Partida Rol por web

Cuando todo parece encajar surge la teoría sobre la antigüedad de las fotografías, y con ello se echa por tierra – o casi – que la relación entre el asesino, las víctimas y Dolezal sea algo activo al tener en cuenta el revuelo mediático. - Puede que la pista se haya enfriado. Tal vez demasiado – musito pensativo al oír a mis compañeros.

Aunque la habilidad para probar la cocaína por parte de Taylor me sorprende. ¿Un estirado anticuario drogadicto? Todos tienen un muerto en el placard. Sonrío con solo pensar que ocultan los demás.

Entonces la pregunta de Alice me devuelve al meollo. – Creo que debemos “entrevistar” a Dolezal. Porque si volvemos luego y en el ínterin descubre que le sustrajimos sus “tesoros” es probable que huya. Deberíamos esperar aquí, o más cerca, a que regrese y abordarlo. Una placa es suficiente para hacerlo cantar – digo al mostrar la insignia policiaca.

-Por otro lado que las fotografías tengan tantos años indica que la “relación” entre Dolezal y el asesino se haya roto. Es una posibilidad. – añado al recordar la idea original.

La mirada del señor Taylor se desvió violentamente de la ventanilla del vehículo hacía el rostro del detective tras su última declaración.

-¡Exacto! Estas fotos se corresponden con hace tiempo, sin embargo, el asesino sigue. La cooperación entre el fotógrafo y el individuo de los tatuajes debe de haber concluído, si no habría más fotografías en ese sobre. Lleva razón señor Miller, debemos de entrevistarnos con el señor Dolezal. Quizás si rompieron su relación de forma violenta y le ofrecemos un "posible pacto con el fiscal por colaboración con la justicia" cantaría. Ser el autor de estos hechos podría implicar una acusación de cómplice de asesinato.- las palabras de aquel antiguo hombre de leyes no parecían muy seguras. Si bien había estudiado derecho y trabajado en Cleveland como abogado, el derecho penal no era su punto fuerte y para que engañarnos, llevaba años un poco oxidado. Ahora mismo tenía más frescas las leges Liciniae-Sextiae que la legislación federal norteamericana.

-Ahora bien, ¿cómo hacerlo? Usted es el verdadero hombre de acción. Teniendo en cuenta que el señor Dolezal no esté en manos ya del señor Ness, tres personas en un mismo coche esperando en su misma calle puede resultarle sospechoso si se acerca con cuidado. Por otro lado, no podemos subir los tres al apartamento para interrogarlo. Una mujer y un anciano como yo, no dan demasiado el pego como inspectores de la policía.- el señor Miller resopló prediciendo en su próximo futuro tener que volver a entrar por ese callejón pestilente y tener que bajar de nuevo la escalera de incendios.

-Al menos no habrá que volver a mover el contenedor.- dijo sonriendo a la señora McMillan mientras de nuevo el humo entraba por sus pulmones revitalizándole. 

- Hay mujeres policías, así que puedo aparentar ser una y acompañar a Miller. No se haga problema por mi apariencia Señor Taylor, puedo sacar la rea de adentro si la situación lo requiere. -  responde al dibujar una sonrisa que denota travesura, ella al trabajar en el Departamento de la Policía de alguna manera está acostumbrada a tratar con alguna de las osadas mujeres que anhelaron transitar por ese camino que tan digno es para ellas como para un hombre. 

- Coincido con los dos, ahora mismo peino mi cabello en una coleta para tener una apariencia más masculina y si me permiten voy a desmaquillarme en cuestión de minutos, así no resulta sospechoso. Esta gente de los suburbios tienen un detector innato. -  agrega mientras abre su bolso y saca los elementos para realizar la tarea, siempre desde ese toque femenino que es muy fiel a su personalidad. Y mientras se ocupa de sí misma para aparentar una mujer policía, le permite a los hombres que terminen y escuchar el plan de Miller. 

- ¿Cómo lo haremos? - pregunta directamente al hombre entendido en el asunto. 

Una mueca se dibuja en mi rostro al conjurar varias formas, bastante sencillas, para atrapar a Dolezal. Si creo que es la basura que es no será muy difícil dar con el cuándo menos lo piense.

