba las palabras una y otra vez.

-Ojos y abdomen, ojos y abdomen... ¡ojos y abdomen!

No sabía si Frederik y Mike iban a hacerlo, pero no se preguntó nada, solo reaccionó.

Empuñaba el bisturí con cierto nerviosismo, pero lo guardó cuando Mike les extendió las piezas de la radio para tomarlas mientras con la otra mano seguía aferrada a la fiambrera. Solo pudo advertirles algo, en voz alta para que ambos la escucharan, antes de verlo dirigirse hacia aquel ser:

-¡Tengan cuidado con las espinas de las aletas!-, gritó mientras miraba a Jazzlyn y comenzaba a retroceder tratando de arrastrar a la artista con ella.

Jazzlyn se quedó completamente paralizada al ver frente a a ella a la criatura, dejando incluso de respirar por unos segundos por culpa del shock. Sólo cuando Ingemar comenzó a tirar de ella salió de su ensimismamiento, y comenzó a correr hacia el faro, siguiendo a la mujer de pelo cobrizo.

- ¡Dónde están...! - comenzó a preguntar un instante después, tras percatarse de que ninguno de los dos hombres las acompañaban, pero no terminó la frase. Sabía la respuesta, aunque no quería aceptarla. Se negaba a admitir que se habían quedado atrás, enfrentándose voluntariamente a aquel ser, para darle a ellas la oportunidad de escapar.

- ¡Qué se supone que debemos hacer cuando lleguemos al faro, Ingemar! - preguntó a continuación, fijando la vista en la cada vez más cercana edificación - ¡La idea era arreglar la radio...! - hizo una pausa antes de continuar. Jadeaba por culpa del esfuerzo. -¡¿Tú sabes cómo arreglar ese cacharro, Ingemar!? -

Ingemar mantenía el coraje de los que no son del todo conscientes, y gracias a eso sacudió a Jazzlyn hasta sacarla de su estupor y la arrastró hacia el faro, consiguieron pasar a la espalda de los tiradores, llegaron al faro a través de la puerta de la cocina, y dejaron las piezas en la sala de mantenimiento, bajo la lámpara.

Ahora quedaba esperar si serían capaces de arreglar algo sin apenas conocimientos.

Fuera del faro, la bestia recibió en el abdomen el disparo de Mike, había disparado casi a ciegas, sabía que le había herido, pero no parecía grave.

Entonces el monstruo se dio la vuelta, se encorvó y parecía que hinchaba su lomo, un siseo extraño y una sacudida de las aletas, la advertencia de Ingemar llegaba ahora a su oído, cuidado con las espinas, justo a tiempo para darles una oportunidad de esquivarlas.

Parecía que las chicas habían logrado esquivar a aquel horror gracias a su osado ataque... Fallido... Ataque fallido.
El disparo de Mike no había sido de mucha más ayuda que su propio tiro tembloroso a la descomunal nada.
Y entonces vio como aquella cosa les daba la espalda para hincharse y dispararles una acerada espina.
¡Tengan cuidado con las espinas de las aletas! ¡Tengan cuidado con las espinas de las aletas! ¡Tengan cuidado con las espinas de las aletas! ¡Tengan cuidado con las espinas de las aletas! ¡Tengan cuidado con las espinas de las aletas! ¡Tengan cuidado con las espinas de las aletas! ¡Tengan cuidado con las espinas de las aletas!
El recuerdo del rostro de Ingemar se disolvía en su memoria, como obedeciendo a aquello que también hacía que su vista se embotase.

- AAAAAAAAAGH... NGH.- Si había algo que había aterrado a Frederik en esta vida más que la propia muerte era el perder el control de sus sentidos, y a las puertas del fin aquel miedo también le había alcanzado.

Mientras se revolvía, sin pensar, Frederik trató de arrojar la botella que había cargado en un fardo, bajo el brazo, a aquella criatura.

Cuando Ingemar recuperó el aliento, miró a Jazzlyn a los ojos, muy seria. Había dejado los elementos que traía en ambas manos (repuestos y fiambrera) en una superficie que pudiera ubicar.

