Partida Rol por web

A Finn no lo convencía la idea de negociar con el jefe de los bandidos, pero todos sus compañeros parecían compartir el optimismo de que volver con la mitad del oro e información de dónde se encontraba la otra mitad ya era un logro importante. Y lo era, sin dudas. No sería él quien pusiera obstáculos.

- De acuerdo, que nos diga dónde está el oro y volvemos con el botín y las noticias sobre los goblins.

La joven mujer no daba crédito y cuanto más escuchaba mas peros sé la oía murmurar. Pero cuando Brent decidió a favor de dejar marchar a los bandidos, torció el gesto y gruño.

Luego se aparto a un lado del camino dejando que los bandidos huyeran mientras se cruzaba de brazos. No había sido la victoria que ella esperaba, pero había sido una victoria. Con algo de suerte su animo mejoraría en algún punto del futuro.

Ahora simplemente andaba contrariada, pero en silencio.

Tras una larga conversación parecía que todo el grupo, o al menos la mayoría estaba de acuerdo, en que había prisa y que bastante difícil sería tener que llevar la mitad de los impuestos de vuelta hasta la posta más cercana, como para encima tener que llevar a los ladrones y arriesgarse a no encontrar el oro. Así que permitieron que estos se fueran, y al poco rato tras despertar al que Finn dejó bien dormido, estos se fueron, alejándose de la montaña maldita y perdiéndose pronto en la oscuridad de la noche. 

El jefe de los bandidos estaba tranquilo, sentado, tratando de recuperar algunas fuerzas, aunque se veía que seguía sangrando por varias de las múltiples heridas que tenía.

Una vez que sus hombres se perdieron en la noche, Kukol se levanto y les dijo.-Sabía elección, seguirme y os llevare hasta el lugar donde he escondido algo más de la mitad de los impuestos, la inoportuna aparición de los goblins impidió que pudiese ocultarlo todo.-Y comenzó a caminar, lo hacía despacio y con muchas dificultades. De repente se paró y se volvió hacia ellos.-Pero será mejor que alguno de vosotros comience la búsqueda de los caballos, estos huyeron espantados cuando fuimos atacados. Hay una carreta ahí mismo (dice mientras señala la posición de la carreta que habéis visto al llegar), pero sin los caballos, no podréis llevaros los impuestos. Además de oro y plata, hay muchos otros bienes, y su peso es considerable.-Y continúa andando a través del bosque, unos minutos más tarde, llegáis hasta una roca rodeada de densos matorrales, uno de estos cubre la entrada a una pequeña gruta, en cuyo interior hay varios pesados cofres, sacos, cajas, etc. Una enorme cantidad de cosas con las que podéis llenar la carreta, pero esto os llevará un buen rato. Y sin caballos, sería imposible que os llevéis todo esto. 

Una vez cumplida su parte, Kukol, se queda mirando que es lo que haréis, intrigado, pues esta claro que como no actuéis rápido, es mas que posible que nunca abandonéis este lugar.-Aquí están los impuestos del Conde, pero no es cosa fácil trasladarlos, y el tiempo apremia. Ahora, si queréis cumplir con vuestra palabra, me gustaría irme cuanto antes de aquí, no estoy en mis mejores momentos y e costará un buen rato alejarme lo suficiente de este lugar. Mejor que os vayáis rápido, o los goblins caerán sobre vosotros.-Y queda a la espera de que le dejéis marchar.

Falta algo más de una hora para el amanecer.

Vuestro turno.

No había hablado demasiado durante la charla, puesto que había permanecido en silencio y vigilancia, arco en mano, por si alguien se atrevía a asaltarnos durante la pesquisa del oro. Ahora que habían pasado los minutos, y que habíamos desentrañando el oro y su escondite, pensé en las consecuencias del fatídico rey goblin (según lo describía Kukol).

Y si hemos de darnos prisa en irnos, como dices...¿Que crees que harán contigo cuando te alcancen? -le pregunté al bandido herido-; Con esas heridas no saldrás vivo, no te dará tiempo escapar de la "inminente"llegada que auguras...

No le quedaba claro si Kukol tenía una última baza bajo su manga (algo dañino contra nosotros).

Apuesto a que mientes... Por lo que se de criaturas y leyendas -como mujer bardo que era-, esas criaturas salen y se mueven de noche,sobre todo...

Entonces miré a mis compañeros.

¡Guardias! A mí humilde juicio opino que traslademos como podamos los bienes, aunque sea lentamente. Si tan verdad es que vienen a por nosotros siempre podemos tratar de huir, en último recurso. No me creo nada de este patán... -aseguré-.

Eneris había estado mohína mientras los bandidos escapaban, y en cuanto se menciono lo de buscar los caballos, dio una patada a una piedra y dijo que ella se encargaba.

No tenia intención de seguirle el juego al taparrabo aquel, y era mejor que estuviera haciendo otro cosa que importunar a los demás con su mala leche.

