Partida Rol por web

Las brisas frescas del otoño se llevan el calor agobiante del verano. Atrás quedan los días en los que el sol hace mella en los cuerpos de los rokuganeses y atrás quedan los temporales. Una débil llovizna está cayendo a esas horas de la mañana, pero no ha impedido que los campesinos vayan a trabajar.

Pronto aparecerán los recaudadores de impuestos para cobrar su tributo en arroz y los campos están repletos de ese oro blanco. En la colina se alza un pequeño castillo de la familia Matsu, presidiendo los campos de arroz de sus tierras. No son muy extensas, pero el daimyo menor que las ostenta se las ganó hace muchos años, cuando aun era joven para empuñar una espada.

En el interior de sus murallas viven los samurais que le sirven y sus familias y tras los muros protectores está la plebe. Alejados del centro neurálgico del castillo, se sitúa una pequeña casa. En ella vive la familia de un antiguo samurai, esposa e hijos, al que golpeó la desgracia y el deshonor y a la que solo pudo salvar la intervención del padre del samurai Matsu Tetsuo. Uno hombre bien reconocido por el Daimyo de la familia Matsu y por el Daimyo del Clan León.

Pocos se acercan a la casa.

Un nuevo día más fresco y húmedo que los anteriores, gracias a los ancentros, comienza. No pierdo tiempo y me levanto con ganas de realizar mis ejercicios de la mañana. Con este tiempo será más agradable que con la sequedad caliente de días anteriores.

Tras levantarme visto mis ropas, grises por completo. A excepción de mi obi y la cinta que mantiene mi pelo atado en una coleta larga, ambos son de color amarillo. Me aseguro de que el netsuke que lo adorna, en forma de león tallado en madera oscura, sea visible.

Antes de pensar en desayunar u otra cosa, como todos los días. voy a la parte trasera de la casa, arealizar las tandas de ejercicios para mantenerme en perfecta forma.

No pasa mucho tiempo antes de que su madre lo llame a la mesa. Siempre pendiente de sus hijos, no deja que pase mucho tiempo entre que se levantan hasta que desayunan algo ligero por la mañana. Deben dejar el plato más sustancioso para el mediodía. No pasan penurias, pero tampoco reciben ayudas económicas salvo las que pueda ganar su madre usando sus habilidades.

Un poco de arroz y pescado es lo que hay en la mesa.

-Debes comer antes de entrenar. Tu cuerpo es una máquina y necesita alimento para funcionar.

Seiyu, su hermana pequeña, sirve el té. A punto de celebrar el Gempukku y estará preparada para encontrar un esposo, aunque su situación será precaria por todo lo que rodea a su familia. Quizá nunca encuentre a alguien.

Acudo a su llamada secándome con una toalla, tras haberme aseado el sudor del entrenamiento.

-Así es madre. Pero no es bueno ejercitar justo después de haber comido. Además, con hambre es más sencillo concentrarse. Te da un objetivo.

De lo que no hay duda, es de que tengo hambre pues no tengo piedad alguna con el arroz ni el pescado.

-Tengo planes para hoy.

Tras servir el té, lanza una mirada severa a su hermano, pero no dice nada. Al coger los palillos piensa una pequeña oración y comienza a comer con control.

-¿Puedo preguntar? Siento curiosidad ahora que los has mencionado.

Bebe un poco de té y continúa comiendo.

-Voy a ir al dojo. De vez en cuando va gente importante...si tengo algo de suerte tal vez impresione a alguien. O alguien decida retarme a un duelo. Y si no impresiono a nadie...bueno, no me irá mal entrenar con un rival de verdad.

La principal razón, es ella. Tengo que mejorar la reputación de la familia, y eso cae en mis hombros, para que pueda encontrar un buen marido. Aunque eso signifique que se marche.

Sirve un poco más de arroz en su bol.

-Hermano, entonces debes comer un poco más. Debes tener energías para enfrentarte a ese duelo.

Deja el bol lleno de arroz frente a él. Por suerte, aun tienen suficiente dinero para comprar arroz así que no pasarán habré, pero tampoco nadarán en la abundancia. Seiyu le muestra una sonrisa para animarlo. Sabe que se esfuerza mucho para sacarlas de la situación en la que viven.

Agradezco a Seiyu que me de un poco más de Arroz, aunque ya me haya comido mi parte. Le devuelvo la sonrisa dejando un poco a un lado la máscara de seriedad que siempre muestro. En realidad no soy tan serio pero me he esforzado tanto...que es simplemente otra capa de ropa. Mi cara seria.

Tras el desayuno recojo mi daisho y, tras despedirme de ambas, me dirijo al dojo.

-Que tengáis una mañana productiva y agradable.

El paseo hasta el dojo del castillo es tranquilo. Nadie le molesta y nadie le presta atención. Los criados y demás Heimin se inclinan ante él cuando pasa, como debe ser, aunque no es una reverencia tan pronunciada como sería a cualquiera de los samurais que realmente viven bajo la protección del daimyo.

Al llegar, puede ver a varios samurais entrenando en solitario o aceptando combates para practicar sus habilidades. Muchos son estudiantes nuevos y se nota la diferencia de edad... él les saca 7 años a la mayoría de ellos.

