El reino parecía alcanzar una nueva era próspera. El rey no debía de pedir consejo para nada, ni consultarlo con nadie para ninguna cosa.
El territorio de los Sweetwater atravesaba una época cuanto menos resentida aunque parecía que comenzaba a atisbarse una recuperación a largo plazo.
Semanas con demasiada inactividad habían sugerido que el rey, Sumlar Sweetwater, traía consigo algo, y casi nunca aquellas cábalas eran buenas. Tras aquel periodo en el que ni tan siquiera sus hijos o su mujer conocían las ideas de su padre, antaño un loco que sumió al reino en caos, aunque también en la independencia. Había convocado tanto a responsables de sus tierras como a sus hijos, y a todo el mundo en un gran salón de su castillo, con la excusa de que quería hablar del estado del territorio en sí.
Lo extraño era que había añadido algo "Tengo una sorpresa que daros, a todos, y que es un orgullo para nuestra familia."
Quizás la posibilidad de que el reino empeorase tras una nueva decisión de aquel hombre hacía que muchos hombres pensaran en lo peor, aunque ninguno se atrevió a llevar la contraria al gran rey Sumlar aceptando su invitación.
Faltaban horas para que se alcanzara la hora en la que todos pasarían a aquel salón para hablar y charlar con el rey, y sin embargo comenzaban a aparecer personas influyentes en el castillo, que en tierras poco alejadas poseían pedazos de aquel territorio, entre ellos caballeros que a pesar de poseer tierras no poseían demasiada influencia, pero eran conocidos.
Por supuesto, la reina y los hijos se encontraban por allí, saludando a todos los que se acercaban al salón y charlando con ellos. El rey, sin embargo, no aparecía por ningún lado.
Por otro lado, el hijo bastardo del rey había sido reunido allí, cuando siempre había sido rechazado en reuniones que concernieran al reino. Ya parecía suficiente que le dieran techo en el castillo.
Sir Esías Vaalor, caballero de una de las tierras mas próximas al castillo, había alcanzado al fin el destino. En un corcel de color de la tierra, entró y tras desmontarlo y dejárselo al caballerizo, emprendió el camino hasta la sala de recepción.
Lea Sweetwater, la reina, parecía ocupada charlando animadamente con otros que habían alcanzado el lugar antes del caballero. Ciertamente, tampoco mostraba demasiado interés en saludarlo. Parecía que aún se disculpaba de el hecho de que el padre de aquel caballero hubiera sido asesinado por su marido.
Sin embargo, los hijos, el maestre y el caballero se habían conocido por reuniones como aquella. Igual que el hijo bastardo, que por allí se encontraba aunque algo desplazado, pero cerca, al fin y al cabo del heredero y su hermana.
El maestre del heredero, y los hermanos, se encontraba con ellos custodiando su acción y aconsejándolos acerca de lo interesados o lo políticos que debían de mostrarse ante otros.
Robert había meditado lentamente el significado de la convocatoria mientras paseaba por su dormitorio. El era el maestre del castillo y sin embargo el rey no había consultado para nada su opinion ni le había confesado sus intenciones. Pasara lo que pasara en aquella reunion sería tan sorprendente para el maestre como para el resto.
Las horas habían ido pasando, unos cuantos tomos llevaban abiertos encima del escritorio desde la noche anterior, pero el maestre apenas tenía ganas de mirarlos. La curiosidad le mebargaba. Cada vez que miraba por la ventana veía más y más personas llegando al castillo. Seguramente todos estarían igual de preocupados que él. Lentamente se acarició la cadena, desde que había sido cerrada su destino era compartido con esta tierra. la cadena debía recordar al maestre su deber pero en ocasiones como esta la cadena recordaba a Robert su mal temple que le había conducido a esta situacion.
El maestre no aguantaba más, se arregló la tunica y bajó a la sala de la recepcion junto con la reina y el resto de Sweetwaters para recibir a los recien llegados. No era necesaria su presencia pero por lo menos alli abajo sería mas facil enterarse de cualquier cosa que pasase. Lentamente entro por un lateral del salon hasta colocarse detrás del trono de su señora, un lugar de confianza y desde donde a la vez que aconsejar como era su mision podía aprender mucho observando a los distintos visitantes.