-Disponemos de varias maneras de echarle el guante a esa escoria. Por ejemplo esperando dentro de su apartamento es una de ellas. Aunque nos atenemos a que Dolezal acuda con alguien más y eso podría complicar nuestra sorpresa. De todos modos es la opción con mayor factor sorpresa para nosotros-

-Por otro lado podríamos tender una red, con ustedes dos esperando adentro del edificio y yo aguardando afuera, lejos de la línea visual. Cuando llegue lo seguir y de esta forma quedará encerrado entre ustedes y yo-

- Una tercera opción es que esperemos por el en la calle, fuera del automóvil, cada uno ubicado en distintos puntos. Esta es la opción más segura para nosotros pero con mejor chance que Dolezal eche a correr como pollo sin cabeza.-

- En definitiva depende que tanto queramos arriesgarnos por atrapar a esa calaña. Yo voto por la opción uno y de ser necesario podríamos invertir los papeles al ser yo quien espere por el en el interior de su apartamento. Ustedes deciden. –

En estos casos todas las opciones son viables cuando el implicado no tiene la sospecha de ser vigilado. Incluso si la gente de Ness ha hablado antes con él es posible que piense que lo han dejado en paz.

- Puedo esperar dentro yo, no sería raro y al ver que soy una mujer no me verá peligrosa. - responde Alice al adelantarse, certificando que el plan propuesto en primer instancia es el más adecuado, no suele temerle a nada y su imagen en estos momentos podría beneficiar a la hora de atraparlo. - Puedo ser una cliente, o algo... Siempre en la misma línea de sus aficiones. - termina por decir a modo de respuesta, incluso siendo capaz de dedicarle una mirada a William para saber qué opina. 

La osadía de esta mujer no deja de sorprenderme, pese a su actitud estirada de actriz hollywoodense.

-Bien. Si el señor Taylor está de acuerdo podemos proceder.- afirmo al hurgar en la guantera en busca de un cigarrillo a medio quemar.

Aquí estas maldito, pienso al encontrarlo, parcialmente arrugado y con tintes de lápiz labial. En casos de necesidad no hay pan duro, dicen por allí.

Cierto rubor comenzó a percibirse en el arrugado rostro del señor Taylor como consecuencia de las palabras de la médico forense. Agacho levemente la cabeza, admitiendo la derrota, y miró al desgastado salpicadero.

-Por supuesto que hay mujeres policía, viejo tarado. O acaso no te acuerdas de aquella que viste en el Palacio de Justicia.-

-La olvidé. Pensaba que las amazonas solo se hallaban en la mitología clásica.-

-¡Deja tus prejuicios para los negros y chinos que llenan este basurero!-

Se mantuvo en silencio unos instantes. Absorto en sus pensamientos, parecía que no estaba escuchando a nadie. De repente, hablo.

-Como bien dijo, Señor Miller, la placa que le dio el Sheriff O'Donell es una baza que deberíamos aprovechar. La idea que plantean de actuar los dos como policías en mi opinión parece la más correcta. ¿Jugar al poli bueno y al poli malo? Tensen y relajen. Amenazarle pero ofrecerle privilegios si colabora con ustedes. Esperen dentro, lleven uno de estos papeles escritos a maquina que llevo conmigo y finjan que es una orden de registro. Entre ella y la placa tendrán suficiente autoridad para estar allí. Yo esperaré dentro del coche vigilando la puerta y fingiendo leer uno de estos periódicos.- dice cogiendo uno de los que parece en mejor estado se encuentra. -Al rato que suba, yo le seguiré y puedo esperar en el rellano por si necesitan mi ayuda. Eso o esperar de nuevo en el callejón a que pueda huir por la escalera de incendios. ¿Qué prefieren?- El mero hecho de recordar aquel callejón hizo temblar las fosas nasales del señor Taylor.

-Tengan también presente lo siguiente. Es posible que el señor Dolezal no regresé al apartamento en horas, días o incluso no vuelva jamás.- sentencio pesimista.

Chasqueo la lengua en señal de aprobación. Así se trabaja en equipo, pienso afirmativamente al cerrar el plan.

-Perfecto. Procedamos cuanto antes. Yo y la señorita Mcmillan aguardaremos en el interior del apartamento y usted esperará aquí, dentro del coche. Desde el automóvil puede buscar un punto en esta calle donde sea óptimo visualmente, donde pueda ver la salida del callejón y ver la entrada del edificio. Si tiene problemas haga sonar la bocina y trataremos de llegar cuanto antes. – digo al tomar un papel y usarlo como orden de registro.