-No tengo idea de cómo reparar esto, amiga, pero ahora al menos las piezas están a salvo. Mi parte más temerosa... -un escalofrío le recorrió la espalda-... diría que nos quedemos aquí hasta que los muchachos lleguen. Pero creo que debemos prepararnos, ahora que vaciamos las manos, e ir en su ayuda. ¡Somos más útiles allá que acá! -Señaló la radio con desdén. -No tengo idea cómo repararla, y no quiero romperla, ¡y seguro tú estás igual! En cambio... aunque seamos una mera distracción, allá podemos mejorar las chances de que Mike y Frederik sobrevivan... -Sonrió con sarcasmo. -No creas que soy tan altruista: ellos saben disparar, ellos saben reparar cosas eléctricas... ellos nos van a ayudar a... a... ¡a no morir en esta isla del infierno!

Ingemar no solía agitarse, no solía enojarse, pero estaba muy enojada. Y, en el fondo de su mente, había algo que sumaba a su propuesta, una vocecilla sin forma que le susurraba que si volvían a salir, podría ver a esos seres nuevamente. Reprimió apenas una sonrisa que tal vez Jazzlyn no habría podido ver.

Se acercó a la artista hasta que estuvo apenas un paso delante de ella.

-¿Qué dices? ¿Buscamos con qué ayudar y vamos?

Michael esquivó las espinas que surgían de aquella horrorosa criatura. Tantos años de entrenamiento habían servido para algo. El pobre Frederick no tuvo tanta suerte y parecía bastante afectado por el impacto de aquel proyectil. Tengo que ponerlo a salvo -pensó Mike-. No puedo permitir que muera así, no de esta manera. El agente solo tenía en mente a su compañero de armas, había olvidado dónde se encontraban las mujeres ni cual era su objetivo. Solo pensaba en sobrevivir y ponerse a salvo.

Miró a los ojos del engendro y disparó. La bala le impactó y por fin parecía que eso le dolía. Ahora es el momento. Se agachó e intentó ayudar al anticuario a andar con el objetivo de ocultarse entre la espesura del bosque y perder a la bestia o ganar una posición más ventajosa para efectuar otro disparo.

Quizás eso le enseñe a permanecer bajo el agua.

Jazzlyn asintió, con un marcado movimiento de cabeza, a lo dicho por Ingemar. Estaba claro que ninguna de las dos tenía los conocimientos necesarios para poder arreglar la lámpara o la radio, y que intentarlo lo único que podría hacer es que terminasen de estropear ambas cosas, dando al traste con cualquier posibilidad de pedir ayuda y, por tanto, de poder salir con vida de aquella isla. Mike era el único que sabía cómo hacerlo, y ahora mismo se encontraba afuera, combatiendo contra la criatura.

- ¿Qué es lo que tienes pensado? - preguntó, dejando claro que dejaría que fuese la mujer de pelo cobrizo la que liderase. Sólo había una cosa que le chirriaba en el plan propuesto por su compañera, y era el hecho de volver a salir al exterior. Le parecía que allí eran más vulnerables a los ataques del monstruo. Quizá lo mejor sería atraerla hacia el faro e intentar hacerse fuertes en él, en el despacho, mientras el agente de la ley intentaba reparar la radio. Así se lo hizo saber a la otra mujer.

Aquellas valientes mujeres habían conseguido poner a salvo todo el material, algo que quizás fuese la clave de su supervivencia.

Pero ni los avisos de Ingemar pudieron evitar que las espinas alcanzaran de lleno al anticuario, que quedó seriamente confuso, atacado por las toxinas, y en un intento desesperado, incapaz de apuntar su arma, tomó su botella e intentó lanzarla, pero apenas consiguió prenderla cuando cayó a sus pies rompiéndose.

El aguerrido agente consiguió sobreponerse y disparar contra el monstruo, que se detuvo por un momento, parecía herido, pero era difícil saber cuanto podría aguantar y desde luego sería peligroso hasta que espirase su último aliento.

Pero algo más perturbaba a los hombres armados allá fuera, la bestia daba unos pasos atrás, parecía esperar algo, y entonces asomaron de la espesura otros dos de esos seres. Quizás fuera la oscuridad, el cansancio o el miedo, pero un brillo macabro surgió del extraño rostro de la criatura, un brillo que se asemejaba a una sonrisa.

Las nuevas dos criaturas avanzaban hacia vosotros, en unos segundos os harían frente mientras el primero de ellos parecía esperar sus refuerzos, denotando cierto grado de inteligencia en su conducta animal.

Croa.

En algún lugar de la espesura, o en varios puntos, aun se podía ver más movimiento, aquí y allá, ¿cuántos de esos seres podrían llegar a aquel islote desde el mar?

Croa.