A su lado estaban los hijos del rey, habían sido sus alumnos, pero ahora era momento de que aplicasen lo aprendido. Se encontraban frente a grandes hombres, debían dar la talla. Lentamente se inclinó hacia Nymeria, era la pequeña pero no era ninguna niña. Estaba seguro de que le haría sentirse orgulloso. Acercandose lentamente la habló en voz baja.
Parece que hoy las lecciones seran del tipo practico mi señora. Estoy seguro de que vuestra madre se sentira orgullosa al ver lo bien que os desenvolvereis ante los demas señores de estas tierras
El caballo relincha, cansado de la travesía del viaje que llevo a Sir Esías hasta la reunión del Rey. No había sido un viaje largo, pero sin duda el caballero no quería llegar tarde. Era su deber con la corona y por la memoria de su padre, presentarse inmediatamente si era convocado. Reunión social, o militar.
El hombre bajo de su montura y miro al paje que se acerco a buscar el caballo.
- Muy bien, chico. Asegúrate que este aseado y en excelentes condiciones. - Le dice duramente. Era una de las características más notorias en el habla del caballero. - No me decepciones. -
Dejándole ese encargo al siervo, el hombre se dirigió finalmente a la reunión. Se había vestido especialmente para la ocasión. Llevaba una tunica de color marrón claro, con detalles finamente bordados en dorado. Llevaba también botas de jinete, una capa color azul oscuro, color de la familia desde que tiene memoria. Lógicamente, también cargaba una espada larga, la cual llevaba bajo la capa solo para no encontrarse desarmado. Seguramente se la pedirían al entrar en la reunión, pero estaba preparado para entregarla. Esta indumentaria era muy diferente a la que siempre estaba habituado, pero pensó que seria de mala educación presentarse al evento con ropa de entrenamiento. O aun peor, en armadura.
El ambiente era animado. Muchas personas de sociedad se regocijaban de la charla. Cuando Sir Esías entro en la habitación hubo un pequeño silencio, pero nada mas de unos segundos. Sin duda, que su padre hubiese sido considerado traidor, aun hacia eco en las paredes de la corte.
Mirando a los presentes, el Caballero noto al hijo bastardo del Rey, Michael Ríos, al cual le dedico un saludo solamente con la cabeza. No había cruzado mucho palabras con él, pero sin duda sentía un apego hacia él porque ambos compartían la situación de Parias en estas reuniones. Aun así, era raro verlo en ellas.
A la Reina y a sus hijos legítimos, Alfred y Nymeria. El caballero tenia un gran respeto por Alfred, quien desde conocía, ya que tenían la misma edad, había demostrado una gran habilidad de organización y un amor por el bienestar de la Casa Sweetwater. Por su parte, Nymeria se había vuelto de una niña, en una hermosa jovencita con el paso de los años.
Detrás de ellos dos, estaba el Maese Robert. Sin duda no tenía opinión de ese hombre. Si habían cruzado palabra en los últimos años, era mucho decir. Sir Esías respetabas su sabiduría, pero no tenia paciencia para las enseñanzas. Y personalmente consideraba que no le caería mal algo de ejercicio.
Al notar que el Rey no se encuentra, se dirige hacia la Reina, para dar sus saludos.
- Su Majestad. - La voz de Sir Esías es clara, calmada, y seria, demostrando su personalidad detrás de ella. Al notar que tiene la atención de la Reina, se coloca la mano derecha sobre el corazón, y hace una reverencia bajando la cabeza para no ofenderla. - Yo, Sir Esías Vaalor, le agradezco la invitación de este día. Espero que Ud. y Su Majestad el Rey se encuentren bien. -
Uuuuufff!!! Si que fue mucha escitura XD, pero al menos sirve para la introduccion.
Alfred no estaba contento con la convocatoria de su señor padre. Pero como en tantas otras ocasiones trató de concentrar su inteligencia en solventar los problemas que pudiera provocar cualquier "peculiaridad" que hubiera surgido. Sin duda hubiera estado más tranquilo de saber algo sobre lo que fuera a comunicar. Sin embargo... era algo a lo que no podía oponerse. Su padre era el rey.