- Probaremos hoy hasta después de la medianoche. Sí, es una larga espera pero creo que tendremos suerte. De todas formas habíamos quedado en reunirnos mañana por la mañana con los reporteros, así que nada tenemos que perder más que tiempo y aun así hemos obtenido evidencia sustancial. Aunque el estado del departamento sugiere que todavía es habitado por ese malnacido.- añado antes de salir del vehiculó.

-¿Viene? – pregunto a la rubia.

- Perfecto. - responde al acomodarse el cabello y tras maquillarse apenas, dejando de lado ese glamour que alguien de clase alta suele ostentar, decide continuar conversando. - Eso haremos, vigile nuestras espaldas Señor Taylor, será nuestros ojos. -  termina por decir tras asentir, preparada para bajar del automóvil y esperar lo que sea necesario para atrapar a Dolezal e interrogarlo. 

Era una situación completamente nueva para Alice, pero lejos de incomodar desde algún aspecto su interior, siente que es oportuno este giro radical en su vida. Un poco de adrenalina que lejos de tenerla en su diario vivir, ahora la fuerza a tener que actuar de diversas maneras, adaptándose a las circunstancias como debería ser. Ya no se encontraba custodiada dentro de las paredes de su castillo de cristal, tocaba enfrentarse a lo que esté por venir. 

Tras haber acordado el plan de acción, tomáis posiciones. Joseph y Alice quedan en el domicilio mientras William vuelve al vehículo y tras sentarse en el asiento del conductor, queda a la espera de que algo ocurra

Las horas pasan sin que la situación cambie en absoluto. El sol en lo alto carga el ambiente y dentro del vehículo, gotas de sudor resbalan por el cuello del anticuario.

Y pasan las horas…

Sentado en el asiento del piloto, observas todo lo que pasa en la calle mientras observas cualquier persona que pueda acercarse al edificio. Lo cierto es que no dispones de ninguna foto de Dolezal por lo que de ti depende por completo interpretar si quien entra es él o no.

El tiempo pasa y aunque algunas personas aparecen caminando por la calle, nadie se detiene en la entrada del edificio ni entra en él. Tras una hora de espera, una mujer cargando dos bolsas se detiene frente a la puerta. Con dificultad, busca lo que parecen ser las llaves ya accede al edificio. Sin embargo, no es vuestra persona por lo que sigues espectante.

El sol avanza en lo alto y el ambiente en el vehículo parece hacerse asfixiante, debes bajar las ventanillas para no ahogarte. Empiezas a impacientarte por el calor y la inutilidad de esta guardia cuando de la esquina de la calle ves aparecer un hombre fornido, de aspecto rudo, mentón fuerte y mirada severa ¿Será vuestro hombre? Tu corazón se acelera cuando ves que se detiene frente a la entrada del edificio ¿Es posible? El extraño alza la mirada y mira para ambos lados de la calle ¿Por qué mira como si esperara que le siguieran? Parece que la puerta se ha atascado cuando introduce la llave y compruebas que aquel no es un hombre paciente cuando rápidamente le da una fuerte patada a la puerta.

Sales del vehículo y estas dispuesto a moverte cuando, desde el fondo de la calle, ves a un hombre de aspecto demacrado, caminando de manera errática y con la mirada perdida. No te hace falta ser muy observador para entender que va borracho. De complexión fibrosa, le ves avanzar entre bamboleos deteniéndose justamente en la entrada del edificio, tras lo cual empieza a palparse la chaqueta marrón que lleva como si buscara algo.

Tras acordar el plan, os dirigis de vuelta al piso del sospechoso a esperar su llegada. Las horas pasan y salvo hablar entre vosotros, no os queda otra que simplemente observar mejor la vivienda en la que os encontráis. El lugar consta de un salón-cocina unido, conformado por un sillón bastante incómodo, una mesa de café coja y una radio chiquitita sobre un mueble situado en una de las esquinas de la habitación. Una cómoda con varios panfletos de publicidad y una tarjeta del club “Lester’s”, un lugar que parece encontrarse en Kingsbury Run. Pegado a la pared, un teléfono en bastante mal estado aguanta sujeto por una alcayata.

Mientras esperáis, revisáis las fotos que habéis encontrado, pero a pesar de darles muchas vueltas y barajar posibilidades, entendéis que, sin más pistas, no podéis obtener más información de ellas.