Así que mientras el resto sacaba los trastos de donde estuvieran guardados, ella busco en las inmediaciones a ver si encontraba pistas de dónde podían estar lo animales.

Dejamos marchar a los bandidos y Kukol nos llevó hasta el oro. ¡Todos contentos! Bueno, todos menos Eneris, que refunfuñaba por haber dejado marchar a los malandrines.

-"Tranquila chiquilla, ya volveremos a atraparles y serán ajusticiados." Dije en voz baja.

Mientras algunos iban a por los caballos, yo me introduje en la pequeña cavidad y verifiqué que en verdad eran los impuestos, más algunas cosas más.

-"Bien, parece que hay bastantes cosas. Efectivamente necesitaremos la carreta desplazar todo esto y llevarlo a Fuenterubiales. Por mi, Kukol se puede marchar, ha cumplido con su parte." Dije mirando a los demás.

Volví a meterme y empecé a sacar cosas afuera, amontonándolas para después cargarlas en el carro. Si nos dábamos prisa, en una hora tendríamos todo listo para partir y poner distancia con el Rey Goblin.

Tras conducirles al escondite donde había escondido lo que le había dado tiempo del cargamento de los impuestos, y a la vista de que había cumplido con su parte del trato. Tras descansar unos instantes, el jefe de los bandidos, se despide y desaparece en un momento entre las sombras. No sin antes volver a advertirles.-No os demoréis mucho tiempo, porque es seguro que en poco tiempo esos diablos estén de vuelta. Y esos no negocian, prefieren comerse a los que capturan. Os deseo buena suerte, supongo que volveremos a vernos. Tendré en cuenta que sabéis respetar un trato.-Y tras unos instantes de dudas, añade: - Así que os aviso, he enviado a diez de mis hombres tras los goblins, y supongo que estarán a punto de regresar al campamento, no son tan tontos como para acercarse demasiado a la montaña. Mejor que abandonéis pronto la zona.-

A pesar de sus muchas heridas, se mueve como un felino, sin ningún ruido, y le perdéis de vista. Este tipo, seguro que es un enemigo muy difícil, hasta herido. 

Eneris se separa antes de llegar al escondrijo del grupo, y se pone a buscar los caballos, pronto escucha algunos relinchos y se pone sobre unas huellas que le lleva hasta un claro del bosque donde encuentra a los dos caballos. Les calma y tras un rato le dejan acercarse, y pronto se dirige de regreso al campamento de los bandidos con los animales.

Mientras el resto habéis acercado como habéis podido la carreta y la cargáis tan rápido como podéis, cuando ya estáis a punto de terminar, escucháis a Eneris y los caballos. Pronto lográis terminar de cargar los impuestos, y atáis los caballos al tiro. Estáis preparados para tratar de regresar, y os ponéis en marcha.

Día 4 (18 de julio) comienza el amanecer de un día de verano, el cielo esta cubierto de nubes.

Vuestro turno.

— Chicos, estamos listos, nos marchamos — dijo emitiendo un silbido y haciendo los típicos gestos de formación para dar media vuelta.

En cuanto pudiera, fuera de la escucha de Kukol o el resto de bandidos propondría a su equipo.

— No me fío un pelo de este tipo, si queréis podemos adelantarnos y yo me puedo esconder aquí cerca para observar que no nos hayan mentido o tramen algo. Si veo que está todo bien, os alcanzaré en cuanto pueda.

Cargamos todas las cosas y Eneris volvió con los caballos, estaba amaneciendo. Lo revelado por Kukol no me gustó nada, lo de que había mandado a diez de sus hombres tras los goblins. Nos alertaba de que nos fuéramos de aquí pitando, pero él sin embargo había mandado a casi todos sus hombres tras ellos. Algo no olía bien, pero el caso es que teníamos casi la mitad del tesoro.

-"Creo que harías bien en hacerlo, viejo. Yo tampoco me fío de esa rata." Le dije a Brent.

Dalfrid y Eneris tampoco se habían fiado de lo que escupía el jefe de los bandidos, pero así estábamos. Solo quedaba regresar a la posta más cercana y mandar el carromato, con un número nutrido de soldados, hasta Fuerterubiales. Me subí al pescante y cogí las riendas, que ya estaban puestas a los caballos, con estos atados al carromato.

Para su tranquilidad cuando la joven volvió el maloso ya se había marchado. Y tras amarrar a los caballos empezó a andar de vuelta al pueblo más cercano.

No iba a ser un camino corto, a pesar de que no usarían expresamente la misma ruta que el día previo. Dado que ahora no era necesario seguir pisadas o deducir dónde estaban, sino orientarse y bajar lo más rápido hasta la parte civilizada.

Aprovecho el rato para meditar, o al menos para reflexionar, tenían su misión completa parcialmente. No habían rescatado a los hombres del conde, gente que como ella misma, trabajaba para la ciudad. Lo cual le partió el corazón. Si ella fuera la que tenia que ser rescatada, solo esperaba que nunca se enteraran de que no fueron por sus compañeros.