Sin demasiada duda eligió su ropa de gala, mientras meditaba en lo que pudiera ocurrir esa tarde. Los eventos sociales eran peligrosos como las espadas. Y en este desconocía el terreno, las motivaciones y lo que pudiera pasar. Tal vez eso explicara su gesto adusto, aunque no dejó de saludar con cortesía a todos aquellos nobles con los que se cruzaba, y de asentir con cierta elegancia ante los saludos y parabienes de burgueses y aun plebeyos.
Al llegar hasta el salón miró a los presentes, tras saludar a sus conocidos, se acercó a la reina madre, dándole un beso, géntil aunque quizás un poco frío, en la mejilla
- Madre. Estais estupenda como siempre - tras estas palabras se acercó al gran maestre, que hablaba con su hermana- Maese Robert... ¿sabemos algo sobre esta peculiar reunión?, ¿el rey, mi padre, os comentó algo?, porque os aseguro que nada se sobre esto. - tras estas palabras miró a Nymeria y una sonrisa apareció en sus ojos- Buenas tardes, hermanita.
Cuando se le comunico que habría una reunión, se puso muy contenta, el encantaban las reuniones, excepto las de tipo militar, que le aburrían tremendamente, y a las que normalmente no estaba invitada, cosa que agradecía sobre manera.
Saco de su armario varios vestidos, y se probo como cinco o seis, que seguidamente los descarto, y finalmente, aunque tardo cierto tiempo, se decidió por su vestido blanco marfil, compuesto por un corpiño gris, mangas anchas y blancas, y una falda larga y pomposa con encajes sobre el fondo blanco, luego se recogió su larga melena cobriza en una trenza con una cinta plateada, y bajo a la sala.
Allí encontró a su madre, como siempre elegante y deslumbrante a la que saludo desde la entrada y sonrió, alegre como siempre era. Seguidamente fue a sentarse donde le correspondía, no antes sin sonreír amablemente a su hermanastro con el que de llevaba muy bien. Vio al maestre que tanto le había enseñado, y escuchando lo que le decía sonrió, susurrándole -Intentare que os sintáis orgullosos de mi comportamiento- lo miro de reojillo -Que pensáis de Sir Esias?? es muy guapo verdad?- vio que su hermano se había acercado y sonrojándose por si la había oído, le sonrió -Buenas tardes, estas muy guapo!! alguna noble??- le guiño y rió.
Master vas a postear tu algo o podemos seguir interactuando entre nosotros libremente??
Seguid posteando. No os preocupeis, por ahora no andamos con turnos y está libre de orden y demás. Conoceros un poco mejor e interactuad entre vosotros
Atento a cuanto ocurría a mi alrededor, no podía más que aventurar el motivo por el cual mi padre había mandado llamarme el mismo día que a sus hijos reconocidos.
El mensajero de mi padre me había hecho llamar mientras entrenaba con el arco en la pradera del pantano. Me había hecho llamar otras veces, pero siempre de manera discreta, a través de mi madre o de algún criado. Esta vez era diferente, esta vez un heraldo cubierto de seda había cruzado las praderas del pantano y me había encontrado lanzando flechas contra un viejo olmo.
La escena, un tanto cómica de por si, me resultó cuanto menos insólita, pero no por el hecho de ver un heraldo de mi padre cubierto de lodo del pantano hasta las rodillas, sino porque me había convocado el mismo día que a toda su familia y me había pedido que me quedase en su casa.
Corrí a casa, me puse la mejor ropa que pude y salí en dirección al castillo tan deprisa como pude.
Una vez allí, me encontré a todos en la gran sala. Procuré colocarme en una zona discreta de la sala sin que me viese demasiado la "familia" y esperé.
Nymeria, querida hermana... espero que tardes en despertar de tu sueño. A veces me pregunto si estás más loca que padre. Pero de ser así tu locura es maravillosa, tanto como la suya terrible pensó Alfred mientras devolvía una sonrisa a su hermana
- Me temo que no. Solo política, hermanita. Nadie ocupa mi corazón.. por fortuna para ella y para mi - respondió Alfred quien siguió el lugar a donde Nymeria para ver al otro lado al caballero Esías. Aprovechó para saludar a este, luego volvió a mirar a su hermana. Pero no llegó a preguntar nada.