Pero si hay estudiantes, hay maestros. Y ellos son contra los que querría batirme. Avanzo hasta la pared del fondo y cuelgo mi daisho en una de las muescas dispuestas a tal efecto, signo habitual cuando alguien quiere pedir un combate de práctica, ambas horizontales. Si alguno de los maestros lo acepta, se acercará y colocará una de las dos de manera vertical.

No tengro prisa, por lo que tomo una hoja de práctica y me concentro en uno de los muñecos libres.

Antes de que uno de los sensei del dojo se acerque para aceptar el duelo de práctica, un joven, desconocido para Shinobu, se acerca y hace lo que debe hacer. Coloca una de las armas en vertical. Los alumnos del dojo acaban sus entrenamientos para sentarse alrededor del tatami para observar el combate.

-Sería un honor para mí aceptar vuestro desafío.

El joven, se desplaza hacia el centro del tatami. Todo el clan conoce la deshonra del padre de Shinobu así que es lógico que ese joven es cortes con él.

No es un maestro pero, no lo conozco. Al menos, no lo recuerdo. Parece algo mayor que yo. ¿Merecerá la pena?

En cualquier caso sería una terrible falta de respeto o una muestra de cobardía no aceptar el combate, lo que probablemente llevase a un duelo más serio. De modo que le asiento, yendo hacia el centro del tatami, unos pasos separado de él. Además, me intriga.

-Matsu Shinobu. Es un honor entrenar contigo. -me inclino respetuosamente.

Me coloco en posición, pero sin prepararme aún. Yo soy el retador, por lo que a él le corresponde elegir como será el duelo, a cuantos golpes o cuando se decide la victoria.

-Soy Akodo Hiroshi.

Se sitúa frente a Shinobu. Solo hay una forma de duelo oficial en el Imperio y no es otra que un duelo de Iaijutsu. Los mejores duelistas del imperio son los miembros de la escuela de duelo Kakita. Y si el duelista forma parte de dicha familia, todos saben que poco se puede hacer contra ellos.

Éste no parece ser el caso ya que los Akodo no son famosos por sus capacidades de duelo.

-Iniciemos el duelo. Como entrenamiento.

"Envaino" la katana de entrenamiento, pues no hay vaina para esas armas, y me preparo. Observo cada uno de sus movimientos, sin perder detalle, pero mis ojos no se apartan de los suyos.

La postura de mi cuerpo cambia, de relajada a tensa com la cuerda de un arco, preparado para atacar o reaccionar.

Se estudian mutuamente. Toda la sala permanece en silencio porque saben que es algo importante. No se juegan nada en ese duelo, pero bien podrían jugarse el honor... o la vida. Un error en la concentración puede ser fatal. Y llega el momento. Toma la posición de ataque. Aprieta la empuñadura para cuando llegue el momento... ese preciso momento que todo samurai sabe reconocer.

Es como un pacto silencioso para iniciar el ataque.

Ahí está, el duelo inicia de verdad...al menos para los inexpertos. En realidad ya empezó cuando comenzamos a estudiarnos.

Es muy rápido. Quizá más que yo, pero no lo bastante para impedirme reaccionar. No podrá darme sin evitar que le dé yo. Peor...tsk. Ha sido más rápido. Sé que la diferencia es muy poca, que solo yo me la echaré en cara, pero...soy mi juez más duro.

Será un llamado "golpe kármico". Un empate, si el duelo se detiene ahí.

No lo conozco...no sé como es...pero lo respeto, solo viendo como combate. Es bueno. Puede que más que yo.

El momento de la verdad. Desenvaina la katana de entrenamiento y se lanza a por Shinobu. Es más rápido que él por muy poco así que no es suficiente para sacarle ventaja con el primer ataque. Pero parece que el ataque no va con la fuerza necesaria para ganar el combate.

La armadura ligera de Shinobu amortigua el golpe.

¡Ahora!

Ser más rápido es a veces, si el rival es superior a tí, una desventaja. Al actuar antes revelas como ser contraatacado. Como ahora que, aunque no creo ser mucho mejor que él, soy capaz de leerlo perfectamente. Desplazo mi cuerpo lo suficiente para que su golpe resbale por la protección de mi costado mientras que suelto un ataque ascendente a su codo, justo por encima de la protección del antebrazo.

Si me sale lo bastante bien, debería soltar su arma por el impacto. O al menos, lastimarle el brazo dominante.

El desenlance llega pronto. Todo parece muy igualado, pero en el último momento, Hiroshi deja caer la katana de entrenamiento para evitar un mal mayor en su brazo y que deba dejar de empuñar sus armas durante mucho tiempo, quizá para siempre.

Esto da por terminado el duelo. Hiroshi da unos pasos atrás.

-Bueno combate, Matsu Shinobu-san.

Se frota un poco el codo y recoge la espada.

Me permito una leve sonrisa, volviéndo a mirarlo tras pasar los ojos por el resto de presentes en la sala por un instante, y cabeceo una leve sonrisa.

-Ha sido más igualado de lo que me gustaría admitir, Akodo Hiroshi-san. Podría haber acabado al revés, no me cabe duda. Ha sido un honor ver vuestra habilidad. Espero combatir a vuestro lado algún día.

La guerra es un hecho, nos entrenamos para ella. Al menos para mí, no cabe mayor elogio que el que quieran combatir a tu lado. Signo de que confían en tu habilidad.

No parece haber nadie más dispuesto a retarme, es una lástima.

Si Akodo Hiroshi no tiene más que decirme, termino el entrenamiento que hacía antes y regreso a mi casa.