El hastío os invade mientras el sol se mueve en lo alto y el tiempo avanza. Os empezáis a preguntar si esperar de esa manera es una buena idea cuando un sonoro timbre os hace dar un respingo.

RING RING, RING RING…

Alzais la mirada y vuestros ojos van directamente a la fuente del sonido. El teléfono está sonando.

Lo peor de la espera es justamente eso. La pasividad hasta su máximo exponente.

Solo recién cuando el teléfono comienza a sonar es cuando los sentidos se alzan en una fracción de segundo. Salgo disparado de mi asiento para indicar a Alice que no toque el teléfono.

- No – agrego a mi gesto – Es una trampa – informo a la rubia al hablar en susurros.

Es posible que el mismo Dolezal sea quien haga la jugarreta de llamar a su casa antes de volver, o que alguien, sin importar quien, llame al dueño. Tampoco es muy inteligente que nosotros atendamos la llamada. Sería muy sospechoso y tiraría por los suelos nuestro plan.

Entonces recuerdo tomar nota del club Lester´s, que podría ser una pista. Pero ahora es menester resolver lo importante.

- Busca un escondite. Alguien podría llamar a la puerta o entrar el mismo Dolezal – advierto a mi compañera para luego buscar cobertura en caso que el dueño se presente.

La doctora se mantuvo en silencio, por momentos seguía la conversación de Joseph y en otras ocasiones simplemente asentía mientras los minutos transcurren sin más. Parecía una eternidad el estar allí aguardando por este sujeto, tanto que al fin de cuentas despierta una ansiedad y una incertidumbre ya insana. Cuestión que para Alice no era de su agrado, no cuando en su mente una amalgama de pensamientos comienzan a agobiar. 

Todo era demasiado lento, silencioso, hasta que el estruendoso sonido del teléfono la obliga a desviar la mirada hacia Miller y tras realizar un gesto de conformación, se incorpora de donde estaba sentada para buscar un lugar donde esconderse. - O una mera casualidad. De igual manera confío en su criterio. - termina por decir al esconderse en el baño que se encuentra en la misma sala, era una tontería de lugar para mantenerse oculto ya que sería descubierta fácilmente, pero al menos no dejaba solo a su compañero. 

Tras horas interminables al calor sin que nadie apareciese, el señor Taylor veía como justo en ese instante dos individuos, separados por un escaso margen de tiempo, se presentaban delante de la puerta del bloque de viviendas. ¿Sería alguno de los dos el señor Dolezal? El primero, por su complexión y aspecto, sería presuntamente el más capacitado para desempeñar el papel de proxeneta, sin embargo, al parecer hacía tiempo que no desempeñaba esta profesión. Aun así, concordaba la descripción con la pista dada por el periodista Wilson a la mañana en el café. El hecho de que contará con la llave podría ser motivo aparente de que residía en esta vivienda. El otro individuo sin duda era el típico habitante del bullicioso tercero con problemas de adicción, entre los cuales el alcohol seguramente fuera el más leve.

Al ver el estado de aquel individuo, el anciano anticuario salió de su coche con la mayor rapidez y a la vez sigilo que su edad y el agotamiento de llevar horas sudando en el coche le permitiera. Lentamente fue acercándose hacía la otra acera, mientras observaba la acción del contrario. Esperaba que en cuanto él hubiera podido abrir la puerta y pasar, William tendría la posibilidad fugaz de abalanzarse sobre la puerta y llegar momentos antes de que esta pudiera cerrarse. Una vez, esta sin cerrar, esperaría unos instantes a que el ebrio individuo comenzara su ascensión por las escaleras y poder entrar de forma total en el hall de aquella ruina.

Velozmente e ignorando el timbre de aquel teléfono, os ocultáis rápidamente a la espera de que alguien pueda llegar de repente. Una vez accedéis al baño, entrecerráis la puerta y quedáis expectantes. El sonido del teléfono no cesa y la situación comienza a poneros nerviosos ¿Por qué no se detiene? Normalmente, ya fuera para hacer una comprobación del propio Dolezal como si fuera alguien que quiere contactar con él, debería haber aceptado que no había nadie y terminar la llamada.