- ¿Y bien maestre?
Lo mira juguetona, y sonríe.
-Eres demasiado serio, no disfrutas de la vida, si sigues así jamas te casaras, las asustaras, y ya tienes una edad hermanito....- disfruta chinchandole y pinchandole -Igual deberías empezar a fijarte en alguna, algunas te miran mucho- suelta una risilla.
Robert se giro con un aire avergonzado hacia Alfred. Donde se había visto un maestre que no inteviniese en las decisiones de su señor. Pero en esta ocasion Lord Sweetwater había ignorado a su consejero y ni siquiera le había contado los motivos para esta convocatoria. Aun así se trataba de su señor y su deber era servirle sin cuestionarle.
Mi buen Alfred, mucho me temo que estoy en tu misma situacion. Vuestro padre, mi señor, no ha creido oportuno consultar conmigo esta decision. Por este motivo simplemente me queda confiar en el buen hacer que, gracias a los dioses, lo guia en estos momentos.
Despues con algo de disimulo el maestre se inclino junto al oido de Nymeria para susurrarle una respuesta a sus comentarios sobre Sir Esías. El maestre siempre era prudente en estos casos y aunque valoraba al joven y seguía en la distancia sus avances sabía bien el peso que arrastraba por su pasado.
Mi señora, bien haríais en cuidaros respecto a esos comentarios. Aunque se trata de un gran caballero noble y fiel nuestras tierras, no todos los señores de la zona lo ven así y no estoy seguro de la opinion de vuestro señor padre. Solo el tiempo dirá si sus hazañas, que estoy seguro seran muchas, pueden borrar su tormentoso pasado.
El maesse sabía bien la situacion de Esías y se identificaba con él, pero su primera misión era para con su señor y no podía permitir que su pasado, quizás tan tormentoso como el del joven caballero, nublase la razón en sus consejos.
Se escuchó un sonido que interrumpió el alboroto de la sala, que comenzaba a culminar de gente llegando.
Unas 20 personas, o quizás algo mas, se encontraban ahora frene a la puerta mientras un soldado de la guardia personal abría la puerta del salón. Encabezando la mesa, el rey, que se levanta del lugar y va a dar con aquellas personas. Su expresión radiante acogía a todo aquel que lo observaba.
-Por favor, entrad y coged sitio.
Fue a parar con la reina y sus hijos. Como siempre, su hijo bastardo se encontraba algo distanciado de ellos, y sabía la importancia que residía en que así se mantuviese. Aun así con la mirada, le ordenó que se sentase y estuviera cómodo. Otras veces simplemente lo ignoraría.
Una vez todo se hubo calmado, las puertas tras ellos se cerraron, y el rey se colocó en la cabeza de la mesa, pudiendo así observar a todos los allí reunidos.
-Bien. Os he reunido por conocer la situación de mis tierras, y los progresos que habéis logrado. He escuchado que las tierras en general han prosperado y con ello la influencia del reino se hace notar un poco más.
Varios tuvieron turno para comentar acerca de territorios en específico: No eran demasiados, pero en todos había un balance positivo, mas algún que otro reticente a la ley que había sido pasado por la espada.
Una vez concluyó aquella ronda acerca de economía, que duró unas horas que parecían interminables, le volvió a tocar el turno al rey.
Se levantó, y los miró a todos, acercándose a donde estaban sus hijos.
-En unos meses parte de mi familia irá a intentar un tratado con otra casa menor, la casa colindante por el oeste y que incluye las montañas tras los pantanos, Hawkeye, en búsqueda de un acuerdo para aliarnos y convertirnos en una potencia cuanto menos notable en esta zona del mapa. Será una oportunidad clave para uno de nuestros caballeros, en pro de demostrar su lealtad a mi, y por tanto al reino. Además, le acompañará tanto alguien que nadie os esperáis, y a quien voy a dar un voto de confianza, como el maestre de los chicos. Es hora de que comiencen a acostumbrarse al tejido político del reino, para asegurarme que cuando yo perezca, haya un legado que lleve al territorio al máximo esplendor.
Hizo un alto, y sonrió algo mas, mirando a su hija y colocándole un brazo sobre el hombro.