Ni qué hablar tenia haber dejado libre a aquellos asesinos descreídos. Poco podía hacerse, viajarían hasta el siguiente pueblo, y buscarían la manera de hacerles la vida imposible. Lo odiaba, pero habían empeñado su palabra en ello, y ahora no podían desdecirse.

En su cabeza, ellos iba a tardar varios días en volver hasta Fuenterubiales y entregar el “botín”. Nunca se le paso por la cabeza que aquel oro recuperado fuera a ser depositado en la posta y fueran a volver…..

Me parece bien, Brent, pero ten cuidado -le pedí-. Ya os dije que no me fiaba de ese tipo. Quizá lo de los goblins sea cierto, pero quien sabe si tiene alguna mano escondida. Tras un rato de cargar riquezas en el carromato con los caballos, parecía que estábamos dispuestos para salir y regresar. Ahora habría que hacer el mismo trayecto pero con más paciencia, pues no era lo mismo avanzar con carga que sin ella. Mientras cargaba y nos íbamos, aproveché para sacar el laúd y componer, de manera improvisada unos acordes cantados con todo lo que nos había sucedido:

Comencé a rasgar las cuerdas con mis uñas:

De un lado para otro,
siempre caminando.
En busca de ese oro
sobre el carromato.

Ladrones, goblins, trasgos,
¡qué más dá quien sea!
Probará estos filos, 
cualquier mal fulano
¡o el que curiosea,
o el que robe el oro de...

... Umhm... -hice una pausa, me di cuenta que debía introducir a Kukol, ese capitán bandido, pero aún no sabía cómo iba a actuar después de dejarle marchar.

Asique resoplé, guardé el laúd y seguí inventando mentalmente la canción...

Finn estuvo de acuerdo con dejar ir al jefe de los bandidos y cargar el oro. Quería largarse de allí lo antes posible, fuera o no cierto lo de los goblins. Medio cargamento de impuestos era mejor que ninguno, y la información de dónde podía estar el resto también era valiosa. Le hubiese gustado no dejar a los cautivos a su suerte, pero ellos eran pocos y no creía que si los goblins eran tantos como Kukol decía, pudieran hacer algo contra ellos. Lo más práctico era apurar el paso con el oro y llegar a la posta más cercana.

Al cabo de un rato, aparece Brent de nuevo con el pulgar de la mano en alto.

— No parecían tramar nada extraño. Los goblins no aparecieron y los ladrones se largaron. — dijo encogiéndose de hombros.

Brent contaba 5 puñaladas por las espalda que había recibido en su vida, prefería no recibir mas en lo que le quedaba.

— Prosigamos

La clérigo asintió esperanzada a las palabras del guerrero enano. Pero también era consciente de que sin un buen descanso no podría ayudar a nadie.

Pero las tareas de una en una, y la diosa te bendice con fortuna. Rezaba él dicho. Ahora debían llegar a la casa de postas e informar de lo ocurrido. No podía sencillamente pensar en volver, cuando aún no habían solventado el problema que tenían entre manos.

Se alegro al ver llegar al viejo. Parecía que todo estaba correcto a sus espaldas.

- Bueno, pues ayuda a mover este desdichado carro Viejo. O nos quedaremos a merced de lo que el infortunio nos depare.-

Invito la joven a su superior.

Vi que Brent no tardó demasiado en aparecer. No había traído consigo nuevas considerables, lo cual era un alivio. Mientras tanto Eneris animaba a empujar el carro, pero la rueda quebrada parcialmente dibujaba un empeoramiento de la situación.

Tenemos que arreglar esa rueda -añadí-. Ese será el mayor infortunio... Mirad: tiene pinta de no poder aguantar más tiempo el peso de esta parte de los impuestos, sobre todo en estos caminos embarrados... Quizá habría que apuntalar su borde o reforzarlo de alguna manera. Y creo... -miré al resto, porque no sabría cómo se lo tomarían-, que para arreglarla habría que retirar toda esta riqueza del carruaje... -esperé un poco a que alguien viera la situación de aquella manera, pues la rueda estaba evidentemente rasgada...-.

Tras muchas dificultades con la carreta, que estaba sobrecargada, y por caminos embarrados. Llegáis hasta donde estaba la carreta rota, y donde se produjo el combate contra los ladrones. Dalfrid dice que mejor cambiar una de las ruedas que esta rota, así que os ponéis a descargar la carreta y poner una rueda nueva de la otra. Las horas van pasando, y tras comer algo de vuestras mermadas raciones, llegáis a caminos mejores, más cercanos a las granjas. A pesar de numerosos sustos que os dan algunos animales, no veis ni rastro de los goblins.

Por la tarde estáis ya en la zona de las granjas, fuera del bosque, y con la caída de la noche llegáis hasta el poblado, y un poco más tarde a la posta. Donde sois recibidos como héroes, y tras asearos, os dan un gran banquete, con mucha cerveza y vino en el comedor. 

Os toca intervenir.