Los minutos pasan, y el timbre no cesa. Casi os estáis planteando cogerlo cuando finalmente, el sonido se detiene, sumiendo el lugar en un ominoso silencio. Una ligera sensación de alivio os invade y respiráis aliviados cuando de pronto el teléfono comienza a sonar nuevamente. Casi podríais jurar que el sonido es incluso más alto y agudo. Al mismo tiempo, fuera de la vivienda, se oyen unos pasos que se acercan por el pasillo.

Esperas a ver acceder al borracho al edificio antes de acelerar el paso. Esto aun te lleva unos minutos ya que el borracho, aunque ha encontrado la llave, no parece estar teniendo la misma suerte con la cerradura. Casi estas por acercarte y ayudarte cuando finalmente parece que la llave entra en la cerradura y consigue girarla.

Aceleras el paso llegando justo a tiempo para sujetar la puerta y que esta te permita el acceso. Esperas un poco antes de entrar y empiezas a subir las escaleras. Llegas hasta el piso de vuestro sospechoso y te detienes en el umbral del pasillo al ver al primer hombre fortachón, ayudando al borracho.

- Siempre igual. ¡Al final vas a terminar jodido! Venga, entremos. –

Entonces un escalofrío recorre tu espalda, ambos van hacia el piso de Dolezal. Eso significa que tus compañeros se enfrentarían a dos personas, en vez de a una y aunque una está muy perjudicada, la más amenazante se encuentra en perfectas condiciones.

-¿Qué clase de jugarreta es esta? – digo en susurros a mi compañera.

Puede ser que la llamada telefónica sea una tapadera para encubrir otro sonido. Pero no. Todo sigue igual de quieto con la excepción del timbre que continua taladrando nuestra voluntad. Hasta parece por momentos sonar más fuerte que antes.

Pero la espera pronto podría finalizar, cuando alguien se acerca por el pasillo. Allí, en el baño, extraigo mi pistola y la amartillo. Entonces le hago una seña a Alice para que se prepare.

El momento ha llegado…

Sin saber que hacer realmente allí encerrada junto a Joseph, comienza a irritarse con aquel sonido que ya termina por desquiciarla. Demasiado insistente, tanto que de alguna manera en su mente una voz le dice: Atiende el maldito teléfono, pero ante lo concordado con quien sabe del tema, prefiere morderse el labio antes de mover un solo dedo y fastidiar la investigación. 

- Tendremos que atender... Seguramente quieren comunicarse con nosotros, esto ha dejado de ser una casualidad. - responde a Miller mientras se prepara, aunque con un shampoo en la mano ya que no tiene muchos elementos para coger a la pasada y defenderse. Aunque pensándolo bien, el tacón surtiría más efecto que esta arma improvisada que sólo será resbaladiza y molesta. - Sigo sus pasos. - termina por decir, expectante. 

Lentamente cada pie iba posándose tras el otro sobre los peldaños de las escaleras. El señor Taylor sentía el pesar de sus piernas y las palpitaciones de su corazón. Su mano, siempre próxima a su axila, presta para echar mano a su arma si la necesitase. Hacía demasiado tiempo que no se veía en una situación tan tensa y el pasar de los años oscilaban sobre su cuerpo como si de un peso de plomo se tratase. En su transito hacía las alturas, la duda corroía su mente. En verdad el hombre alcohólico no era un problema pero, ¿dónde se encontraba el primero? Esperaba de verás no tener que enfrentarse sólo ante él. 

Un frío sudor recorrió como un latigazo la espalda de William al escuchar las palabras del primer hombre. Iban juntos y muy posiblemente juntos entrarían en el apartamento de Dolezal. Debía de adelantarse, intervenir, presentar una férrea resistencia ante una posible huida de ambos ante lo que les esperaba dentro del apartamento. Verdaderamente, llego a temer por sus compañeros. El señor Miller iba armado, sabría seguro cuidarse, pero de la señora McMillan no estaba tan seguro. William lamentó profundamente haber permitido que la mujer hubiera subido a un lugar tan peligroso. Él era en parte responsable, así que tenía que estar a la altura. Darlo todo.

El señor Taylor consiguió anteponerse a la nube de pensamientos que cubrían su mente. Tomando la iniciativa continuó su ascenso siempre a una distancia prudencial. Y justo cuando los sospechosos estaban dispuestos a abrir la puerta para entrar al apartamento donde se encontraban sus compañeros, él espero protegido por la pared con la mano ya dentro de su chaqueta  sudada dispuesto a desenfundar su pistola en caso de que la situación se tornará realmente violenta.