Señores de mis tierras, custodios de mi riqueza y promulgadores de mi grandeza, hoy hay un tercer motivo por el que debemos de estar felices, aparte del balance positivo acerca del reino en su totalidad. Dentro de pocos días, arribará en este lugar la familia de los GreyWood, reino como sabeis colindante al nuestro y que poseen un considerable poder militar y económico. Su motivo de su visita, va a ser estrictamente político: Su hijo, Valoran GreyWood, tiene ya la edad para comprometerse con una mujer, y es una oportunidad única para aunar fuerzas y hacernos mas fuertes estrategicamente. Están por hablar las condiciones del trato, pero si nada cambia acerca de lo estipulado, tendremos una boda en unos años, una boda entre Valoran Greywood, heredero al trono de Greywood, y mi hija, Nymeria Sweetwater.
La sala calló, se escucharon bastantes cuchicheos por lo bajo y la gente comenzó a darle la enhorabuena a la muchacha, muchos tímidamente y sin saber muy bien como reaccionar aún, incluido su padre, con aquella sonrisa radiante, que después de aquello hizo levantarse a todos, y se quedaron en pequeños grupos conversando, ya fuera de la sala. Como era normal, ahora comenzaba la fiesta que se organizaba en honor de el buen hacer de los señores en las tierras del rey.
Al escuchar tal noticia se quedo pálida, (más de lo que era), pero consiguió con un esfuerzo sobrehumano sonreír a su padre tímidamente.
Que??!! yo??!! un GreyWood?? no no no, vamos a ver y que pasa con mi príncipe de tierras lejanas?? no puede ser, y mis sueños?? y... no no no, no puede ser tengo muchas cosas que hacer y no conozco a ese tal... no no no, estaba totalmente sumergida en sus pensamientos y no prestaba en ese momento atención a nada do lo que la rodeaba, hasta le empezaba a doler la cabeza.
Alfred había escuchado las explicaciones del maestre con un asentimiento. No era culpa o menoscabo suyo. Era un buen maestre y padre era un líder cuanto menos difícil de aconsejar. Y eso en sus días buenos. Pero antes que pudiera responder llegó su padre. Y con él como siempre llegaron novedades que le obligaron a cambiar de planes para los próximos meses a toda velocidad.
Para empezar el viaje al que padre aludía tenía todo el aspecto de ir a incluirme, y tal vez tambien a mis hermanos y al maestre. E incluso al propio caballero Esías, si era a él a quien se refería con lo de probar la lealtad. Por el otro la boda de Nymeria era... era una buena idea. Aunque seguro que su pobre hermana ahora mismo estaría pensando cualquier cosa menos eso. Alfred tomó la mano de Nymeria y se la llevó a los labios con cortesía
- Mi buena hermana, permitidme ser el primero en felicitaros - dijo recalcando la última palabra, tanto para atraer la atención de Nymeria como para aconsejarle el rumbo de acción... al menos de momento
Después de saludar a la Reina, y a los demás invitados, Sir Esías paso al típico cotilleo con los nobles e invitados presentes. Sin duda esta no fue una tarea fácil para el caballero, ya que su rígido carácter y su turbio pasado lo alejaron, o silenciaron, más de una voz.
Al abrirse las puertas y ser invitados por el Rey, Sir Esias tomo una silla en una parte alejada para escuchar las nuevas noticias.
Las noticias del tratado con la Casa Hawkeye eran una sorpresa, pero también una oportunidad para la familia Vaalor. Si Sir Esías era el caballero al cual se refería el Rey, eso podría ayudar a limpiar el nombre de su padre. ¿Pero cuanto se podía confiar en un hombre como él? Su temperamento era errático, y su ira parecía implacable. Ninguna cualidad le gustaba al caballero, pero su juramento lo ataba si era nombrado para ir.
Por otra parte, la noticia de compromiso de Lady Nymeria era más que bienvenida. Por fin se desposaría con un pretendiente, cumpliendo con su obligación para con la Casa. La duda venia por la Casa elegida, la casa Greywood. La falta de contactos políticos y el efecto de los rumores, habían alejado a Sir Esías del movimiento político de la zona. Era probable que Lord Alfred supiera algo, a quien gustaría consultarle posteriormente.
Al escuchar las felicitaciones de Lord Alfred, Sir Esías quiso felicitarla también, pero prefirió hacerlo en el grupo de gente, o más tarde, para no romper el momento de la Familia Real.
¿Qué se de la Casa Hawkeye y de la Casa GreyWood?
¿Qué se de Valoran Greywood?
Con la mirada buscaba una salida rápida, mientras sonreía a todos los que la felicitaban, sin duda los que la conocían verían sus sonrisas forzadas, de ahí que no dejase que su padre le viese.
Se encontró de frente con su hermano, que también la felicito, le sonrió falsamente y soltando un suspiro le dijo -Gracias hermano- sintiendo que el del casamiento debía ser él, no ella. Empezaba a sentirse realmente incomoda, incluso algo mareada. Había sido una noticia catastrófica, acaso a su padre no se le había pasado por la cabeza consultarlo con ella? acaso la felicidad de su hija no importaba? acaso no era padre antes que rey? todas esas preguntas revoloteaban por su mente. Empezó a sentirse muy acalorada, le faltaba el aire, se apoyo en el respaldo de una silla, y seguidamente se desplomo en el suelo.
El maestre reacciono al ver caer a Nymeria al suelo, la joven parecía turbada y si ninguna duda se debía al anuncio del rey sobre su casamiento. El maestre se olvidó por un segundo de sus preocupaciones debidas a que a él tambien le habían encomendado una mision diplomatica y corrió hacia la joven señora.
¿Mi señora, que tal os encontrais? El maestre la examino y constato sus sospechas, la joven simplemente se había desmayado por la sorpresa y el agobio, aun asi creyó conveniente sacarla de alli a un lugar lejano de miradas donde la joven pudiese relajarse. Alfred, tomad a vuestra hermana y acompañadme a un lugar mas aireado. Tanta gente no vendrá bien para que vuelva en si.
Despues girandose hacia los señores trato de escusar a la joven dama. No se preocupen, se la pasará enseguida. Robert sabía que los rumores correrían como la polvora, y no podía permitir que su señora fuera tachada de debil, y menos con su orgullo. Seguramente se deba a que estos dias ha estado algo enferma. El maestre sabía que estaba mintiendo, pero eso era mejor que hacer pensar a los señores cualquier otra cosa.
Como heredero al trono, conoces la política del reino.
La casa Hawkeye está constituida en las montañas que ejercen de límite por el este a vuestro territorio. Son gente leal con un poder económico cuanto menos a tener en cuenta, y son muy dados a hablar, aunque a veces se cierran si alguna persona no les muestra sus respetos debidamente. El que está al mando de la casa es Loran Hawkeye, un rey joven al que le fue sucedida la posesión del trono. Se sabe que es un momento propicio para alianzas, muerto su padre, ya que este cerró en banda la política exterior. Posee un ejército del rey de los mas poderosos, y por ahí dicen que su mano derecha es un complemento a el, como si fuera su lado mas infernal, y que ha hecho cosas de las cuales muchos reinos se podrían arrepentir.
La casa GreyWood es una casa situada fuera de los pantanos. Se caracteriza por ser una llanura bastante productiva, aunque sin duda alguna se caracteriza más por su ejército nada envidiable al de las casas mayores. Ultimamente, tu padre y el rey de GreyWood han mantenido relaciones estrechas de política, y este ha sido el culmen, al parecer. Los beneficios pueden ser cuantiosos, pero sin embargo habría que tener cuidado, puesto que esos avispados zorros saben mucho de política y relaciones, y pueden tergiversar las cosas para ponerlas a su provecho. Es posible que vuestro padre nisiquiera sepa bien a qué se enfrente. Valoran Greywood, hijo del rey y heredero del trono, es un hombre de nobles costumbres, que a sus 19 años parece comenzar a adentrarse en la política, la economía, y a dirigir el frente de los ejércitos, el mas poderoso de los recursos. Se caracteriza por ser una persona de voluntad fuerte y rigurosa, bastante serio con el ejército y con todo lo que abarca sentarse en el trono de su padre. Es el heredero ideal, aunque nadie querría tenerlo como enemigo. Habrá que vigilar qué se habla de él, pues su temperamento no es de los más ligeros de los territorios del centro.